Marta Leonor González
Nació en Boaco, Nicaragua, en 1972.
Es periodista, con posgrados y estudios en literatura y diseño gráfico.
Actualmente es la editora y directora La Prensa Literaria, suplemento cultural del diario La Prensa (Nicaragua).
Pertenece al Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y a la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE) de la cual es vicepresidenta.
Es fundadora del grupo IMAGEN (Imposible Agrupación de Escritores Nocivos), así como fundadora y directora de la revista de arte y cultura nicaraguense 400 Elefantes.
Es coautora de Poesía de Fin de Siglo Nicaragua-Costa Rica, Cruce de Poesía Nicaragua-El Salvador, Novisimos. Poetas nicaraguenses del Tercer Milenio. Edita y dirije la revista virtual 400 elefantes que promueve la labor de los artistas nacionales y centroamericanos.
Ha creado espacios de difusión para los jóvenes escritores a través de las ediciones de bolsillo 400 Elefantes y ha promovido encuentros de debates literarios.
Ha publicado el poemario Huérfana embravecida que ha sido traducido al francés, inglés y alemán. También cultiva el cuento infantil.Es considerada por la crítica como una poeta antirretórica, identificada por la crítica como cabeza y exponente de un movimiento estético marcado por la ira.
OBRA POÉTICA
Huérfana Embravecida (Ediciones de bolsillo 400 Elefantes, 1999).
El sinónimo antónimo (Ediciones 400 Elefantes, 2002).
Corinita La Tortuga (Ediciones 400 Elefantes, 2008). Cuento infantil.
La Casa de Fuego (Ediciones 400 Elefantes, 2008)
CHARRAL
Flemática mujer de hermoso pelaje
en cintura
enmarañado pelo,
una araña carga en su pubis ancestral
negra hasta los meniscos,
perturbadora de la noche
calla, arrolla
En la esquina ebria
de Fresh Point
su rostro negra asoma,
tartamudea la anciana
medusa embadurnada de olores.
TIJERA
No sólo repta.
En el pozo está,
atrapada de aldabas.
La mano confirma el orificio húmedo
ojal oscuro de la infancia,
vaginal caverna
que la atrapa.
La atrapa.
El tacto pulula rodea el albergue,
vacuo
vano va sobre el veneno.
Recorre la mano la hornacina,
esponjoso el sitio y frío mullido en lo oscuro
el vestido blanco es almácigo
como torga.
Boaco, abril 1978
PERNOCTE
Encorvada la garra del animal
Uno. El otro sobre las crines
el colmillo de mamífero siempre
encima. Y el otro solo pellejea
ladra y fuerza.
El insomnio no conoce de paciencias.
Perrea en la noche, la familia como una bandera
que ondula en trizas.
Quizás alguna causa humana esconde esa oscuridad
de nocturnas hienas desérticas, todo perdido en la quimera rosa
en el ojo celador que pestañea, araña el silencio que lo invade todo,
luz y sal
sangre agitada en griterío y trasnoche.
NO ESTÁ
Qué de mí
si en mi cama se extiende
enrollada en mi cuello
absorta de delirios
con sus esmeraldas me mira.
No es el ungido escorpión
en el lecho entre horas,
no está. Se retuerce
me ataca con el flagelo
de su cola.
Escamosa va
repta, serpentea
fluctúa en serpentín
y en retroceso arremete
en azotaína con artilugios y añagaza.
GALLINAZO
A Ezequiel D'León Masís
I
Las alas baten su plumaje
en juventud él es amplio
gallo de plumas tornasoladas
y naciéndole la crestita
¡ay alitas!
como pudieron seguir emplumando
tanta sabia
la arrugada descendencia familiar encrespa.
Y en la trifulca el ardor se empluma
Él retrocede y la espuela da lugar al chance,
ennavajado el gallo su pluma es tersa
y la pata que aprieta a la pescuezuda hembra
amancebada entre arcillas rasca y picotea la punta de sus patas,
en otro batir de alas el sacude y deja su polvo en ciernes.
II
Gallos fueron toda la vida,
y gallitos de madres que también los guarecieron,
los diminutos de alas cóncavas y muy cortas
de pequeña cola
pero de fálica cabeza amorfa
el pico corto y cónico de avecillas
las carroñeras de sus madres.
Y de gallinas sé historias
las magdalenas de plumaje suave
plumas lanceoladas.
Que una vez vi de nosotros.
III
Y a todos sirve el rey,
el gallinazo.
El hurtador buitre negro.
EL ANTÓNIMO DEL PADRE
La escamosa página espera
Lo que pudo ser el antónimo del padre,
Único en hierba y aire queda,
Sinónimos que acechan la caligrafía imprecisa
Inteligible legado,
Todo heredado, pedernales y fuego.
Vil calendario reclama lo bisiesto.
1985. DIEZ AÑOS DESPUES
El corazón que está en mis manos
dice: lentitud de vida que corre por la sangre,
los restos de esta tarde se irán conmigo,
mi mañana la guardarás entre tus ojos
como dos lágrimas puras de invierno,
las venas se enfriarán como vigas de cemento
opacas de naturaleza.
Y recogerás ese corazón que una vez dijo:
hija, madre, niño, taxi, avión, caballo
rosas negras y blancas en un jardín
que nunca recordarás.
Y como días en tu bolso lleno de alfileres
se guardarán la risa, las manos, tu silencio.
Y aquella barba que afeitabas muy bien los días de
mis cumpleaños.
SI VES UN GATO NEGRO, DECIA MI ABUELA
Manadas de gastos merodean la noche de mis tejados,
manosean el secreto de los amantes,
y con sus garras afiladas corcovean sobre la hembra herida,
lloran porque están solos,
recorren las calles abandonadas,
con el temor que una mano los condene,
olfatean un olor a pollo asado, a pan recién horneado
y en el solar, macho y hembra,
aislados, perteneciéndose en cada marejada.
Si ves un gato negro, decía mi abuela,
te abrumará de noches,
y con las uñas te sacará los ojos.
Como auténticos cuervos de la existencia,
arrimados a la puerta con aire de perdón,
no sabrán que esa misma noche,
serán gatos en la ventanilla de un bus azul.
El corazón que está en mis manos
dice: lentitud de vida que corre por la sangre,
los restos de esta tarde se irán conmigo,
mi mañana la guardarás entre tus ojos
como dos lágrimas puras de invierno,
las venas se enfriarán como vigas de cemento
opacas de naturaleza.
Y recogerás ese corazón que una vez dijo:
hija, madre, niño, taxi, avión, caballo
rosas negras y blancas en un jardín
que nunca recordarás.
Y como días en tu bolso lleno de alfileres
se guardarán la risa, las manos, tu silencio.
Y aquella barba que afeitabas muy bien los días de
mis cumpleaños.
SI VES UN GATO NEGRO, DECIA MI ABUELA
Manadas de gastos merodean la noche de mis tejados,
manosean el secreto de los amantes,
y con sus garras afiladas corcovean sobre la hembra herida,
lloran porque están solos,
recorren las calles abandonadas,
con el temor que una mano los condene,
olfatean un olor a pollo asado, a pan recién horneado
y en el solar, macho y hembra,
aislados, perteneciéndose en cada marejada.
Si ves un gato negro, decía mi abuela,
te abrumará de noches,
y con las uñas te sacará los ojos.
Como auténticos cuervos de la existencia,
arrimados a la puerta con aire de perdón,
no sabrán que esa misma noche,
serán gatos en la ventanilla de un bus azul.
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