jueves, 27 de octubre de 2011
5017.- LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL
Lucía Sánchez Saornil (Madrid, 13 de diciembre de 1895 – Valencia, 2 de junio de 1970) fue una poetisa, militante anarquista y feminista española.
Nació el 13 de diciembre de 1895 en Madrid en el seno de una familia pobre. En 1916 entró a trabajar como telefonista en Telefónica. Paralelamente, prosiguió sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se dedicó también a la poesía y siguió los movimientos vanguardistas, adhiriéndose en particular en 1919 al movimiento ultraísta. Publicó entonces sus poemas en revistas como "Tableros", "Plural", "Manantial" y "La Gaceta Literaria".
Durante los años 1920 dejó la poesía para dedicarse a la actividad política en el seno del movimiento anarcosindicalista. Participó en diferentes conflictos sociales dentro de Telefónica. En 1927 se trasladó a Valencia, donde colaboró en varios periódicos anarquistas como Tierra y Libertad y Solidaridad Obrera. De vuelta a Madrid en 1929, prosiguió con sus actividades en el movimiento anarquista, haciéndose cargo en 1933 de la secretaría de redacción del periódico CNT.
En 1936, poco antes del inicio de la Guerra Civil Española, fundó junto a Mercedes Comaposada y Amparo Poch la organización feminista y libertaria Mujeres Libres. Este movimiento anarquista de emancipación nacido en torno de la CNT contó hasta con 20.000 miembros en 1938, a pesar del hecho de que existía sólo en la zona republicana.
Cuando estalló la Guerra Civil participó activamente en la lucha antifascista. En 1937 regresó en Valencia, donde participó en la redacción del periódico anarquista "Umbral". Es allí donde conoció a América Barroso, que fue su "compañera sentimental". Se ha especulado mucho sobre la orientación sexual de la poeta y su posible homosexualidad, pero nunca se ha llegado a una conclusión satisfactoria. Rosa María Martín Casamitjana en la introducción de la antología de Sánchez Saornil ya señala la presencia de cierta ambigüedad en su obra: "Poemas amorosos en su mayoría, están atribuidos generalmente a un yo lírico masculino y dirigidos a un destinatario femenino, lo cual puede ser reflejo de una concepción absolutamente gratuita de la poesía, entendida como pura creación estética ajena a toda confesión sentimental y en la que el asunto amoroso es pretexto de sus inclinaciones lésbicas, sugeridas por alguno de los que la conocieron y desmentidas categóricamente por todos" (Poesía, 1996:9-10). En mayo de 1938 se hizo cargo de la secretaría general de la sección española de Solidaridad Internacional Antifascista (S.I.A).
Después de la victoria de los nacionales, Lucía Saornil se exilió en Francia. Para escapar a la deportación, debió volver secretamente a España en 1942, primero a Madrid y más tarde a Valencia. Continuó en la clandestinidad hasta 1954. Entonces se trasladó a Valencia, donde murió el 2 de junio de 1970.
Obras
Poesía. Editorial Pre-Textos. 1996.
ROMANCE DE DURRUTI
¿Qué bala te cortó el paso
maldición de aquella hora,
atardecer de noviembre
camino de la victoria ?
Las Sierras del Guadarrama
cortaban de luz y sombra
un horizonte mojado
de agua turbia y sangre heroica.
Y a tus espaldas Madrid,
el ojo atento a tu bota,
mordido por los incendios,
con jadeos de leona,
tus pasos iba midiendo
prietas el puño y la boca.
¡Atardecer de noviembre,
borrón negro de la Historia !
Buenaventura Durruti
¿Quién conoció otra congoja
más amarga que tu muerte
sobre la tierra española ?
Acaso estabas soñando
las calles de Zaragoza
y el agua espesa del Ebro
caminos de laurel-rosa,
cuando el grito de Madrid
cortó tu sueño en mal hora…
Gigante de las montañas,
donde tallabas tu gloria,
hasta Castilla desnuda
bajaste como una tromba
para raer de las tierras
pardas la negra carroña,
y detrás de ti, en alud,
tu gente, como tu sombra.
Hasta los cielos de Iberia
te dispararon las bocas.
El aire agitó tu nombre
entre banderas de gloria
— canto sonoro de guerra
y dura canción de forja—
y una tarde de noviembre
mojada de sangre heroica,
en cenizas de crepúsculo
caía tu vida rota.
Sólo hablaste estas palabras
al filo ya de tu hora.
Unidad y firmeza amigos
¡para vencer hais de sobra !
Durruti, hermano Durruti,
jamás se vio otra conjoja
más amarga que tu muerte
sobre la tierra española.
Rostros curtidos del cierzo
quiebran su durez de roca ;
como tallos quebradizos
hasta la tierra se doblan
hércules de firme acero.
¡Hombres de hierro sollozan !
Fúnebres tambores baten
apisonando la fosa.
¡Durruti es muerto, soldados,
que nadie mengüe su obra !
Se buscan manos tendidas,
los odios se desmoronan,
y en las trincheras profundas
cuajan realidades hondas
porque a la faz de la muerte
los imposibles se agotan.
— Aquí está mi diestra, hermano,
calma tu sed en mi boca,
mezcla tu sangre a la mía
y tu aliento a mi voz ronca.
Parte conmigo tu pan
y tus lágrimas si lloras.
Durruti bajo la tierra
en esto espera su honra.
Rugen los pechos hermanos.
las armas al aire chocan.
sobre las rudas cabezas
sólo una enseña tremola.
Durruti es muerto. ¡Malhaya
aquél que mengüe su obra !
Soñar, soñar siempre
Has jugado y perdiste: eso es la vida.
El ganar o perder no importa nada;
lo que importa es poner en la jugada
una fe jubilosa y encendida.
Todo lo amaste y todo sin medida.
¿Cómo puedes sentirte defraudada
si fuiste por amor crucificada
con un clavo de luz por cada herida?
Sobre urdimbres de olvido van tejiendo
lanzaderas de ensueño otra esperanza
de un morir cotidiano renaciendo.
Porque un nuevo entusiasmo nos transporta
a otro ensueño entrevisto en lontananza
y en la vida, el soñar, es lo que importa.
E Dios
He de creer en ese Dios absurdo,
ese Dios que hizo al hombre contrahecho
y que le señorea por derecho
exigiendo lo recto por lo zurdo?
¿Quién inventó ese Dios de horca y cuchillo
que creció y se nutrió de guerra santa?
con halagos a Dios el hombre espanta
su miedo tenebroso y amarillo.
Tan amarillo como la ictericia
enfermedad terrible que se inicia
en el vientre poluto de la madre.
Cuerpo y alma luchando medio a medio
para acabar podrido sin remedio;
pero tan sólo cuando a Dios le cuadre.
Romance de La Libertaria
María Silva por nombre
ya era un romance certero.
María Silva traía
los grandes ojos ardiendo,
muda su lengua andaluza,
pálido el rostro moreno
y un espasmo de terror
por las entrañas adentro.
Estampa de noche trágica.
Benalup, en su recuerdo
raía como una lima
la carne de su cerebro;
cerebro de niña pobre,
sin pan, sin libro y sin credo.
En una disputa trágica
gritan la llama y el viento;
rayan la noche fusiles
con resplandores siniestros
buscando al hombre en el monte
como el lobo carnicero.
Dieciséis años tenía
María Silva incompletos.
¡Ay, María Silva Cruz,
nieta del bravo “Seisdedos”,…
tus piernas de corza joven
hacen competencia al viento!
¡Corre hacia los negros campos;
corre viva, corre presto;
salva tus dieciséis años,
tu vida en flor, que aún es tiempo!
Salta las tapias enanas,
busca refugio en los cerros;
chacales con voz humana
siguen tu rastro sangriento.
¡Corre, María Silva, corre!
Y el sol la alumbró corriendo
por caminos de Jerez,
duros de noche y de invierno.
¡A la zaga iba el destino
como una fiera al acecho!
En cárceles tenebrosas
–Cádiz, Sevilla– murieron
como dieciséis jazmines
dieciséis años parleros.
Alguaciles y escribanos
–jeta asquerosa de puercos–
olisqueaban tu carne
y tu pobreza, sabiendo
que el hambre es la celestina
mejor de sus trapicheos.
¡Pecado tus ojos grandes,
aún abrasados de incendio,
tu dulce lengua andaluza,
tu labio tímido y fresco!
¡Pecado con que soñaban
sus apetitos sin freno!
Un incentivo, tu llanto,
mejor que un dique a su sueño
Y la flor de tu inocencia,
aguijón de su deseo.
Fuera botín descontado
tu carne, carne del pueblo,
si en la sombra no velaran
como dos puntas de acero
–carne de tu misma carne–
un afán con ojos negros.
Quebró el destino su vara
y te miró con respeto.
¡Ay, María Silva Cruz
(“Libertaria”, por tu abuelo),
qué poco dura la dicha!
¡qué poco dura!, ¡ay! El tiempo
mide con varas distintas
una alegría y un duelo.
Apenas tuviste un dulce
collar de brazos morenos,
roncos cañones tronaron
sus tempestades de hierro;
Atila picó de espuelas
su raudo potro siniestro;
sobre los campos de España
la sal del odio vertieron,
porque no dieran más pan
que el pan de su privilegio.
Se desbordaron de sangre
el Guadalquivir y el Ebro;
torrentes rojos teñían
montes, collados y oteros;
y a la luna subió el grito
de guerra del pueblo ibero.
–¡A las armas!, camaradas,
¡a las armas!, que los perros
han quebrado sus carlancas.
¡A las armas! ¡Rompan fuego!
Lucha cruel han trabado
la aristocracia y el pueblo
y en un revuelto amasijo
de carnes rotas y nervios,
rugen por tierras de España
cada uno de sus fueros.
–¡Camaradas, a las armas!
¡El grito deshizo el cerco
adorable de los brazos
y quebró desnudo el cuello!
Sola, no, que ya reclinas
un sueño de oro en tu pecho;
aún tienes una sonrisa
que devuelve tu reflejo
¡”Libertaria”, has de ser fuerte!
María Silva, ¡de hierro!
Pedazos de tus entrañas
necesitan tu alientos.
Látigos hienden la noche.
–Corazón mío, es el viento…
Y María Silva canta:
–“Duerme…, nanita…, arrapiezo.”
Puños de gigante baten
la puerta del aposento
y la noche entra de pronto,
negra de horror y misterio.
–Ráfagas de fuego arrancan
desgarrones de silencio–.
¡Ay María Silva Cruz,
carne dolida del pueblo!
Rugió brutal el destino,
–¡Al fin, María Silva! ¡Fuego!
¡Ay!, María Silva Cruz
(“Libertaria”, por tu abuelo),
¡carne de tu misma carne,
te vengará el pueblo ibero!
Romance del 19 de julio
La vida separó en seco
fué en el tiempo de la siega-;
la canción del labio mozo
se trocó en dura blasfemia
y la hoz dejó en el surco
una interrogante abierta.
La vida se paró en seco
en la ciudad y en la aldea;
se enfrió el horno del pan
y sobre el trigo la muela
se inmovilizó de pronto
sin acabar la tarea.
¡Descansó el macho en el yunque
con un apagón de estrellas!
¡La vida se paró en seco
cuajada en gritos de alerta!
Aulló el hambre; despertó
la legión de la miseria,
husmeó al aire cargado
de electrizadas centellas
y un puño gigante en alto
contó minutos de espera.
De Este e Oeste y desde el Norte
al Mediodía de Iberia
corrió el "alerta" del paria
al acecho de sorpresas.
¡Cuidad los hombres del llano!
Los de la montaña, ¡alerta!,
los que en la huerta se afanan,
los que junio el agua sueñan.
¡Aquí los descamisados
firme el puño en la herramienta,
que herrumbre de viejos hierros
nos amaga las muñecas!
¡La vida, toda, tembló
de temerosa impaciencia!
¡Júbilo de los esclavos!
Las noches eran espléndidas;
iluminadas de rojo
sonoras de voces. Eran
como esa canción sin nombre
que el viento arranca a la selva
sacudiendo hasta la entraña
del árbol bajo la tierra.
Eran crepitar de llamas
despeño de torrenteras
silbidos entre relámpagos,
muerte y vida en recia mezcla.
Y en medio del torbellino
boca pegada a la tierra
va un suspiro.. -Hermano, oye...¬
(Están en sombra y se aprietan
las manos tímidamente
sin que ayer se conocieran).
Mi madre quedó llorando,
cuando me marché, de pena,
creída en el desamparo
si mi muerte acaeciera.
(Júbilo de los esclavos,
júbilo! La bocanegra
del fusil crea en la noche
una ráfaga de estrellas).
Y la voz... -Lleva a mí madre,
si yo caigo, esta certeza:
que aquí dejo mil hermanos
valientes que la defiendan,
hijos de su misma entraña
aun cuando no los pariera.
¡Júbilo de los esclavos! En julio rojo la tierra
como un vientre estremecido
recibió la siembra nueva.
(Mujeres Libres, n° 11, dic. 1937, Barcelona)
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