ANA CELADA (Zaragoza, 1979)
Pintora, arquitecta, actriz, poeta y performe
Espera sin movimiento
Sin movimiento.
La quietud insistente que afina su nombre por la fuerza,
y que no se amedrenta.
Yo quiero esperarte entre bolsas de plástico rotas,
quieta, durante días nublados.
Quieta entre el hedor, el calor
y el viento más bien saliva cargada de insectos.
Esperarte en llanto entre restos de cajas rotas,
quieta en un charco.
Que me recojas entre lo sucio,
esperarte en barro barato que va fraguando
y me quiere estatua dama
patética, inmóvil desesperada y enamorada,
desecha en basura,
que mires tu cosecha cuando vuelvas.
Quiero no poder ver más allá
de este estercolero,
perder la cuenta de las decapitadas muñecas
y de las moscas sin alas,
quiero que me encuentres con las heridas
que los días me infringieron.
Quiero esperarte en un amor sin parpadeo,
recubierta de polvo,
inmovilizada, secuestrada de lo cuerdo,
desatendida del agua
esperar a que vuelvas
a que me recojas y que me lleves a tu casa.
Intenté lavar penas
(como antaño)
en un arroyo hecho de saliva y lágrimas,
y las manchas no salí_an
porque a las prendas
había que dejarlas en remojo
según instrucciones de
infame
confianza.
Así que algunas tardes
deseo un estrangulamiento,
a manos finas de mujer,
a poder ser,
que me den casi muerte mientras bailo,
condensada por presión y por asfixia
en tacto fino,
deberle todo a la danza,
a las acrobacias sin red,
a la música,
y seguir nadando en la canción del momento
“q u é intentas hacer?
qué quieres de mí?
me estás castigando?
castígame
castígame por nada
castígame por nada
castígame por nada”
Va i vén
A un lado septentrión, que significa norte,
al otro lado una balanza.
Son cosas que pueden ocurrir!
El vaivén es lo que tiene: ni discrimina
ni distingue.
A un lado “la ciudad de los perros”
-un sueño-
al otro lado unas grietas recientemente aparecidas
-en la escalera de mi edificio-
(las dos construcciones son a base de ladrillos,
acabo de caer)
Un lado y una isla
el otro y Madrid en sus pasteles.
O abrir la ventana y echar medio cuerpo fuera,
-el medio que es más garza-
cerrar la puerta y la mordacidad después del giro de cabeza,
-el estar encerrado, a solas-.
Me lamento me carcajeo
permanezco me voy.
El día de mañana
Se cuelga el tiempo, a veces,
de la madeja de sonidos de afuera,
vuelven a dar las seis en tarde,
la despedida de las seis,
y los pasos en el piso de arriba
me delatan en mi suelo, del tercero.
La tarde de las seis en que ha llovido,
los charcos andan como locos de contentos.
Uuuuuuuuhh hace el viento colado.
Qué desfachatez,
qué broma:
nunca sabremos que sentido tiene el circular,
(qué sentido nos falta para saberlo)
por lo complejo, los nudos,
qué toca y qué roza,
qué es lo que no debe nunca hacerse bajo ningún concepto.
El día se irá,
el día de mañana, 10 de octubre del año sólo 2006, también,
no es nada sencillo.
Pero, sin embargo,
a veces,
el tiempo se cuelga en la mezcla de sonidos de afuera
y pide: menos, menos,
una masa fina,
pide: el suspiro en los momentos
en que comienza.
del poemario "Horizontes acercados" de ana celada
Un aliento más
Un aliento más o una duda todavía,
el rescate como figura imposible,
nuestra naturaleza es este pasar.
Somos refugios de media tarde de sol,
de gusano, de hoja y viento,
de una marea lunar del mes X.
No más. Destino cierto de cuerpo inerte.
Carne apocada por el circular,
los ciclos se cumplen aun siendo ignorados.
Habiendo muchos tipos de sombras donde elegir
a mí me eligen las más grises.
Pediría una sombra negra sin resquicios,
de las de agujero, negro,
de las que extiendes la mano y te la pierdes.
O incluso preferiría sombra casi blanca,
que las casi blancas, atroces, a veces oscurecen
y partiendo de lo más oscuro al afinar la vista
se observa un curioso degradado,
una lógica racional pautada de armonía a ratos.
Pero las más grises, y además sin remedio.
Es una masa informe de gris sucio,
gris prensa, gris agua turbia,
gris traje viejo, esa equivocación gris.
En esa masa nado tragando sombra,
y es gris, gris sombra,
en momentos sorprendida yo por su alcance
otras veces víctima yo impasible.
Es esa equivocación que me viene persiguiendo
desde hace tanto tiempo ese caer y seguir cayendo,
caer y seguir. Y es esa monotonía
cuando se optimizan los tentáculos
y todo adquiere entendimiento.
Ella ya no se agita,
ya no corre a mi búsqueda y captura.
Antes era una cuestión de velocidad,
y yo siempre fui más rápida.
Ahora mi pena está
y no la vi llegar por detrás,
no le vi alcanzarme, hacerme presa,
y sin embargo un día la llamé por su nombre
y supe blandamente,
dejando mi peso sobre un sillón blando,
que mi pena estaba.
Está como mis hígados están,
está, está y punto,
es tal este estar que no sé,
no sé de qué es cuestión.
Voy por las calles en las ciudades
y mi puta pena tiene espejos donde mirarse,
embellecerse con este mechón de aquí
esta uña como filo por allá.
Se me come,
se me enrosca en los ojos y me llora,
se me pudren las flores.
No sé como achicar agua
no sé de qué es cuestión.
Soledades frente a frente
La ternura en mi boca
y tú un corsario blanco
que va a morir en mis garras.
Nieve derretida,
caricia antes que nada,
soledades que se enfrentan
entre las telas que
dieron muerte al día.
Ásperos y cómplices tus ojos,
respuesta exagerada en mi cintura
rocío para mis manos
soledades al fin frente a frente.
De canela estas ramas
que asumen un deseo,
amarnos como dos estatuas amantes,
sin ruido como el polen y el estambre.
Quedarnos juntos
bellezas de soledades enfrentadas.
Mundo joven
Es este mundo el que nos toca
con un puño cerrado fuerte
tan abrasivo en sus terremotos
tan destructivo con los árboles
tan hambriento de vidas.
Esta vida que nos toca
con imágenes de guerra tras los cristales
y tanto grito
y tanto odio
y tantas noches cerradas.
Esta depresión que se arrastra
consume sin remedio al mundo joven
unido, cree, a una hilera de pólvora
y a una cerilla que no es suya:
muere su risa.
Esta rueda antes la conducían otros
no nosotros, ni yo, Anais, ni ella ni aquél,
Ni Pablo el del amor, ni Manuel, Anita o Tita,
Ni Antonio y sus poemas...
la conducían otros.
Pero la Historia llama a reclutos a filas
para seguir haciéndose y escribirse en libros.
Hemos cambiado,
hemos caído en la trampa del tiempo,
nos ha abandonado el niño,
nuestro niño, adónde vas, no me dejes solo,
y eso significa cargarnos a hombros y a espíritu
flores pisadas, puños cerrados,
niños muertos y guerras antibiología.
Cerremos los ojos
digamos una oración por los abatidos:
que el dios Amor salve a los hombres de buena voluntad.
Dejar
La marea sube se desborda del recipiente,
se sale y se aleja con las barcas.
¿Dónde irán los peces?
¿Adónde las sirenas desterradas?
¿Adónde las algas, las malvas, las estrellas varadas?
Cinco fueron los puñados de sal,
uno por cada dedo,
cinco puestos en línea,
dejados en la orilla para que el agua se los llevase,
dejados, por qué no, como se deja en el viento una cometa,
como se deja caer la saliva para el sueño.
Silencio versus sonidos
El silencio es lo que tienen las niñas
cuando se rozan un pecho,
es lo que tienen los peces
cuando tocan el fondo marino,
que de suave los engulle.
El verdor produce silencio.
El ruido del batir de alas
de un pájaro que planea,
al ritmo de hojas
en el que acallar los gemidos
de un círculo enrojecido
que alimenta las virtudes,
un grito seco y agua
por hacerse más indeleble.
Me tiene el silencio.
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