Ana Castillo
Berlanga, BADAJOZ 1961.
Estudió Magisterio y trabaja como maestra en el colegio público Francisco. Giner de los Ríos, en Mérida. Desde muy pequeña tuvo una gran pasión por los libros, y eso la llevó a escribir poesías y relatos a una edad muy temprana, según reconoce ella misma.
Dice la autora que la poesía es el mejor vehículo de expresión y comunicación de sentimientos. Y efectivamente, sus poemas surgen de sentimientos, expresan las sensaciones y los recuerdos de momentos íntimos, en absoluta armonía con la naturaleza.
La sentimentalidad y el lenguaje sencillo son las dos características de sus poesías. Huye de la palabra rebuscada, pero al mismo tiempo procura la exactitud conceptual. Por eso resultan tan agradables sus poemas, y porque entablan un diálogo directo con nuestros propios sentimientos. Esa conversación bien puede ser la de dos amigos que recuerdan su infancia, sentados en un banco de una plaza mientras ven pasar el tiempo silencioso.
La palabra en los versos de Ana Castillo nos envuelve en un mundo íntimo, incluso de ensueños. El verso fluye suave, tranquilo, a lo largo de sus poemas. Prefiere el verso libre, aunque no descarta medidas clásicas; sus versos tienen un ritmo sin estridencias ni altibajos innecesarios.
Es una poesía pretendidamente clara, expresiva y comunicativa, en la que prevalecen dos elementos: los sentimientos y la naturaleza, unidos por el recuerdo.
Ana Castillo colabora con algunas publicaciones periódicas de la región y pertenece a varias tertulias literarias ("Gallos Quiebran Albores" y "Café a las cinco y copa a las siete"). Promueve junto a Daniel Casado y Francisco J. Carmona el proyecto cultural ADAMAR.
F.J.J.B.
BIBLIOGRAFÍA
El despertar de las adelfas. DPDB, Col. Alcazaba. Badajoz 2000.
Vuelos de eternidad. Mérida, 2000.
Petra. La noche, tú. Col. El Pájaro Solitario, Mérida 2001.
Premios
Premio Oliva de la Frontera de Poesía, 1.996;
XI Concurso literario de la Asociación Residencia Hogar del Maestro Jubilado. Madrid, 1.996.
VI Certamen de poesía "José de Espronceda", 1.998, (organizado por la Federación de Asociaciones Extremeñas de Cataluña).
Premio de poesía "Cilanco" 1.999 del III certamen literario "Emilio Murcia" en Albacete.
Vuelos de Eternidad, de Ana Castillo.
Primera parte: Recuérdame
IV
Recuérdame feliz con mis coletas,
y mis leotardos rojos y aquel brillo
del charol del domingo
en mis zapatos nuevos.
Y recuerda también
la misa perfumada de las once,
tu presencia distante, pero cierta,
la breve curva del agua rendida,
la cita con el puente y sus regatos,
la nobleza de un aire
festejado de soles.
-Ahora cabalgo nubes que no nombro
y está el puente poblado de ojos nuevos
que no podrán saber de tu prestancia-.
Olvida
aquel momento triste en que, sumida
en medio del bullicio, me ausenté;
mis pupilas oscuras, tan lejanas...,
inmolando el azul de la mañana;
mi huida hacia el remanso del olvido;
la pulsación sombría de las aves
que acecharon, tenaces, mi regreso.
Olvídalo. No importa.
Sólo importa que fui
voraz caleidoscopio de ilusiones,
libro que estaba abierto a la escritura
naciente del amor ,
ingenuo manadero de delirios
sobre el perfecto talle de tu imagen.
No olvides
la alquimia de la hoguera
en la noche embrujada de las cruces;
los ancianos en círculo,
protegiendo el arcano de las llamas;
a nosotros, danzando enloquecidos
al conjuro de extraños sortilegios,
cantando, ingenuos, "a tapar la calle"
para impedir que el alba destruyese
el luminar flamante de la fiesta.
Segunda Parte: Vuelos
IV
Sumérgeme en tu seno,
aire que ahora comienzas
a ondular tus promesas sobre mí.
Haznos sólo de ti, aire purísimo,
aire fresco de garzas y gaviotas.
Mi amigo y yo queremos
cubrirnos con la brisa de tu piel.
Mi amigo y yo te amamos.
Mi amigo, cristalino como tú.
Mi amigo, transparente como un vuelo.
Mi amigo, que ya es viento,
que ya es viento...
XII
Vuelos, vuelos de luz, vuelos muy altos,
que remonten montañas gigantescas
donde nada se escuche,
sólo el canto
de algún pájaro libre y vagabundo.
En la cima de un monte
que recorte
con sus crestas el cielo
y haga suyo
el silencio de nubes, el vacío,
para colmarlo todo con su aliento,
con su enorme energía contenida.
Así, pájaro mío, te vislumbras.
Reflejas tu silueta en el espejo
de un horizonte inmenso
como el alba.
Tercera Parte: Eternidad
I
Flotamos en el viento,
somos plumas
viajando al paraíso de las aves.
El cielo es transparente como un niño.
Las nubes han bañado nuestros rostros
y nos sentimos limpios.
Ya nada es comparable a no ser nada,
ser sólo pluma leve en el espacio.
Ya nada es comparable a serlo todo,
ser plumas de algún ave prodigiosa.
XIII
Un poco más, amor,
estamos cerca,
muy cerca de tapar todas las calles
que nacen de las sombras y del miedo;
las calles con que inician las mañanas
su anarquía de cielos apagados.
Petra. la noche, tú, de Ana Castillo.
I
Atardece.
Se viste la luz de blanco
a estas horas, en Jordania.
Una extraña impaciencia me posee.
Petra aguarda tras las colinas.
Aún no conozco su rostro,
pero ella, seductora, se insinúa
con prodigios que anticipan su belleza:
se diría que es mar el horizonte
donde se sumerge el sol
mientras un ángel
devana sobre el cielo
un concierto inaudito de colores,
sorprendente cadencia de matices
que antes sólo a tu rostro atribuía,
al naranja azulado de tu voz,
gaviota huida,
recobrada en la bruma
de este espejismo de agua
que me envuelve.
III
Ajados sus cuerpos,
evaporado el aliento
por el duro sopor de la miseria,
motas negras de luto,
los beduinos horadan
la ilusión tornasolada del momento.
Mientras, ojos curiosos
y flashes que equivocan la visión
devoran sus encantos torpemente.
Me pierdo
en esta ingente escalada de trofeos.
Ya no existe la senda luminosa
ni los versos, bullendo, de un poema.
Regresaré a la oscuridad,
al poder ilimitado de las sombras
donde todo se puede desear
sin que nadie te robe un sólo instante
o te usurpe el espacio de un latido.
Petra, la noche, tú...
Y podría compartiros a mi antojo.
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