Julio José Ordovás nació en 1976 en Zaragoza, ciudad en la que reside. Articulista y crítico literario, publicó en 2004 Días sin día (Xordica), la primera entrega de su diario, a la que siguió En medio de todo (Eclipsados, 2010). Ha publicado también un libro de viajes aragoneses, Frente al cierzo (BArC, 2005), una selección de sus columnas, Papel usado (Eclipsados, 2007), un acercamiento al misterio femenino, Nomeolvides (PUZ, 2008), un libro de poemas, Una pequeña historia de amor (Isla de Sistolá, 2011) y Pepe Cerdá ( Entre dos luces ) (Eclipsados 2011 ).
Cuando se quedaba sin argumentos
me decía, quitándose la ropa.
"Está bien. Tú ganas".
Y yo me rendía a sus pies,victorioso.
UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR
Ediciones de La Isla de Siltolá
(Colección VELA DE GAVIA, 2011)
Mediterránea
Más de un año después
he vuelto a nuestro restaurante favorito,
donde cenábamos cada vez que teníamos algo que celebrar.
Han reducido la carta
y la nueva camarera no te habría gustado.
La chica con la que iba,
que tampoco te habría gustado,
ha pedido un plato de chipirones.
Tu plato.
Quería que lo compartiéramos
y ha insistido mucho en que al menos lo probara,
Al final le he dicho que era alérgico a la tinta.
Se ha reído y no ha insistido más.
Es una chica lista y seguramente
ha preferido no saber.
Acabo de vomitar la cena.
La chica está durmiendo en mi cama.
Ronca un poco, igual que tú.
LA TORMENTA PERFECTA
Nunca nos poníamos de acuerdo,
obstinados en llevarnos la contraria.
Es verdad que hubo días de tregua,
como la noche que hicimos planes para los próximos cien años:
una casita de chocolate perdida en el bosque,
un niño que tendría tus ojos y llevaría mi nombre,
un crucero galáctico con escalas en Venus, Saturno, Marte y Plutón.
Cenamos con la tele apagada y el vino de las grandes ocasiones,
brindando por la continuidad del alto el fuego.
Me había quedado sin tabaco, bajé corriendo al chino
y cuando volví me sorprendiste con la música a oscuras,
el vestido en la alfombra, los zapatos señalando la ventana abierta
y la luna encharcada a tus pies.
Fue un buen polvo, uno de los mejores.
Maullabas a gritos con la espalda erizada.
Después sacaste la manta y recogiste las copas.
Nos dormimos contando las estrellas.
Como cada sábado, nos despertó el perro de la vecina.
Hasta que el sol nos echó de la terraza no dejaste de ronronear.
El otoño llegó a primeros de agosto.
Descenso notable de las temperaturas.
Fuertes rachas de viento y lluvias
generalizadas en toda la península.
El hombre del tiempo lo había advertido
y nadie le hizo caso.
Me irritaba aquel tipo, con su sonrisa postiza y sus corbatas chillonas,
repitiendo una y otra vez las mismas palabras, los mismos gestos.
Un día muy negro
amenazó con la posibilidad de que una tormenta perfecta
asolara la costa gallega y el litoral cantábrico.
Me pareció un presagio
y quise cambiar de canal. Compréndelo. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Una pequeña historia de amor (La isla de Siltolá, 2011).
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