Camilo Pessanha
Camilo Almeida Pessanha (Coímbra, Portugal, 7 de septiembre de 1867 - Macao, China, 1 de marzo de 1926) fue un poeta y traductor portugués.
Nació el 7 de septiembre de 1867 en Coímbra y cursó en esa ciudad la carrera de Derecho. En 1894 se traslada a Macao donde, durante tres años, fue profesor sustituto de Filosofía, dejando de impartir clases en 1900. Llevó una vida de solitario excéntrico.
Con problemas de nervios y antecedentes familiares patológicos, volvió a Portugal algunas veces en busca de cura pero, desilusionado, vuelve definitivamente a Macao en 1915. Sus poemas, escritos en hojas sueltas y ofrecidos a sus amistades, se dispersaban o incluso llegaban a perderse, sin que su autor cuidase de guardar copias, siendo sin embargo capaz de reproducirlos de memoria cuando lo deseaba. Así, gracias a João de Castro Osório, a quien dictó sus producciones, fue impreso el volumen Clepsidra (1920), con algunos poemas ya publicados en revistas pero en su mayor parte aún inéditos. Después de la segunda edición de su obra (1945), aparecerían otros inéditos.
Influido al principio por Cesário Verde y Pierre Balayet, se convirtió en el más puro de los simbolistas portugueses. El contacto con la cultura china lo llevó a escribir varios estudios y a hacer traducciones de varios poetas chinos. Sus poemas simbolistas influyeron sobremanera a la generación de Orpheu, desde Mário de Sá-Carneiro hasta Fernando Pessoa. Murió el 1 de marzo de 1926 en Macao víctima del opio.
A lo lejos los barcos de flores
Solo, incesante, un son de flauta llora,
viuda y grácil en la sombra serena,
perdida voz que de otras se enajena,
flecos sonoros que encubren la hora.
Está en la fiesta de destellos plena;
tan blanca, labios de carmín desflora...
Solo, incesante. un son de flauta llora,
viuda y grácil en la sombra serena.
¿Y la orquesta? ¿Y los besos? En la calle,
la noche ordena que tan sólo exista
la flauta triste... ¿Hay alguien que la asista?
¿Alguien sabe el dolor que en ella se halle?
Solo, incesante, un son de flauta llora...
Versión de Amador Palacios
Baja en tierno follaje la colina...
Baja en tierno follaje la colina:
como un cuadro verdoso, adormecido,
que sanase mis ojos que han ardido,
y en los que el fuego del furor declina...
¡Ven, de blanco y del alma del follaje!
Que las ramas tu fina mano aparte.
¡Oh ven! Mis ojos quieren desposarte,
duplicar, virgen, tu serena imagen.
De la zarza ofuscada un asta esquiva
¡cuán delicada te besó en la yema
como una lágrima de rosa viva...
Leve la falda... El aire la menea...
¡Ven! ¡De blanco! ¡Del alma de los árboles!
Alma de genio, carne de camelia...
Versión de Amador Palacios
Camino
Un día en el camino me encontraste
siguiendo el rastro de algo que no sé.
Con un ¡buen día! yo te saludé,
que yendo solo la jornada es grande.
Está muy lejos y hay muchos espinos!
Descansaste, también yo descansé...
y donde te acodaste me acodé,
bebiendo tú y yo del mismo vino.
Está en el monte crespo, solitario.
Corta el pie como piedra de calvario.
¡como la arena quema!... Mientras tanto
lloramos el dolor de cada uno...
y el vino en que lloraste era común.
Tuvimos que beber del mismo llanto.
Versión de Amador Palacios
Canción de la partida
A mi corazón un ancla pesada
he de colgarle en un quiebro del mar.
A mi corazón un ancla pesada...
y lanzadla al mar.
Quien va a embarcar y embarca desterrado,
males de amor no quisiera llevar...
Marineros, moved el baúl pesado,
lanzadlo al mar.
He de comprar un candado de plata.
Mi corazón es el cofre sellado.
Con siete llaves: hay dentro una carta...
la última, anterior a tu noviazgo.
Con siete llaves, ¡la carta encantada!
y un pañuelo bordado... que he de usar,
para mojarlo en el agua salada
el día en que, al fin, deje de llorar.
Versión de Amador Palacios
Crepuscular
En el ambiente flota un rumor de quejumbre,
de deseos de amor, de ayes retenidos...
Una ternura ingrávida, punteada de balidos,
apaga su fragancia en esta pesadumbre.
Se marchitan las madreselvas en los zarzales
y el aroma que exhalan a través del espacio
se parece a esos vértigos de gozo y de cansancio
que aguantaban, nerviosas, las antiguas vestales.
Se perciben espasmos, y agonías de ave,
que son inaprehensibles, mínimas y serenas...
Tengo entre mis dos manos tus dos manos pequeñas,
y en mi mirada tengo tu mirada suave.
Ah tus dos manos blancas. por la anemia nevadas
Oh tus dos ojos llenos de suave tristeza...
Es la hora del desmayo de la naturaleza.
de esta vaga expiación del fin de las jornadas.
Versión de Amador Palacios
En un retrato
Cuando, bajo el montón cuadrangular
de tierra fresca que me ha de enterrar,
y después de ya mucho haber llovido,
cuando la hierba avance hacia el olvido,
aún, amigo, mi mirar de antaño,
cruzando el mar vendrá, sin un engaño,
a envolverte en un gesto enternecido,
como el de un pobre perro agradecido.
Versión de Amador Palacios
Engañada se abrió una rosa brava...
Engañada se abrió una rosa brava
en invierno: en el viento hela marchar...
¿En qué piensas, mi bien? ¿Por qué callar
las voces con que ha poco me engañabas?
¡Castillo loco! ¡Qué pronto caíste!
¿Dónde vamos, ajeno el pensamiento,
cogidos de la mano? Hace un momento
nuestra estrecha mirada, ¡y ya tan triste!
Sobre nosotros cae nupcial la nieve,
sorda, triunfante, recubriendo leve-
mente el suelo, en acrópolis de hielos. ..
¡Rodeando tu rostro hay como un velo!
Tántas flores, ¿quién las echa del cielo,
sobre nosotros y nuestros cabellos?
Versión de Amador Palacios
¡Esbelta surge! ¡Viene de las aguas, desnuda...
¡Esbelta surge! ¡Viene de las aguas, desnuda,
gobernando una concha inmaculada!
Las caderas flexibles, los senos palpitantes...
Muere mi boca por besar tu boca.
¡Sin vil pudor! ¿De qué hay que avergonzarse?
Soy un hermoso joven, casto y fuerte.
¡De blanco pecho! -que la muerte acoja...
Aunque la infame deba ahora esperar-.
Creyendo que es la hidra voy a acabar con ella
yendo a la roca donde creo que estás,
con los cabellos escurriendo agua,
e ir a inclinarme y desmayar de amor,
bajo el fervor de mi virginidad
y mi pulso de joven gladiador.
Versión de Amador Palacios
Interrogación
No sé si esto es amor. Indago tu mirada,
si algún dolor me hiere, en busca de un abrigo;
y a pesar de esto nunca he pensado en morada
donde fueses feliz, y yo feliz contigo.
Por ti nunca lloré ningún ideal deshecho.
Y nunca te escribí ningún poema idílico.
Ni tras el despertar me arrimé a ti en el lecho
como a la bella esposa de ese gran cantar Bíblico.
Si eso es amarte, puede. No sé si te idealizo
tu color saludable, o ese guiño tan tierno...
Y me hace sonreír ese guiño pajizo
que me penetra bien, como este sol de invierno.
Juntos atardecemos y siempre estoy sereno,
sin temer al crepúsculo, que enerva, que provoca.
No me paro a mirar la curva de tu seno
ni me acordé jamás de besarte en la boca.
No sé si esto es amor, porque al principio es ciego...
Yo no sé qué mudanza presiente mi alma yerma ...
Amor no sé si es, pero te tengo apego,
y tal vez enfermara si te supiera enferma.
Versión de Amador Palacios
Paisajes de invierno
I
Detente, oh corazón, no avances más.
¿Dónde vas tan aprisa, desgraciado?
Mis ojos encendidos que el pecado
quemó -¡es el sol!- Volved, noches de paz.
Cargan nieve los olmos del camino.
La ceniza se enfría en el hogar.
Noche en la sierra y en un pobre lar...
¡Ojos!, tened un gesto vespertino.
Evocad las extintas primaveras:
-ya van a florecer esos manzanos
y hay que adornar los sombreros con flores-.
Calmaos, ojos, frenad esos ardores.
-Y hemos de ir a cantar en las postreras
letanías... Dulces voces de ancianos-.
Versión de Amador Palacios
TEXTOS EN ESPAÑOL
Tradução de Adolfo Alonso
INSCRIPCIÓN
Ya vi la luz en un país perdido.
El alma mia es languia e inerme.
ίOh! ίQuién pudiera arrastrarse sin ruído!
Perderse en tierra, como lo hace un verme...
BARCOS DE FLORES A LO LEJOS
Solo, incesante, un son de flauta llora,
Grácil, viuda, en la serena sombra,
— Perdida voz que entre las más se exila,
— Flecos de son disimuland la hora.
Lejos, la orgia, en lumbres centellea.
Los labios, blanca, del carmín desflora...
Solo, incesante, un son de flauta llora,
Grácil, viuda, en la serena sombra.
¿Orquesta? ¿Besos? Toda noche, y fuera.
Cauta, se calla. Y modulada trin
La flauta triste... ¿Cómo redimirla?
¿Ver el dolor que sin razón deplora?
Solo, incesante, un son de flauta llora...
VIOLA CHINA
Al son de la viola morosa
Se va acallando el parlerío,
Sin que, amodorrado, atienda
La letanía fastiidiosa.
Sin que el corazón mio se prenda,
Mientras, nasal, minuciosa,
Al son de la viola morosa
Se va acallando el parlerío.
Se va acallando el parlerío.
¿Pero qué cicatriz melindrosa
Hay en él, que esa viola ofenda
Y hace que las alas distienda
En una agitación dolorosa?
ÁGUA MURIENTE
Il pleure dans mon coeur
Comme Il pleut sur la ville.
Verlaine
Ojos míos cegados,
Ved el agua caer.
Del borde del tejado,
Caer, siempre caer.
Del borde del tejado,
Caer, casi morir...
Ojos mios cegados,
Y cansados de ver.
Ojos mios, ahogaos
En la tristeza ambiente
Caed y derramaos
Como el agua muriente.
(Clepsydra, 1920)
Textos extraídos de la obra POETAS PORTUGUESES Y BRASILEÑOS DE LOS SIMBOLISTAS A LOS MODERNISTAS; organización y estúdio introductorio: José Augusto Seabra. Buenos Aires: Instituto Camões; Editora Thesaurus, 2002. 472 p. ISBN 85-7062-323-2
TEXTOS EM PORTUGUÊS
CAMINHO
I
Tenho sonhos cruéis; n'alma doente
Sinto um vago receio prematuro.
Vou a medo na aresta do futuro,
Embebido em saudades do presente...
Saudades desta dor que em vão procuro
Do peito afugentar bem rudemente,
Devendo, ao desmaiar sobre o poente,
Cobrir-me o coração dum véu escuro!...
Porque a dor, esta falta d'harmonia,
Toda a luz desgrenhada que alumia
As almas doidamente, o céu d'agora,
Sem ela o coração é quase nada:
Um sol onde expirasse a madrugada,
Porque é só madrugada quando chora.
CAMINHO
II
Encontraste-me um dia no caminho
Em procura de quê, nem eu o sei.
- Bom dia, companheiro, te saudei,
Que a jornada é maior indo sozinho
É longe, é muito longe, há muito espinho!
Paraste a repousar, eu descansei...
Na venda em que poisaste, onde poisei,
Bebemos cada um do mesmo vinho.
É no monte escabroso, solitário.
Corta os pés como a rocha dum calvário,
E queima como a areia!... Foi no entanto
Que choramos a dor de cada um...
E o vinho em que choraste era comum:
Tivemos que beber do mesmo pranto.
CAMINHO
III
Fez-nos bem, muito bem, esta demora:
Enrijou a coragem fatigada...
Eis os nossos bordões da caminhada,
Vai já rompendo o sol: vamos embora.
Este vinho, mais virgem do que a aurora,
Tão virgem não o temos na jornada...
Enchamos as cabaças: pela estrada,
Daqui inda este néctar avigora!...
Cada um por seu lado!... Eu vou sozinho,
Eu quero arrostar só todo o caminho,
Eu posso resistir à grande calma!...
Deixai-me chorar mais e beber mais,
Perseguir doidamente os meus ideais,
E ter fé e sonhar - encher a alma.
SONETO
Esbelta surge! Vem das águas, nua,
Timonando uma concha alvinitente!
Os rins flexíveis e o seio fremente...
Morre-me a boca por beijar a tua.
Sem vil pudor! Do que há que ter vergonha?
Eis-me formoso, moço e casto, forte.
Tão branco o peito! - para o expor à Morte...
Mas que ora - a infame! - não se te anteponha.
A hidra torpe!... Que a estrangulo! Esmago-a
De encontro à rocha onde a cabeça te há de,
Com os cabelos escorrendo água,
Ir inclinar-se, desmaiar de amor,
Sob o fervor da minha virgindade
E o meu pulso de jovem gladiador.
XV
Floriram por engano as rosas bravas
No inverno: veio o vento desfolhá-las...
Em que cismas, meu bem? Porque me calas
As vozes com que há pouco me enganavas?
Castelos doidos! Tão cedo caístes!...
Onde vamos, alheio o pensamento,
De mãos dadas? Teus olhos, que um momento
Perscrutaram nos meus, como vão tristes!
E sobre nós cai nupcial a neve,
Surda, em triunfo, pétalas, de leve
Juncando o chão, na acrópole de gelos...
Em redor do teu vulto é como um véu!
¿Quem as esparze - quanta flor! -, do céu,
Sobre nós dois, sobre os nossos cabelos?
VIOLONCELO
(A Carlos Amaro)
Chorai, arcadas
Do violoncelo,
Convulsionadas.
Pontes aladas
De pesadelo...
De que esvoaçam,
Brancos, os arcos.
Por baixo passam,
Se despedaçam,
No rio os barcos.
Fundas, soluçam
Caudais de choro.
Que ruínas, ouçam...
Se se debruçam,
Que sorvedouro!
Lívidos astros,
Solidões lacustres...
Lemes e mastros...
E os alabastros
Dos balaústres!
Urnas quebradas.
Blocos de gelo!
Chorai, arcadas
Do violoncelo,
Despedaçadas...
LÚBRICA
Quando a vejo, de tarde, na alameda,
Arrastando com ar de antiga fada,
Pela rama da murta despontada,
A saia transparente de alva seda,
E medito no gozo que promete
A sua boca fresca, pequenina,
E o seio mergulhado em renda fina,
Sob a curva ligeira do corpete;
Pela mente me passa em nuvem densa
Um tropel infinito de desejos:
Quero, às vezes, sorvê-la, em grandes beijos,
Da luxúria febril na chama intensa...
Desejo, num transporte de gigante,
Estreitá-la de rijo entre meus braços,
Até quase esmagar nesses abraços
A sua carne branca e palpitante;
Como, da Ásia nos bosques tropicais
Apertam, em espiral auriluzente,
Os músculos hercúleos da serpente,
Aos troncos das palmeiras colossais.
Mas, depois, quando o peso do cansaço
A sepulta na morna letargia,
Dormitando, repousa, todo o dia,
À sombra da palmeira, o corpo lasso.
Assim, quisera eu, exausto, quando,
No delírio da gula todo absorto,
Me prostasse, embriagado, semimorto,
O vapor do prazer em sono brando;
Entrever, sobre fundo esvaecido,
Dos fantasmas da febre o incerto mar,
Mas sempre sob o azul do seu olhar,
Aspirando o frescor do seu vestido,
Como os ébrios chineses, delirantes,
Respiram, a dormir, o fumo quieto,
Que o seu longo cachimbo predileto
No ambiente espalhava pouco antes...
Se me lembra, porém, que essa doçura,
Efeito da inocência em que anda envolta,
Me foge, como um sonho, ou nuvem solta,
Ao ferir-lhe um só beijo a face pura;
Que há de dissipar-se no momento
Em que eu tentar correr para abraçá-la,
Miragem inconstante, que resvala
No horizonte do louco pensamento;
Quero admirá-la, então, tranqüilamente,
Em feliz apatia, de olhos fitos,
Como admiro o matiz dos passaritos,
Temendo que o ruído os afugente;
Para assim conservar-lhe a graça imensa,
E ver outros mordidos por desejos
De sorver sua carne, em grandes beijos,
Da luxúria febril na chama intensa...
Mas não posso contar: nada há que exceda
A nuvem de desejos que me esmaga,
Quando a vejo, da tarde à sombra vaga,
Passeando sozinha na alameda...
INSCRIÇÃO
Eu vi a luz em um país perdido.
A minha alma é lânguida e inerme.
Oh! Quem pudesse deslizar sem ruído!
No chão sumir-se, como faz um verme...
AO LONGE OS BARCOS DE FLORES
Só, incessante, um som de flauta chora,
viúva, grácil, na escuridão tranqüila,
— Perdida voz que de entre as mais se exila,
— Festões de som dissimulando a hora
Na orgia, ao longe, que em clarões scintila
E os lábios, branca, do carmim desflora...
Só, incessante, um som de flauta chora,
Viúva, grácil, na escuridão tranqüila.
E a orchestra? E os beijos? Tudo a noite, fora,
Cauta, detém. Só modulada trila
A flauta flébil... quem há-de remil-a?
Quem sabe a dor que sem razão deplora?
Só, incessante, um som de flauta chora...
VIOLA CHINESA
Ao longo da viola morosa
Vai adormecendo a parlenda
Sem que amadornado eu atenda
A lenga-lenga fastidiosa.
Sem que o meu coração se prenda,
Enquanto nasal, minuciosa,
Ao longo da viola morosa,
Vai adormecendo a parlenda.
Mas que cicatriz melindrosa
Há nele que essa viola ofenda
E faz que as asitas distenda
Numa agitação dolorosa?
Ao longo da viola, morosa...
ÁGUA MORRENTE
Il pleure dans mon coeur
Comme Il pleut sur la ville.
Verlaine
Meus olhos apagados,
Vede a água cair.
Das beiras dos telhados,
Cair, sempre cair.
Das beiras dos telhados,
Cair, quase morrer...
Meus olhos apagados,
E cansados de ver.
Meus olhos, afogai-vos
Na vã tristeza ambiente.
Caí e derramai-vos
Com a água morrente.
(Clepsydra, 1920)
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