Beat Sterchi (Suiza) emigró a Canadá en 1970 y estudió Filología
Inglesa en la ciudad de Vancouver. Luego enseñó ingles por dos
años en Honduras mientras estudiaba español.
A continuación estudió en Montreal y allí, mientras enseñaba
alemán en el Goethe-Institut, empezó a escribir novelas. Luego
de haber publicado “Blösch”, se quedó viviendo durante casi una
década en España.
Hoy vive como autor libre en Berna y se ha dedicado a escribir
prosa, reportajes, columnas, radioteatro y obras para el teatro.
Junto a los acordeonistas Adi Blue y en colaboración con el grupo
de escritores “Bern ist überall” (Berna está en todas partes),
organiza lecturas de su obra y también de la obra de Jeremias Gotthelf,
a la que transforma levemente.
Ha obtenido numerosos premios y becas. Desde hace 2006 trabaja
como profesor en el recién creado Instituto Suizo de Literatura en Biel.
http://beatsterchi.ch/
Del libro: Auch sonntags etwas Kleines
Traducción de Ewald Rüfli, 2007
PONER ORDEN
Bueno, ¡ahora vamos a poner un poco de orden aquí! A partir de
ahora la ropa a la silla, los zapatos delante de la puerta y
todos los juguetes al baúl!. A partir de ahora los libros
ilustrados a la estantería, la ropa sucia a la lavadora, la
chaqueta al armario, los vasos a la cocina, los platos al fregadero
y el sombrero al perchero. A partir de ahora las muñecas
a su cesta, la escoba al rincón, las manos en la mesa, la
camisa dentro de los pantalones, la basura a la bolsa y la
bolsa delante de la casa. A partir de ahora las bicicletas
también al sótano, el perro atado a la cadena, el coche al garaje.
Las hojas caídas al compostaje, las botellas vacías al
reciclaje. !Ahora vamos a poner un poco de orden! Ahora cada
cosa en su sitio y un sitio para cada cosa. A partir de ahora
las plantas y los árboles tendrán agua, los gatos vagabundos
nuevos amos, los sin techo un piso, los exiliados una patria.
A partir e ahora los soldados vuelven a casa. A partir de ahora
los analfabetos van a clase, los hambrientos a la cocina,
los enfermos a cuidados intensivos. Los debiles al club deportivo,
los gordos a trabajar. A partir de ahora los sensatos al
poder. Los necesitados a casa del ministro de hacienda, los
fanfarrones a tierra, los perezosos al aire libre, a partir de
ahora los estafadores ante los tribunales, los zánganos a sus
obligaciones, los deslumbradores a la oscuridad y los que están
en la sombra a la luz.
LAGO
El lago está a los pies de las urbanizaciones bien situadas.
De un acceso libre al lago disfruta todavía el doctor Hunziker.
Entre sus clientes el psiquiatra Hunziker da la prioridad
a otros que también tienen acceso libre al lago. Por una sesión
de terapia de cincuenta minutos, Hunziker cobra como consejero
matrimonial y de pareja 270 francos. De eso sólo recibe
150 francos del seguro de enfermedad. EI resto lo pagan de su
bolsillo los ribereños.
De ningún acceso libre al lago disfruta una solicitante de
asilo latinoamericana en busca ilegal de trabajo. Encuentra
trabajo en una empresa de limpieza que limpia por la noche
despachos y consultorios médicos. La solicitante de asilo latinoamericana
y trabajadora ilegal limpia el consultorio del
doctor Hunziker. Ella gana ocho francos por hora.
Los domingos a ella le gusta pasearse durante una hora por la
orilla del lago para tomar el aire.
LA AVERIA
Un maestro de obras español vivía con su familia tierra adentro,
lejos de una pequeña ciudad costera. La región era tan
solitaria y despoblada que en su camino al trabajo se cruzaba
raras veces con otro coche. Sin embargo se encontraba casi a
diario con un ciclista.
Siempre era el mismo ciclista. Era un viejo gruñón. Un trabajador
agrícola o un hortelano camino a un campo lejano. Siempre
iba en su bicicleta casi encorvado sobre el manillar para
protegerse del sol abrasador, del viento o de la IIuvia.
Hacía ya mucho tiempo que el maestro de obras había tomado la
costumbre de saludar al viejo con una inclinación de la cabeza
o con la mano brevemente levantada del volante, cuando un día,
camino a la ciudad, tuvo una avería con su coche. EI caso era
que se le había olvidado repostar a tiempo. Se encaminó a la
gasolinera mas cercana y, como todas las mañanas, se encontró
con el viejo en su bicicleta.
'Buenos días', le saludó ligeramente molesto el maestro de
obras. 'Se me acabó la gasolina.' Y antes de que pudiera preguntar
si podría quizas prestarle brevemente la bicicleta, el
viejo dijo: 'Qué bien que por fin pueda hablarle. ?Usted realmente
no se ha dado cuenta durante estos largos años que no
tengo ni la más mínima gana de intercambiar con usted unos saludos
matinales superfluos?'
Dicho esto, el viejo subió otra vez a su bicicleta y se fue
sin decir ni una palabra más.
Encuentro
"Si", díjo él, “es un perro joven.”
“¿Es el perro de usted?”
“Sí, es mi perro.”
“Und perro hermoso.“
Despues se instaló otra vez el silencio en la escalera.
Del libro: Auch sonntags etwas Kleines
Traducción de Ewald Rüfli, 2007
PONER ORDEN
Bueno, ¡ahora vamos a poner un poco de orden aquí! A partir de
ahora la ropa a la silla, los zapatos delante de la puerta y
todos los juguetes al baúl!. A partir de ahora los libros
ilustrados a la estantería, la ropa sucia a la lavadora, la
chaqueta al armario, los vasos a la cocina, los platos al fregadero
y el sombrero al perchero. A partir de ahora las muñecas
a su cesta, la escoba al rincón, las manos en la mesa, la
camisa dentro de los pantalones, la basura a la bolsa y la
bolsa delante de la casa. A partir de ahora las bicicletas
también al sótano, el perro atado a la cadena, el coche al garaje.
Las hojas caídas al compostaje, las botellas vacías al
reciclaje. !Ahora vamos a poner un poco de orden! Ahora cada
cosa en su sitio y un sitio para cada cosa. A partir de ahora
las plantas y los árboles tendrán agua, los gatos vagabundos
nuevos amos, los sin techo un piso, los exiliados una patria.
A partir e ahora los soldados vuelven a casa. A partir de ahora
los analfabetos van a clase, los hambrientos a la cocina,
los enfermos a cuidados intensivos. Los debiles al club deportivo,
los gordos a trabajar. A partir de ahora los sensatos al
poder. Los necesitados a casa del ministro de hacienda, los
fanfarrones a tierra, los perezosos al aire libre, a partir de
ahora los estafadores ante los tribunales, los zánganos a sus
obligaciones, los deslumbradores a la oscuridad y los que están
en la sombra a la luz.
LAGO
El lago está a los pies de las urbanizaciones bien situadas.
De un acceso libre al lago disfruta todavía el doctor Hunziker.
Entre sus clientes el psiquiatra Hunziker da la prioridad
a otros que también tienen acceso libre al lago. Por una sesión
de terapia de cincuenta minutos, Hunziker cobra como consejero
matrimonial y de pareja 270 francos. De eso sólo recibe
150 francos del seguro de enfermedad. EI resto lo pagan de su
bolsillo los ribereños.
De ningún acceso libre al lago disfruta una solicitante de
asilo latinoamericana en busca ilegal de trabajo. Encuentra
trabajo en una empresa de limpieza que limpia por la noche
despachos y consultorios médicos. La solicitante de asilo latinoamericana
y trabajadora ilegal limpia el consultorio del
doctor Hunziker. Ella gana ocho francos por hora.
Los domingos a ella le gusta pasearse durante una hora por la
orilla del lago para tomar el aire.
LA AVERIA
Un maestro de obras español vivía con su familia tierra adentro,
lejos de una pequeña ciudad costera. La región era tan
solitaria y despoblada que en su camino al trabajo se cruzaba
raras veces con otro coche. Sin embargo se encontraba casi a
diario con un ciclista.
Siempre era el mismo ciclista. Era un viejo gruñón. Un trabajador
agrícola o un hortelano camino a un campo lejano. Siempre
iba en su bicicleta casi encorvado sobre el manillar para
protegerse del sol abrasador, del viento o de la IIuvia.
Hacía ya mucho tiempo que el maestro de obras había tomado la
costumbre de saludar al viejo con una inclinación de la cabeza
o con la mano brevemente levantada del volante, cuando un día,
camino a la ciudad, tuvo una avería con su coche. EI caso era
que se le había olvidado repostar a tiempo. Se encaminó a la
gasolinera mas cercana y, como todas las mañanas, se encontró
con el viejo en su bicicleta.
'Buenos días', le saludó ligeramente molesto el maestro de
obras. 'Se me acabó la gasolina.' Y antes de que pudiera preguntar
si podría quizas prestarle brevemente la bicicleta, el
viejo dijo: 'Qué bien que por fin pueda hablarle. ?Usted realmente
no se ha dado cuenta durante estos largos años que no
tengo ni la más mínima gana de intercambiar con usted unos saludos
matinales superfluos?'
Dicho esto, el viejo subió otra vez a su bicicleta y se fue
sin decir ni una palabra más.
Encuentro
"Si", díjo él, “es un perro joven.”
“¿Es el perro de usted?”
“Sí, es mi perro.”
“Und perro hermoso.“
Despues se instaló otra vez el silencio en la escalera.
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