sábado, 12 de noviembre de 2011

CARLOS ÁLVAREZ CRUZ [5.158]


Carlos Álvarez Cruz

Carlos Álvarez Cruz es un poeta (Jerez de la Frontera, 27 de diciembre de 1933)

De familia republicana, su padre fue fusilado durante la guerra civil. Posteriormente pasó algunos años en la cárcel por su oposición al franquismo, llegando a conocer el exilio. Estos hechos marcaron profundamente su obra poética.

Participó en el homenaje al poeta Antonio Machado en Baeza, el 20 de febrero de 1966, organizado entre otros, por el fiscal Jesús Vicente Chamorro.

Galardones

Fue finalista del Premio Antonio Machado con su obra Escrito en las paredes. La traducción de esta obra al danés le proporcionó el premio bienal Lovemanken, de los poetas daneses, en 1963.

Obras

Sus versos se mueven entre la poesía experimental y la poesia del compromiso social.

Se suele asociar a poetas como Blas de Otero, Miguel Hernández y Rafael Alberti. Algunos de sus versos han sido traducidos al danés, sueco, italiano, ruso, francés y árabe

En 2007 presentó en Jerez su antología poética Tercera Mitad

Poemarios

Escrito en las paredes (1962)
Noticias del más acá (1964)
Papeles encontrados por un preso (1967)
Tiempo de siega y otras hierbas (1970)
Aullido de licántropo (1975)
Versos de un tiempo sombrío (1976)
Como la espuma lucha con la roca -páginas para una autobiografía poética- (Edit. ZERO, Bilbao, 1976).
Los poemas del bardo (1977)
La campana y el martillo pagan al caballo blanco (1977)
Dios te salve, María... y algunas oraciones laicas (1978)
Cantos y cuentos oscuros (1980).
Reflejos en el Iowa River (Ed. Orígenes, 1984)
Entre el terror y la nada (1989).
Tercera mitad. Antología (Ed. La Eneida, 2007)




Porque sigue colgada la invisible
cuchilla sobre el hombre, y prisionero
de su tic-tac mi corazón clavado.


*


Ni una espalda con huellas de mi paso.
Ni una frente al sudor por mí entregada.
Ni una mancha de sangre ante mis ojos.



*


Pero también me gustas plenamente
como Kira Argounova, aunque enemigo
me creas, y rechaces el abrigo
de mi amor por un noble decadente.
Y, Condesa Serpieri, enamorado
de tu otoñal belleza, yo quisiera...
(lo que quiere un amante es bien sabido.)



*


Pensativas, las manos angustiadas
trazaron en las aguas del estanque marchito
la señal con que hieren el silencio.
Y en la muda zozobra del temblor que agoniza,
como si a Macbeth dieran su respuesta las brujas,
se me ofreció la doble vertiente de un destino
satisfecho y bestial por alejado
de todas las tristezas.



*



Porque tuvo la suerte de tener mala suerte,
se transformó en persona
aunque había nacido en un mundo inhumano



*



En el hombre ver sólo su firmeza
y en la mujer su eterna maravilla,
o entre lo recio descubrir la arcilla
y el gusano en la efímera belleza



*



Y el señor era tan bueno,
y era tanta la obediencia
de los que a sus pies vivían,
que nunca usó de su fuerza
contra su pueblo, ni nunca
bebió más sangre de aquélla
que estrictamente calmara
la sed que con él naciera.





PARÁBOLA SOBRE EL BILLAR

No puede haber otro juego
tan cruel como el billar:
tres hombres en una celda
condenados a chocar.
Siempre es una bola blanca
la que ataca con afán:
lo bola roja está roja
de los golpes que le dan.

¡Ay bola de roja sangre
que nunca quiere atacar!
¡Ay blanca bola de nieve
que la obligas a jugar!

El verde color del campo
se ha puesto triste de ver
que a la tierra malherida
no la dejan florecer.

Y todo porque a unos hombres
les parece diversión
lanzarle a la bola roja
disparos al corazón.

De Papeles econtrados por un preso (París, 1967).




POÉTICA AL ESTILO DE ESPRONCEDA

No sé esculpir el verso, pues prefiero
la paloma que vuela a la que mira
su graciosa silueta cincelada
sobre un rico cristal.

Palabras en reposo no las quiero,
ni la belleza estática me inspira;
me gusta la que colma, derramada,
su cauce natural:

el grito de liberación del río
que invade el mar; el bosque cuando canta
su agreste sinfonía a toda orquesta;
la euforia del volcán…

y vuela desbordado el verso mío
para el hombre que lucha y que levanta,
sin que le estorbe el miedo, su protesta
con los que piden pan.

De los jardines mágicos, dolientes,
bañados por la luna y por el frío,
de indolente belleza refinada,
no brota mi canción…

delante del rosal, indiferentes,
corren mis pensamientos como un río…
mas nunca desatienden la llamada
que angustia el corazón.

Y así son las palabras que os entrego,
dictadas por el ansia y la certeza
de que un día vendrá para el hermano
que hoy sangra de sudor…

palabras que os entrego con un ruego:
que las tiréis si, bajo su corteza,
no tropezáis con la caliente mano
rendida del amor.

Papeles encontrados por un preso, 1964-1965.





AUTORRETRATO MACHADIANO

Mi infancia son recuerdos de un muro de Sevilla
y el desplomarse lento de un hombre acribillado.
También mi joven árbol se estremeció en Castilla
por un viento impreciso, mejor para olvidarlo.

Ni un seductor Mañara... Pero dejemos eso
discretamente al margen, por demasiado mío:
las cosas que a mis versos lastraron con su peso
no son las anecdóticas del fuego y el hastío.

Mi corazón quisiera, tal vez, sentir la brida
que modera el envite del dolor y la euforia.
Pero mi sangre ignora la marcha contenida
por el remanso, imita las vueltas de la noria.

Si advertís que una gota de misterio y de sueño
salpica bellamente indecisa mi mensaje,
pensad que hubo torpeza simplemente: no empeño
de ocultar en la niebla la forma del paisaje.

¿La sembraron mis manos, o me fue regalada
la flor del sentimiento fraterno que cultivo?
Sólo sé que su aroma me emborrachó, y que nada
me importa tanto: es ése el fin para el que vivo.

No escatiméis el rojo si, al pintar mi cabeza,
buscáis el fondo exacto que defina mi gesto.
Mas añadidle un tímido color gris de pobreza
donde se apague el brillo que pueda ser molesto.

Acaso alguna cosa logré desde que dura
mi juego de las mágicas palabras con el rito:
si al hablar de mí mismo mejoré la figura,
mis versos me obligaron a mantener lo escrito.

Una cosa quisiera: dejar como recuerdo
el de un hombre que quiso realmente ser humano.
Si miro hacia el pasado, quizá con ello pierdo;
abierto hacia el futuro, seguro estoy que gano.

Y cuando llegue el día del último coraje
necesario en la vida, alerta quiero estar.
No por miedo a que abrume mi exceso de equipaje,
sino para impedirle a mi pulso naufragar.

Viena, enero de 1968.





Colocar un peldaño es lo importante:
acortar el peligro y la distancia,
asomar ya los dedos como garfios
por el alto pretil de la muralla,
y dejar que el esfuerzo del hermano
apoye su raíz en nuestra espalda...
¡es tan difícil comenzar de nuevo...!
¡tan mísero partir desde la nada!
...y está ya tan lejano el primer árbol,
y estamos ya tan cerca de mañana...
Con el pecho cubierto por el musgo,
sumergido en el frío que me avanza,
un presagio de espumas y de brisa
me adormece el rencor en la garganta.
Seguiré donde estoy: como un relieve
sin cultivar del muro que adelanta
su mano hasta otras manos... ¡Que me crezca
en el hombro el dolor de una pisada!

Aunque el mar no se acerque hasta mis ojos,
alguien lo podrá ver desde mi espalda.

-Poema musicalizado por Elisa Serna.
De Los poemas del bardo (Barcelona, 1969).





QUISIERA UN VERSO MANCHADO

Quisiera un verso manchado
por la cal y por la grasa:
verso de andamio y de forja
para el son de tu guitarra.

Quisiera un verso caliente
para el frío de tu casa:
verso crecido en la tierra
como crece la mañana.

Quisiera estar en tu copla
cuando el vino te acompaña,
y repartirme en tus vasos
que alimentan tu esperanza.

…Y quisiera estar contigo
cuando el hambre te traspasa,
y hacerte un pan amasado
con sudor y con palabras.

Tiempo de siega, 1960.




SEGUIREMOS SEMBRANDO, POR LO TANTO

Seguiremos sembrando, por lo tanto…
Seguiremos sembrando, hasta que crezcan
y salgan a la calle las palabras:
esas nobles palabras que alimentan.

Porque si no está ahí nuestro camino,
¿cuál es entonces, cuál, nuestra tarea?
Si no consiste en preparar los campos
para un libre crecer desde la tierra,
o en buscar el desnudo de las cosas
para darlas desnudas de apariencia.
Si no consiste en remover el surco;
si no consiste en levantar la niebla,
o en aclarar la voz para que brote
como un grito rebelde que despierta.
Si no consiste en escuchar el llanto
de ese ciego que tiembla en las aceras,
y en cogerle del brazo y, dulcemente,
ayudarle a cruzar hacia la izquierda.
Si no consiste en ofrecer la rosa
y en clavarse la espina hasta que muerda
para que llegue limpia a nuestro hermano,
¿en qué consiste entonces ser poeta?

Tiempo de siega, 1960.



¿POR QUÉ NADA NOS DICES DEL AMOR?

–¿Por qué nada nos dices del amor?
–Nunca el polen del odio en el poema
que os entregué esparcí, ni es ése el tema
que alimenta mi pecho. Di mejor

que sé amar en plural.
–Pero el sudor
que expresas no te alcanza.
–Su diadema
no he ceñido a mi frente: es el problema
de todos el que canto.
–Y el dolor

cuyo aullido recoges, ¿muerde acaso
tu propio corazón?
–Más generoso,
se sumerge en lo ajeno muchas veces.

El necesario trigo que os amaso
con mis versos va en busca del hermoso
milagro de los panes y los peces.

Eclipse de mar, 1970.



ECLIPSE DE MAR

Desde días, amaso un pan amargo
que no alimenta bien. O en el molino
venden harina pobre, o el declive
hay que buscarlo en la panadería

donde rindo mi esfuerzo. Porque estudio,
consultando los médicos, mi caso
(radiografía, análisis de sangre)
y nada encuentro en mí que justifique

tan bajo rendimiento: ni mis manos
carecen ya de tacto, ni en los ojos
hay síntomas de pérdida que indiquen
que acaso filtro arena entre los trigos.

Y, sin embargo, el hecho es evidente:
no acuden parroquianos, buscan otro
lugar en que les den su pan diario.
¿Será a pesar de todo culpa mía?



*


Con esta duda me rendí a la noche,
y, andando en sueños, me acerqué a la playa
vencido por el ansia marinera
que siempre me ha impulsado al horizonte.

Y caminaba, caminaba ansioso,
borracho, enamorado de la estrella
que se mira en la espuma. Pero luego,
nervioso de no verla en mis zapatos.

Porque, o era muy larga la distancia
que del mar me alejaba, o el camino
se reía de mí, sediento y blanco,
... marea de mi fe. Bajo la luna,

sobre la arena muerta, los cadáveres
devueltos por el tiempo; la despierta
señal de lo que fue; los galeones
mostrando su tesoro carcomido...

Pero la mar, tragada por la tierra.

De Eclipse de mar (1973).




TEORÍA DEL ARTE

Cuanto Sir Lawrence Olivier expresa,
ni el belicoso Enrique, el intrigante
Ricardo o el ingenuo y vacilante
danés podrán decírnoslo con esa

perfecta concreción. Mucho más pesa
la voz cuando declama el comediante
que la canción que canta el caminante
si fluye como el agua que nos besa,

natural y espontánea. El artificio
conseguirá, poeta, que tu canto
logre elevar su vuelo a más altura.

Pero quítale pronto ese cilicio
que te agarrota el verso, y rompe el manto
con que al desnudo cubre su hermosura.

Versos de un tiempo sombrío, 1975.




Palabras contra Macbeth.

Para todo tirano
siempre un bosque de Birnam
desnuda su ramaje
cuyo abrigo rechaza, y se lo entrega,
conmovidas las hojas, a quien sabe
que se puede emboscar en su espesura
sedienta de ser alguien.
Vocación de persona tiene el árbol.
¿Acaso tú la tienes de ser nadie?
La vegetal corteza que te cubre,
¿no ansía realizarse
de una forma más plena que la escasa
que te concede en céntimos el aire
permitiéndole sólo a tus pulmones
una mísera parte
de lo que necesita? Compañero:
te espero en Dunsinane. Mejor es tarde
que nunca. Por tu causa
no permitas que inmóvil continúe
la rueda de los tiempos en que el destino yace.


... y el árbol, en su ejercicio
(uno el ciprés, dos el sauce)
gimnástico, despereza

la fiebre azul de la tarde.




Aullido de licántropo. Madrid; Bartleby editores, 2015.


AULLIDO DE LICÁNTROPO
enero 15, 2016hectorcastillaDeja un comentario
aullido de licántropo



Reedita Bartleby editores esta pequeña joya de Carlos Álvarez después de que lo hicieran Ocnos (en 1975 y 1976) y Endymion (en 1980).

La obra de Carlos Álvarez -como se puede leer en el prólogo de Manuel Rico-, hasta el comienzo de los años setenta, está salpicada de mensajes explícitos, de apelaciones a la resistencia y al compromiso democrático que eran difícilmente asumibles por la censura. Es una poesía directa y transparente que encuentra acogida editorial en España muy tardíamente. Eso contribuye a situarlo en un espacio lateral respecto a su generación. Carlos Álvarez, nacido en 1933, con una memoria especialmente dramática de la Guerra Civil (su padre fue fusilado en Sevilla por mantenerse fiel a la República cuando él tenía dos años y medio), en un “niño de la guerra”, por lo que no parece descabellado situarlo en la generación del medio siglo, como parte de su leva más joven ‒ Claudio Rodríguez, Francisco Brines o Carlos Sahagún‒, y con poetas desubicados generacionalmente como Jesús Hilario Tundidor, César Simón, Félix Grande, Antonio Gamoneda o Francisca Aguirre.
Aullido de licántropo se publica en 1975, en la colección Ocnos, dirigida por Joaquín Marco y de cuyo consejo de dirección formaban parte poetas como Manuel Vázquez Montalbán, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente o Ángel González, entre otros. Era un libro que rompía con la vertiente más tradicional de su poesía anterior, que anticipaba la complejidad de sus siguientes entregas e indagaba en zonas oscuras de la conciencia a partir de experiencias extremadamente difíciles y dolorosas: la presencia del poeta en las cárceles de Franco, buena parte de ella en celdas de castigo y con períodos de huelga de hambre.
El libro es un alegato contra la perversión de la condición humana y no solo contra la dictadura franquista. Lo es también contra las convenciones sociales, contra las normas y costumbres dominantes, contra cualquier tendencia al conformismo.
La perplejidad, la mirada irónica, el humor negro, el desconcierto, la rabia y la resignación a la vez, la denuncia, la introspección y la crónica penitenciaria y judicial, el alegato contra la pena de muerte aportan al libro un carácter de “enmienda a la totalidad”, de afirmación de la singularidad y de la libertad más radica del individuo frente al sistema y frente a la mayoría silenciosa y alienada. El libro de Carlos Álvarez es un canto de rebeldía, una crítica de fondo a la sociedad que se apunta y una invitación al lector a mirar a su alrededor y a situarse del lado del licántropo, de todos los licántropos de la Historia.



Y aquí tienen algunos poemas del libro.





CUANDO vuelven mis pasos al sendero
donde intento escapar de mi condena,
ni crujen mis sandalias en la arena
ni me alcanza el perfume del romero.

Yo no sé caminar por donde quiero:
por la senda inocente, limpia y buena;
puedo cambiar el marco de la escena,
pero siempre seré su prisionero.

Por eso estoy perdido en el camino.
Las rutas para mí son siempre iguales:
las nobles de la cumbre y las del llano.

Mis manos no acarician los rosales,
la soledad desnuda es mi destino,
y mi vuelo es el vuelo del vilano.


-



MIRAD la luna, atenta, atentamente
mirad la luna. Brilla. Está colgada
de un árbol que conozco…
‒una mujer, un hombre, una serpiente‒
…el equilibrio a punto de ser roto,
la cuerda floja encima del abismo,
y un mundo muy extraño bajo el pozo.
Bastará que algo brille,
que la sangre se agolpe, poco a poco,
que pase una gacela,
que traiga el viento carne hasta mi olfato
de lobo…
                manos de vello negro,
                dientes de aguda garra
                entre mis poros,
                garras de diente agudo,
                gritos en que se afila
                mi alborozo…
                la caricia el zarpazo,
                la palabra el aullido.
                Canto y corro.


-



LA NOCHE. La ermosura constelada.
Mi linpio corazón. El berbo mío.
Desnudo. Todo llo soi como un río:
como un río que flulle acia la nada.

La luna. Plata. (Fácil.) ¿Fácil? Cada
palabra la sopeso: el mar, el frío…
el frío de mis bersos, el astío…
diré mejor: la majia nacarada.

No estaba llo precisamente enfrente
del infinito canpo de Castilla.
Nostaljia de la rosa, de la pena.

Se cruzó en mi camino la serpiente,
y de esta forma sinple, tan sencilla,
bajó a mi corazón la luna llena.



-




SI AL MIRARME al espejo nada advierto,
¿cómo podrían ellos
conocer lo que oculto está en mi centro?
Lo saben las paredes de mi encierro;
mejor que nadie, el techo
donde clavo los ojos. Y los muertos:
los muertos que me vieron;
que me vieron y no reconocieron
hasta después del hecho.
¿Cómo no ves, amor, lo que es tan cierto?
A pleno día, sí, te soy sincero,
camino como todos: tan derecho
como cualquiera. Pero el lobo…
pero el lobo, mi amor, está al acecho
de una luna que brille o de un recuerdo.
Del recuerdo que ahora estoy sintiendo
que me afila el colmillo y el deseo.




-



RECORRER tus orillas; como un barco
cansado de echar el ancla, y, en el tibio
reposo de tu puerto, allí quedarme
quisiera
colono de tu tierra, sembrador
de tus aguas, marinero
de bruces en tu arena,
mujer, silencio blando de mis noches,
arcilla
para mis toscas manos de alfarero.
…Y ver después tu rostro junto al mío
fundidos en la espiga que acrecimos
bajo el sol ondulado de las mieses;
suavemente,
como el frutal risueño en el verano,
sentir juntos el peso de los años
con la paz de un crepúsculo sereno
quisiera…

(La luna sonreía
soñando un bosque rojo de lobeznos.)



-




Si el guionista, con trazo equivocado,
dibujó un personaje denso y turbio,
responde a mi pregunta: ¿qué palabras
me puedes arrojar? ¿Con qué derecho?


-




DIOS ESTÁ azul; la flauta y el tambor
anuncian el napalm y la metralla.
La voz que pide muertes no se calla
porque fluya un riachuelo arrullador.

Aunque el campo se vista de verdor
seguirá inaccesible la muralla;
ni será menos cruenta la batalla
porque anuncie su pétalo una flor.

Admirables el orden, la belleza
(cuando mato) de la naturaleza
como un encuadre absurdo de Buñuel:

claroscuro el silencio y el aullido,
mis garras en tu muerte hacen un nido,
contra la luna aspiro tu clavel.


-


A TI, MI AMOR, el único mensaje
que entrego al entregar mi sangre abierta:
lo que oculto te tuve, ni a mí mismo
me lo dije tampoco con franqueza.
Que vacila y no acierta con la llave
quien sabe que hay terror tras una puerta,
y el paso no aventura y retrocede
para no estremecerse con la mueca
que acecha en cada espejo. Pero ahora,
cuando por fin me arrebaté la venda,
conozco ya sin dudas lo que tanto
temí reconocerme: que esa fiera
cuya sed sólo calma lo imposible
de conseguir sin crimen; esa bestia
pregonada por todos, soy yo mismo
cuando quiere la luna ser más bella.
Ya lo sabes, amor: al plenilunio,
cuando derrama su embriaguez perfecta
sobre la oscura paz de los caminos
la bailarina esclava de la tierra,
fruto soy de una alquimia indeseada
que me convierte en lobo, y en mí deja
cuchillos como fúnebres cipreses
y el ansia de clavarlos como empresa.

Sólo ahora, mi amor, te lo confieso:
cuando se apaga el pulso de mis venas,
y, en deuda por la sangre derramada,
la de tu pobre Larry se libera.


-


…porque en el mismo vértice del pánico,
allí donde el dolor es más profundo
y la esperanza
(como un hombre en la arena movediza)
desaparece ante los ojos náufragos
de una mano sin tacto;
cuando ya nada queda en tierra firme
y es más hondo el descenso a los abismos,
entonces,
algún consuelo queda:
el de saber
que no hay desdicha de tan alta cumbre
que no pueda vencerse con el gesto
definitivo y alto
del que decide hundirse en la invisible
mansión del otro lado del espejo.



-


NO HAY LUGAR para mí. Lo tiene el hombre
común entre los hombres, como el lobo
lo tiene en su camada.

Todos conocen su porqué,y el dónde
de su raíz sembrada…

el cauce de su impulso, y el cómo dar al viento
la vela desplegada

para entregarle al hijo un día lejano
la antorcha enarbolada

y apoyar suavemente la cabeza
de tierra en su almohada.

Sólo a mí me han dejado sin respuesta
sobre la encrucijada

donde a la luz más blanca de la noche
se advierte la pisada

de un hombre que asesina, y la de un lobo
de inocente mirada.


-



No me podrán quitar el dolorido
sentir, si con la vida
primero no me quitan el sentido.
Garcilaso

COMO vuelve la lenta transparencia,
la cristalina paz de los espejos
a reflejar la calma de los árboles
en la laguna herida
cuando sus ondas ya se serenaron,
así yo vuelvo a verme como siempre
me vi: sin que un momento
de ingenua ofuscación oculte al rostro
su purpúreo fulgor, su gesto turbio.
Todo en vano, mi amor: ni la mirada
que mendigó la paz, ni aquel ingenuo
acercarme a la orilla
donde se baña limpio el mediodía
ni la plegaria azul del peregrino,
aliviaron mi piel de su caliente
temblor, disminuyeron
esta sed siempre a punto de anularme
la dimensión del hombre. Nada, nada
diferenciarme puede
de esa alimaña que, tras los barrotes,
contempla en su cubil cómo se mofan
de su forzada sumisión los niños
una tarde de asueto,
o que pone temblor al sin ventura
que la tropieza en negra encrucijada…

Nada me diferencia, excepto el grave
pecado de ser lúcido; el punzante,
dolorido
sentir
al tiempo que el gozoso sobresalto,
la inoportuna sensación culpable
de la sed que tendré por la mañana.



-


LOS ÁRBOLES me han visto; las luciérnagas
disimulan su luz cuando camino,
y el murmullo inocente del riachuelo
se expresa a media voz, algo me oculta.
Los grandes pedregales, el espíritu
fugitivo del viento, todo, todo
convierte su tamaño, se transforma
cuando paso en la mano que me acusa,
la voz que me señala. Ya lo saben
los que azuzan los perros, los que el lazo
de mil nudos preparan a mi cuello…
y el herrero en su forja pone a prueba
su oficio contra mí… los lentos muros…
el pozo donde un cíclope invisible
vigilará mi gesto encadenado…
Porque en el fondo oscuro del espejo,
no sólo vi mi rostro al desnudarse
cuando anoche miré; no estaban solos
mi zarpazo y el gozo de su aullido
disfrutando la danza: una mirada
de recelo recuerdo que allí había,
y una huida que me inundó de cuarzo…
que me puso esta lápida en el pecho.

Álvarez, Carlos. Aullido de licántropo. Madrid; Bartleby editores, 2015.





Carlos Álvarez, Como la espuma lucha con la roca
(páginas para una autobiografía poética), ZERO, Bilbao, 1976, p. 62.

Recepción literaria y distorsión política. 

El caso paradigmático del poeta Carlos Alvarez Cruz (Jerez de la Frontera, 1933) en Suecia

Una de las características de la recepción de la literatura en lengua española en Suecia es la profunda huella de la oposición a la dictadura de Franco. Las “campañas de solidaridad” con los presos políticos españoles en los países escandinavos fueron constantes desde los años 60.

En Suecia existe un conocimiento escaso y fragmentario de la cultura española moderna, que se circunscribe a unos pocos hechos concretos. Autores de poca relevancia en España tienen una visibilidad grande y han sido traducidos al sueco, por motivos fundamentalmente políticos. Un caso paradigmático es el de Carlos Alvarez Cruz (Jerez, 1933). En la Wikipedia, leemos:

De familia republicana, su padre fue fusilado durante la Guerra Civil. Posteriormente pasó algunos años en la cárcel por su oposición al franquismo, llegando a conocer el exilio.

Estos hechos marcaron profundamente su obra poética. Fue finalista del Premio Antonio Machado con su obra Escrito en las paredes. La traducción de esta obra al danés le proporcionó el premio bienal Lovemanken, de los poetas daneses, en 1963.

Todo esto viene a cuento de que he encontrado en un baratillo de Estocolmo Papper funna av en fånge (“Papeles encontrados por un preso”), un libro suyo traducido al sueco (Estocolmo, FIB, 1966) por Kjell A. Johansson (del que habrá que escribir en otro momento).

La poesía de Alvarez entra en Suecia a través de Dinamarca, donde se había publicado Skrevet pa murene (“Escrito en las paredes”) en 1963 (Copenhague, Borge. Trad. de Sven Skydsgaard y Ebbe Traberg). Esta traducción danesa (de un libro no publicado en castellano, ya que su autor estaba preso en Carabanchel) le valió ganar el premio Lovemanken. El autor publica alguna cosa más en Ruedo Ibérico (París) y en italiano. Y finalmente sale en sueco Ord som piskor (“Palabras como látigos”, 1964), en la misma editorial y por el mismo traductor posterior.

Ord som piskor lleva un prólogo de J. Andrés Sorel. La cubierta es de José Ortega. De la poesía de Alvarez se hizo eco lo mejor de la prensa sueca: Dagens Nyheter, Svenska Dagbladet, Handelstidningen.

Por este motivo, se publica en Estocolmo Papper funna av en fånge, que lleva una introducción del propio autor, fechada en “Madrid, noviembre 1965″. La cubierta es de Kjell Ivan Anderson. Se trata de nuevo de la primera edición del libro, en sueco, ya que la edición en español se hará en 1967 en la Librairie du Globe de París. De hecho, el primer libro de Alvarez en España es de 1969: Estos que ahora son poemas (Barcelona, El Bardo, 1969).

Con motivo de la edición de este libro (sacado desde Cáceres), Carlos Alvarez salió clandestinamente de España, y realizó una extensa gira por Suecia, de Malmö a Kiruna, incluyendo congregaciones cristianas, como la de Åhus.

Independientemente del interés de la poesía de Alvarez Cruz -tema en el que no entro ahora-, el caso me parece paradigmático, ya que se trata de un autor prácticamente desconocido en España, que, por motivos políticos, tiene una presencia en el extranjero (y muy especialmente en Suecia) durante un cierto período (1964-1967), muy superior a la de otros escritores más reconocidos en la península.

Estas “distorsiones” en la recepción de la cultura española en Escandinavia son un rasgo tan acusado que puede ser considerado como paradigmático. En cierto modo, la propia Wikipedia sueca lo deja ver:

Álvarez Cruz var öppen motståndare till Francisco Francos diktatur och satt fängslad flera gånger. Hans dikter var totalförbjudna i Spanien fram till 1970, men publicerades runt om i Europa. På svenska finns utgivet urvalsvolymen Ord som piskor (1964) och diktsamlingen Escrito en las paredes: Papeles encontrados por un preso (“Papper funna av en fånge”, 1966), först utgiven på svenska.

Alvarez Cruz fue un opositor abierto a la dictadura de Franco y fue encarcelado varias veces. Sus poemas estuvieron absolutamente prohibidos en España hasta 1970, pero circularon en traducción por Europa. En Suecia se publicó el volumen Ord om piskor (1964) y el poemario Escrito en las paredes: Papeles encontrados por Un preso (“Paper encontrado por un prisionero”, 1966), publicados en sueco en primicia.

En 2007 se publicó una antología de su obra poética, que tuvo cierto eco en ambientes comunistas: Tercera mitad (Ed. Eneida).

Emilio Quintana








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