domingo, 6 de noviembre de 2011
5089.- ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA
Nació en Caracas, Venezuela en 1962. Poeta, ensayista y profesor universitario. Fue ganador del Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de La Cruz (2000) y del Premio de Poesía de la III Bienal Mariano Picón-Salas (1995). Ha sido finalista en el Premio Internacional de Poesía Juan Antonio Pérez Bonalde (1993) y en el Premio Fundarte (1990). Se desempeñó como director general del CELARG y de la Extensión Universitaria de la Universidad Simón Bolívar. Actualmente culmina sus estudios doctorales en Lenguas Romances y Literatura en la Universidad de Cincinnati, Estados Unidos.
Ha publicado los poemarios Al margen de las hojas (Caracas: Monte Ávila, 1991), Principios de contabilidad (Ciudad de México: Conaculta, 2000) y Pasado en limpio (Caracas: Equinoccio / Bid&Co, 2006)
TRASTIEMPO
a la memoria de
Eugenio Montejo
Ayer caminaré por la noche
que terminó sobre esta línea.
Me detendré cuando sentí
que no fue un abismo
sino un puente colgante
sobre puntos suspensivos.
Hacia atrás avanzaré
persiguiendo una sombra,
tal vez la que seré, la que fue mía.
Al iniciarse la oscuridad
arribaré al momento
que entreveré antes.
En lo alto del crepúsculo
bajaré hasta la cima
de este poema que comenzaré
sobre esta línea, poco antes de partir.
LA ESPERA
Si bien en lontananza aún te acecho
Carlos Germán Belli
Aunque no me alcances
te esperaré.
Aunque no puedas,
después o antes,
evadiré a los verdugos,
usaré sus capuchas,
cortaré con mi hacha
en el sitio indicado
(un trazo limpio y sin dolor).
No tardaré en aprender mi oficio.
Pero tal vez no,
tal vez tarde, tal vez nunca.
En todo caso lejos de aquí.
Quizás antes o después,
he de arrepentirme
y entonces como un ave cetrera
entrenada para herir y matar
dejaré mi capirote y volaré alto
hasta alcanzarte y hacerte mi presa,
lejos de cuerpos malogrados y cadalsos.
SI ME PERMITES
Si me permites
no te llamaré por tu nombre,
procuraré otros atajos
que me sepan conducir
al sitio donde las palabras amanecen,
al recodo donde las historias
se reconocen inútiles
y el azar pacta
a riesgo de sus mejores apuestas.
Si me permites
te desearé simplemente
como si invocara la lluvia
en la estación más seca,
aquélla que queda
sin balbuceos
más allá de la aridez
del recuerdo
de lo que no fue.
Si me permites,
si hay un lugar donde yo pueda,
me haré cómplice en tu piel
y como un devoto feligrés,
fiel a los caprichos del deseo
te haré mía sin nombres
sin palabras, sin promesas.
http://www.auroraboreal.net/index.php?option=
com_content&view=article&id=280:arturo-gutierrez-plaza&cat
id=82:poesia&Itemid=199
EL PEZ DE MI HIJA
Una pecera de 50 cms. de perímetro
y 15 cms. de diámetro
(aproximadamente medio litro de agua turbia),
a eso se reduce el universo
de Alfonso (el pez de mi hija).
Le echamos comida una vez al día.
El abre la boca como lo hacen los peces,
como un mimo aprendiendo a hacer burbujas.
Lo miro con lástima,
con falsa misericordia
y le comento a Gaby: "qué pecesito tan lindo".
De noche, cuando todos duermen,
me levanto y voy a la cocina.
Alfonso permanece insomne,
me mira con firmeza
(no sólo porque le falten los párpados).
Me interroga con sus ojos inmensos
tan cóncavos como la pecera que los contiene.
Me consuela, se aflige de mí
y sigue dando vueltas distraído
sobre sí mismo.
Tal como yo.
De Principio de contabilidad, 2000.
AL CALOR DE LOS MANTELES
Realmente hay pocas cosas tristes
en la vida:
quien se sienta solo en una mesa
lo sabe.
Porque no es la comida
desabrida del día anterior,
no es el olor cotidiano
ni la sopa recalentada.
Es más, mucho más...
No es ni siquiera
el hecho de saber
que es triste
que uno se siente solo a la mesa para comer.
Es la certidumbre de que los días
son obstinados y se repiten.
es la tristeza misma
que es triste
y está sola,
posada en los platos,
llana y pensativa
como ayer.
De Principio de contabilidad, 2000.
ANDRÉS
El cachete de Andrés sobre mi pecho
hablo del ardor acorralado por la inocencia,
de una enana premonición que me acompaña
a expensas de mi sombra,
de un verso que no halla lugar en testamentos,
de un diminuto hallazgo que encarece
la inacabada pregunta por la existencia.
Sí, de mi hijo y su cachete, de ellos hablo.
De Principio de contabilidad, 2000.
LA LIBRETA
Paso de la "B" a la "C"
Tacho uno más
(primero el apellido, luego el nombre)
Todos sus teléfonos suenan
sin hallar una voz que conteste.
No ceso en mi rutinaria tarea.
Voy deshojando mi vieja y raída libreta
con números de propósitos y amigos.
Dejo testimonios,
marcas como actas de defunción,
registros de desaparecidos
y voluntarios olvidos.
cada cierto tiempo hago la ronda,
releo estas desvalidas páginas
como si fueran poemas
o amuletos en mis bolsillos.
Cada cierto tiempo
como el guardian de un cementerio
recojo las flores muertas
y aparto el follaje de los epitafios.
De Un sobre sin abrir, 2006.
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