viernes, 21 de octubre de 2011
5004.- HUGO LINDO
Hugo Lindo
Hugo Lindo Olivares fue un poeta, novelista, diplomático, político y abogado salvadoreño nacido en el Puerto de La Unión (El Salvador), el 13 de octubre de 1917, dentro de una familia de clase media trabajadora.
Estudio en la Universidad de El Salvador, donde obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales. En 1947 hizo un viaje como diplomático a Corea. Fue embajador de El Salvador ante la República de Chile (1952-1959) y ante la República de Colombia (1959-1960). Fue Ministro de Educación en 1961 y volvió al servicio diplomático como embajador de El Salvador en España (1969-1972). Participó en la fundación de la Universidad "Dr. José Matías Delgado" y se desempeñó como Decano de la Facultad de Bellas Artes de dicha Universidad (1979-1985). A nivel personal, estuvo felizmente casado con Dña. Carmen Fuentes C; y tuvieron 7 hijos, de los cuales, Héctor Lindo Fuentes destaca cono investigador de historia económica centroamericana, y Ricardo Lindo Fuentes destaca como escritor e investigación histórica de recuperación del patrimonio cultural salvadoreño; aunque su temática y su estilo nada tiene que ver con el de su padre. Hugo Lindo falleció en San Salvador, el 9 de septiembre de 1985, a la edad de 68 años. En 2005, la VII Semana de la Lectura de El Salvador estuvo dedicada a su memoria, y en el año 2010 otro homenaje en conmemoración de los 25 años de fallecimiento, por parte de la Universidad Dr. José Matías Delgado.
Como jurista, obtuvo la Medalla de Oro a su tesis doctoral El divorcio en El Salvador; y posteriormente a la desaparición de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), publicó unas reflexiones sobre la misma, en La Integración Centroamericana ante el Derecho Internacional (1971)
Publicó los poemarios: Poema eucarístico y otros (1943), Libro de Horas (1948), Sinfonía del Límite (1953), Trece instantes (1959), Varia Poesía (1961), Navegante río (1963), Solo la voz (1968), Maneras de llover (1969), Este Pequeño Siempre (1971), Resonancia de Vivaldi(1976), Aquí mi Tierra (1979), Fácil Palabra (1985), y de manera póstuma se publicaron varias obras, que dejó como testamento vital, a saber: Desmesura (1992), Prólogo a la Noche (1999), Casi en la Luz (1999)y con el nombre Mañana Será el Asombro, se publican tres tomos de su poesía completa, el primero en 2006, el segundo en 2008 y el tercero en 2010.
También trabajó la narrativa, con El Anzuelo de Dios (1956), ¡Justicia, Señor Gobernador! (1960, su obra más conocida), Cada día tiene su afán (1965) y Yo soy la Memoria (1983).
V
Hablo de ti.
De mí.
De la mujer hallada
Donde la sombra y el costado herido.
Del primer estertor.
De la manzana,
Y del llanto inicial de nuestros hijos.
Hablo de la inocencia.
De tu imagen
Y su dulce reflejo sobre el agua.
De un vuelo ya olvidado
Que estremeció de blanco el aire puro.
De un cáliz entreabierto en la mañana
Y del rocío en él, como un milagro.
XX
Todo esto.
Yo me busco.
Yo te busco.
Hallo un largo dolor que nos circunda,
Como si la manzana que mordimos
Hubiese madurado entre las sombras.
No sé cómo decirlo.
Estoy vacío.
Me quema una palabra que no encuentra
Su rumbo hacia los labios.
Me tortura
Una nostalgia artera, subterránea,
Que no descubro sino cuando lloro.
Y estoy solo y contigo y nuevamente
Conmigo y solo y busco y no te encuentro.
Y no me encuentro.
Y solo.
Y nuevamente.
Como si este vacío fuera todo.
DE LA POESÍA
I
Bien: es lo que decíamos ahora.
Encenderse de lámparas sin motivo aparente.
Alzar copas maduras
y beber los colores de la nieve
como quien bebe alas de paloma
o brinda con angélicas especies.
II
Claro: lo que decíamos ahora.
¿Para qué detener en las palabras
lo que se va por ellas, y revierte
en el propio minuto del encanto
a su silencio tenue?
¿Para qué definir lo que pudiera
relatarse jeroglíficamente?
III
Exactamente: de eso hablábamos.
De no decir el nombre de las cosas
ni aquella calidad de las aprieta,
sino sólo su sombra,
mejor dicho, el milagro
sonoro de su aroma.
Dejar que las palabras
por sí solas,
tomen hacia el prodigio
la ruta aérea de las hojas.
DEJAD, PUES, QUE SUCUMBA
Nadie, Señor, no, nadie
me aparta las malezas
ni me alumbra las dudas
ni me quita las rejas de mi cárcel.
Sólo yo, con los dedos,
con las uñas,
con los dientes,
con la pasión desorbitada y múltiple,
seré el hallazgo heroico
o el vencido de pie.
Ya lo dicen los libros de la selva
-sorteza,
garra,
historia apenas entrevista-:
que haga el varón su muerte gota a gota,
que edifique su lámpara,
que construya su herida.
Yo soy mi padre, el hijo de mi padre,
la sucesión perenne del esfuerzo,
el brote verde,
el fruto,
la semilla
y el recomienzo amargo de mi estirpe.
Dejad, pues, que sucumba.
Que levante mi lanza de alaridos.
Que me rompa la piel, los huesos, todo,
porque este afán es privilegio mío.
CANTO XXVIII
Va de mi puño y puño y letra a letra
surgiendo multitud de instantes.
Unas veces soy yo, o es mi sollozo.
Otras veces la estampa de mi padre.
De pronto, en una vuelta del recuerdo,
lunas, pájaros, versos niños, árboles,
hasta que surge acompañando al día
tu paso junto al mío, hacia la tarde.
Pero todo es igual, uno y lo mismo.
El universo se trasfunde y cabe
en el nombre del hombre que yo llevo
y en tu presencia adentro, arriba, al margen.
También lo que sucede y nos sucede.
Y la serenidad que nos invade
cuando ya las pasiones amansaron
en una paz de unción, todo su oleaje.
Es cierto. Estoy cansado. Es justo ahora
que bendiga tu sombra
y que descanse.
También que llore a orillas del olvido
y escuche el golpeteo de mi sangre.
Todo es uno y lo mismo. Tu silencio.
Mi silencio. Tu voz. Mi voz. El aire
que acaricia con mano de nostalgia
toda la historia, amor, de nuestro viaje.
No se cumple el milagro en una espora:
se cumple en nuestro vino y nuestra carne,
y es uno solo el rumbo de los días
desde el vagido hasta el reposo grande.
Y un hombre no es un hombre ni su estirpe,
sino el río, la piedra, el viento, el cauce.
Y sobre todo, amor, el amor mismo
con su secreta población de arcángeles.
DORMIREMOS AQUÍ
Dormiremos aquí
donde la hormiga
acumula su sórdida riqueza.
Aquí, donde el verano no se atreve
a hincar la azada
ni a plantar la flecha.
Aquí donde el festón de las raíces
se agazapa y enreda.
Dormiremos.
Donde el agua inefable del invierno
se filtra,
leve, queda,
hasta mojar los párpados
y la sonrisa yerta.
Aquí,
taller sombrío en que se forjan
las cosechas.
Dormiremos aquí.
Cerrad la puerta.
FÁCIL PALABRA
1
Fácil sería la palabra
sin hojas.
Fácil como un vacío.
Como una sombra.
Pero ocurre al contrario: te arrimas al silencio
y ella te acosa
llena de ideas,
de memorias,
siempre con algo entre las manos.
Y simplemente no la logras
desnuda, sola.
4
Teníamos que decirnos muchas cosas
y no hallábamos cómo.
Era mejor así. Corría el tiempo
y envejecíamos con él.
Y eso era hermoso.
Porque pensando apenas, o sintiendo y pensando,
o nada más sintiendo,
adivinábamos
lo que es el zumo de este testimonio:
teníamos que decirnos muchas cosas,
pero ¿cuáles?
¿Y cómo?
11
Amor amor amor amor setenta veces,
setenta veces siete veces.
Amor amor amor amor. Nadie habrá que lo olvide.
Siempre quién lo recuerde.
27
Los ojos fueron el primer idioma
y las tímidas manos el segundo,
la palabra, el tercero, y es el cuarto
este callar sencillo, pero juntos.
35
Y si a mí me preguntaran por tu fuerza
de enredadera en flor, de irresistible
fragancia, de rocío refrescante,
de amoroso follaje y sombra firme,
¿cómo responderé lo que no puede
sin menguar, decirse?
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