domingo, 26 de agosto de 2012

7582.- RAFAEL MAMMOS





Rafael Mammos nació en Palma de Mallorca en 1982. Estudió filología clásica en la Universitat de Barcelona, donde actualmente trabaja en su tesis.

Ha publicado los siguientes libros: Indocilia (poemas), 2002; Domicilio de nadie- antología de la nueva poesía barcelonesa, 2008; La Odisea (adaptación), 2008. Su último libro de poemas se titula Los rastros cruzados, y está inédito.




POEMAS

Home is where the hurt is

Aquí los perros no ladran
y cada cosa sucede
en una isla. Se parece
a un infierno detenido,
con retribuciones secretas.
Lo único que puede inquietar
durante alguna noche
desposeída de estrellas
es la llamada de un cuervo,
como una pesadilla
atravesándote el cráneo

para recordarte tu origen,
donde las esquinas te buscan
como guillotinas y el agua
oscura del puerto ya tiembla
pensando en cuando te agarre,
crispada, hecha de una historia
que aquí no puedes explicar.





ELLA MI MADRE

Ella mi pobre madre. Tratando
de seguir mi oscura cabeza
y poner en orden cada cabello.
Por los riachuelos en que la noche
se desgrana sigue mi fuga
y no ve final. No ve sur, no ve
norte donde la rosa de los vientos
acabe mi vuelo inextricable.
‘En mi vientre está la casa
de tus padres’, dice. ‘En mi vientre
el silencio de las ruinas, la mesa
donde te sentarás igual a la niebla.’





MARINA

Lejos sigue el mar. Peregrino
de sí mismo va en su procesión 
de insomnio. Lejos y en mi oído,
donde se revuelven cosas 
hundidas, vueltas de la nada
y honda entraña que habitan,
algo así como unos dientes,
unos ojos de pelaje negro, 
de días oscuros, deseados,
un enjambre de cabellos,
las piezas de una cara
que no puedo borrar.





THOSE ARE PEARLS

No te es dado traspasar
la luz de este sol vertical,
ver el pozo en que las llamas
se enredan. Si te ardieran los párpados
y como peces te huyeran
las lágrimas, me pedirías
entonces que entrara en el mar
y recogiera perlas negras 
para llenar tus cuencas.

No habría perdón del dios.
Al oscuro mar, una vez
yo entraría solamente; 
pero tú ya no saldrías.





ESTAMENTOS

Si al llegar al estado del sol,
inextricable, rotundo
en mitad del hondo azul,
celebras igual lo malo con lo bueno,
todas las mañanas serán como dones.

Todas las mañanas, incluso
si están llenas de ramas desnudas
que a la hora se despliegan
lentas, como venas por el frío, 
y te sabes igual de peregrino que sus hojas.





BEHEMOTH

Al agonizar la luz
surgen los latidos de la noche,
enorme fábula de plomo.
Como animal la ves ahora:
sus pies hunden los caminos.
El mar se aparta de su boca,
y con temor a perderse
el viento se enhebra en su melena.
Sigue el firmamento: por sus
ojos pasa el sueño que le huye 
como bandada de pájaros. 
Le preceden horas rojas;
le siguen oscuras razones.
Al agonizar la luz desperté 
en el corazón de esta ballena.





PURGATORIO

En lo muerto de la tarde
a cada uno le llega su ángel
para distinguir sus obras
como rosas entre zarzas.
En la hora del trabajo,
en el frondoso sudor,
viene y pone luz a cada uno,
agente del fuego diario
y de la tierra que alimenta 
al fuego con sepulcros.





CÉFIRO

En la hora tranquila, el pueblo
comienza a declinar lleno
de cosas que no se redimen,
cosas últimas del discreto 
atardecer, como los pájaros 
dividiendo sus casas en el aire
a través de cruces suspendidos,
bajo los largos pasos de las nubes 
y los soles que nos han traído hasta aquí.





NADA PARA EL AZAR

Mientras aquí tus caminos
y los míos se agitan sin ley
y no sabemos encontrarnos,

de arriba la lluvia llega
y sin esfuerzo ordena
las aceras, los olores.





TEBAIDA LIBRO XII

En el recuerdo, aun en el sueño,
caminan tejidos el rechazo 
de ti y el don de retenerte.
La mano que acerca y la mano
que destruye. Luego, en la vigilia,
tibiamente se diluyen, en mí
se dividen como en una misma 
pira se alejarían dos fuegos

o agua y aceite en una vasija.





DIVISIÓN

El bosque donde sólo veo
la división incesante
de una rama en otra rama
como explosiones en tu cuello.
La luz que busca repartirse
entre el vello azul de las hojas,
entre las vainas, los tercos
nervios de tus pies. Los ciervos
que elevan la cornamenta
para cuadrarte los tendones.

Caminas dispersa en brotes,
te adentras irremisiblemente
en los ojos del animal.





TRÓPICO

El río está seco. Sin memoria,
sin codos de agua y luz por donde
los peces se escurran. Sus pies
son raíces mordidas de piedra,
y sus huesos yacen tomados
bajo la cruel arena. Está seco
y se clava en mitad de la noche,
la surca como estigma de fuego.

Dibuja la precisión de la sed,
y ante los labios que lo piden
esconde su oscura cabeza.





DESTRÚYELO TODO

No es la misma que ayer a las nueve,
cuando caballos y furia
eran sólo distancia. No soy
el mismo yo tampoco ahora, antes
de profanar delicia en sus entrañas,

antes de haberme consagrado 
a Marte cambiador de cuerpos.





CUMAS

Señor, ya es hora. Los días
han caminado sobre mí
y estoy llena de huellas.
El último minuto se desliza,
la arena se sucede sin mañana.
Los hombres que miran en mi fondo
ya solamente ven la peladura
sin el fruto, ruinas de una piel.

‘Soy un poco de vida repartida
en huesos y en severos años.
Lo que el Sol no devoró, 
lo que dejó la espuma.

Caminante o marino, 
hombre o cansada mujer,
antes de pedir aquello que ansías
mide bien los pasos hasta el cielo.
Antes del consuelo extraño,
antes de cubrir la piedra con entrañas
mide los pasos que separan
la poca tierra que te habita
hasta la carne inmaculada de los dioses.
Pues habrá una respuesta de los dioses.’

Ninguno marchará
habiendo comprendido. Mi boca
es solamente una boca oscura 
guardada en frío barro, mi voz 
el crepitar del numeroso calor.





LLIBRE D’AMIC E AMAT

Abres el balcón, en los altos de la madrugada. 
Tus ojos recorren el cielo, 
claros en los ojos de Dios. Murmuras cosas que lo nombran
como a través de su misma boca. 
Preguntas otra vez por lo que te desvela, 
lo que te guarda, 
lo que aprieta tu corazón. Y ves entonces

la silenciosa geometría 
que mueve a la noche
y de unas a otras
separa a las estrellas.

Rilke, El libro de la peregrinación

Señor, el que te busca no te encuentra
y extravía tus ojos en las nubes
profundas. El que pregunta sólo oye
tu cabeza temblando como un trueno,
a lo lejos, golpeando las ventanas.

Pero al hombre que espera en la penumbra
le quitas un recuerdo por otro,
para consolarlo, y le das
medida por medida. Tú,
tú les miras a ellos, te importan
los que aguantan. El pájaro que busca
la soledad del norte a ti 
te encuentra, sin saberlo.





RECIBIDOR

Puedes quedarte un poco más
en la sala que la luz perfila
para ti. Una silenciosa luz,
como a ti te gusta. Nada entrará
en tus ojos de polvo.

Quédate un poco más, conmigo:
el cielo entrará lentamente 
por las ventanas, y ninguno 
de los dos estará en su casa.


Referencia: http://www.dvdediciones.com/bcn_rmammos.html






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