Karina Valcárcel (Lima, PERÚ 1985)
Escritora, fotógrafa y promotora cultural. Egresada de la carrera de Ciencias de la Comunicación, especializada en periodismo. Ha publicado los libros: Poemas Cotidianos (Casatomada, 2008) y Una mancha en el colchón (Lustra, 2010). Fue editora de la publicación literaria "Heridita" en sus cinco ediciones impresas. Dirigió el taller "Instrucciones para volar: creación de cuento y poesía" realizado en el C.C.Alberto Quintanilla, en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Casa de la Literatura Peruana. Formó parte del Equipo de Promoción Literaria de la CASLIT y actualmente es co-conductora del programa radial de trova y literatura "Canto Rodado". Textos suyos han aparecido en distintos medios impresos y virtuales de Argentina, Brasil, Chile y Perú. Escribe como respira, cocina, silba y baila.
Nubes
Mira las nubes pasar cansadas,
Van obligadas a correr por el viento.
Ahí viene una en forma de dragón
Y luego otra como dos piernas
Abiertas y perpendiculares
Yo las veo convertirse en vehículos y animales
Echada en tu cama desde el octavo piso de este edificio
Donde puedes confundir la ciudad con un perro.
Mira el cielo abrirse o chocar contra el muro de otra casa alta,
Atravesar el espacio y reconstruirse
Para seguir viajando.
Amo la inmortalidad de las nubes
Su supervivencia al cambio
El poder de sus cuerpos.
Una herida por donde brota luz y ya no sangre
luna que asoma entre el cielo negro
como un ojo, como un gran globo ocular despupilado
en el cual recae un párpado denso de nubes
es tu ausencia.
Una herida en la que crece cualquier semilla que cae
el soplo de un corazón alcoholizado
el vano de una puerta que se cierra a fuerza de palabras
y puntos que brincan como luces en los vidrios,
piel marinada de neblina
y calle de domingo
avenida que trafica con el sueño y con el hambre
es tu ausencia.
Una herida cubierta por la gaza de la bulla
por la grasa de otro vientre
donde el pelo anida a la espera de cariño,
triste aspiración la de las casas
triste función la de habitarnos y repeler nuestro reflejo,
evitar el eco pero multiplicar la sombra.
Una herida que sonríe es una herida al fin y al cabo,
¿de qué nos sirven los dientes entonces?
moler, partir y desgarrar
son acciones que también logramos con silencio
convertimos, con qué facilidad convertimos,
un ser humano
en bolo alimenticio
y luego mierda
tú sabes,
mierda
una palabra tan bella como el nombre de una flor:
ten este ramo de mierdas
ponlas en un florero antes que se marchiten,
recuérdame cuando las veas en la mesa de tu sala.
Guíame Señor de Ayabaca
Guíame Señor de Ayabaca
que la vereda sea una almohada confortable
si es que tengo que caer,
que el mendrugo sea banquete,
que los cigarrillos alcancen hasta la hora de la cena
porque una vez tuve una casa
y un recado caliente,
porque una vez fui bello
y los espejos me amaban
pero ahora camino si quiero llegar
clamo si quiero lograr
aspiro con fuerza para saber que vivo
y a veces acecho tu paso
tratando una emboscada mediocre
tratando de borrarte,
de hacerme impío,
porque quiero que la vereda sea solo vereda
porque si espero que sea almohada
y caigo y sangro
ya no tendré con quien hablar
ni a quien pedirle,
ya no tendré esta confusa noción de tu existencia
y es más difícil estar vivo sabiéndose solo
sabiendo que el último tabaco
se descascara en la humedad
de esta mejilla triste
en la gloria condensada en cuentas de plástico
con una cruz que cuelga y brilla
cuando todo es oscuridad.
Árbol
Soundtrack para tu ausencia
(Track 01)
Elvis, en su tumba anónima
desconocida
N.N
Canta
y cuando abre la boca
su garganta se llena de tierra, gusanos y chanchitos grises.
Te deseo / te necesito / te amo
ninguna de estas frases ahora puede transformarte en el rey,
todos sabemos que ese movimiento de caderas lo aprendiste del pequeño Forrest
Y yo escucho brotar tu voz de comida caliente
por los parlantes de mi computadora.
Siento una emoción subir y bajar como un elevador descontrolado
dentro de mi cuerpo
y te extraño.
Te conozco tanto como a los muchachos que se sientan a mi lado en el micro y si embargo
te extraño
tanto
que he aprendido a cantar en inglés,
a inyectarme formas peligrosas de vivir en el cerebro,
a domesticar mi falta de instinto
para saltar por las ventanas.
I want you/ I need you/ I love you
podría ser un chiste impreso en la etiqueta de una goma de mascar
si descubrieras de pronto
que tengo la cabeza empapelada con tu nombre
de recuerdos románticos que me avergüenzan
con alucinaciones histéricas de tu cuerpo desnudo
que brotan al exceso espasmódico de la cerveza.
Elvis silba bajito una canción desconocida en mi oído
casi susurra palabras tiernas que por momentos me excitan
y a ratos me dan nauseas
cuando al virar del espejo me observo sola
acariciando sus viejos vinilos
esperando que por casualidad me escriba
me llame
o al menos hable de mi
esperando que olvide la leyenda de su nombre
y me lleve a tomar pisco al Munich
donde un piano de cola crepitante
sea el soporte perfecto para sentarnos a planear nuestra infancia
donde podamos revelarnos los nombres de pila
sin temor al anonimato
donde tus pantalones blancos y brillantes
sean un ciento de hojas bond
para pilotear nuestras formas distintas de soñar con el futuro.
I love you dices y a veces me gustaría creerte
dejar que la rocola suene en esta sala vacía
donde ya nadie se acuerda que terminaste desapareciendo
de una forma tan triste, tan show business
tan Las Vegas Nevada
que ahora sólo importa recordarte
en el sonido rasposo de estos discos
donde me encuentro dormida,
donde no me encuentro.
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