Adolfo García García
Nace en Barranco del Pinar (Montaña Alta), municipio de Santa María de Guía, Gran Canaria, en 1949, Las Palmas (España). Contando ocho años, su familia se traslada a la capital, barrio de San Roque. Nunca ha sido proclive a agruparse en camarillas de ninguna naturaleza, tampoco en ambientes literarios. Siempre escribió como desahogo o entretenimiento, sin pretensiones de notoriedad.
Su primera publicación fue a la edad de 52 años, en 2001, Versos desde la calma. Cuatro años más tarde sacó a la luz Versos desde la cercanía, acabando esta trilogía con Versos desde la cueva (2007). Nos mostró al inicio de esta década sus dotes de narrador en la novela El veneno de la realidad contra la verdad. La última entrega poética, Muerto y etcétera, junto a El lugar del náufrago, de Luis Natera Mayor, ha salido en enero de 2012 ba-jo el título conjunto de Náufrago, muerto.
Como singular contribución, a partir de su segundo libro, nos ha sorprendido con más de un centenar de Zies, diseño propio de una composición poética compuesta por tres estrofas si-milares de ocho versos con octosílabos y pentasílabos alternativamente asonantados.
Mamá
(Barranco del Pinar)
Esa casa en la solana,
con los postigos amanecidos para todas las estrellas y todos los mañanas,
con un epitafio en la ventana,
como una solitaria morisqueta vagando perdida entre montañas,
como una fantasmal pedrada en las fauces de la descomunal batalla,
esa casa,
fantasmal, solitaria y sin amparo en la solana,
tiene un campanario en sus entrañas,
tiene un nicho en cada baldosa de su fachada,
tiene un aire a tierra requemada
y un ambiente de destinos, entrelazados con humedades y fraguas.
Esa casa,
es la casa de los cuentos y las hadas,
esa casa
es la casa donde viven fe, angustias y esperanza,
esa casa
es la casa de las continuas plegarias,
es la casa donde reinan el misterio, la verdad, el pesebre y la calma.
Esa casa,
encerrada en la solana,
es el remanso donde pasta mi alma,
en ella las palabras son guirnaldas de una mente que se abrasa,
y los gemidos: epopeyas en la Nada.
Un mundo aparte, un parque de recreo es la morada
cuyas piedras son desgarrones sin plasma,
cuyas mesas no contienen enredadas telarañas,
cuyos rincones nunca empiezan, nunca acaban,
ni sus paredes fueron rematadas.
Esa casa
es una casa construida en un sueño de mi infancia:
no fue hecha ni jamás tuvo ventanas,
ni postigos, ni puertas, ni tan solo solana.
¡Cuánto añoro el sabor de esa Esperanza!
(De Versos desde la calma)
Laly
Eres rosada plegaria de un crepúsculo que nace
y de una eterna quimera;
cual suaves pinceladas, las perlas de tu rosario
se estrechan con abrazos en tu boceto de nácar.
No mi cruz, ¡qué va!, no mi sudario,
no un despojo de mujer atormentada,
¡jamás! Tampoco mi amarga gaita
o mi locura atrofiada y sencilla.
La esponja más esponja de los fondos oceánicos,
la única semilla verde de mi enorme gavilla,
el amparo y el remanso,
la dicha, la paz y la más excelsa corola.
Sin tu aliento, sin tu aurora,
¡qué de homilías sacrílegas,
cuán tremendo el sonar de cada hora,
de cada ya muerto segundo!
Se dilata la pupila de tu antorcha
en cada cáliz que sorbemos,
y en la pradera del tiempo,
¿no es futuro el presente que tenemos?
Esa serenata que vibra en tu lagrimeo,
cuando el viento silba en el monte
o cuando la gaviota vuela en la mar,
¿no es eufórico presagio de tu vida?,
¿no es volcán desatándose al amar?
(De Versos desde la calma)
Rut
¿No ves el cielo jugando despacio
con las penas del infierno?,
¿no ves el río de andrajos
carcomiendo hasta los huesos
un cariño desterrado?,
¿no ves que el verde se tiñe
con el trote de la bestia,
de rojo, negro y violeta?,
¿no ves que juntos la sombra y la luz
forman la esencia del ser,
que camina sin error
hacia la paz del querer?,
¿no ves allí sentada
una niña en un sofá,
una alfombra en una silla,
en una alfombra una niña
y en esa niña el pasar?,
¿no ves que la fuente fluye
salpicando entre la hierba
gotas que escapan, en nubes
desiertas?
¿No ves que entre suaves zarzas te llega
un resplandor, una hoguera?,
¿no ves..., cieguita mía, que tu ceguera
te ciega?
(De Versos desde la cercanía)
Al fin
Han pasado cuatro siglos de espera
muda, fiel. El pelo blanco en la ceja
encandila con su luz: ya eres vieja
tanto en el alma interna como afuera
por la piel. Los ojos nievan ceguera
y no fabrica amarga miel la abeja
de tu conciencia. La Parca se aleja
rauda por no quemarse en la hoguera
del hielo de su sonrisa. Te vas
masticando el polvo de la verdad,
te vas para siempre jamás. Jamás
tendrás acogida, ni la amistad
de aquel poeta huraño, ni un pañuelo
en donde sollozar tu desconsuelo.
(De Versos desde la cercanía)
Zie 9
Me senté frente al espejo
viendo el espejo
de las ilusiones rotas:
¿son las derrotas
de mis deslices efecto?,
¿sólo detecto
lo que dicta mi memoria
no su victoria?
Despacio el amor lo pliego,
lo reconvierto
en una menuda célula
que, cual libélula
en ávido zigzagueo,
vuela hacia dentro:
mi alma lo envuelve en madejas
de amargas quejas.
Lo vieron, muy cabizbajo,
salir llorando
del portal de sus rarezas;
trancó la puerta
con la llave del recato
entre sus manos.
Su equipaje sólo lleva
maleta nueva.
(De Versos desde la cercanía)
Zie 108
Se rompió la Nochevieja
sin tu presencia.
Los fuegos artificiales
llenan los aires
con sus brillantes melenas
de lluvia etérea,
como estertores gigantes
de Navidades.
En cada relampagueo
tu ausente cuerpo,
en todas las algaradas
tu distante alma,
entre el raudal de reflejos
tus ojos bellos,
y con las centellas mágicas
va mi nostalgia.
La pólvora, en hilachas
enmascarada,
arrincona, por la arista
de mi dolida
angustia, encrucijadas
tras telarañas
de amor y melancolía
entretejidas.
(De Versos desde la cueva)
Zie A28
Fuera del dónde y del cuándo,
fuera de un lado,
de aquí-acullá-extremo-centro,
fuera del peso
cronológico, despacio,
inmóvil-rápido,
reventó un cosmos inédito
antimatéreo.
A mi alrededor y dentro,
a mi alredentro,
se asemeja a panteísmo
constitutivo,
inexorable en aumento
pasar resuelto
a la caza de un nihlismo
global, intrínseco.
Y sin embargo conozco
cada tal código
para cada cual propósito,
múltiples tropos
de biyectivos consorcios
definitorios:
sentir es crearlo todo
sobre su cómo.
(De Muerto y etcétera, en
Náufrago, muerto)
Zie A01
No ví. Estaba indefenso.
¡Lo que me hicieron!
Suspensos, ciegos los ojos,
con el cerrojo
de los párpados prohibiendo
todo destello.
Insuperable el estorbo
no transitorio.
Ni ámbar, ni rojo, ni verde,
febles ribetes
y paneles del semáforo
dándome paso
con el carácter solemne
que desmerece
mi triunfal tranquilo salto
al desencanto.
La tierra junta del mundo,
y el amplio mundo,
tapó de ocaso mi vista,
cansada vista.
También la tiniebla impuso
su sayo impúdico
sobre mis negras pupilas
de... antracita.
(De Muerto y etcétera, en
Náufrago, muerto)
La mejor
Si alma fuera la verdad del amor,
si de eternidad el fuego abanico
fuera, si la vida saltaperico
permanente, o si acaso la flor
elegancia-seda-luz y candor,
e inclusive, quizás, pudiera el bico
ser mimoso mohín en dulce pico
de ave del paraíso, si el fervor
autopista segura hacia el edén,
entonces fervor, alma, autopista,
flor, bico y saltaperico también,
candor, seda-elegancia, luz..., tal vez
el propio sol serías tú: artista
fiel, María Dolores de la Fe.
(De Muerto y etcétera, en
Náufrago, muerto)
... y madre
Sobre afilados erizos caminas,
andas pisando de puntillas clavos;
por gélidos granizos peregrinas
sorteando más césares que esclavos.
Prendida de la pólvora las mechas
irrumpes con tus armas al combate:
fe con dudas, certeza con sospechas,
luz con sombras y aplomo con debate.
... Regresas, mimo y dulzura, canjeas
espada por abrazos, por recelos
dádivas, por descanso más tareas,
fatiga contra lógicos anhelos.
¡Oh, saltimbanqui reina de acrobacias,
desde el alba de los tiempos: mil gracias!
(De Muerto y etcétera, en
Náufrago, muerto)
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