José Javier Sánchez (Distrito Capital), Caracas, VENEZUELA 1970. Poeta, docente y promotor de lectura. Fundador de la Red de Escritores de Venezuela, de la Red de Escritores por el Alba y de la Red Nacional de Promotores de Lectura. Coordinó el proyecto Nacional de Promoción de Lectura Leer es Entender. Sus poemas han sido traducidos a árabe y al portugués. Ha publicado: Fragmentos para una memoria (2007); Una mirada por la décima urbana. Antología de decimistas urbanos (2008); Hasta que el recuerdo lo permita (2009); Código postal 1010 (2010).
Oración a la Ciudad
Madre Ciudad que está en la calle
En la casa en el tráfico en el alba
nunca duermes desandando los días
Te adorna el río te abriga la montaña
eres montaña, río, asfalto,
palacio público y casa pintada al borde los cerros
Esencia y deseo de fiesta
cabellera mojada sobre espalda de fémina
cuerpos triturándose en el subterráneo
silencio de rascacielos
Ciudad Madre Matriarca
Tus hijos apostamos a ti
Para ser cada uno
mejor persona o delincuente
ratero o ladrón de cuello blanco
medico o espiritista
Prostituta o meretriz
Para concebir la caridad o ser solidario
y enamorarnos mil veces
Ciudad te cargo incrustada en el pecho
nunca me abandonas
Viajas conmigo al llano a los andes y a la patagonia
para evocar nostalgias
para sabernos constituidos en amalgamas de Ávila, sabana grande,
salsa vieja, arepas y cerveza
Ciudad que me permites
Convertirte en pueblito y metrópolis
en mercado de hortalizas y súper mall
con concierto de opera y parranda de niño
con sancocho y langosta
con franela roja, verde y gris
Ciudad
Caracas mi ciudad
de edificios intoxicados y borrachos vagando por autopistas
de recitales en medio de balas
de velorios de cruz
de libros lloviendo en bulevares
de plazas ebrias
de bellas desandando universidades hospitales iglesias
de vírgenes en burdeles en ranchos en tiendas de ropa y en quebradas
de mujeres hermosas
Dios me bendiga hombre
por tanta belleza caraqueña
Dios te bendiga bella
y borre la vanidad y el machismo
que tu nuestra ciudad sigas siendo montaña y río
Montaña firme río en cauce
así como en mi pecho
ciudad que me habitas
mi ciudad mi caracas
LAS NENAS DE MI BARRIO
Las nenas de mi barrio caminan por las calles de mi barrio
como si lo hicieran por grandes pasarelas de Roma o de New York.
Yo las he visto exhibir sus mejores trapos a un grupo de
intelectuales de la grama que las observan en la gran subasta del deseo.
Las nenas de mi barrio dejaron el liceo para mostrar sus
atributos en una gran avenida donde con perfume barato se
entregaron al acto de intercambiar su humanidad por cuarenta billetes de a cien.
Las nenas de mi barrio fumaron marihuana para así adornar
su gran paraíso marginal con alucinaciones mucho más marginales
pero que las hacían diferentes.
Las nenas de mi barrio se morían por darse una vuelta en una moto
y más de una entregó su inocencia por sentir el placer de la brisa soplándole el cabello
Las nenas de mi barrio como dice Miguel James hicieron el amor
con nenes de mi barrio que tenían pistolas y tenían navaja
o que robaban bicicletas y motos y luego por mi calle las mostraban
Las nenas de mi barrio nunca aceptaron bailar conmigo
en una fiesta porque yo no tenía una navaja, porque no me drogaba
y por que a veces rezaba con las viejas.
Pero a mi me gustaban mucho las nenas de mi barrio y yo me
conformaba haciéndole el amor a las madres de las nenas de
mi barrio y en su olor acigarrillo recordaba el olor a flores de las nenas de
mi barrio y al lamer sus sudores a remojo y tabaco
imaginaba que besaba a las nenas de mi barrio
Porque las nenas de mi barrio a veces se dejaban mirar
y más de una vez cuando las vi sentada en una acera
alucinando aun por causa de un buen hongo y tuve chance
de despojarla de su ropa y de besar sus mamas y escalar a los
picos caídos de sus pechos e internarme en la selva de su pubis
y enjuagarme en sus chorros vaginales
Yo las dejé tranquilas
Porque las nenas de mi barrio son nenas de mi barrio así como
mi hermana y así como mi prima y como lo fue mi madre y lo
fueron mis tías que cuando adolescentes no fueron la excepción y a
lo mejor también subieron a una moto para darse una vuelta.
ÉPOCA DE LLUVIAS
Conozco un río que recorre tus márgenes
viene cargado de troncos, de flores
y de animales vivos que nadan hacia el mar pensándote
Yo lo navego en mis soledades
miro la ventana que se asoma desde tu casa
desde mi bongo tallado en aguacate
y acompañado por loros que deambulan el Parque del Este por las tardes
espero que aparezcas para inundar tus entrañas con mi lluvia
Veo pasar un perro nadando entre sus aguas, lleva en su hocico tu tobo de playa
casas enteras navegan repletas de gritos
un trasatlántico me invita a abordarlo
pero no le tengo fe en estos días
ni a titanics, ni a neveras, ni al chasis de los carros
que atropellan las orillas con su furia
No existe mayor naufragio
que esta angustia que nace en tu ventana
que se hace lluvia y lo desborda todo
La música barroca de un joropo tuyero
aún canta en la vitrola que navega la quebrada
un arpa emerge del fango
aún se escuchan sus acordes
su intérprete se ha quedado en el fondo tejiendo arpegios que suavicen la roca
desde otras ventanas un grupo de niños aspira pescar perlas
otros hacen carreras de barcos de periódicos
que navegan más rápidos que los titulares
Si la lluvia lo arrasa todo no existirán tardes contigo
eres un deseo permanente
Y mi canoa siempre tendrá un espacio para ti
como así
como este cuerpo humedecido
por las aguas que fluyen cuando te pienso
como esta quebrada que rompe los embaules en días de lluvia
y me hace pasear por mi caracas
como se puede pasear por Lisboa, por Pars o Venecia
Aguas de este río que recorre tus márgenes
en donde te imagino
donde viajo por mundos a través de esta ciudad de estas lluvias de estos cauces
de esa ventana por donde no te dignas a aparecer.
Una abuela es una casa
a la memoria de Isola Linares de Sánchez, mi abuela
Yo también tuve una casa como las que obsequia el poeta Luis Alberto
pero jamás un padre como el Inmigrante de Gerbasi.
Mi Infancia transcurrió junto a mi abuela
que llevaba consigo una inmensa biblioteca adherida a la memoria.
Mi casa era un jardín encerrado en ruinas marginales de techos
de zinc repletos de goteras…
Mi abuela trajo al mundo diez lumbreras
que en el transcurso de la vida se le fueron convirtiendo
en cosas inferiores a mecheros de kerosén,
de los que he visto en algunos caseríos de Lara.
En esa casa el sol se llamaba mi abuela.
Lo más hermoso de mi casa era el jardín, el altar de los santos
y su cuarto, los cuales edificó a fuerza de ilusiones.
Ella me dio a probar el algarrobo
y me enseñó a desenterrar lombrices y misterios de la tierra;
me presentó al Ángel de la guarda
y aprendí a amar a las mujeres a través de María,
a convertir cristianos con el agua bendita,
y a luego en un novenario expulsarlos de la tierra.
Con ella construí pesebres
y lloré por más de cinco años la muerte de Cristo.
Ella me enseñó que el marxismo
era el cristianismo sin Jesús y sus apóstoles.
Mi abuela era mi casa.
Mi casa era mi abuela.
Cuando ella murió, supe también que ella era el hogar;
el techo, el piso, las paredes,
las ventanas y hasta las mismas cuerdas
donde colgaba mi espíritu cuando era derrotado.
Y con su brisa me secaba los dolores.
Y me reanimaba con la gran oración de sus abrazos.
En mi casa
con mi abuela.
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