lunes, 30 de enero de 2012

5734.- MATILDE ELENA LÓPEZ



Matilde Elena López (San Salvador, 20 de febrero de 1919 - 11 de marzo de 20101 ) fue una poeta, ensayista y dramaturga salvadoreña.
Durante la década de 1940 formó parte de la Liga de Escritores Antifascistas, un grupo de jóvenes escritores con ideas de izquierda. En abril de 1944, participó en el movimiento popular que trató de derrocar al gobierno del dictador Maximiliano Hernández Martínez. Realizó sus estudios superiores en la Universidad de San Carlos de Guatemala y en la Universidad Central del Ecuador; en este último centro de estudios, obtuvo el título de Doctora en Filosofía y Letras.
En 1958 se incorporó a la Universidad de El Salvador donde laboró como catedrática, directora del departamentos de Letras y vicedecana de la Facultad de Humanidades. También impartió clases en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas"
En 1961 ganó el primer lugar en los Juegos Florales de San Miguel y los Juegos Florales de Nueva San Salvador. Desde 1997, era miembro de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua.

Entre sus obras publicadas se encuentran:
Masferrer, alto pensador de Centroamérica (ensayo, 1954),
Interpretación social del arte (ensayo, 1965),
Dante, poeta y ciudadano del futuro (ensayo, 1965),
Estudio-prólogo a las Obras escogidas de Alberto Masferrer (1971),
Estudio-prólogo a las Obras escogidas de Claudia Lars (1973),
Estudios sobre poesía (ensayo, 1973),
La balada de Anastasio Aquino (teatro, 1978),
Los sollozos oscuros (poesía, 1982),
El verbo amar (poesía, 1997) y
Ensayos literarios (recopilación, 1998).










Mirándome en tu cuadro


Quiero captar la poesía de tus ojos
-me dijiste mientras en el cuadro
les dabas vida irradiadora
y toda yo surgía como diosa.


Si pintar el objeto es poseerlo
Objeto de tu amor fueron mis ojos
Por un acto de magia que conoces.


Tan pura luz le diste a mis pupilas
Que hasta parece ahora que te besan,
¿pues si ya los robaste? ¿Qué me queda
sino seguir el robo que robaste?


Mi imagen en tu cuadro es una ermita
Que guarda una sonrisa misteriosa
Y la boca dibujas de tan leve
Que hasta parece que aletea el beso.


Me pintaste quizá un poco triste
Porque acaso sabías, sin saberlo,
Que sólo tú podrías darme vida.












Cielo escondido


Me ofreces ese cielo
Que no alcanzo.
Serio me dices
Que te dé la mano.


¡Mucho tendremos que luchar
por ese cielo!


Porque ¡dímelo tú,
Si vendes ese cuadro!
¿Nos podría alcanzar
para ese sueño?


Y si vendo mis libros,
¿tú qué dices?
¿Podrán tus manos
alcanzarme el cielo?












Simplemente nosotros


Cuando la huella
De tu pie
Cubra la mía
Y nuestros pasos
Sigan el mismo
Sendero.


Cuando la brisa
De la noche
Nos envuelva
En una sola
Gasa.


Será hermoso ver
Cómo tu sombra
Protege
Mi pequeña sombra.
Entonces llegarán
Las olas del tiempo
Que habremos resistido
Como un trigo en el peso
De la misma espiga…


Y ya no seremos
Tú y yo
Sino sólo
Nosotros…


Simplemente:
Nosotros…












Acuarela de primavera


Yo vengo de invernar
Tan largamente
Que por poco me quedo
Aprisionada
En sus témpanos
Eternos.


Pero he vuelto a sentir
Rebrotes en mis dedos
Tiernos tallos
De un alegre verde.
Y no hay una rosa
Que me guste tanto
Que el rosa-tierno
Del alba en que amaneces.


Y no hay un lila
Que me ponga triste
Como esa despedida
De tus brazos.


Me llegas en un
Vuelo celeste,
Hasta creo que el sueño
Lo he inventado,
Pero, ¡estás, estás aquí
Conmigo, no es un sueño!


De dorados albores
Me coronas
Y brilla la diadema
Confundida
Con rayos tuyos
Y cabellos míos.


Y vuelve el amarillo
Con sus luces
Que juegan con mi frente
Y con tu pelo.
El sol –alto de mancebo—
Me pregunta
Si quiero acompañarlo
En el poniente.


Y si te amo
Con rosas de alborada,
Con el morado del crepúsculo
Te adoro
Y se vuelve penumbra
Para darnos
Sombra propicia
De verdes más intensos.


Preguntas si llegó
La primavera
Radiante no me ves
La cara
Como si el sol
Iluminara adentro.
No sientes que la vena
Casi estalla
De júbilo y alborozo,
De alegría
Y no ves que estallan
Los colores
Del blanco hasta el oscuro
Y hasta el fondo
De aquella noche
Noche de profundis.


Yo vengo a invernar
Tan largamente
Que por poco me quedo
Aprisionada
En sus témpanos
Eternos.


Pero tú me rodeas con tus brazos
Que traen con tu amor
La primavera,
Y he vuelto a sentir
Rebrotes en mis dedos
Tiernos tallos
De un alegre verde.
















Los sollozos oscuros


Tanto amor y no poder nada contra la muerte.
César Vallejo


Tú que no conociste la derrota
Ver que no puedes nada
En esa dificultad postrera
Que nos manda el heraldo de la muerte.


Tú el victorioso
Ver cómo en un instante
Cambian los dados del destino.
Tú que te sentiste
Dueño del Universo
Y quisiste saltar
Por sobre tus límites.
Tú ahora estás envuelto
En la desgracia,
Pobre Edipo ciego
Con el báculo levántate.


Apóyate en tus huesos,
Mírate en el espejo de tus lágrimas
Y desde Job lanza todas tus imprecaciones,
Pero no te dejes vencer
Álzate en la más desesperada
Tentativa.


Tú, responde de ti mismo
Porque nadie puede responder por ti.
Rómpete el corazón
Pero sigue viviendo
Impulsando la sístole y la diástole
Con tu propio aliento
Y en medio del desastre
Encima de las mismas ruinas,
Alza tu estatua de mármol
O acerina.


Reta a Dios si es preciso
Con todas las fuerzas
Que impulsa el desafío.


Tú, el inseguro
Asegúrate en tus huesos.
Desdichado,
Álzate de tu desdicha.
Yérguete
Aunque hayas perdido
La razón de tu vida.
Aunque entierres lo que más amas
Debes erguirte y seguir adelante.


Oh, pobre Hamlet
Que sabes de traiciones
Que conoces veleidades del amigo,
La muerte del amor que era tu vida,
La inconstante fortuna,
Los dardos de la envidia,
La ambición que escala
Por sobre tu derrota
Y te deja triste y marginado.


Aunque veas convertirse en sombras
El juego de tus luces
Y conozcas lo precario del triunfo,
No cuestiones la vida,
El ser o tu existencia.


Ármate la coraza
En la cintura
Aunque sobre el espejo quebrado
Que hay en el declive
O amarrado de un poste.


Aunque llegues a entender
¡ay, demasiado tarde!
Que poco puedes
Frente a la muerte tu adversaria







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