lunes, 28 de noviembre de 2011
5231.- ÁLVARO RUIZ
Álvaro Ruiz. Nació en Ottawa, Canadá (1953) mientras su padre, general de la Fuerza Aérea de Chile era Agregado Aéreo en la Embajada de Chile. Ha residido en México, Perú, y otros países. Actualmente vive en Santiago.
Libros publicados:
- “Dieciocho Poemas”. Santiago, 1977.
- “A orillas del canal”. Santiago, 1982.
- “Es tu cielo azulado”. Santiago, 1989.
- “Casa de barro”. Santiago, 1991.
- “La virgen de los tajos”. Plaquette. Editorial del Instituto Oaxaqueño
de las Culturas. Oaxaca, México, 1995.
- “La virgen de los tajos”. Versión completa. Mosquito Editores.
Santiago, 2001.
- “Poemas del Sol”. Ediciones de la Ilustre Municipalidad de La Serena.
La Serena, 2007.
Antologías:
- “Nueva York 11”. Poesía chilena. Editorial Galinost. Santiago, 1987.
- “Cartas al azar”. Ediciones Ergo Sum. Santiago, 1990.
- “Muestra de Literatura Chilena”. Congreso Internacional de
Escritores “Juntémonos en Chile”. SECH/PRED. Santiago, 1992.
- “Veinticinco años de Poesía Chilena”. Editorial Fondo de Cultura
Económica. Santiago, 1996.
- “Viven”. Periplo de los poetas de Chile. Ril Editores y Consejo
Nacional del Libro y la Lectura. Santiago, 2002.
- “Vagabundos de la nada”. Editorial Caligrafía Azul. Libros La
Calabaza del Diablo, Santiago 2003.
- “Poesía Chilena Desclasificada”. Editorial Étnika. Santiago, 2006.
- “Poéticas de Chile”. Editorial Étnika. Santiago, 2007.
- “El lugar de la memoria”. Poetas y narradores de Chile. Editorial
Ayún. Santiago, 2007.
Golpe de Estado o el arte por el arte
Todos miraban hacia las copas de los árboles
cuando el viento mecía las más altas
que hacia el sur se inclinaban por naturaleza.
Las inteligencias militares ordenaban el mando
-estentóreas voces en las dunas cercanas al océano-
¡Pútridos poetas al servicio de la imaginación! gritaban
¡Vayan a trabajar! ¡Vagos de mierda
¡Están rodeados por la marina del puerto!
¡A ustedes, miserables, les digo,
a los que están como ratas escondidas en los cerros de la bahía,
que hoy firmaré bandos que deben estrictamente obedecerse
a fuerza de artillería, rendición inmediata o muerte!
Una polvareda en los áridos caminos de la pólvora
del polvo de la tropa con las mismas putas del puerto
que como pesadas anclas los llamaban a ser héroes momentáneos
de una historia torpe y siniestra
donde aún hay sangre seca sobre las rocas del sacrificio
espíritus del norte chico que al amanecer se lamentan
de los dolores de un pueblo al cual nada ni nadie salvaría
del gran miedo estupefacto y asumido
que inspiraban los servicios secretos nacionales.
Entonces los más inteligentes optaron
por las políticas del arte por el arte
renunciando al fracaso de verse destituidos
prefiriendo ser arrastrados por las aguas de los ríos que abruptamente van a la mar
y que como todos aquellos cauces originarios del Olvido
se diluyen y tristemente pierden la memoria.
Doctor Stranz
La idea es neutra
y en ella proyecto mis fantasmas y sus demencias.
Impuro soy, lejos del sol,
así camino por el frío sendero de la lógica
a la epilepsia que tiembla en el corazón.
Sangrienta farsa ésta de idolatrarme por instinto,
soñando un cruel desfile de falsos absolutos,
vil espíritu mío
y también tuyo desgraciado lector.
Aferrado a todas las religiones,
simulacros de dioses,
me prosterno ante lo improbable
otorgando certeza al mito y la leyenda.
Entonces, sin pasado ni futuro,
incrédulo y perdido de oriente,
con el dolor original tomando por asalto el tórax,
cuando el aire apenas entra a los pulmones,
llamo al doctor Stranz para que de urgencia me sane
con la clara luz de Emile Cioran.
Poema de la gruta
Heme aquí en la gélida gruta
donde el sol es la puerta
que alumbra los primeros escalones
que descienden a este suelo de piedra
donde el primer hombre bendice al último
en la oscuridad que antecede a la luz.
Me alimento de filtraciones y musgos incoloros
y recorro el universo palpando los muros
que llevan a otras situaciones primeras
como el de la mujer deseando subir
los peldaños que llevan al horizonte
curvo de la vida y la recolección.
Yo he querido guarecerme abajo
grabando las primeras escenas del hombre
sobre las rocas de este altar
con tintes de sangre y sacrificios violentos
de hombres que alzaron el vaho
hacia el cielo de una noche sin astros.
De una noche en los oscuros bosques
donde los troncos del alma suben al cielo
mucho antes de que Prometeo nos diese el fuego
que iluminó los rostros y alejó las sombras
de nuestra auténtica superstición que era
un dios oculto y vengador.
Encendí antorchas en cada cueva
y en la original enfermedad de seguir a la mujer
subí a la pradera y depredé a mi alrededor
de todos los metales fabriqué distintos cuchillos
los que utilicé en el degüello de animales
con cuyas pieles me cubrí.
Todo lo restante lo dice el entierro del pasado
voces de otros hombres que vieron el sol
que sumaron, adoraron y murieron
largándose en una barca aritméticamente abstracta
hacia el centro de la memoria
en un régimen axiomático gobernado por las dudas.
Que por antonomasia son exactas
Ya que la regla elude la confirmación
Y el universo que es trastorno continuo
Alumbra indistintamente los dos hemisferios
En la idea de una deducción a la velocidad de la luz
Ausente en los prados inmediatos del color.
Nunca más seremos los mismos.
Al pintor Bruno Tardito
Nunca más seremos los mismos
Que ayer bostezaban bajo los árboles de la vía dolorosa
Boquiabiertos ante el sol que se marchaba a alumbrar el
Oriente de los sueños dorados
Los golpes crueles del destino
Bajo la sombra de un ombú
En el bosque de los encantos
Encantos como el de la flor de lis deshojada por los silfos
O la luz arriba atravesando el follaje oro verde
De las copas vacías de bacanales fiestas y alegrías
Con una carga de delirio original
En el revertido bosque de los espantos
En una tela que es una ventana abierta
A los hechos simbólicos de estar vivos
Con ojos que se abren y se vuelven paisajes
De la tierra que secretamente nos vio nacer
Allá en las antípodas del buen año 1953.
El reverso de la moneda
Heme aquí en los Bajos Fondos
En un puerto de miedo y festín
De filudos cuchillos y dulces bondades
De encajes negros y perversidad
De atardeceres, pájaros marinos y luz que se va.
Los poetas tienen algo de bandoleros
Disparan al corazón y a la bolsa
Y guardan a un costado del talento
El sentido de sus afanes.
En otro tiempo fueron expulsados de la República
Por cargos de corrupción, vagancia y locura
Por sabotear el orden de las cosas naturales
Y oponerse a la vara con la cual serían medidos.
Paul Celan
La leche negra, las calles, el río
En la dolorosa y trastornada ciudad de las luces
De ciegos golpeando contra el suelo
Metálicos bastones de grasa fría
París fue la ribera alcanzada desde la inconsolable orilla del este
Miseria, y vitrinas abarrotadas de porquerías
El aire silba y penetra a los pulmones
Mientras el ojo abierto de los días duerme
Muy cerca de la negra cabellera.
Solsticio
A Guillermo Meléndez, en correspondencia poética y hemisférica.
Es veintiuno de junio
y como el perfecto necio que soy
siento obligación de hablar sobre el invierno.
Aunque las alegorías son recursos miserables
no puedo prescindir de la niebla y del león chileno
que hambriento desciende desde los escarchados montes de los Andes.
El vino tinto es el lirio que alguna vez vio Rimbaud
flotar río abajo como una lúgubre señal de Ofelia
(amor de poetas y hoy, de cuatreros y narcotraficantes)
y que la triste criada Anselma no advirtió
por razones puramente interpretativas.
El colibrí es un helicóptero y la flor invernal del alóe
una sureña taberna al aire libre
en sus alas brillan diminutos espejos
con los que encandila a gatos y ocelotes
-la naturaleza no trampea- reflexiono
mientras en la Patagonia los extinguidos onas
en vez de consultar psicoanalistas practicaron levirato.
En el tendedero nada ondea porque nada se seca.
La madera aún guarda en su memoria
los sentimientos de los árboles en el bosque
y crujen y se lamentan por los cambios en su materia.
Ojo negro
La noche se fue con otro
así me quedé a orillas del mar
que es de plata brillante sonora
cuando lejos está el sol.
La noche se fue con otro
así me quedé entre hemisferios
vagando en la línea ecuatorial
que divide la tierra y el cerebro
en un norte izquierdo ígneo
de un sur frío de lobos de mar.
La noche se fue con otro
Así me quedé girando en torno a este eje imaginario
Trasladando todas las rotaciones
Hacia el vertedero ojo negro del salar
Santo del vacío y de las estrellas apagadas
En astronomía luz al interior.
De 'Un hombre solo en una casa sola' "
a Jorge Teillier
No fuimos capaces de incendiar la casa
Reducirla a cenizas
E irnos a los bosques
Sin miedo
Tarareando viejas canciones irlandesas
Como aquella del marinero borracho
Shanties extraídos de viejos cancioneros celtas
Por los caminos polvorientos del estío
Por alamedas que llevaban a la plaza del pueblo
Donde las muchachas pretendían tu corazón de alondra
Ahora cubierto por un frío bolsillo depositario
De estampas y angelicales medallas protectoras
En un bar de madera en el centro de Santiago
Con la misma canción aquella en el oído
¡Qué vamos a hacer con el marinero borracho!
Cruzando los brazos sobre la mesa de un otoño en la ventana
Con toda la oblicuidad de la luz en el rostro.
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