Íñigo San Sebastián Barja (Logroño, 1980), es Ingeniero Técnico Industrial en Electrónica por la Universidad de La Rioja. Ha publicado los poemarios Asfalto (Ed. Celya, 2004) y Ciudad, peregrino inmóvil (Ed. 4 de Agosto, 2006). Poemas suyos han aparecido en la recopilación Voces del extremo VI. Poesía y canción (Ed. Fundación Juan Ramón Jiménez, 2004). Fue uno de los ganadores en el V Certamen de Cuentos del Ateneo Libertario Al Margen (Valencia, 2000), publicando en el correspondiente libro, y ha aparecido junto con otros autores en libros como Cuentos por encargo (Ayto. Logroño, 2003), El de la triste figura. Visiones de El Quijote desde La Rioja (I.E.R., 2005), entre otros. Codirige el fanzine literario Lapapelera y ha colaborado con diversas publicaciones como Fábula, Entelequia, Portales, etc.
VIVIR, PERO ¿CÓMO?
“Le spectre du n’importe
quoi me crève, tout est
n’importe quoi et derrière
apparaît le spectacle accablessant.”
Alcatraz
Bukowski le dijo a Van Gogh
― aunque Vincent nunca lo supo,
por ese matiz que es el tiempo―
que las putas quieren dinero,
no que te cortes una oreja.
Es el sentido práctico de la vida
que me dice claramente:
olvídate del edificio,
esa chabola que hiciste dúplex
― la buhardilla donde mirar al mundo
y el sótano donde crear las armas―.
Vivir sólo parece posible
si me confunden con otro.
Cualquiera.
FOTOGRAFÍAS
Sé que por más que haga,
por más que mis dedos
me dibujen en el papel,
por más que el lloro
y la sonrisa,
la rabia,
te intenten dibujar como a mí,
sé que al final
sólo será una foto
con grietas en el papel
y los bordes amarillos.
Y luego, polvo.
Los dos poemas anteriores pertenecen al libro Asfalto
(Ed. Celya, 2004)
OLIVEIRA DE AZEMÉIS
Veo la tensión en todas las venas
que se marcan por la sien hasta las uñas
que se muerden con los dientes desgastados
de tanto apretar contra sí mismos.
Van con el gesto torcido de la cara
que les puede partir un imprevisto
que les sigue al caminar solos por aceras
de calles donde se apilan horas punta.
Con el calzado de hipoteca, el pago del paro,
la tarjeta de seda o la corbata de seguridad
se abalanzan como curtidos perros
atropellados en la cuneta de una carretera
cortada por las obras de los hombres
que son más grandes que los hombres.
AUGUSTA EMÉRITA
Hemos sobrevivido a la vida,
pero sólo es cuestión de tiempo.
Estoy seguro de que juntos podremos
mezclar nuestro polvo
depositándolo sobre un canto sin aristas
― el ladrón que las roba
corre sin descanso
sin nadie que quiera perseguirle―
porque llegados a este punto
el licor es una gota evaporada
sobre una lengua muerta y olvidada
grado a grado, mota a mota,
en el aire que respiramos.
En el eco de su caída,
tan sólo las piedras se escuchan
mudas, atentas,
aguardando a que el sol las queme
para olvidar su imagen, que es la nuestra.
Los dos poemas anteriores pertenecen al libro Ciudad,
peregrino inmóvil (Ed. 4 de Agosto, 2006)
EXTRARRADIO
Cuando vives en el centro,
todo el mundo es pequeño.
Sólo desde las afueras
se comprende la lejanía
y se sabe claramente
qué significa la distancia.
Voces del Extremo, Poetas en Moguer. Poesía y Canción,
VV.AA., Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2004
Ciudad, peregrino inmóvil
Hay una ciudad que es todas
y en ella sin excepción habitamos.
Entre sus barrios, conmovidos,
nos hacemos extranjeros,
tan pronto turistas como exiliados.
Acaso siempre seremos los mismos
desconocidos en fiesta ajena,
abrumados sobre un escenario extraño.
Es la ciudad, sin embargo, quien mira,
y ella, en sus múltiples formas, se presenta
empapada de sus impávidos habitantes.
Aterrados éstos, ella cambia,
traslada su residencia, confunde su idioma,
pero siempre es la misma.
Este poema pertenece al libro CIUDAD, PEREGRINO INMÓVIL,
publicado por Ediciones del 4 de agosto en la Colecció
Planeta Clandestino, nº 31, agosto 2006.
"Un tenue caparazón de hueso
nos separa de la metafísica"
Henrik Nordbrandt
Qué grave tu abrazo al aire
tras la perspectiva del salto;
los limpios zapatos vuelan
sobre cabezas bien peinadas
y ríen siempre
hasta impactar contra el suelo.
Sobre la cornisa de tu equilibrio
se proyecta tu nuca contra el cielo:
fuiste trascendental como un sollozo.
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