Naomi Shihab Nye
(Sant Louis (Missouri) EE.UU. 1952)
(Sant Louis (Missouri) EE.UU. 1952)
Poeta, narradora y compositora palestina-estadounidense nacida Sant Louis (Missouri).
Hija del escritor Aziz Shihab, que emigró a Estados Unidos en 1948, expulsado de su tierra al crearse Israel, es autora de varios libros de poesía y ensayo, entre ellos su novela para jóvenes Habibi, en parte autobiográfica. Esta relata la experiencia de una muchacha árabe-estadunidense que se instala en Jerusalén en los años setenta para cursar secundaria y preparatoria. De su poesía destacan, Combustible (1998), 19 Varieties of Gazelle: Poems of the Middle East, A Maze Me, Red Suitcase y Field Trip. Ha escrito además la polémica “Carta abierta a cualquier aspirante a terrorista”, en la que empieza por reconocer que detesta la palabra “terrorista” pero la emplea para atraer la atención de los lectores que busca, a quienes aconseja no matar, sino leer a Rumi, el poeta sufi.
Hija del escritor Aziz Shihab, que emigró a Estados Unidos en 1948, expulsado de su tierra al crearse Israel, es autora de varios libros de poesía y ensayo, entre ellos su novela para jóvenes Habibi, en parte autobiográfica. Esta relata la experiencia de una muchacha árabe-estadunidense que se instala en Jerusalén en los años setenta para cursar secundaria y preparatoria. De su poesía destacan, Combustible (1998), 19 Varieties of Gazelle: Poems of the Middle East, A Maze Me, Red Suitcase y Field Trip. Ha escrito además la polémica “Carta abierta a cualquier aspirante a terrorista”, en la que empieza por reconocer que detesta la palabra “terrorista” pero la emplea para atraer la atención de los lectores que busca, a quienes aconseja no matar, sino leer a Rumi, el poeta sufi.
Los palestinos han renunciado a las fiestas
Alguna vez el canto se alzaba
como dulces sirenas sobre las colinas,
y aun si trabajabas
tus árboles o tus libros
o cocinabas para tu familia
algo simple,
te lavabas las manos
y te peinabas el agua del pelo.
Montañas de arroz, zapatos brillantes,
un huracán de danzas.
Los niños con trajecitos
y vestidos de terciopelo caían dormidos en círculos
después de comerse 47 almendras de Jordania.
¿Quién se casa? ¿Quién ha regresado
de un lugar distante más allá del mar?
A veces ni te enterabas.
Comiste todos los alimentos sin saber.
Besabas las mejillas de quien pasara
abofeteando el tambor, enrojeciéndote la palma.
Más tarde
llena, enriquecida,
tenías una fiesta en la piel.
¿Dónde es que la pelea
se introduce en esta historia?
La lucha se extravió en alguna parte.
No es lo que nos gusta: comer, beber, pelear.
Los estudiantes se congregan silenciosamente
en el salón de clases
y la puerta del edificio
es arrancada por una explosión.
Pupitres vacíos
donde la risa solía sentarse.
Aquí vivía la risa
tintineando su monedero de morralla fina
y ahora se esconde.
Ya no llegará al zaguán como un vendedor de jabones,
el buhonero de las cerillas, el viejo italiano
de la fábrica de Nablus
con su mágico saco de palillos.
Nos han dicho que no estamos
cuando siempre estuvimos aquí.
Su goma de borrar no funciona.
Mira las fotos coloreadas a mano
de jóvenes demasiado perfectos e inmóviles.
Las bombas parten por la mitad
las frases de todo mundo.
¿Quién las hizo? ¿Conoce alguien
que las fabrique? El viejo taxista
menea la cabeza
yendo y viniendo entre Jerusalén y Jericó.
Ellos no verán, dice con lentitud,
la historia detrás de la historia,
siempre buscan la historia después de la historia
lo que significa que nunca comprenderán la historia.
Así que esto seguirá y seguirá.
¿Cómo lo soportamos, si sigue y sigue?
Ha durado demasiado.
Nadie recibe ya ni una pequeña postal
del lejano lugar más allá de los mares.
Nadie en la noche oye venir a los soldados
para arracar de su tibio sueño al olivo.
Rasgar raíces. No es noticia de primera plana
en tu país ni en el mío.
Nadie escucha el imperceptible sollozo
del terciopelo en el cajón del ropero.
Pequeños floreros de Hebrón
Inclina sus bocas abiertas al cielo.
Azul turquesa, ámbar,
un verde profundo con el asa torcida,
cántaro no más alto que dos pulgares,
de labios diminutos y gracioso talle.
Aquí ponemos las flores pequeñas,
las que hubieran permanecido invisibles
en la tierra suelta a orillas del camino:
brotes de suculento romero,
arcos de menta.
Crecen para adentro en el centro de la mesa.
Aquí nos entregamos a la vida menor,
hilo, hálito, fragmento.
Y se curva. Espera el día entero.
En lo que el pan se enfría
y los chamacos abren sus pardos cuadernos
para trazar una letra que parece
chimenea que sobresaliera de una casa.
Y los titulares de hoy ¿qué dicen?
Nada acerca del pétalo más chico
perfectamente acomodado dentro del pétalo grande,
o de la manera en que el cristal colorido filtra la luz.
Hombres y muchachos, en oración mientras morían,
abandonaron sus epidermis.
El entero alfabeto de lo viviente,
cabezas y rabos de palabras,
frases, la manera de decir
“Ya'Ala” cuando se sobresaltan,
o “ya'ani” por “quise decir”.
Un vidrio estrellado brilla aún
bajo los pies.
Pero el niño de Hebrón duerme
entre el ruido en sordina de sus hermanos que caen
y la larga tristeza del rojo.
VERSIÓN DE Hermann Bellinghausen
Alguna vez el canto se alzaba, de Combustible
Alguna vez el canto se alzaba
como dulces sirenas sobre las colinas,
y aun si trabajabas
tus árboles o tus libros
o cocinabas para tu familia
algo simple,
te lavabas las manos
y te peinabas el agua del pelo.
Montañas de arroz, zapatos brillantes,
un huracán de danzas.
Los niños con trajecitos
y vestidos de terciopelo caían dormidos en círculos
después de comerse 47 almendras de Jordania.
¿Quién se casa? ¿Quién ha regresado
de un lugar distante más allá del mar?
A veces ni te enterabas.
Comiste todos los alimentos sin saber.
Besabas las mejillas de quien pasara
abofeteando el tambor, enrojeciéndote la palma.
Más tarde
llena, enriquecida,
tenías una fiesta en la piel.
¿Dónde es que la pelea
se introduce en esta historia?
La lucha se extravió en alguna parte.
No es lo que nos gusta: comer, beber, pelear.
Los estudiantes se congregan silenciosamente
en el salón de clases
y la puerta del edificio
es arrancada por una explosión.
Pupitres vacíos
donde la risa solía sentarse.
Aquí vivía la risa
tintineando su monedero de morralla fina
y ahora se esconde.
Ya no llegará al zaguán como un vendedor de jabones,
el buhonero de las cerillas, el viejo italiano
de la fábrica de Nablus
con su mágico saco de palillos.
Nos han dicho que no estamos
cuando siempre estuvimos aquí.
Su goma de borrar no funciona.
Mira las fotos coloreadas a mano
de jóvenes demasiado perfectos e inmóviles.
Las bombas parten por la mitad
las frases de todo mundo.
¿Quién las hizo? ¿Conoce alguien
que las fabrique? El viejo taxista
menea la cabeza
yendo y viniendo entre Jerusalén y Jericó.
Ellos no verán, dice con lentitud,
la historia detrás de la historia,
siempre buscan la historia después de la historia
lo que significa que nunca comprenderán la historia.
Así que esto seguirá y seguirá.
¿Cómo lo soportamos, si sigue y sigue?
Ha durado demasiado.
Nadie recibe ya ni una pequeña postal
del lejano lugar más allá de los mares.
Nadie en la noche oye venir a los soldados
para arracar de su tibio sueño al olivo.
Rasgar raíces. No es noticia de primera plana
en tu país ni en el mío.
Nadie escucha el imperceptible sollozo
del terciopelo en el cajón del ropero.
Adiós
Es una buena palabra, enrollando la lengua hacia afuera
sin importar el idioma con el que naciste.
Usala. Aprendé en dónde empieza,
el pequeño alfabeto de la despedida,
cuánto tiempo lleva pensar en ella,
y luego decila, y luego que te escuchen.
Casate con ella. Más que con cualquier anillo dorado,
brilla, brilla.
Usala en cada dedo
hasta que tus manos bailen,
tocando fácilmente cada cosa,
dejando que cada cosa, fácilmente, se suelte.
Pegala a tu espalda como si fuesen alas
o como la cola de un cometa. Como la corriente de aire detrás de un jet.
Si te van a conocer por algo,
que sea del modo en que te alejás de la vista
cuando tu trabajo está terminado.
Pensá en cosas que demoran en partir: hojas,
cajas de cartón, y servilletas, el olor húmedo del mantillo.
Pensá en las cosas que desaparecen.
Pensá en lo que más amás,
lo que te pone lágrimas en los ojos.
Algo que te haya dicho adiós a vos
antes de que supieras su significado
o cuánto duraría.
Explicá muy poco, la palabra se explica a sí misma.
Más tarde quizás. Lecciones que siguen a otras lecciones
como el silencio que sigue al sonido.
It is a good word, rolling off the tongue
no matter what language you were born with.
Use it. Learn where it begins,
the small alphabet of departure,
how long it takes to think of it,
then say it, then be heard.
Marry it. More than any golden ring,
it shines, it shines.
Wear it on every finger
till your hands dance,
touching everything easily,
letting everything, easily, go.
Strap it to your back like wings.
Or a kite-tail. The stream of air behind a jet.
If you are known for anything,
let it be the way you rise out of sight
when your work is finished.
Think of things that linger: leaves,
cartons and napkins, the damp smell of mold.
Think of things that disappear.
Think of what you love best,
what brings tears into your eyes.
Something that said adios to you
before you knew what it meant
or how long it was for.
Explain little, the word explains itself.
Later perhaps. Lessons following lessons,
like silence following sound.
Traducción de Irene Ocampo
Escondido
Si ponés un helecho
bajo una piedra
al día siguiente será
casi invisible
como si la piedra lo hubiera
tragado.
Si arropás el nombre de un ser querido
bajo tu lengua demasiado tiempo
sin decirlo
se convierte en sangre
suspiro
el pequeño soplo de aire tragado
escondiéndose por todas partes
bajo tus palabras.
Nadie ve
el combustible que te alimenta.
HIDDEN
If you place a fern
under a stone
the next day it will be
nearly invisible
as if the stone has
swallowed it.
If you tuck the name of a loved one
under your tongue too long
without speaking it
it becomes blood
sigh
the little sucked-in breath of air
hiding everywhere
beneath your words.
No one sees
the fuel that feeds you.
Traducción de Gabriela Adelstein
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