Luis Alvarenga
(San Salvador, El Salvador, 1969)
Poeta y ensayista. Integró el Taller Literario Xibalbá en los años ochenta. Fue coordinador del Suplemento Tresmil, de Diario Co-Latino. Dirigió la revista Cultura y actualmente edita la revista Realidad, de la UCA de San Salvador.
Ha publicado los siguientes poemarios: Otras guerras (1995); Libro del sábado (2001) y Dante (2012). Hotel Central, uno de los poemas que integran este libro, fue publicado anteriormente en forma de plaquette, en la revista El Oso Abrillantado. Autor de la biografía de Roque Dalton, El ciervo perseguido, el ensayo Roque Dalton, la radicalización de las vanguardias (2011) y de la investigación Tiempos de audacia. Los mass media de una guerrilla (2013).
DANTE (FRAGMENTOS)
I
SELVA OSCURA
Es selva y desierto
la playa que encuentra
los restos de mi día deslumbrado.
«Hombre he sido», dice la Palabra,
que ciego me toma
y me resguarda
de los cristales del sol
de las fieras
que a todo solitario acechan
a mitad del camino.
V
Yo he sido las sombras de todos esos condenados.
A mí, todos los horrores de este círculo.
Yo fui más allá de las cenizas
y fui el perfume que se dilapida entre sedas.
Fui quien enloquece
por un cuerpo tibio
y luego cae desde la torre al escarnio.
Soy las lágrimas que vierten
los penitentes,
el futuro malbaratado
por el cielo fugaz
de una rosa abierta,
el que perfuma la tarde
y sus cenizas.
VII
Pape Satán, Pape Satán Aleppe»
No gastó de sí todo el canto insomne.
No guardó para sí la zozobra del que amó.
Lo veo y me digo:
el Enemigo no sólo
es el que rabia contra el sol.
El soplo de la fortuna
disipó los granos de su mansión.
XVIII
¡Delta fluvial
al que llegar a tientas con la palabra!
Yo amanecía convertido
en el tacto
que hace brotar otra vez
las sinuosidades
Plegaria
Concédeme, no la muerte,
sino el sacro asombro
de quien ve puertas extrañas abrirse
y todo es corriente azul.
¿No he de pasar nunca
bajo tu dintel?
Así, me franquearás
el patio de jóvenes arrayanes
que mantienes ocultos
bajo papeles, bajo raros años,
donde yo era monaguillo de tu risa,
ciervo anclado en las estrellas,
galeote atado al mástil de Dios,
con la mirada implacablemente puesta en el sol.
El ángel
A Silvia y Delia, en lo que aún no nos perece
Abierta está el arca:
Se renueva el rito de manos enlazadas.
Es noviembre.
Vi tierra nueva al ver
fijamente a tus ojos.
Diría el Doctor Fausto al ver una iglesia del
norte de San Salvador
Esto no puede seguir así.
Extraña flor, me indocumento e invento una senectud cercana, navegando en las
espumas
de una tibia ceguera y leyendo para ti. Hoy hemos presenciado, oh rito fiel, oh
sangre
describiendo sus barrocos lo que en Asterión fuera don unísono es ese baile y ese
poema de
mira y clave y una rara manera de ejercer hilanderías.
Bailarina en clase de electricidad, esto no puede seguir así.
Tienes un mar en la boca y no puedo ya ver el color azul.
Islas en el tiempo
En medio de este tiempo
En que la vida es marejada
Y se quiere conservarla así sin atarla
Se convocan se desean islas en el tiempo
Treguas minúsculas pues el deber agobia
Y el futuro es inmenso
Y el aliento escaso
Así nos sumergimos en las islas en el tiempo
Las imágenes parecen estacionarse en el umbral
(pero se convierten en animalitos microscópicos
que en cualquier respiro entran y fundan algo)
se tornan en retrato
y cuando al fin nos ponemos la isla en el tiempo
rápido notamos que nos queda pequeña
como camisita de niño
de tanta tregua y descansos de guerrero
sentimos que nos interroga como un hambre
la vida que no cree en lazos
que nos llama como luz de túnel
el futuro inmenso y profundo
y acudimos con el aliento escaso
con la vida enmadejada.
Posible diálogo con la mujer que amo
A la mujer que amo preguntaré
Qué hacés con los poemas que te regalo
A dónde te llevas los minutos los golpes los anhelos
Y la incertidumbre que aprisiono en sus versos
Será que los metés en un crisol a fundirse con mis recuerdos
O que los ves pasar una y otra vez como un río que nunca termina
Mis poemas están enraizados perennemente en tus pupilas
Y en tu piel
Son un tanto mi simiente inolvidable
Y quieren cantar a aquel gran sueño que nos quita el sueño
Cargá mis poemas
Como si fueran un clavel
Ellos tienen la tarea de levantarte toda
Si acaso caés.
Acaso
Acaso las pupilas son cierta llovizna
Serán garantía de caer heridos
O los paraguas rotos
Urgencia de ir a hacer la guerra.
Palabras como las presentes serán
Peligrosas dentro de este templo
Hambre cual la mía
Desvelo innecesario
La mano que te di
Será acaso tu perdición tu muerte
Sentir cierta canción visceral
Y telúrica a la vez
La seguridad de ser parias
Esta hora que he perdido
Podrá confundirse con locura
Suicidarse con semejante calma
Una invitación a cambiar de mundo.
Campos De Diana
La caravana de los días
pasa con sus falsas ocupaciones.
Busco otra manera
de preguntar por esa facilidad,
de decir sencillamente
la grandeza del ínfimo equipaje del hombre.
Y no hallo más cosa
que contar esta historia
de una semilla ciega
que no subió al carro de Diana.
*
Mínimo mundo, el que brota
cuando buscamos más allá
de nuestras manos entrelazadas
en el segundo eterno de la sal.
Eres el grano perdido en el delirio de gigante
que tiene el mar.
Mínimo mundo, y sin embargo,
¡tú soportas en los hombros
la esperanza!
*
A los anuales ritos de Diana
no concurrió hoy la esfera.
Rota es la magia diminuta.
Roto su navío, cuando jugaba
a contar gaviotas.
¿Qué palabra hay
para cuando amanezco
arrojado de las puertas del mundo?
*
Lo que me queda
es la ciudad que me persigue.
Se introduce en mis venas
como extraño deliquio de la destrucción.
Mis palabras no logran irse con el aire.
No soy el que propicia levaduras,
el que panifica el silencio.
Tan sólo me describe
el temor al acantilado.
La Sierpe
¿Es este el día? pregunté.
Su mirada no me dijo nada.
Ella miraba a mis muertos
cuando miraba hacia mis ojos.
Onanística
Te imagino
saliendo recién parida húmeda
de una quebrada que sólo yo sé
el cabello apenas en el lunar
dos lunas líquidas de pronto endurecidas
Te sabés acosada
por las pandillas del deseo
los niños de la bala
aún no se han quitado los pasos
Te sabés acosada por los poetas que te hablan
y luego duermen
acompañados de su mano.
Tan sólo un poro tuyo
bastará para salvarnos
Las florecidas arboledas del mar, Luis Alvarenga, Editorial EquiZZero, 2014.
"Las florecidas arboledas del mar" se convierte en nuestra primera publicación del 2014, y en el segundo libro de Luis Alvarenga publicado por nuestra editorial..
Fue Pídaro quien dijo: lo más hermoso es el agua, y quizás este sea uno de los motivos que Luis Alvarenga encuentra para desarrollar su canto, para verter su imaginario poético en las cosas que yacen ocultas en fondo del ser, así mismo, aquellos elementos que se encuentran en Las florecidas arboledas del mar:
Antes de dejarme seducir
por los monótonos cánticos
de las sirenas del sueño
—minúsculas como gotas de agua—
describo contigo la forma de la noche…
No crea el lector que estamos ante a una acción meramente contemplativa del autor o ante un misticismo lleno de elementos marítimos: tesoros, seres o secretos, muy por el contrario, nos enfrentamos a un libro que bien podría ser punto de inflexión entre esas eternas preguntas y la incansable búsqueda respuestas, tan afines a la filosofía, de las que depende la existencia humana: ¿Quiénes somos?, ¿y hacia dónde vamos?
Omar A. Chávez
Forma de la noche
Antes de dejarme seducir
por los monótonos cánticos
de las sirenas del sueño
—minúsculas como gotas de agua—
describo contigo la forma de la noche:
es una nave de maderas de sombras.
Alguien la armó con paciencia suma;
con maderas de olvido
y resinas de delirio las armó.
(Luego destruyó el astillero
para que fuera tarea imposible
hacer otro barco similar)
Tanto trabajo, tanta habilidad
para echar a las aguas oscuras
una barca tan efímera
cual si fuera de papel.
Su puerto nunca llega.
Su faro son mis ojos:
dos veleidades
que la traicionan al abrirse
y la custodian fatigados.
La tarde de verano era la sombra de una hoja
La tarde de verano era la sombra de una hoja
deslizándose entre los aposentos del aire:
era, quizá, la música aún desconocida,
la visión que irrumpe en la siesta
y trata de decirnos algo
sobre un lugar y un tránsito extraño
y sobre cómo cambiará nuestra frente.
Digo una profecía vuelta del revés
para explicar mejor
que el polvo que sacudo de mis sandalias
es del mismo color que la sombra
que se balanceaba, indolente,
en las ruinas del aire.
Casa
Se acerca alumbrando
como una luciérnaga.
La casa guarda historias,
noches entrelazadas, el despertar de un niño.
¡Y cuánto cuesta una casa!,
es decir,
cuánto cuesta errar por la tierra
sin un perro de ojos grises,
acostarse rodeados de desierto,
coloreados de horas,
hasta hallar un sitio para oler juntos una flor.
Te besé por primera vez.
Nuestra casa me habita desde entonces.
Por un favor recibido
A Monseñor Romero
Tu palabra prende
corazones que velan,
plegarias insomnes
que se marchan al sol.
Tu voz restaña
mi corazón lisiado
de tiempos sin fin.
Tu amor me echa a andar
pone pies
donde había dudas
y humedece de besos
el desierto.
En tu corazón de niño
está el milagro.
Canción de la lluvia
The ghost of ’lectricity howls
in the bone of her face.
Where those visions
of Johanna
have taken my place.
Bob Dylan
Hoy que los hombres se disgregan
corriendo a la sombra
para ver sus cabezas
encerradas en peceras grises,
vuelvo a ser el misterio
que se debe incendiar,
la leyenda tan temida
del loco y un pequeño barco
donde cupo el reino animal,
bestezuelas de su vicio dominical.
Ahora que los hombres se encierran en sus cuevas
donde no falta la luz muerta,
danzando suspendida ante un alambre y el cristal,
mi beso trae miedo.
Se ha desamarrado el confín que me enlazaba
a una danza circular.
No quiero que irrumpa
el horror por este baile,
no quiero un grito
por cada conmoción de amor.
De tanto sobrevolar
la casa de los sonámbulos,
de tanto llorar
sobre sus soledades,
he despertado en pesadilla.
Surge ella como salamandra
que se me sale de las manos
cuando quiero asirla con palabras.
—Buenos días— te digo
y esto es abrir
las puertas de la condena.
—Es así la luz ambarina
del día en que dejas a Dios a un lado.
Surge. Me quema.
En el vértigo de su huida
me ha quedado el aprendizaje de su sed.
Yo lo sé.
Cada vez es más fugaz tu visita.
Y cada vez más esperada.
Un vacío colma
de locura estas manos
que te aguardan.
No importa que tu luz sea una ofrenda diminuta.
(Sé que siempre me ciega.
Vivir en ella
sería el deslumbre,
la locura definitiva.)
No puedo alejar mi sombra de la tierra.
Me necesitas en vigilia
para esperarte,
para que estas manos
digan tu fugaz secreto.
Hotel central
Durante un año estuve
hechizado en la espuma del agua
Jorge Luis Borges
I
Acaso tu alma sea ave transmigratoria.
Vanamente quisiera
apresarla en este cuaderno,
porque ahora que has vuelto a tu inocencia,
rechazarías, como se rechaza un traje ajeno,
a todas las aves que te despertaban
—tus hijos, diseminados
en vidas tan lejanas—,
como si fueran habitantes
de lejanas nebulosas,
a mi admiración al verte
como una esfinge amada,
y aquel hotel que levantaste con tus insomnios,
como se levanta una ciudad
en medio del desierto o de la eterna siesta de los hombres,
y se desvanece,
como se desvanece
también este espejismo
que sabiamente
haces en olvidar.
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