viernes, 31 de agosto de 2012

7654.- SANTIAGO PONTONI




SANTIAGO PONTONI
Santa Fe, Argentina, 1986
Es coeditor de poesía contemporánea argentina en Ediciones Diatriba, casa que ya lleva editados quince títulos. Publicó los libros de poemas Feria Artesanal de la Calavera (2008) y ¡Kowabunga! (2011).

Actualmente trabaja en un nuevo poemario a editarse en el 2013. Textos suyos inéditos pueden escucharse en sonidosderosario.com.






Costa

Azulaciones galácticas coagulan en el fraseo perlado de la laguna.
Botellas y colillas clavadas a lo largo y a lo ancho del terreno arenoso.
Del otro lado de la costa destellan los lasers nerviosos de la ciudad.
Pasan manjares en calza, mujeres de pieles tiernas como de mandubé.
Lentamente la humedad resquebraja las coyunturas que soportan el peso del cuerpo.
En algún punto de la segunda napa, los alacranes santafesinos
complotan para sembrar el terror por todos los barrios.






Kowabunga (fragmento)

Una rinconera pasa, rebota su trocánter mayor contra el oleaginoso empeine de la Ruta 1. Un poco más cadenciosa y va a terminar borrando con el muslo el precio del tripero en las pizarras, o también podría aplastar los caracoles que a la tardecita trepan las taperas como perros asesinos y, recién desprendidos los revoques del día, consiguen hacer “plop” en las canaletas con agua. 

Tanzas, brazoladas,
barricadas en el agua, 
chuzas, moscas soreteras 
palometean los fecaloides del cebú.

Los tendones de la percepción
haciendo hammer-on
en el derrame stoner del ojo

¡Qué sincero sentir las bolas al viento
slapeando contra la superficie del agua

y con el filo de una navaja hacer sweep-picking
por encima del lomo escamoso de las mojarras!

Nado en pelotas por el río Ubajay,
me enamoro el cuerpo con el río Ubajay,
y con esta cerveza que chupo desde
el pico de un termolar cereza. 







Enciendo

Enciendo un tucanizado
en el piloto automático del calefón.

Hago mate y disfruto
la estimulación simpática
que me brinda la lectura
al aire libre, en el patio de casa.
No tengo que responder a ninguna consigna escritural,
más bien leo por puro placer, pero enseguida
tengo que guillotinar los segmentos de texto
con preguntas y observaciones que ponen de relieve
el fenómeno de la dispersión. Por ejemplo:

a) ¿Cómo es que le han modificado la genética
a los pollos, el fenómeno de la doble pechuga?
b) ¿Por qué las plantas no abandonaron la postura shoegazing del invierno?
c) Si parasitosis zoonóticas le meten conga al rigor mortis de una paloma
que, decapiteited, permanece en los dientes de mi gato…¿se puede
considerar ésta, una actitud black metal por parte de la mascota?
d) ¿Y si -a diferencia de Prufrock- mido la vida con postas de sábalo?

Ya fue, debo abandonar esta lectura.
Mis fibras nerviosas empujan hacia los envases polarizados.
Voy a destapar un porrón en el horario donde debería figurar la merienda.

Necesito amor en estado líquido.





INSTINTO LOMBRIZ

Crié el árbol donde amaneciste ahorcado;
no me siento culpable

Violentada cerradura
del palacio de la noche

Desmoronados altares de la naturaleza;
jardines de flora artificial del color de la mudez
y las toscas expresiones mundanas

¡Toda la vida postrado en esta cama móvil
con sirvientas grotescas que refriegan el hielo
en mi frente afiebrada!

Vamos, ventilen las salas y muertes
de este hospital en tinieblas
que cuando el pájaro del reloj cante
me alojaré en él y volaremos a través del tiempo

Ahora un nuevo cambio de humor

El viento bosqueja en el cielo
y desprende purpurina celeste.
Jaulas de caracolas frecuentan las orillas
y emiten los ecos orgiásticos
de las sirenas sumergidas

Veo mi razón caer a miles de metros,
-ella es pulso y marea-
pongo mi vida para el choque amortiguar

Orgánica,
música del aire
(ya me quiero dormir contigo)

Ella muerde la cascada
y un pedazo del mundo

Pensamiento plateado.







EL POEMA URGENTE

Llevaba en mano el plenilunio
goteando rojo entre mis dedos
y su aura blanca contorneaba
el filo curvo de la hoz

Fue esta luna un ser gigante
encogido en la palma de mi mano
cual feticidio en nylon
bostezó mi tacto y mi jovial vejez

Pero el viento renovó su envoltorio
y arrastró la arboleda gris y gemebunda
que cercaba el mar y ensordecía la vista

Y aquí me encuentro, recostado,
observando el brote de encrucijadas
en un ramaje vigoroso y elevado
que urde óperas en mis soliloquios

¡Embriágame de rocío
Suelta un damasco
sobre mi pecho de aguaviva!

Estoy en un juego de mesa
(un bosque de sal e hipertensión)

¡Estoy tan feliz que deseo arrodillarte sobre
las piedras
y tironear de tus brazos monótonos!








LA JODIENDA 

Ella se puso la ropa de su hija
Colgando en el biombo un condón enchastrado 

Ella suspira dolor cuando orina
Y se va sin cerrar la llave del gas 

Cae en la noche
Como una espina en el plato
Bebe
Tropieza
Muerde su lengua
Pita del lado encendido
Y rompe a llorar 

Porque ella es atronadoramente exagerada 

Cuando se muestra así
Mi mundo se hace carne
Mis pensamientos se hacen carne
Mis nervios se hacen carne
La grasa en la hornalla se hace carne
Las mamushkas se sodomizan hechas carne
Todo es carne flagelada profundamente tajada
Por una urgencia lasciva de penetración 

En sus campos de fresa
Asoman coletazos
De enormes peces incrustados 

“No puedo seguirle el ritmo”
Dice su hija, la menos putita 

Un enano cejijunto y escabroso
Sale debajo de su pollera
Y me invita a pasar 

Y hurgo...
Hurgo en sus concavidades carnizadas
En el vertir de mi estrella derretida
Sobre sus trompas anudadas
En la encrucijada de relámpagos
Suave-
Mente
Estrangulados
Hurgo.






LA INGESTA DE LA NADA

No besen sus dedos, son alambres
Depósitos de carne humana
Hormigas obreras rebalsan de sus uñas
Comen y sonríen con los puños.
En el desierto yermo inmundo
Formulan los primates con atuendos bélicos

Bruma verde hacia mi,
Densa espesa embriagadora

El sol se encoge ante la cresta de la ola empinada,
Su estampida será un abanico de muerte
Con leviatanes incrustados bufiendo torbellinos de granizo
Y en cada mueca un pedazo de cielo menos
Y en cada deshoja los cálculos de la nada-reloj

Sobre la obsidiana candente,
Mido el cielo con la vista y me zambullo hacia arriba

¡Voy a forzar la mente a conectar ensueños
Voy a transmigrar el alma y desechar el cuerpo!

Relojes de arena brotan debajo de mi lecho de huesos
Crujen y se rompen, salpican y me inundan
Ahora es una playa acartonada el mausoleo de este sótano
Con médanos de calambres con cabellos de mordaza
Y de pronto el techo llueve las ascuas y la arena se vuelve movediza
Me estoy hundiendo; los poros son camiones de arena
Las imágenes se vitrifican, estallan y luego escriben en mi piel
Ahora el techo llueve la nada, gime y borra los idiomas
Sólo una mano asoma de mi cuerpo sepultado
Alguien va a robar mis anillos heredados







EL RECREO

En la noche, y por florescencia, el poeta
bebe el licor, gran énfasis alado
que con brisas de elevación
oprime un cálido oleaje de accidentados númenes

Tú, musa divina, tienes un jardín con estatuas articuladas
condenadas a no moverse
y un cerebro ramificado en obscuros nidos
que se contagia de fiebre como de smog los ciudadanos

¡Cuán alérgico y perfecto quién a través de la palabra
lleva la flor de su matanza como un ferviente asesino,
y ve entre la multitud odiosa el borroso escenario de su rumbo
tan en vano como un aleteo entre la guerra mustia!

¡Oh, martirizado poeta, cuán agobiado y displicente!
Tú, que con los ojos puedes mover el oro y despolvorear los sentidos,
abre el sonido del beso y concédele una voz propia
desde el incesante manantial que tu elocuencia embebe 





7653.- PAZ GEORGIADIS





PAZ GEORGIADIS
Buenos Aires, ARGENTINA  1973
Estudió Letras con especialización en Lingüística. Entre 2010 y 2011 realizó el viaje pedagógico de la Escuela del Tríptico de la Infancia. Enseña francés; también hace traducciones, revisiones y correcciones de estilo para distintas editoriales. Su libro No sólo los pájaros comen alpiste obtuvo el segundo premio en el Concurso Municipal de Poesía Felipe Aldana 2011. Entre 1977 y 1982 vivió en Ginebra. Desde 2003 reside en Rosario.




Patio

Mientras barro el patio,
la cabeza se me despega
los ojos se nieblan
mis ideas oscilan
se estiran y amontonan
el viento las desarma
se separan dos que estaban 
–el perro pasa y me las pisa–
tan pegadas que eran una 
se me arman poemas
mientras barro 
y me visitan asuntos cósmicos.
La muerte es una cuestión de espacio,
me decía mi padre,
que ahora está muerto,
que ahora es algo que da de comer
a los gusanos que dan de comer a la tierra
con su caca
que da de comer al árbol que da una pera
a una vaca que la agarra y que nosotros 
compramos en el supermercado, 
en cajas apiladas de vaca, como una biblioteca.
Si no te morís, ocupás lugar:
el mundo se asfixia con tanta gente,
tantas vacas, gusanos y peras.
Recién baldeaba y lo entendí.







Pelopincho

Me preguntaste qué es el alma
pero ya sabías la respuesta:
es como una máquina grande
en un lugar chiquito,
dijiste.
O cuatro máquinas medianas
con los nombres de las personas que queremos,
en listas hechas de sangre o pintura,
no de papel.
Y el alma está alrededor,
pegada a la piel.

Me preguntaste si conocemos algún pobre
o si nosotros somos pobres,
si el abuelo está desnudo
o se fue sin los huesos.
Y si hay alguna pelopincho
ahí donde está él
y si tiene hambre
y si lo vas a ver.







Objetos

¿Te acordás de ese peine verde
de dientes grandes
mascardi en el bolsillo
del pantalón de aquel tipo
con poco pelo
en ese bar que ya cerró?

¿Y del sandwich en el táper celeste 
del automovilista atropellado,
que quedó encima del techo
del auto, bajo el sol del mediodía,
cuando se fue la ambulancia?

¿Y de la campera impermeable
negra que colgaba de un gancho
en una pared de mosaicos, 
en el primer piso
de una casa demolida 
por Constitución?

¿Y de la boleta de empeño
del televisor 20 pulgadas
que encontraste entre los papeles
del entreprener que te había contratado
para que ordenaras el archivo
de su importadora de aparatos
de gimnasia sin esfuerzo?

¿Y de esa pierna que le faltaba
al tipo que corría veloz
y a zancazo único 
colectivos que se iban?

Bueno, estuve pensando
si no te parece mal
podríamos desembalarlos
y tenerlos un rato entre los objetos
que nos compramos hace poco







7652.- MARILYN CONTARDI





MARILYN CONTARDI
Zenón Pereyra, Santa Fe, ARGENTINA  1936
Nació en la zona agrícola-ganadera que bordea el límite con Córdoba. Estudió en el Instituto de Cine Documental de la UNL, de donde egresó con el título de Realizadora de Documentales. Vivió varios años en Paris y en Rennes, Francia, donde fue lectora en la Universidad de Alta Bretaña. Desde 1985, cuando regresó a Argentina, da clases en el Taller de Cine de la U.N.L. Publicó los libros de poemas: Los espacios del tiempo, El estrecho límite, Los patios y Cerca del paraíso. Publicó notas, relatos y poemas en revistas y diarios. Anota: «Escribir y hacer cine son dos modos de experiencia que “no se llevan mal” entre sí, tienen una raíz común: la misma manera de ver y entender el mundo, pero toman caminos distintos para expresarse. Pero la experiencia de la escritura es anterior a la del cine,  los primeros escarceos se confunden con la infancia».





Verano

Madrugada,
las sábanas
calientes
contra el cuerpo

A mi lado toco
el pelo largo, 
hirsuto
de mi gata

estira su pata
me roza,
tan suave

mi hermana duerme

me levanto a mirar
por la ventana

la calle está  desierta
no hay nadie
por la vereda
sólo la luz
de la luna

Esta vez…
¿no será aquella?
¿habré soñado?

La sonrisa
de mi madre
me dice que sí

La luna entra 
por las celosías,
la gata
ronronea.
No hay nadie más

¡Cómo pasan 
como galgos ligeros
los años! 






Pequeñas estrellas

Entonces…,
nunca viste
las pequeñas estrellas 
brillar en la noche?

¿No?

No las mires de frente,
hay que mirarlas  de costado.

como si buscaras otra cosa
como si no te importaran

entonces
ahí sí,
sus rayos
te alcanzarán,
te lanzarán
sus brillos

Ahí las tendrás,
en el rabillo del ojo.
Y ya no te muevas.

Así, de refilón,
como el pájaro
que te espía
desde la rama
sabiendo 
que lo espías,

 Así, 
sin llamarlo,
como sabe aparecer
el pensamiento,

No se pueden 
acariciar 
las mariposas
ni los colibríes
ni el viento
ni las nubes
ni la luz

apenas
un toque
fugaz
en los ojos

después de todo
llevan millones
de años
allá arriba
esperando
que al fin
te decidas
a levantar
la cabeza
y las mires.






Anticipación

Quién mirará estos cielos sonrosados
Cuando yo no los vea?

Quién se asomará a la ventana
A oler los jazmines florecidos?

Los inviernos y las primaveras pasan.
Un día entre otros, traerá la muerte.

Cuando el instante llegue,
Quién fijará en mí sus ojos buenos

Y sostendrá mi mano mientras me alejo? 







De entrecasa

Time is a horse that runs in the heart, a horse
Without a rider on a road at nigth
Wallace Stevens

Crema de belleza

"Caudalie"
Créme hydratante
Aux pepins de raisins

Uvas
para la
merienda

mamá
pone la fuente
con uvas
recién lavadas
sobre la mesa

las pepitas,
vuelan
de la boca
de mi hermana,

rebotan
a nuestros pies

bordan
negros
puntitos
rococó
en los mosaicos

Y nuestra piel
es más fina,
que la piel
del durazno
y más preciosa
que los vestidos
del rey Salomón

Ahora.

day and night
face and neck
moisturizing,
protecting
by anti-oxidant cream

But, honey

el tiempo,
es ese
inescrutable

viene y va,

entretejiendo
envolviendo
día y noche
noche y día

en finas
redes
sigilosas

impalpables
telas
de araña

face and neck
body and soul
protecting by
anti-oxidant cream
of grape-seed.
Las frutas







Peras de agua

Vienen
envueltas
en papel
de seda,
peras de agua
de Río Negro,

amarillas
perfumadas
lisas
y húmedas
como si
transpiraran
el aliento
de los lagos
helados
del sur.

Peras
Williams,
de Río Negro.
Por tren.


Perfumadas
amarillas,
con pintitas
de color
más subido,
ni que hechas
con plumín
de tinta china,

y apenas
un rubor

como si
el alba,
espiada
a través
de las hojas,
hubiese
estampado
unos besos
bajo la seda
amarilla

¡De Río Negro,
y en tren!

Dispuestas
en cajones
de madera

envueltas
en papel
de seda

papá
levanta
una

abre
el papel,

de la palma
de su mano,
del susurrado
despliegue

sale
algo más
que la delicia
ofrecida

"algo así como."

"una especie de."

"como si fuese un."

entonces.

la acerca
a su cara,
huele,
:-¡mmmm!

¡ese perfume
que tienen!







Rojo

De unas reflexiones de Sam Francis,


Rojo es el color.

El rojo,
contiene
todos
los colores
incluido el Rojo

enciende,
estalla,
inflama

el mismísimo
Negro
no es más
que un Rojo
que se apaga

y el Blanco
un Rojo
ya pálido
de tanto ardor
y desmayado

el Rojo
es el comienzo,

anterior
al mismo Rojo
como dios es
anterior a dios

Mi hermana
moja el lápiz rojo
en la punta
de la lengua

lo desliza,
sobre la página

patita de
libélula
de libélula roja
por el agua

el ojo sigue
el trazo,
enamorado

La libélula
se desliza
por el agua
sin dañarla

sólo deja el reflejo
de su paso

El Rojo
es el color
el preferido
de los ojos,

sólo el Azul
se le anima
y es astuto,

sube veloz al cielo
y lo arrebata
antes de que
el Rojo se instale,

pero ¡tan delicado!
le hace lugar
en la cúpula
a su lado
y entre los dos
ven los destellos
subir
magníficos
en los párpados
del sol.

Y esta vez
sin darse cuenta,
el Azul se le cae
entre los brazos,

El Rojo es el color.
Todos los colores
están en el Rojo
incluído el Rojo.







De El estrecho límite

Amenaza del crepúsculo

El crepúsculo nos amenaza
de azul en azul por los techos,
de rojo en rojo, al púrpura,
al ciclamen, todo de filigrana
en los hilos telegráficos.

El crepúsculo nos amenaza
con incendios pavorosos
en sótanos donde estallan
de luz, botellas apiladas,
crepitan siempre niñas
viejas muñecas en los
sillones apolillados.

Espérenme que sólo miro
este primer indicio
encenderse como una rosa
de diamante en el liso,
liso, liso cielo al oeste.

La belleza no es otra cosa
es la misma cosa,
ahora,
que el rubo remontando
a las mejillas de la chica
que corre descalza por la vereda.

En el arrebato de carrera
bajo el rosa del cielo,
es la depositaria
ahora
de la naturaleza amenazada.
En su inocencia
la vestal ignorada.

Déjenla correr ahora.
Déjenla ir
por el andarivel azul
que el crepúsculo tiende
sólo para ella
en el campo murmurador
ya condenado también.

Déjenla ir
mientras la gracia
de sus años la protege
como una aureola.

Déjenla,
mientras el campo
se estira a sus pies
como un animal fiel.

Que corra ahora
y sólo oiga
el largo silbido
del viento,
el murmurador
espacio del cielo
y la música
aún más alta
de su fondo violáceo
transido de estrellas.

Que corra ahora
mientras
el estrecho límite
aún no fue tendido,
ni la ve la mirada
que clava el cuerpo
como a un animalito
la cerbatana.

Déjenla ir
y así la inscriba el Tiempo;
una gracia fugaz
en un perenne salto.







Ausencia

a mi hermana

Es muy fácil decir que todo
es nada más que ausencia,
es muy fácil decir que todo
llega al límite señalado
y se deshace.

Pero no es justo
ni es cierto.

Hubo un antes de tardes apacibles
y de mañanas. La melodía anónima
que merodeó el oído y moduló la voz.

La llamada irresistible del color,
tu mano que iba dócil a seguir
esas líneas que envolvían esas llamas.

El crecer florecía en las entrañas
como un pimpollo raro. La adolescencia
vino a aturdir con su deseo imperioso.

No fue difícil. Ni fácil.
Fue simplemente humano,
como el agua es el agua
o el brillo de la estrella
es, para nosotros, la estrella.

El mismo crecer inscribiría la hora
del fin? Quién sabe. Dormitaba
tal vez indiferente, como
la víbora en el pasto,
puesta allí por Aquello
tan poderoso como inescrutable.

No es remordimiento. Pero es
una desazón. Algo enturbia la mirada.

Ahora, que en el añil se deslizan,
garzas lejanas, las nubes
no sé si estoy viendo
por lo que no ves,

si oigo por tu silencio,
si la tierra
transmite mi pulsación
a ese estado en que estás,
recibido de la Naturaleza
igual al nacimiento,
al primer diente caído,
al primer dolor,

en la inexorable hora helada
en que la luz cedió a las sombras
y anocheció en el iris de tus ojos.

Es tan difícil decir
hasta el deseo más simple.

Se sucumbe ante tantas cosas.








De Los Patios

Diciembre

I

Dejen que el sonido antiguo
entre de nuevo a la galería
-es tan simple-

y a estos pasos
se cuelen otros pasos
y ellos
también puedan volver

es sólo cuestión de deseo
sólo eso

sí,

hasta en los milagros
hubo, antes, sólo eso: deseo
y siempre...: predisposición

es difícil decirlo, entiéndanme:
conocen esa quietud al atardecer,
una -indecible-
suspensión?

cuando algo parece inminente:
el esplendor alado
el horror sin límites
basta una leve rajadura
para que entren

ah, sí, los cándidos racionalistas
nos tranquilizan

una bella cadena de razones
enjoya sus muñecas como una pulsera

pero usted y yo
en nuestras noches absortas
aprendimos que nada está quieto
bajo las sombras calmas

Olivia,
jugando a los enamorados
desaparecíamos
en el aire verdeoro
del patio
-el amor,
qué sería,
y ellos
quiénes-

el espejo nos atrapó
en su reflejo
si alguien asomara
por su reverso
nos encontraría.

Basta inquietud,
vuelve a tus antros infernales
deja lugar para que suba
la calma celeste de los campos tranquilos

no me interrumpas,
estoy en otro estado

no es el primer amor, ni el último
pero es el elegido
el consagrado, que crece
y vuela cada segundo,
en cada resplandor, en cada sombra.

Entonces...
basta con estar ahí
dispuesta a que suceda

Ella, la Naturaleza
develará sus formas y sus voces,
cantará sus quejas,
suspirará sus deseos
y el futuro asomará su rostro
justo frente
a nosotros

mientras se transforma la nube
la claridad se filtra entre las hojas
tiembla en la cortina la mariposa

se trata sólo de acogerlos

Dejen que voces, colores, cuerpos,
aromas se presenten de nuevo

la metamorfosis nos alcanza
divide lo indiviso
modela nuestra forma,
ahora somos, nube claridad
hoja temblor mariposa




II

Me está faltando la voz
y me parece que sé de qué se trata:
Musas,
por qué me abandonaron?

qué olvido me distrajo
qué voces me confundieron
cuando de un punto al otro
de la tarde corría, junto a los otros,
mientras ustedes zumbaban como abejas alrededor.

Nunca, antes, cuando flotaban
enredadas a nuestros cabellos
imaginé que iba a perderlas

Qué voy a hacer sin el aliento de
sus dulces voces?

Cómo no vi que se alejaban?
Fue en invierno, cuando la casa
quedó sin un alma, y la noche
llamó en el patio vacío?
Fue cuando la lluvia golpeó la ventana
y el lamento del agua sonó
desde las canaletas
con la voz de un animal que agoniza?

El alarido de la tormenta cruzó el cielo
en un tumulto de alas grises,
hirió de muerte los jacintos.

En esta perplejidad, ahora,
mientras los zarcillos de sombra
corren por la pared,
el sol minia las hojas
de su relicario de oro,
y el cielo se abre y se cierra
sin una melodía,
cuándo van a volver
cuándo van a volver
-casi pregunto-
con la abeja de la canción
en los labios
-siento que me disuelvo
en la suspensión celeste-

-confieso,
hay algo que perturba:
la razón
no quiere acompañarme,
se niega a creer
que algo desfallezca
si no están-

pero... y si vuelven
-sólo pregunto-
yo, estaré
yo
estaré...?