SANTIAGO PONTONI
Santa Fe, Argentina, 1986
Es coeditor de poesía contemporánea argentina en Ediciones Diatriba, casa que ya lleva editados quince títulos. Publicó los libros de poemas Feria Artesanal de la Calavera (2008) y ¡Kowabunga! (2011).
Actualmente trabaja en un nuevo poemario a editarse en el 2013. Textos suyos inéditos pueden escucharse en sonidosderosario.com.
Costa
Azulaciones galácticas coagulan en el fraseo perlado de la laguna.
Botellas y colillas clavadas a lo largo y a lo ancho del terreno arenoso.
Del otro lado de la costa destellan los lasers nerviosos de la ciudad.
Pasan manjares en calza, mujeres de pieles tiernas como de mandubé.
Lentamente la humedad resquebraja las coyunturas que soportan el peso del cuerpo.
En algún punto de la segunda napa, los alacranes santafesinos
complotan para sembrar el terror por todos los barrios.
Kowabunga (fragmento)
Una rinconera pasa, rebota su trocánter mayor contra el oleaginoso empeine de la Ruta 1. Un poco más cadenciosa y va a terminar borrando con el muslo el precio del tripero en las pizarras, o también podría aplastar los caracoles que a la tardecita trepan las taperas como perros asesinos y, recién desprendidos los revoques del día, consiguen hacer “plop” en las canaletas con agua.
Tanzas, brazoladas,
barricadas en el agua,
chuzas, moscas soreteras
palometean los fecaloides del cebú.
Los tendones de la percepción
haciendo hammer-on
en el derrame stoner del ojo
¡Qué sincero sentir las bolas al viento
slapeando contra la superficie del agua
y con el filo de una navaja hacer sweep-picking
por encima del lomo escamoso de las mojarras!
Nado en pelotas por el río Ubajay,
me enamoro el cuerpo con el río Ubajay,
y con esta cerveza que chupo desde
el pico de un termolar cereza.
Enciendo
Enciendo un tucanizado
en el piloto automático del calefón.
Hago mate y disfruto
la estimulación simpática
que me brinda la lectura
al aire libre, en el patio de casa.
No tengo que responder a ninguna consigna escritural,
más bien leo por puro placer, pero enseguida
tengo que guillotinar los segmentos de texto
con preguntas y observaciones que ponen de relieve
el fenómeno de la dispersión. Por ejemplo:
a) ¿Cómo es que le han modificado la genética
a los pollos, el fenómeno de la doble pechuga?
b) ¿Por qué las plantas no abandonaron la postura shoegazing del invierno?
c) Si parasitosis zoonóticas le meten conga al rigor mortis de una paloma
que, decapiteited, permanece en los dientes de mi gato…¿se puede
considerar ésta, una actitud black metal por parte de la mascota?
d) ¿Y si -a diferencia de Prufrock- mido la vida con postas de sábalo?
Ya fue, debo abandonar esta lectura.
Mis fibras nerviosas empujan hacia los envases polarizados.
Voy a destapar un porrón en el horario donde debería figurar la merienda.
Necesito amor en estado líquido.
INSTINTO LOMBRIZ
Crié el árbol donde amaneciste ahorcado;
no me siento culpable
Violentada cerradura
del palacio de la noche
Desmoronados altares de la naturaleza;
jardines de flora artificial del color de la mudez
y las toscas expresiones mundanas
¡Toda la vida postrado en esta cama móvil
con sirvientas grotescas que refriegan el hielo
en mi frente afiebrada!
Vamos, ventilen las salas y muertes
de este hospital en tinieblas
que cuando el pájaro del reloj cante
me alojaré en él y volaremos a través del tiempo
Ahora un nuevo cambio de humor
El viento bosqueja en el cielo
y desprende purpurina celeste.
Jaulas de caracolas frecuentan las orillas
y emiten los ecos orgiásticos
de las sirenas sumergidas
Veo mi razón caer a miles de metros,
-ella es pulso y marea-
pongo mi vida para el choque amortiguar
Orgánica,
música del aire
(ya me quiero dormir contigo)
Ella muerde la cascada
y un pedazo del mundo
Pensamiento plateado.
EL POEMA URGENTE
Llevaba en mano el plenilunio
goteando rojo entre mis dedos
y su aura blanca contorneaba
el filo curvo de la hoz
Fue esta luna un ser gigante
encogido en la palma de mi mano
cual feticidio en nylon
bostezó mi tacto y mi jovial vejez
Pero el viento renovó su envoltorio
y arrastró la arboleda gris y gemebunda
que cercaba el mar y ensordecía la vista
Y aquí me encuentro, recostado,
observando el brote de encrucijadas
en un ramaje vigoroso y elevado
que urde óperas en mis soliloquios
¡Embriágame de rocío
Suelta un damasco
sobre mi pecho de aguaviva!
Estoy en un juego de mesa
(un bosque de sal e hipertensión)
¡Estoy tan feliz que deseo arrodillarte sobre
las piedras
y tironear de tus brazos monótonos!
LA JODIENDA
Ella se puso la ropa de su hija
Colgando en el biombo un condón enchastrado
Ella suspira dolor cuando orina
Y se va sin cerrar la llave del gas
Cae en la noche
Como una espina en el plato
Bebe
Tropieza
Muerde su lengua
Pita del lado encendido
Y rompe a llorar
Porque ella es atronadoramente exagerada
Cuando se muestra así
Mi mundo se hace carne
Mis pensamientos se hacen carne
Mis nervios se hacen carne
La grasa en la hornalla se hace carne
Las mamushkas se sodomizan hechas carne
Todo es carne flagelada profundamente tajada
Por una urgencia lasciva de penetración
En sus campos de fresa
Asoman coletazos
De enormes peces incrustados
“No puedo seguirle el ritmo”
Dice su hija, la menos putita
Un enano cejijunto y escabroso
Sale debajo de su pollera
Y me invita a pasar
Y hurgo...
Hurgo en sus concavidades carnizadas
En el vertir de mi estrella derretida
Sobre sus trompas anudadas
En la encrucijada de relámpagos
Suave-
Mente
Estrangulados
Hurgo.
LA INGESTA DE LA NADA
No besen sus dedos, son alambres
Depósitos de carne humana
Hormigas obreras rebalsan de sus uñas
Comen y sonríen con los puños.
En el desierto yermo inmundo
Formulan los primates con atuendos bélicos
Bruma verde hacia mi,
Densa espesa embriagadora
El sol se encoge ante la cresta de la ola empinada,
Su estampida será un abanico de muerte
Con leviatanes incrustados bufiendo torbellinos de granizo
Y en cada mueca un pedazo de cielo menos
Y en cada deshoja los cálculos de la nada-reloj
Sobre la obsidiana candente,
Mido el cielo con la vista y me zambullo hacia arriba
¡Voy a forzar la mente a conectar ensueños
Voy a transmigrar el alma y desechar el cuerpo!
Relojes de arena brotan debajo de mi lecho de huesos
Crujen y se rompen, salpican y me inundan
Ahora es una playa acartonada el mausoleo de este sótano
Con médanos de calambres con cabellos de mordaza
Y de pronto el techo llueve las ascuas y la arena se vuelve movediza
Me estoy hundiendo; los poros son camiones de arena
Las imágenes se vitrifican, estallan y luego escriben en mi piel
Ahora el techo llueve la nada, gime y borra los idiomas
Sólo una mano asoma de mi cuerpo sepultado
Alguien va a robar mis anillos heredados
EL RECREO
En la noche, y por florescencia, el poeta
bebe el licor, gran énfasis alado
que con brisas de elevación
oprime un cálido oleaje de accidentados númenes
Tú, musa divina, tienes un jardín con estatuas articuladas
condenadas a no moverse
y un cerebro ramificado en obscuros nidos
que se contagia de fiebre como de smog los ciudadanos
¡Cuán alérgico y perfecto quién a través de la palabra
lleva la flor de su matanza como un ferviente asesino,
y ve entre la multitud odiosa el borroso escenario de su rumbo
tan en vano como un aleteo entre la guerra mustia!
¡Oh, martirizado poeta, cuán agobiado y displicente!
Tú, que con los ojos puedes mover el oro y despolvorear los sentidos,
abre el sonido del beso y concédele una voz propia
desde el incesante manantial que tu elocuencia embebe
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