LIDIA MORALES
Rosario, ARGENTINA 1949
Docente de Literatura y Teatro en el sistema formal y en invenciones particulares. Desarrolló talleres literarios, publicó cuentos en la Revista Risario, con sus amigos fundó la revista Lalombriz, codirigió el programa radial Por la mirilla, literatura para descubrir, y como parte del grupo editorial cooperativo No muerden publicó El tiempo feliz (cuentos y poemas). Se representaron sus obras teatrales Raíz y Contrapunto, Luz y Dos Días y las adaptaciones Platero y yo, La historia del soldado y otras. En 2010 recibió el premio edición de la Asociación Santafesina de Escritores por su libro de poesía Espacios. Durante muchos años formó parte de la organización del Festival Internacional de Poesía de Rosario, donde también fue conductora de las mesas de lectura desde el micrófono.
Actualmente desarrolla Intervenciones urbanas y obras para niños, lleva a adolescentes la charla sobre poesía “Sombra de mi bien esquivo”, y coorganiza un Ciclo de lectura y música.
borde del existir
toca
aquí
el borde del disco
el filo horizontal como en el campo la mirada
la proa veloz
el borde afilado del presente devorando futuro a bocanadas
echando atrás escombro y polvareda
el desecho memorioso
hermético
el poema hermético no quiere soltar
y se tapa la boca con sombras y cintas
se le caen algunos temblores por la comisura y asoma
el borde de una palabra
pero enseguida tapa con hojas secas piedras
y ramitas
fogatas
las hojas secas siempre traen recuerdos secos
como ahora el paraíso perdido de la calle trece mucho antes del asfalto
aquel tiempo de los plátanos al sol
barríamos el otoño
y el olor de las fogatas crepitaba en los humitos que subían ceremoniales
nosotros corríamos bajo un cielo confiable y azul cruzado de ramas finas
y enseguida nos llamaban a tomar la leche
compost
Le dicen compost ahora
pero es la vieja receta de todo el asunto
Se busca un espacio hondo y allí se acomodan:
piedras zapatos tendones toscanos armanis y rastrillos
árboles graneros alas rejas probetas aviones sábanas conejos y mitras
y se lo deja vivir un tiempo
enseguida cada cosa muere o se gasta
cae
y con el tropezón ya deja la cara hundida en el polvo
mirando prudente hacia donde va
Comienza la segunda parte
se degrada o se evapora se pudre se seca se transforma
entre palideces o burbujeos a veces bajo telitas grises o musgos
y de a poco todo va siendo una sola cosa
SALA DE ESPERA
la vida acá embriaga, desborda, se derrama en olores de leche y sudor
empuja desde adentro del vestido de esta mujer que tiene que sentarse con las piernas abiertas para dar lugar a la esfera misteriosa que el vestido apenas tapa
nadie ve la tela ni la tensión del ombligo: todos ven al niño cabeza abajo
flotando en su mundo como el colgado del tarot
jamás nunca tan feliz se sabrá como hoy
acá la vida se duerme en esa beba como desmayada en brazos de la abuela
late en la punta de los deditos traslúcidos
ah quién va a protegerlos de la maldad
un brillo se derrama desde el labio de la bella
por el territorio de terciopelo rosa que se extiende hasta el cuello
y ese rulo leve adherido a la piel por la transpiración que exuda suavemente y la hace brillar como una porcelana del siglo diecisiete
la muerte por su parte
como la otra cara indispensable ha venido azotando la carne de la vieja
pequeños heraldos como él decía
señales de lo por venir
allí
por la falta
por la inquietud de que tal vez pronto falte
es que emana su perfume glorioso la vida
en el brazo que flamea sus trapos marchitos cuando envuelve amorosa a la nena
a la otra mujer la rodea un halo caliente y despreocupado
se le ve en la ropa la leche que mana de pronto
y acomoda el pezón a la boca del bebé que dormía en un bulto de tela
todos contemplamos embobados la raíz al aire de la vida
y el nene toma una a una las palabras que ella entre sonrisas le va desgranando
sólo se piensa en la vida acá
no se puede pensar en otra cosa.
VARADA
qué hago aquí varada en mitad de la noche
había sacado pasaje hasta la mañana
tenía que aterrizar en la ventana abriéndose a la luz sobre el árbol
y al golpe de las persianas mariposa de madera desplegada en la pared
la voz de los vecinos los gorriones y los autos subiría como un himno
y no
estoy acá flotando en un silencio denso
como en la noche inquieta de un vuelo a España
tiempo empantanado con zumbido de fondo
como caer del piso diez y tener
entre el quinto y el sexto
un par de horas para pensar en la caída
un limbo
un tiempo que no estaba hecho para vivirse
un error del engranaje
*
de un tiro hago la luz del velador sobre los muebles
les caigo encima como un tigre
ni se lo esperaban
yo tampoco
nadie hubiera imaginado que estaban ahí todo el tiempo
creía inocente
que se habían desvanecido como yo en la almohada
no les di tiempo a ponerse la careta cotidiana y
qué veo
son absolutos desconocidos
mezcla de monasterio y firulete
me cuesta reconocer que esa mesita decapitada
es la misma que vivía en un rincón del cuarto de la casa aquella
siempre estuvo ahí
siguiéndome en cada mudanza
obcecada
disimulando la grieta que le partía en dos el corazón de mármol
siempre estuvo ahí
pero nunca nos dirigimos la palabra
una extraña en mi propia casa.
de “Espacios”
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