jueves, 22 de diciembre de 2011
5526.- CARMEN SOLER
Carmen Soler (Asunción, 4 de agosto de 1924 - Buenos Aires, 19 de noviembre de 1985) fue una profesora, poeta, y militante del Partido Comunista Paraguayo. Fue varias veces presa y exiliada, por luchar contra la dictadura de Alfredo Stroessner.
Nació en Asunción, capital del Paraguay, donde cursó sus estudios primarios y secundarios. Finalizados sus estudios y ya casada con Marco Aurelio Aponte, se trasladan al Chaco donde ella se desempeña como maestra rural bilingüe. Ahí es donde conoce por primera vez los problemas sociales que ahí sucedían, como los campesinos sin tierra, y la extrema probreza en la cual vivian los indígenas.
Poesía y militancia política
Durante el año 1947, se incorpora al Febrerismo, movimiento de tinte socialista, donde ya militaba su hermano Miguel Angel Soler. Participa activamente en las luchas contra el dictador Morínigo, ya que deseaba combatir las desigualdades sociales que existían en el país. Después de la Guerra Civil de 1947, debió exiliarse en Buenos Aires, donde continuó en contacto con el Bloque Liberación del Febrerismo, el que defendía las posturas marxistas dentro del movimiento. Es justamente en el exilio donde empieza a componer poemas, donde cuenta las experiencias que vivió.
En sus poemas están sus definiciones estéticas, su compromiso, la nostalgia por su patria. Los fechados en 1955, 1960 y 1968 contienen su testimonio desde la cárcel.
Vuelta al Paraguay y Exilio
En 1954, Carmen Soler vuelve al Paraguay, donde lucha contra los gobiernos colorados, y por la democracia. Es por eso detenida, por primera vez, en 1955, ya en la dictadura de Stroessner, que duraría hasta 1989. Ese mismo año, junto a otros militantes del Bloque Liberación del PRF, decide ingresar en las filas del Partido Comunista Paraguayo, partido en el cual militaria hasta su muerte. Desde entonces se suceden: el destierro, su reiterado regreso clandestino, la cárcel, la tortura y un prolongado exilio. En 1968, se ve obligada a ir, nuevamente al exilio. En distintos períodos, viven en Uruguay, Argentina, Chile y Suecia, sin que ella abandonara su actividad política y literaria. En la Argentina, y ya divorciada de Aponte, contrae matrimonio con un camarada de luchas, Carlos Luis Casabianca, también del PCP. Vuelve finalmente a Buenos Aires, Argentina, donde fallece el 19 de noviembre de 1985. No alcanzó a ver el fin de la dictadura de Stroessner. No tuvo la dicha de "volver".
Artes Plásticas
Carmen Soler encontró además, en la plástica, una nueva manera de expresarse. Comenzó pintando pequeñas figuras de madera, platos y piezas de alfarería, representando algunos personajes típicos de la leyenda guaraní.
Viviendo en Chile mostró una desconocida habilidad para modelar delicadas flores en miga de pan y creó finas miniaturas utilizando conchillas de mar. En Suecia pintó también algunos cuadros. Muchos de estos reflejan su dolor ante la desaparición de su hermano a manos de la policía de Stroessner. Otras pinturas pueden haber quedado en Estocolmo o en Moscú. Dos de esos cuadros de observan parcialmente en una foto tomada en la Unión Soviética durante una reunión de mujeres.
Obras
Las obras editadas de Carmen Soler son:
Poemas
Ed. Aquí, poesía. Montevideo, Uruguay. 1970
En la tempestad
Ed. Cartago. Buenos Aires, Argentina. 1986
"La alondra herida"
Ed. Arandurá. Asunción, Paraguay, 1995
"Poesías reunidas"
Ed. Servilibro. Asunción, Paraguay, 2011
Homenajes
Desde el retorno de la democracia en 1989, la figura de Carmen Soler, ha sido homenajeada:
Por Ordenanza Municipal JM/ Nº 23/92, de la ciudad de Asunción, se llamó Carmen Soler, al tramo de la ex Mcal. Estigarribia, desde la diagonal Juan Carlos Moreno González hasta la avenida Choferes del Chaco.
Sus obras han sido reeditadas, como una edición de "La Alondra herida", por la editorial Arandurá de Asunción.
La Secretaría de la Mujer de la Presidencia de la República del Paraguay, a cargo de Gloria Rubín, publicó Poesías reunidas, primer ejemplar de la colección "Mujeres Paraguayas en el Bicentenario", presentado en el día de la mujer paraguaya el 24 de febrero de 2011.
Su nieta, la actriz argentina Paula Rosenfeld, hizo un unipersonal "Alondra ... alma profunda de la vida", basado en la obra de Soler, presentada en Asunción y representada luego en Buenos Aires; Gral. Roca - Río Negro; San Martín de los Andes- Neuquén; Tucumán y en los sucesivos Encuentros Nacionales de Mujeres, que se realizan anualmente en distintas provincias argentinas.
El PCP, ha hecho constantes homenajes públicos a la artista.
“Ha surgido entre los nuevos la vigorosa personalidad de Carmen Soler. Ubicada en la línea social y popular inaugurada por Julio Correa, Carmen Soler representa por primera vez en la poesía paraguaya la irrupción de la mujer como poeta de combate. En sus poemas breves pero intensos, casi todos ellos en el ritmo del romance, se combinan el acento popular con una rigurosa intuición poética, acaso bajo la influencia del cubano Nicolás Guillén, con quien se muestra emparentada espiritual e ideológicamente, más que formalmente.”
AUGUSTO ROA BASTOS
Dejadme allí en las calles
con la gente sencilla,
que Juan, María y Pedro
repitan mis canciones,
las metan en las fábricas,
las lleven al mercado,
las manden al obraje.
Dejad que las repitan
ahora y mientras tanto
les sean necesarias.
Después, mañana, pronto,
las habrán olvidado.
Y así está bien.
Penas encimadas
Voy a decirlo de entrada
para el que quiera entender
son penas encimadas
el ser pobre y ser mujer.
Trabaja toda la vida
apenas para comer
tiene las penas del pobre
y más por ser mujer.
La rica tiene derechos
la pobre tiene deber
ya es mucho sufrir por pobre
y encima por ser mujer.
Está tan desamparada
y es madre y padre a la vez
derechos ni el de la queja
por ser pobre y ser mujer.
Se hacen discursos
sobre su heroísmo de ayer
en el papel la respetan
pero sólo en el papel
Y lo repito de nuevo
para el que quiera entender
son penas muy encimadas
el ser pobre y ser mujer.
Sala de torturas
A Esther Ballestrino,
detenida - desaparecida
Allí están sin amarras
los barcos infinitos.
Es un viaje extraño
en ese mar de gritos
espeso y sofocante
girando como ruedas
de un molinete brujo
en ese horror kafkiano
en ese absurdo obtuso.
Después llega el silencio.
Un silencio que plancha
el alma contra el piso.
Que allí todo es silencio
cuando todo no es grito.
Bandos
Se prohibe,
al hambre comer
a la boca hablar
al oído oír
a la sed beber
al fuego calentar
al miedo correr
al frió tiritar
a la alegría reír
al amor querer
al poeta cantar
al herido gemir
a la primavera florecer
a la pólvora explotar
Después
los fusilaron por no cumplir.
LA ALOJERA
¡Aloja! ¡Hoysá porá la aloja!
Por las calles sube el grito
que a la indiferencia baja.
El sol resbala en las piedras
y va a dormir en el agua.
Sobre la mancha que hace
un naranjo en la vereda,
mientras se tuesta los pies
en la parrilla de piedras,
flor morena -fruto amargo-
pide su pan la alojera:
¡Aloja! ¡Hoysá porá la aloja!
Bailan las trenzas esclavas
sobre el balde, cuando el jarro
rebosa de agua dorada.
Y me araña la garganta
la aloja de miel de caña
que se prepara en mi patria.
Es dulce y fresca la aloja,
y la alojera, ¡qué amarga!
Sus doce años de niña,
sus doce años amargos,
sus doce años de vieja,
sangran en su grito largo:
¡Aloja! ¡Hoysá porá la aloja!
Es que ha endulzado la aloja
toda la miel de su carne,
y los hombres al pasar
se la han bebido en la calle.
¡Así se apaga la sed
cuando la apaga el hambre!
¡Aloja! ¡Hoysá porá la aloja!
¡Aloja dulce, bien dulce!,
vende la alojera amarga.
LA CANCIÓN DEL PROGRESO
Camino a la cordillera,
suelo enemigo,
llevo un burrito cargado
de verde olivo.
Camino de vuelta vengo
llorando lemas;
traigo el burrito lleno
de viejas penas.
He de tornar mañana,
cortando olvidos,
con un cuchillo con ojos
y un ciego niño.
¡Y he de encontrar un día
en la cordillera,
entre mares de espigas,
piedras de seda!
He de ir.
He de volver.
¡Yo no me canso de ser!
LA OBRERITA
Yo soy
Dominga Villalba;
nací en el surco
donde mi madre sembraba.
La hamaca que me sirvió de cuna
la trenzó la ausencia
y la colgó el olvido.
Pablo, dicen, que se llamaba.
¡Nunca vino a verme!
El camino de los pobres
solamente el dolor
lo encuentra siempre.
Papeles,
sellados de injusticia.
Fusiles,
cargados de ignominia.
Rancho, sembrados, esperanzas, ¡todo!
era ajeno.
Nuestro,
solamente un poco
de carne encallecida
y un gran amor alimentado
de tierra, de rocío,
de pájaros y espigas.
Ahora,
soy Dominga Villalba,
obrera,
rebelde y combativa,
voz y puño en la lucha
por el pan y por la tierra.
¡Así me hicieron!
A golpes trabajaron
mi arcilla campesina
y ahora soy
¡fibra de acero!
ALGUIEN GRITÓ
Alguien gritó:
¡Viva la libertad!,
y respondió la sangre.
Alguien gritó:
¡Muera el tirano!,
y respondió la sangre.
Mañana,
gritará la sangre:
¡Viva la libertad!
¡Muera el tirano!,
y el pueblo
¡responderá!
CANCIÓN DE LA PAZ
Quiero un poema de paz
que una a toda la tierra
en la misma belleza
de esperanza y trabajo;
que dé a todos amor
y para todos abra
su flor fuerte y sencilla;
que madure para todos
el fruto necesario
y construya cantando
la vida nueva.
La Paz encierra todo,
¡todo! cuanto amamos.
¡Unámonos, hermanos,
para salvar la Paz!
MÁSCARAS Y ROSTROS EN EL ARTE
Ahora, nuevamente ahora, cuando el hombre
fermenta la levadura de la acción creadora,
y cuando se avista al gladiador que renace
donde un viejo camino termina;
ahora, casualmente ahora, crece
en la arena del circo la flor mística:
el arte «puro», el arte «libre».
Es una flor lánguida y estéril,
deliberadamente estéril, ¡como si creyera
que lo bello es bello por inútil!
¡Arte para el contemplativo ocioso!
Allí está, asilado en el ideal vacío de realidades,
creando para el curioso mórbido extenuado,
para el hastío elegante
y el snob cansado en su postura.
Unido al histerismo miedoso y sin entrañas
empachado de sueños absurdos y aspirando
a lo absoluto inalcanzable.
Allí está, ¡extratérreo, inhumano, delirante!
Amparado en lo mágico, en el misterio fideísta,
en el inconsciente abisal y pavoroso,
no freudiano y sujeto al estudio y la experiencia
sino al cósmico, intocable, incognoscible
espiral de locuras...
¡Prudente neurosis la del arte «puro»!
Exactamente cuando es peligroso
dar su nombre a las cosas,
descubre que es artístico hablar de vaguedades,
mistificar la vida, exhibir lo subjetivo
y crear símbolos nuevos en claves misteriosas.
¡Todo lo demás, es decir todo, la realidad, lo vivo,
es tabú del arte «libre», esclavo de su fuga!
El hombre es de tierra, yerma o florecida,
pero tierra.
Sus ojos de arena, incontable y movediza,
contemplan por igual la herida y las estrellas.
¡No hay medida que pueda
traspasar los límites humanos!
¡Todo está en el hombre, todo está en la tierra,
proyectándose hacia el infinito!
Lo desconocido que aún nos esclaviza
mañana será el abecedario de los niños;
ni brujerías ni magia: ciencia; y para matizar
la aridez de la ecuación exacta,
la fantasía poeta y creadora,
sin abismos misteriosos,
sin monstruos de infantiles pesadillas...
¡Luz! ¡Luz!, como clamaba Goethe;
¡todo debe ser iluminado
hasta que el hombre se sienta luminoso
aunque no se sienta nunca transparente!
No concebimos, ni podemos, ¡felizmente!,
conquistar el Todo definido;
sólo iremos ascendiendo y ascendiendo
escalera a los siglos, y cada paso
aliviará el paso de mañana.
Y nos liberaremos del temor primario, de la necesidad
que apremia, de la angustia inmediata.
¡Dominaremos las fuerzas oscuras que aún nos gobiernan,
el mono ancestral que todavía puebla nuestros sueños!
¡Por eso, ahora debemos, una vez más,
abrir las compuertas de la historia;
salvar al hombre de la angustia inútil,
sembrar el trigo del pan necesario
que destruya el hambre que destruye!
¡No cultivar flores de papel
en un jardín cerrado, mientras afuera crecen
las rosas de la sangre!
Es cobarde soñar cuando la necesidad
reclama el sueño, porque soñar es fácil
y la vigilia es dura...
¡Sólo la inconsciencia adorna patios pobres
con flores subjetivas,
robándole la tierra a la mandioca!...
Opio para el pueblo que pide
su pan de cada día...
Pero el hambre no duerme, ni espera,
ni entiende sofismas filosóficas
y artísticas caretas; es puro hambre,
¡hambre libre que corre por un mundo
que no tiene barreras para el hambre!
Aúlla libremente en nuestras calles,
a lo largo del río, en el monte, en el campo;
se pasea por rostros y por brazos,
nos mira desde todos los ojos,
nos habla desde todas las lenguas;
¡látigo diabólico de todos los pigmentos!
Está azotando el cuerpo quebrantado,
blanco, negro o amarillo.
Está perdiendo el fruto de las madres,
americana, asiática, europea.
¡Está quemando el origen germinante
y la fuente nutritivas, aplastando
la libertad de carne, corrompiendo
el acto del amor, socavando
la simiente de las razas!...
¡Al aullido del hambre se estremecen las piedras!...
¡Pero sigue impasible el corazón del «arte»!
Arte «puro» y «libre». ¡Puro cobardía!
¡Puro no enfrentar la realidad quemante!
¡Libre para olvidar, precisamente,
lo que el poderoso quiere que se olvide!
¡El horror está allí! ¡Lo vemos todos
los que no tenemos el honor rentado!
¡En la arena del circo moderno,
el arte -payaso- hace piruetas
con un artístico espinazo
de manteca!
MÁS PALABRAS MÍAS
Perdonadme,
amigos literatos,
mis queridos amigos
académicos, perdonadme.
No seguí la «carrera» de poeta.
Crecí nomás con esta
vocación de recoger calandrias,
pero nunca supe
amaestrarlas.
Son incultas,
no hacen reverencias.
Son salvajes,
no pulen sus violines.
Son sencillas,
no se adornan con plumas alquiladas.
Por eso -perdonadlas-
su canto ineducado
es vivo e imperfecto.
¿Qué voy a hacer?
Si recojo palabras de agonía
no me fijo si suenan musicales,
y si encuentro esperanzas,
las reparto,
por más que no posean
las medidas exactas.
Entonces,
¡dejadme así!
Dejadme allí, en las calles,
con ellos, los sencillos.
Que Juan, María y Pedro
repitan mis canciones,
las lleven al mercado,
las metan en las fábricas,
las manden al obraje.
Dejad que las repitan
ahora y mientras tanto
les sean necesarias.
Después, mañana, pronto,
las habrán olvidado.
Y está bien así.
Y entonces,
perdonadme.
Perdonadme
que en medio del combate,
que en medio de las cárceles,
que en medio de las bestias que torturan,
que en medio de la noche y su acechanza,
que en medio de las víctimas y el miedo,
que en medio de la mugre y la vergüenza,
que en medio de la pólvora y el fuego,
que en medio del hambre y los lamentos,
y en medio de este mundo dislocado,
a veces pierda el ritmo
¡y no cuente con los dedos cada verso!
No tiene eso remedio.
¡No sé medir la sangre!
¡No sé contar las lágrimas!
¡No sé rimar el llanto!
SANGRE CAUTIVA
Sangre india, sangre india hay en mi pueblo.
¡Arde!
En el quebracho herido de mis selvas.
¡Sufre!
En el infierno verde del minero.
¡Gime!
En la boca de quejas sofocadas.
¡Hierve!
Ha mordido las entrañas de mi tierra.
¡Sube!
Masticando lentamente sus cadenas.
¡Ruge!
Impulsando la vida que amanece.
¡Grita!
Su derecho sagrado de ser sangre.
¡Libre!
Sangre india, sangre india hay en mi pueblo.
¡Lucha!
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