Jesús David Curbelo Rodríguez
(Camagüey, 29.12.1965)
Poeta, narrador, ensayista, crítico literario, traductor y profesor universitario.
Licenciado en Letras por la Universidad Central de Las Villas, 1988. Fue miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) hasta el año 2000 y, actualmente, es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
En su quehacer se ha desempeñado como:
1988-1993: Asesor literario en los municipios Najasa y Camagüey, en la provincia Camagüey.
1995: Editor de las Ediciones Ávila, en la provincia Ciego de Ávila.
1996-2002: Director de la Editorial Ácana del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Camagüey.
2002-2004: Escribe una columna quincenal en la publicación digital Cubaliteraria, destinada a la reflexión crítica sobre la poesía.
2004-2010: De conjunto con Roberto Manzano y Susana Haug Morales, impartió el Diplomado Historia, Teoría y Práctica de la Creación Poética, en el cual explicaba la asignatura Historia de la Creación Poética; convertido hoy en el Proyecto Pedagógico “Laboratorio de Escrituras”, auspiciado por el Festival de Poesía de La Habana.
Además, tuvo a su cargo el diseño conceptual de la editorial Ácana y trabajó en el concepto editorial de la revista Antenas. En el año 1990, fue editor de la revista Antenas, que publica el Centro del Libro y la Literatura en Camagüey. Durante 1996 y 1997, se desempeñó como Director de dicha publicación y, desde 1998 hasta el 2002, laboró en ella como Subdirector.
Actualmente, desde el 2004, es Profesor Asistente de la Universidad de La Habana, donde ha enseñado Literatura General en la Facultad de Comunicación Social y Literatura Latinoamericana en la Facultad de Artes y Letras; desde el 2002 es Jefe de Redacción de Poesía en Ediciones Unión, La Habana; y es guionista y conductor del espacio televisivo A trasluz, dedicado a conversar sobre poética con poetas cubanos contemporáneos, que se trasmite desde el 2010 por el canal educativo, los lunes a las 6:45 de la tarde. Forma parte, también, del Consejo Editorial de la revista La Letra del Escriba, perteneciente al Instituto Cubano del Libro.
Ha impartido conferencias, charlas, conversatorios, y otras acciones de superación acerca de la edición de textos, tanto en los temas de gerencia y gestión editorial, como en el tema cuidado de la edición. Durante los años 2000 y 2001, formó parte del equipo de profesores del Curso de Edición impartido en la provincia Camagüey. Allí se ocupó de la asignatura Fundamentos editoriales, que incluía en su programa un amplio espectro tanto acerca del concepto editorial libro como sobre el concepto editorial revista. En 2003 participó en el Congreso Internacional Cultura y Desarrollo como ponente en el tema: Edición de libros, revistas culturales y creación literaria en Cuba.
También ha sido jurado de importantes premios y concursos nacionales tanto de poesía como narrativa y ensayo.
Libros publicados
POESÍA:
• Insomnios (Ed. Acana, Camagüey, 1994)
• Extraplagiario (Ed. Holguín, Holguín, 1995)
• Salvado por la danza (Ed. Unión, La Habana, 1995)
• Libro de cruel fervor (Ed. Capiro, Santa Clara, 1997)
• Libro de Lilia Amel (Ed. Sed de Belleza, Santa Clara, 1998)
• El lobo y el centauro (Ed. Capiro, Santa Clara, 2001)
• Cirios (Ed. Ácana, Camagüey, 2002)
• Apología del silencio (Ed. Extramuros, La Habana, 2003)
• El mendigo de Dios (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2004)
• Parques (Ed. Capiro, Santa Clara, 2004)
• Éxodo (Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 2004)
• Aprendiendo a callar (Ed. Unicornio, La Habana, 2005)
• Sonetos imperdonables (Ed. Ácana, Camagüey, 2006)
• Cárcel, memoria y abrigo (Ed. Capiro, Santa Clara, 2008)
• Las quebradas oscuras (antología personal, Editorial Letras Cubanas, 2008)
• Lilia Amel (Ed. Gente Nueva, 2010)
NOVELA:
• Inferno (Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1999)
• Diario de un poeta recién cazado (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1999 y 2001; Conexión Gráfica, Guadalajara, México, 2002; Ibis Rouge Editions, Guyana, Francia, 2004; Éditions du Cercle, París, 2005).
• Cuestiones de agua y tierra (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008).
CUENTO:
• Cuentos para adúlteros (Ed. Chau Bloqueo, Buenos Aires, l995; Ed. Letras Cubanas, La Habana, l997)
• Tres tristes triángulos (Reina del Mar Editores, Cienfuegos, 2000)
• Las (di)versiones de Eva (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2003)
• Otros cuentos de amor, de locura y de muerte (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2006)
TRADUCCIONES:
• Poemas escogidos de John Donne, (Ed. Arte y Literatura, 2002).
• El peor de la manada de Joachim du Bellay (Ed. Ácana, 2002).
• Cantos de inocencia y Cantos de experiencia de William Blake, en colaboración con Susana Haug, (Casa de Letras, 2004).
• Vida nueva de Dante Alighieri (Ed. Arte y Literatura, 2005).
• Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters, en colaboración con Susana Haug (Ed. Arte y Literatura, 2007).
Textos en ANTOLOGÍAS:
• Jugando a juegos prohibidos (Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1992), Poesía.
• El cuerpo inmortal (Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1997), Cuento.
• Perverso ojo cubano (Ed. La Bohemia, Buenos Aires, 1999), Cuento.
• Aire de luz (Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1999), Cuento.
• La terra delle mille danze (Ibiskos Editrice, Florencia, 1999), Cuento.
• The inmortal body (Ed. José Martí, Ciudad de La Habana, 2000), Cuento.
• Palabra de sombra difícil, Casa Editora Abril-Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 2001). Cuento.
• De Cuba te cuento (Ed. Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002). Cuento.
• Conversación con el búfalo blanco (Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 2005). Cuento.
• Las escamas del dragón (Editorial Lengua de Trapo, Madrid, 2005). Cuento.
• Pequeñas Resistencias/Little Resistance: Antologia Del Nuevo Cuento Norteamericano y Caribeño, Pujol & Amado S.L.L., Estados Unidos, 2005. Cuento.
• Kubánská čítanka: španělsko-české vydání (Labyrint) Praga, 2006. Cuento.
• Cuba on the Edge. Short Stories from the Island (Critical, Cultural and Communications Press), Nottingham, Great Britain, 2007. Cuento.
• New Cuban Fiction (Dalkey Archive Press), USA, 2007. Cuento.
• El hacer poético (Ed. Veracruzana, Veracruz, México, 2008). Entrevistas sobre pensamiento poético en Hispanoamérica.
• Más cuentos infieles (Ed. Unión, 2009).
Ha publicado poemas, cuentos, ensayos, traducciones, entrevistas y artículos de crítica literaria, de artes plásticas y cinematográfica en las revistas Casa de las Américas, Revolución y Cultura, La Gaceta de Cuba, Unión, Sic, El Caimán Barbudo, La Letra del Escriba, La Jiribilla, Amnios, Antenas, Ámbito, Quehacer, La Revista del Vigía, Alma Mater, Cinema, Videncias, Resonancias, Cauce y La Noria.
Ha colaborado también con poemas, cuentos, reseñas, ensayos y traducciones en algunas revistas extranjeras: Zurgai (España), Azahar (España), Cuadernos hispanoamericanos (España), Nuevo texto crítico (Estados Unidos), Niederngasse (Suiza), Blanco móvil (México), Alforja (México), La Otra Gaceta (México), Agulha (Brasil), Revista de la Facultad de Lenguas Modernas. Universidad Ricardo Palma (Perú), Literatur Nachrichten (Frankfurt, Alemania).
Sus poemas, cuentos, entrevistas, ensayos y artículos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, checo, neerlandés y chino.
Premios y Reconocimientos:
- “David” de Poesía en 1991 por “Salvado por la danza”.
- “Regino Boti” de Cuento en 1992 por “Cuentos para adúlteros”.
- “Emilio Ballagas” de Poesía en 1993 por “Libro de Lilia Amel”.
- “Adelaida del Mármol” de Poesía en 1994 por “Extraplagiario”.
- “Fundación de la Ciudad de Santa Clara” de Poesía en 1996 por “Libro de cruel fervor”.
- Revolución y Cultura de Cuento en 1996 por “Diez minutos de parada”.
- Beca de la UNEAC a proyecto de novela, 1997.
- “Bustarviejo” de Poesía, Madrid, 1998.
- “José Soler Puig” de Novela, 1998 por “Diario de un poeta recién cazado”.
- Beca de la UNEAC a proyecto de novela, 1998.
- “Reina del Mar” de Cuento, 1999 por “Tres tristes triángulos”.
- Distinción por la Cultura Nacional, 1999
- “Ser fiel” de Poesía, 2000 por “El lobo y el centauro”.
- Premio Nacional de la Crítica Literaria 2001 a su libro “El lobo y el centauro”.
- “Rafael Soler” de Cuento, 2002 por “Las (di)versiones de Eva”.
- “Fundación de la Ciudad de Santa Clara” de Poesía, 2003 por “Parques”.
- Premio Nacional de la Crítica Literaria 2004 a su libro “Parques”.
- Premio Silvestre de Balboa 2006 al conjunto de su obra literaria.
( Dirección de correo electrónico: jesusdavid@cubarte.cult.cu )
de “Libro de cruel fervor”, 1997
ANALECTAS DEL EXILIO
Miro al mar. Cuento monedas.
Siempre aquí se mira al mar.
Entre mirarlo y contar
monedas pasan las vedas.
Y las vidas: naces, quedas
preso entre leyes y reyes
que amputan, dictan las leyes,
tuercen cuellos y eslabones,
acuñan las ilusiones
y nos tornan perros, bueyes,
buitres del oro y la sal,
títeres, cerdos, vampiros
que se nutren de suspiros
en pos del bien, y hallan mal.
Miramos. La vista es cal
contra el muro del vacío.
Nuestro muro. El tuyo. El mío.
Ese que, airoso, se erige
en cerco. Y vigila. Y rige
la mansedumbre, el hastío,
la piedra en la boca, el humo
entre las manos, el paso
circular, el campo raso,
el acíbar para el zumo,
la sangre, el látigo, el grumo
que somos ante la ley:
putas, mendigos: la grey
que mira al mar sin auxilio,
monedas cuenta, y exilio
suplica, burlando al rey.
Pero la burla es un juego
de espejos: en el exilio
no hay salvación ni concilio.
Es otro yugo: el del fuego
de la nostalgia, y el ruego
por regresar a la tierra
donde comenzó la guerra
por elevarse, por ser
viajeros, por poseer
otra cárcel —la que encierra
en su red tiempo y memoria—
donde nada se vislumbra.
En el exilio no alumbra
más luz que la misma historia
infinita de la gloria
buscar del parto a la cruz,
errar, bajar la testuz,
seguir siendo un extranjero,
ver el mar, contar dinero,
y soñar con otra luz.
¿Qué es la luz? ¿Dónde está? ¿Dónde
encontrarla puede el siervo
de sí mismo? ¿Dónde el cuervo
que grazna y se marcha? ¿Adónde
va, maltrecho? ¿Dónde esconde
la luz su rostro divino?
¿En el mar? ¿En el cansino
repicar de las monedas?
¿En las carnes? ¿En las sedas?
¿En el oropel del vino
que nos coloca el destino
siempre lejos de la boca?
¿En la cárcel? ¿En la roca
que es, a la par, fe y camino?
¿En el silencio? ¿En el trino
oscuro que nos alienta?
¿En el muro? ¿En la violenta
liturgia que nos obliga
a ser caballo y auriga,
guerra y paz, perdón y afrenta,
hambre y mesa suculenta
que es, no es, está y no está?
¿Dónde queda? ¿Cómo va
hacia esa luz que lo tienta
el hombre? ¿Cuándo la enfrenta?
¿Y cómo? ¿Y por qué? ¿Quién gana
en tal combate? ¿La vana
confianza de ser hostil?
¿El hombre? ¿La luz? ¿O el vil
simulacro de un mañana?
Porque habrá un mañana. Diana
hará en él el hombre adulto
al prescindir de ese culto
al dinero, a la sotana,
al rey y a su ley. Qué sana
sensación de hallarse libre
lo inundará cuando vibre
todo su ser bajo el nombre
de Dios, que le diga: “Hombre,
búscate en mí, tu calibre
es ser tú mismo y ser Yo
que a tu existencia me afilio:
soy tu luz, tu mar, tu exilio,
tu hartazgo, tu ley, tu voz”.
Habrá un mañana. Es en Dios:
cúspide y sima del pozo
de existir: ese alborozo
donde duermo mi acrobacia,
despierto, pulso la gracia,
miro el mar y aguardo el gozo.
Miro al mar. Cuento monedas.
Siempre aquí se mira al mar.
Entre mirarlo y contar
monedas pasan las vedas.
Y las vidas: naces, quedas
preso entre leyes y reyes
que amputan, dictan las leyes,
tuercen cuellos y eslabones,
acuñan las ilusiones
y nos tornan perros, bueyes,
buitres del oro y la sal,
títeres, cerdos, vampiros
que se nutren de suspiros
en pos del bien, y hallan mal.
Miramos. La vista es cal
contra el muro del vacío.
Nuestro muro. El tuyo. El mío.
Ese que, airoso, se erige
en cerco. Y vigila. Y rige
la mansedumbre, el hastío,
la piedra en la boca, el humo
entre las manos, el paso
circular, el campo raso,
el acíbar para el zumo,
la sangre, el látigo, el grumo
que somos ante la ley:
putas, mendigos: la grey
que mira al mar sin auxilio,
monedas cuenta, y exilio
suplica, burlando al rey.
Pero la burla es un juego
de espejos: en el exilio
no hay salvación ni concilio.
Es otro yugo: el del fuego
de la nostalgia, y el ruego
por regresar a la tierra
donde comenzó la guerra
por elevarse, por ser
viajeros, por poseer
otra cárcel —la que encierra
en su red tiempo y memoria—
donde nada se vislumbra.
En el exilio no alumbra
más luz que la misma historia
infinita de la gloria
buscar del parto a la cruz,
errar, bajar la testuz,
seguir siendo un extranjero,
ver el mar, contar dinero,
y soñar con otra luz.
¿Qué es la luz? ¿Dónde está? ¿Dónde
encontrarla puede el siervo
de sí mismo? ¿Dónde el cuervo
que grazna y se marcha? ¿Adónde
va, maltrecho? ¿Dónde esconde
la luz su rostro divino?
¿En el mar? ¿En el cansino
repicar de las monedas?
¿En las carnes? ¿En las sedas?
¿En el oropel del vino
que nos coloca el destino
siempre lejos de la boca?
¿En la cárcel? ¿En la roca
que es, a la par, fe y camino?
¿En el silencio? ¿En el trino
oscuro que nos alienta?
¿En el muro? ¿En la violenta
liturgia que nos obliga
a ser caballo y auriga,
guerra y paz, perdón y afrenta,
hambre y mesa suculenta
que es, no es, está y no está?
¿Dónde queda? ¿Cómo va
hacia esa luz que lo tienta
el hombre? ¿Cuándo la enfrenta?
¿Y cómo? ¿Y por qué? ¿Quién gana
en tal combate? ¿La vana
confianza de ser hostil?
¿El hombre? ¿La luz? ¿O el vil
simulacro de un mañana?
Porque habrá un mañana. Diana
hará en él el hombre adulto
al prescindir de ese culto
al dinero, a la sotana,
al rey y a su ley. Qué sana
sensación de hallarse libre
lo inundará cuando vibre
todo su ser bajo el nombre
de Dios, que le diga: “Hombre,
búscate en mí, tu calibre
es ser tú mismo y ser Yo
que a tu existencia me afilio:
soy tu luz, tu mar, tu exilio,
tu hartazgo, tu ley, tu voz”.
Habrá un mañana. Es en Dios:
cúspide y sima del pozo
de existir: ese alborozo
donde duermo mi acrobacia,
despierto, pulso la gracia,
miro el mar y aguardo el gozo.
del libro “El lobo y el centauro”, 2001
CUARTA ELEGÍA DEL LOBO
a Rafael Almanza
Cuando yo digo agua creo que lo he dicho todo.
Digo aire, fuego, piedra, polvo, sangre.
Todo cabe en el agua,
nace de ella,
en ella se fecunda, o la fecunda.
La lengua saborea sus sílabas sedosas:
agua, digo,
y me recorre un río la garganta y las vísceras;
pienso, agua,
y me hundo, transparente,
en su alivio tan húmedo;
agua, suspiro,
y reaparece el fuego, el derrotado;
la piedra, la pulida;
el aire, macho rápido del agua;
el polvo, novio ardiente que la espera.
¿Y la sangre?
¿Y la usura más cálida que nos lleva a morder,
como si el diente no naufragara en la virtud del agua?
Agua y sangre se beben.
Bajo a beber al cuello y la laguna.
En el cuello descubro el polvo antiguo
del orgullo y la estirpe,
la piedra de la gloria,
el aire que macera la ignorancia,
el fuego donde arden la pulcritud y el grito.
Me aguarda en la laguna el fango torvo
donde mis patas se hunden, fallan, tiemblan
con la fragilidad del cazador que yerra el blanco
y se queda a merced de mis colmillos.
Agua y sangre pernoctan en mi boca.
Cuando yo digo sangre el mundo me penetra y lo penetro.
Digo músculo, hembras, huesos del vendaval que me calcina.
Todo canto es mi sangre y flota en ella
porque la sangre acata los clarines, los címbalos, la euforia,
y también la miseria del mendigo,
el llanto de la puta que soñó con ser reina,
las llagas del enfermo, sus humores,
la carne palpitante que habrá de ser carroña sin remedio.
Agua y sangre confluyen.
Por mi sangre navegan las historias del hombre y la manada,
del tigre y del rebaño,
de los bueyes que pastan su desidia y los premian con hierro,
de los caballos prestos a cocear en la frente al suplicio,
de los perros procaces que lamen siempre el sexo de sus dueñas,
de las castas, los clanes,
la espuma en que se asfixian la angustia y el recuerdo.
Agua y sangre se mezclan.
Son como un gran torrente donde nacen la perfección y el odio,
el perdón y los crímenes,
las guerras y las nupcias,
la paz y la leyenda de las patrias.
Agua y sangre en mi sueño.
Agua.
Sangre.
Cuando yo digo agua creo que lo he dicho todo.
Digo aire, fuego, piedra, polvo, sangre.
Las palabras que faltan son inútiles:
pues truecan agua en sangre y sangre en agua.
Yo sólo sé el secreto de mi idioma
y en él bebo el enigma de la muerte,
de la naturaleza y el vacío.
Mi sed es tan intensa como el fuego,
tan dúctil como el aire,
como la piedra, altiva,
como el polvo, recóndita,
infinita, inasible, tortuosa como el agua y la sangre.
Cuando yo digo agua firmo un pacto
y la sangre de un lobo nunca engaña
porque, ¿qué he de perder si ya no tengo
la pericia del aire,
la voluntad del fuego y de la piedra,
la sapiencia del polvo,
el candor y las náuseas de la sangre y del agua?
Cuando yo digo agua digo vida
y cuando digo sangre
entro en la eternidad, me instauro, gozo.
a Rafael Almanza
Cuando yo digo agua creo que lo he dicho todo.
Digo aire, fuego, piedra, polvo, sangre.
Todo cabe en el agua,
nace de ella,
en ella se fecunda, o la fecunda.
La lengua saborea sus sílabas sedosas:
agua, digo,
y me recorre un río la garganta y las vísceras;
pienso, agua,
y me hundo, transparente,
en su alivio tan húmedo;
agua, suspiro,
y reaparece el fuego, el derrotado;
la piedra, la pulida;
el aire, macho rápido del agua;
el polvo, novio ardiente que la espera.
¿Y la sangre?
¿Y la usura más cálida que nos lleva a morder,
como si el diente no naufragara en la virtud del agua?
Agua y sangre se beben.
Bajo a beber al cuello y la laguna.
En el cuello descubro el polvo antiguo
del orgullo y la estirpe,
la piedra de la gloria,
el aire que macera la ignorancia,
el fuego donde arden la pulcritud y el grito.
Me aguarda en la laguna el fango torvo
donde mis patas se hunden, fallan, tiemblan
con la fragilidad del cazador que yerra el blanco
y se queda a merced de mis colmillos.
Agua y sangre pernoctan en mi boca.
Cuando yo digo sangre el mundo me penetra y lo penetro.
Digo músculo, hembras, huesos del vendaval que me calcina.
Todo canto es mi sangre y flota en ella
porque la sangre acata los clarines, los címbalos, la euforia,
y también la miseria del mendigo,
el llanto de la puta que soñó con ser reina,
las llagas del enfermo, sus humores,
la carne palpitante que habrá de ser carroña sin remedio.
Agua y sangre confluyen.
Por mi sangre navegan las historias del hombre y la manada,
del tigre y del rebaño,
de los bueyes que pastan su desidia y los premian con hierro,
de los caballos prestos a cocear en la frente al suplicio,
de los perros procaces que lamen siempre el sexo de sus dueñas,
de las castas, los clanes,
la espuma en que se asfixian la angustia y el recuerdo.
Agua y sangre se mezclan.
Son como un gran torrente donde nacen la perfección y el odio,
el perdón y los crímenes,
las guerras y las nupcias,
la paz y la leyenda de las patrias.
Agua y sangre en mi sueño.
Agua.
Sangre.
Cuando yo digo agua creo que lo he dicho todo.
Digo aire, fuego, piedra, polvo, sangre.
Las palabras que faltan son inútiles:
pues truecan agua en sangre y sangre en agua.
Yo sólo sé el secreto de mi idioma
y en él bebo el enigma de la muerte,
de la naturaleza y el vacío.
Mi sed es tan intensa como el fuego,
tan dúctil como el aire,
como la piedra, altiva,
como el polvo, recóndita,
infinita, inasible, tortuosa como el agua y la sangre.
Cuando yo digo agua firmo un pacto
y la sangre de un lobo nunca engaña
porque, ¿qué he de perder si ya no tengo
la pericia del aire,
la voluntad del fuego y de la piedra,
la sapiencia del polvo,
el candor y las náuseas de la sangre y del agua?
Cuando yo digo agua digo vida
y cuando digo sangre
entro en la eternidad, me instauro, gozo.
LA ORGÍA
La noche huele a sexos torrenciales:
machos, hembras, arbustos y animales
gimen, sudan, irradian, se consumen
en el lienzo infinito de sus pieles
que dibujan, cual lúbricos pinceles,
la magnitud de Dios, y su volumen:
Él cabe en mí, en ti, en ella, en todos:
es saliva, hoja, savia, leche: modos
de cópula, de azar, de ley ardiente:
la de esculpir, hacer, echar simiente
donde el aire, en su prisa, se derrama:
fatigosa carrera de retorno
hacia el origen único: el contorno
de la orgía perpetua que nos llama.
La noche huele a sexos torrenciales:
machos, hembras, arbustos y animales
gimen, sudan, irradian, se consumen
en el lienzo infinito de sus pieles
que dibujan, cual lúbricos pinceles,
la magnitud de Dios, y su volumen:
Él cabe en mí, en ti, en ella, en todos:
es saliva, hoja, savia, leche: modos
de cópula, de azar, de ley ardiente:
la de esculpir, hacer, echar simiente
donde el aire, en su prisa, se derrama:
fatigosa carrera de retorno
hacia el origen único: el contorno
de la orgía perpetua que nos llama.
del libro “El mendigo de Dios”, 2004
ALGUNAS VARIACIONES SOBRE EL AMOR CARNAL
X
"There will be time, there will be time
To prepare a face to meet the faces that you meet;
There will be time to murder and create".
[T. S. Eliot]
Lo fatal es perderse en el encontronazo de las máscaras, hacer del universo un carrusel teñido con licores, agruparnos al rostro de quienes son apenas huellas leves. Lo fatal es el hábito del doble, ese no ser que somos amparados en ellos, los más fuertes, los que blanden espadas, los que la luz deforman a su antojo. Adentro nos guardamos la confianza, el lema aprendido en el colegio sobre la voluntad, sobre el rigor del tiempo para hacer madurar los escorpiones. Por eso nos vestimos para el baile: nos ponemos la banda de la gloria, la levita vacía, la sonrisa escolar que no olvidamos; y salimos al mundo a regalar mejillas, a prepararlo todo para la cachetada, a que el prójimo encuentre un alivio en nosotros, cuando él es tanto escarnio como nuestra rutina, tanto truco en el aire, tanto miedo. Habrá tiempo, habrá tiempo, pero ¿cuál es el tiempo de los fieles?*, ¿dónde van a fundirse los venablos con el arpa, el rencor, las madres usurpadas por la reliquia de las fundaciones? Seguro que habrá tiempo, mas el límite existe y nos provoca: hace falta indagar en el signo de los procuradores, de las hembras tardías, de los soldados hechos para morir sin patria, de aquellos escultores con que nos seducían, al principio del hombre —fin de nosotros mismos— las estatuas. Lo fatal es no haberse maquillado, no elucubrar una barrera entre Yo, Tú y Los Otros; lo fatal es querer estar unidos, formar un grupo inmenso, una horda feroz, indestructible. Habrá tiempo también para las soledades, el pesimismo, el llanto, para las miserias más lúcidas y audaces, porque el tiempo es tan cruel que es inexacto, finito, manuable como un arco para cazar insomnios. Entonces: fuerza y fe, disfraz y continencia, elegancia proscrita en cada acto; lo demás es historia, es conciencia, es legado, y no hay más libertad que sembrar hasta el crimen el amor que mañana puede sernos mortífero.
* - León Estrada
X
"There will be time, there will be time
To prepare a face to meet the faces that you meet;
There will be time to murder and create".
[T. S. Eliot]
Lo fatal es perderse en el encontronazo de las máscaras, hacer del universo un carrusel teñido con licores, agruparnos al rostro de quienes son apenas huellas leves. Lo fatal es el hábito del doble, ese no ser que somos amparados en ellos, los más fuertes, los que blanden espadas, los que la luz deforman a su antojo. Adentro nos guardamos la confianza, el lema aprendido en el colegio sobre la voluntad, sobre el rigor del tiempo para hacer madurar los escorpiones. Por eso nos vestimos para el baile: nos ponemos la banda de la gloria, la levita vacía, la sonrisa escolar que no olvidamos; y salimos al mundo a regalar mejillas, a prepararlo todo para la cachetada, a que el prójimo encuentre un alivio en nosotros, cuando él es tanto escarnio como nuestra rutina, tanto truco en el aire, tanto miedo. Habrá tiempo, habrá tiempo, pero ¿cuál es el tiempo de los fieles?*, ¿dónde van a fundirse los venablos con el arpa, el rencor, las madres usurpadas por la reliquia de las fundaciones? Seguro que habrá tiempo, mas el límite existe y nos provoca: hace falta indagar en el signo de los procuradores, de las hembras tardías, de los soldados hechos para morir sin patria, de aquellos escultores con que nos seducían, al principio del hombre —fin de nosotros mismos— las estatuas. Lo fatal es no haberse maquillado, no elucubrar una barrera entre Yo, Tú y Los Otros; lo fatal es querer estar unidos, formar un grupo inmenso, una horda feroz, indestructible. Habrá tiempo también para las soledades, el pesimismo, el llanto, para las miserias más lúcidas y audaces, porque el tiempo es tan cruel que es inexacto, finito, manuable como un arco para cazar insomnios. Entonces: fuerza y fe, disfraz y continencia, elegancia proscrita en cada acto; lo demás es historia, es conciencia, es legado, y no hay más libertad que sembrar hasta el crimen el amor que mañana puede sernos mortífero.
* - León Estrada
del libro “Éxodo”, 2004
CIRIOS
(ceniza)
Todos los hombres que te amaron antes
amasaron tus ansias,
maceraron tu espíritu,
tras el ingenuo afán de poseerte.
Sin saberlo, te estaban educando
para llegar a mí. Yo te recibo
con la serenidad del último maestro:
te dejo ser tú misma,
que te aprehendas
en el duro ejercicio
de celebrar tu libertad total.
Si luego decidieras elegirme
como heredero de tus testimonios,
sería el dócil alumno que precisas
para enseñarle dónde empieza el mundo
y cuál es el destino de la especie.
(ceniza)
Todos los hombres que te amaron antes
amasaron tus ansias,
maceraron tu espíritu,
tras el ingenuo afán de poseerte.
Sin saberlo, te estaban educando
para llegar a mí. Yo te recibo
con la serenidad del último maestro:
te dejo ser tú misma,
que te aprehendas
en el duro ejercicio
de celebrar tu libertad total.
Si luego decidieras elegirme
como heredero de tus testimonios,
sería el dócil alumno que precisas
para enseñarle dónde empieza el mundo
y cuál es el destino de la especie.
(luz)
De ciudad en ciudad
vamos trazando
el mapa de este amor.
Cartas, citas, mensajes,
enlazan tu hemisferio con el mío
en la cartografía del espíritu;
sangre, saliva, semen y sudor
conforman los océanos
donde la carne baña
su continua inquietud de continente.
Acude a ambos bautismos:
unge tu cuerpo con mi aceite amargo,
el que destila el alma entre el tormento
de perseguir a su mitad gemela
hasta ese umbral en que la muerte funda
la ciudad infinita del amor.
De ciudad en ciudad
vamos trazando
el mapa de este amor.
Cartas, citas, mensajes,
enlazan tu hemisferio con el mío
en la cartografía del espíritu;
sangre, saliva, semen y sudor
conforman los océanos
donde la carne baña
su continua inquietud de continente.
Acude a ambos bautismos:
unge tu cuerpo con mi aceite amargo,
el que destila el alma entre el tormento
de perseguir a su mitad gemela
hasta ese umbral en que la muerte funda
la ciudad infinita del amor.
PARQUES
(Plaza de San Juan de Dios. Camagüey)
Mientras caía el muro de Berlín, mis amigos y yo soñábamos con alcanzar el éxito.
Rafael quería obtener el Premio Nobel, Gustavo hacer un filme con la esencia abisal
de La Poesía,
Daniel tener un auto y publicar en Plaza, Néstor actuar en Viena,
Jesús poseer lo eterno, Oneyda aprisionar lo que escapaba;
yo adquirir un reposo donde el alma y el cuerpo se hermanasen.
Nos íbamos de noche hasta la plaza a reemprender el juego de querernos.
Había ateos, santeros, comunistas, católicos, y las conversaciones discurrían acerca
del poder y de la gloria,
de la necesidad y de la libertad, de la importancia de la conversión para salvar al mundo.
Amanecíamos siempre, al amparo de un mal alcohol casero,
creyéndonos los amos de La Historia y los reformadores del destino del hombre.
Las reyertas de entonces parecían no pasar de torvos simulacros.
Después, mientras crecían el hambre y la inconstancia,
mis amigos y yo trocamos las palabras y confundimos éxito y exilio.
Daniel se marchó a Miami, Jesús se fue a La Habana,
Néstor se escapó a Suecia, Rafael a su escéptico ostracismo,
Gustavo a sus películas, Oneyda a sus temores,
yo, al fondo de mis propias inmundicias.
Hoy, mientras se alza el muro de Internet y crecen el cinismo y la ausencia de diálogo,
mis amigos y yo apenas nos cruzamos un saludo consabido y prudente:
es demasiado el peso del fracaso, supongo, y no nos toleramos las excusas los unos
a los otros.
La plaza es sólo el símbolo de la ausencia de arraigo
y no la visitamos salvo para embaucar a los turistas con la paz del terruño.
Mañana, mientras don Rafael reciba el Nobel, Gustavo filme en yámbicos,
Daniel publique su novela en Plaza, Néstor estrene en Viena un drama de Ionesco,
Jesús se agencie al fin su salvación y Oneyda sus poemas inmutables,
yo seguiré buscando el equilibrio, y volveré del viaje hacia mí mismo para fundirme
al prójimo.
Otra plaza me espera. En ella mis amigos sabrán lo que yo sé:
el éxito es el éxodo: salir, unirse al todo, que es el Uno.
(Plaza de San Juan de Dios. Camagüey)
Mientras caía el muro de Berlín, mis amigos y yo soñábamos con alcanzar el éxito.
Rafael quería obtener el Premio Nobel, Gustavo hacer un filme con la esencia abisal
de La Poesía,
Daniel tener un auto y publicar en Plaza, Néstor actuar en Viena,
Jesús poseer lo eterno, Oneyda aprisionar lo que escapaba;
yo adquirir un reposo donde el alma y el cuerpo se hermanasen.
Nos íbamos de noche hasta la plaza a reemprender el juego de querernos.
Había ateos, santeros, comunistas, católicos, y las conversaciones discurrían acerca
del poder y de la gloria,
de la necesidad y de la libertad, de la importancia de la conversión para salvar al mundo.
Amanecíamos siempre, al amparo de un mal alcohol casero,
creyéndonos los amos de La Historia y los reformadores del destino del hombre.
Las reyertas de entonces parecían no pasar de torvos simulacros.
Después, mientras crecían el hambre y la inconstancia,
mis amigos y yo trocamos las palabras y confundimos éxito y exilio.
Daniel se marchó a Miami, Jesús se fue a La Habana,
Néstor se escapó a Suecia, Rafael a su escéptico ostracismo,
Gustavo a sus películas, Oneyda a sus temores,
yo, al fondo de mis propias inmundicias.
Hoy, mientras se alza el muro de Internet y crecen el cinismo y la ausencia de diálogo,
mis amigos y yo apenas nos cruzamos un saludo consabido y prudente:
es demasiado el peso del fracaso, supongo, y no nos toleramos las excusas los unos
a los otros.
La plaza es sólo el símbolo de la ausencia de arraigo
y no la visitamos salvo para embaucar a los turistas con la paz del terruño.
Mañana, mientras don Rafael reciba el Nobel, Gustavo filme en yámbicos,
Daniel publique su novela en Plaza, Néstor estrene en Viena un drama de Ionesco,
Jesús se agencie al fin su salvación y Oneyda sus poemas inmutables,
yo seguiré buscando el equilibrio, y volveré del viaje hacia mí mismo para fundirme
al prójimo.
Otra plaza me espera. En ella mis amigos sabrán lo que yo sé:
el éxito es el éxodo: salir, unirse al todo, que es el Uno.
(Parque Agua Azul, Guadalajara)
He vivido el frecuente desarraigo de sentirme extranjero en mi propio país.
Me he sentido extranjero, mucho tiempo, bajo mi propia carne.
Ya no me asusta tanto existir en los límites.
La periferia tiene el placer raro de convertirse en centro alguna vez
y arrastrar al volcán a los fragmentos que entonces anden lejos de su cráter.
Estoy acostumbrado a sufrir el exilio que siempre entraña el gesto de la fe.
En México, no obstante, paseando con Edel entre las mariposas cautivas de Agua Azul,
perdí el temor de entenderme extranjero pisando un extranjero atrozmente geográfico,
porque ser extranjero es solamente un asunto espacial
y yo había asimilado el fundirme en el tiempo de aquel pueblo
con tal de acaparar la efímera belleza que acude a recibir al que despierta.
Nada era diferente de mi angustia habitual, y todo tan distinto:
la música, la luz, la lengua, los olores, las comidas, las hembras y los pánicos.
Yo, que huyo de mí y regreso a esconderme al principio del viaje
—porque ya el viaje mismo supone el precipicio de aprenderme—
tuve la sensación de que en el prójimo me aguardaba el futuro de la estirpe
y me dejé llevar por mi entusiasmo de único fundador:
salí a la muchedumbre para volver a entrar en el magma del mundo,
en la siempre anhelada patria de los sin nombre.
Desde tan buen refugio rescribo mis historias, descubro mis naufragios,
me siento a reposar —y a repasar— los argumentos de las jornadas próximas.
Ni el exilio ni el gesto de la fe me asustan como antaño por su misión de círculos;
ahora tengo un ardor que me hace humilde, pero también terriblemente sabio:
no volveré a sentirme un extranjero ni siquiera en el centro de la gracia.
Mi patria es el espíritu. Y ese manto ecuménico me (te, nos) cubre.
He vivido el frecuente desarraigo de sentirme extranjero en mi propio país.
Me he sentido extranjero, mucho tiempo, bajo mi propia carne.
Ya no me asusta tanto existir en los límites.
La periferia tiene el placer raro de convertirse en centro alguna vez
y arrastrar al volcán a los fragmentos que entonces anden lejos de su cráter.
Estoy acostumbrado a sufrir el exilio que siempre entraña el gesto de la fe.
En México, no obstante, paseando con Edel entre las mariposas cautivas de Agua Azul,
perdí el temor de entenderme extranjero pisando un extranjero atrozmente geográfico,
porque ser extranjero es solamente un asunto espacial
y yo había asimilado el fundirme en el tiempo de aquel pueblo
con tal de acaparar la efímera belleza que acude a recibir al que despierta.
Nada era diferente de mi angustia habitual, y todo tan distinto:
la música, la luz, la lengua, los olores, las comidas, las hembras y los pánicos.
Yo, que huyo de mí y regreso a esconderme al principio del viaje
—porque ya el viaje mismo supone el precipicio de aprenderme—
tuve la sensación de que en el prójimo me aguardaba el futuro de la estirpe
y me dejé llevar por mi entusiasmo de único fundador:
salí a la muchedumbre para volver a entrar en el magma del mundo,
en la siempre anhelada patria de los sin nombre.
Desde tan buen refugio rescribo mis historias, descubro mis naufragios,
me siento a reposar —y a repasar— los argumentos de las jornadas próximas.
Ni el exilio ni el gesto de la fe me asustan como antaño por su misión de círculos;
ahora tengo un ardor que me hace humilde, pero también terriblemente sabio:
no volveré a sentirme un extranjero ni siquiera en el centro de la gracia.
Mi patria es el espíritu. Y ese manto ecuménico me (te, nos) cubre.
(Plaza de la Santa Croce. Florencia)
Recuerdo claramente los detalles de una vida anterior que no viví.
Me remomoro andando por Florencia a la luz de las últimas antorchas
que prendieran los güelfos mandados por Donati. Después vino el exilio.
Las ciudades de otros. El pan de los amigos. El duro azar de la supervivencia.
Y algunos libros ríspidos y amargos acerca del poder y la justicia.
Nunca volví a cruzar los puentes sobre el Arno. Me enterraron en Rávena.
Luego fui reencarnando en muchos hombres que admiraron mis versos
o el violento latín de mi prosa política (o poética).
Somos un gran ejército que sabe cuán poco importan reyes, militares y obispos
cuando se tiene el don de adulterar el tiempo, los sitios, las historias,
y uno renace en Londres, en Madrid, en La Habana, en Nueva York,
diciendo una verdad sencilla y mínima: una sabia mujer nos lleva al Paraíso.
Sabiduría, Beatriz, La Muerte, La Poesía, son sólo nombres, leves coyunturas
tras cuyos velos se emboza La Belleza, todo lo femenino que hay en Dios.
Hoy he vuelto a Florencia y veo la estatua al fondo de la plaza,
yo, que he sido Dante, William, John, Miguel, Francisco, Arthur,
Walt, Edgar, Charles, José, Rubén, Vicente, Jorge Luis, César, Pablo, Octavio,
no puedo menos que alabar mis hembras y dejarme guiar,
rebelde y dulce, hacia esa nueva vida que vendrá
en la esperanza de poder, un día, alzarme a las estrellas.
Recuerdo claramente los detalles de una vida anterior que no viví.
Me remomoro andando por Florencia a la luz de las últimas antorchas
que prendieran los güelfos mandados por Donati. Después vino el exilio.
Las ciudades de otros. El pan de los amigos. El duro azar de la supervivencia.
Y algunos libros ríspidos y amargos acerca del poder y la justicia.
Nunca volví a cruzar los puentes sobre el Arno. Me enterraron en Rávena.
Luego fui reencarnando en muchos hombres que admiraron mis versos
o el violento latín de mi prosa política (o poética).
Somos un gran ejército que sabe cuán poco importan reyes, militares y obispos
cuando se tiene el don de adulterar el tiempo, los sitios, las historias,
y uno renace en Londres, en Madrid, en La Habana, en Nueva York,
diciendo una verdad sencilla y mínima: una sabia mujer nos lleva al Paraíso.
Sabiduría, Beatriz, La Muerte, La Poesía, son sólo nombres, leves coyunturas
tras cuyos velos se emboza La Belleza, todo lo femenino que hay en Dios.
Hoy he vuelto a Florencia y veo la estatua al fondo de la plaza,
yo, que he sido Dante, William, John, Miguel, Francisco, Arthur,
Walt, Edgar, Charles, José, Rubén, Vicente, Jorge Luis, César, Pablo, Octavio,
no puedo menos que alabar mis hembras y dejarme guiar,
rebelde y dulce, hacia esa nueva vida que vendrá
en la esperanza de poder, un día, alzarme a las estrellas.
(Plaza de San Pedro. Roma)
Yo, peregrino, a estas alturas no busco a Roma en Roma
(aprendí de Quevedo y Du Bellay que entre sus ruinas puedo hallar el polvo de millares
de espectros),
sino la infinitud de lo mutable, la sensación de alivio que supone palpar lo que será.
No me importa el pasado como hallazgo, pues de algún modo es mío gracias
a la embriaguez de la memoria,
al testimonio que dejaron otros en su afán de asentar la tradición.
Ansío recopilar las piedras del mañana, la pizca de futuro que me toca para explorar a Dios.
Pero Dios se me esconde entre las piedras del ayer y del siempre,
entre las columnatas de Bernini y los áulicos muros del santuario,
entre la muchedumbre de turistas, beatas, frailes, monjas,
que comparten conmigo estos trozos de hoy donde me asfixio.
No atino a soportar la certidumbre de ser un rastreador de lo perenne,
y decae mi entusiasmo en la certeza de que Roma corrompe la dialéctica
y me impide alcanzar el absoluto: ese Dios acosado que me tienta a inaugurar de nuevo
verbo y acto.
Yo, peregrino, a estas alturas no invento a Dios en Roma,
porque he dejado de inventar a Dios y prefiero el ardor de la catástrofe:
admitir que no alcanza mi soberbia para poder tocar lo que se escapa,
aquello con que habré de edificar mi fe en lo fugitivo, que permanece y dura
por encima del ansia y la confianza de todos esos que seré y he sido.
Yo, peregrino, a estas alturas no busco a Roma en Roma
(aprendí de Quevedo y Du Bellay que entre sus ruinas puedo hallar el polvo de millares
de espectros),
sino la infinitud de lo mutable, la sensación de alivio que supone palpar lo que será.
No me importa el pasado como hallazgo, pues de algún modo es mío gracias
a la embriaguez de la memoria,
al testimonio que dejaron otros en su afán de asentar la tradición.
Ansío recopilar las piedras del mañana, la pizca de futuro que me toca para explorar a Dios.
Pero Dios se me esconde entre las piedras del ayer y del siempre,
entre las columnatas de Bernini y los áulicos muros del santuario,
entre la muchedumbre de turistas, beatas, frailes, monjas,
que comparten conmigo estos trozos de hoy donde me asfixio.
No atino a soportar la certidumbre de ser un rastreador de lo perenne,
y decae mi entusiasmo en la certeza de que Roma corrompe la dialéctica
y me impide alcanzar el absoluto: ese Dios acosado que me tienta a inaugurar de nuevo
verbo y acto.
Yo, peregrino, a estas alturas no invento a Dios en Roma,
porque he dejado de inventar a Dios y prefiero el ardor de la catástrofe:
admitir que no alcanza mi soberbia para poder tocar lo que se escapa,
aquello con que habré de edificar mi fe en lo fugitivo, que permanece y dura
por encima del ansia y la confianza de todos esos que seré y he sido.
del libro “Aprendiendo a callar”, 2005
MISIÓN
Vine
a preguntar
hasta ceder
la voz.
Vine
a preguntar
hasta ceder
la voz.
POÉTICA
Si acaparamos todas las palabras
descubrimos la lengua.
Es mejor abstenernos
de goce tan trivial
y que nos quede
la idea del poema
temblando en la visión del porvenir.
Si acaparamos todas las palabras
descubrimos la lengua.
Es mejor abstenernos
de goce tan trivial
y que nos quede
la idea del poema
temblando en la visión del porvenir.
EJERCICIO
Si la palabra es
un acto de soberbia,
un desafío
contra el orden de Dios,
no hay mayor humildad
que aprender a callar.
Si la palabra es
un acto de soberbia,
un desafío
contra el orden de Dios,
no hay mayor humildad
que aprender a callar.
INMORTALIDAD
Escribo sobre el agua.
Oigo fuera del aire.
Leo dentro del fuego.
Canto bajo la tierra.
Soy la misma pregunta
y la respuesta simple.
Escribo sobre el agua.
Oigo fuera del aire.
Leo dentro del fuego.
Canto bajo la tierra.
Soy la misma pregunta
y la respuesta simple.
TESTAMENTO
Yo
también
puedo testar
ahora:
les doy
todo
el silencio.
Yo
también
puedo testar
ahora:
les doy
todo
el silencio.
del libro en preparación
“La nueva vida o la poesía de amor explicada
a los niños - y las niñas”
FUGACIDAD
"sed mulier cupido quod dicit amanti,
in uento et rapida scribere oportet aqua".
[Catulo]
"sed mulier cupido quod dicit amanti,
in uento et rapida scribere oportet aqua".
[Catulo]
Lo doloroso no es saber que un día
te irás físicamente,
sino sentir como te vas marchando
a cada instante
detrás de las palabras
y los falsos requiebros.
Aunque quisiera
no alcanzo a retenerte,
y sólo intento rescatar,
escéptico,
los restos del naufragio
que la corriente impulsa hacia mi orilla.
Lo doloroso es comprender que un día,
harto por fin de atesorar despojos,
yo los pondré en el río,
y los veré alejarse, sin dolor,
entre el agua que fluye.
LEYES DE KEPLER PARA NUESTRA LÍNEA DE ÁPSIDES
Tú eres un cuerpo central no especificado (por discreción, por miedo).
Él es el periápside; yo el apoápside.
Según esta distribución altamente científica, podemos concluir que:
1- La órbita de mi vida alrededor de ti es un eclipse.
2- La línea recta que podría unir mi centro al tuyo pierde áreas desiguales en los desiguales intervalos de tiempo que me concedes para hacer mi recorrido. Por lo tanto, el otro planeta se mueve más rápido y penetra más en ti, en tu alma, porque está más cerca. Yo, más alejado, apenas puedo contemplarte y me muevo al compás del luego, otro día, ya veremos.
3- El cuadrado del período orbital de cada uno alrededor tuyo es igual en años al cubo a la distancia que media entre lo mucho que lo quieres a él y lo mucho que me utilizas a mí, todo eso calculado, por supuesto, en unidades astronómicas.
Tú eres un cuerpo central no especificado (por discreción, por miedo).
Él es el periápside; yo el apoápside.
Según esta distribución altamente científica, podemos concluir que:
1- La órbita de mi vida alrededor de ti es un eclipse.
2- La línea recta que podría unir mi centro al tuyo pierde áreas desiguales en los desiguales intervalos de tiempo que me concedes para hacer mi recorrido. Por lo tanto, el otro planeta se mueve más rápido y penetra más en ti, en tu alma, porque está más cerca. Yo, más alejado, apenas puedo contemplarte y me muevo al compás del luego, otro día, ya veremos.
3- El cuadrado del período orbital de cada uno alrededor tuyo es igual en años al cubo a la distancia que media entre lo mucho que lo quieres a él y lo mucho que me utilizas a mí, todo eso calculado, por supuesto, en unidades astronómicas.
EL SER Y LA NADA
"Io parlo in questa
lingua che passerà".
[Andrea Zanzotto]
Hablo en esta lengua que pasará
desde este tiempo que pasará
sobre tu amor que pasará
con un Dios que pasará.
Pero no importa:
esta lengua
este tiempo
este amor
este Dios
son mis inaprensibles posesiones
las únicas que puedo
legar sin avaricia.
En el futuro
—que también pasará—
otro ingenuo ha de hablar
en su lengua
de su tiempo
de su amor
de su Dios
que igualmente se escapan
lo abandonan
lo hacen
un ser solo y distinto
en la fría vastedad del universo.
http://alascuba.blogspot.com/
"Io parlo in questa
lingua che passerà".
[Andrea Zanzotto]
Hablo en esta lengua que pasará
desde este tiempo que pasará
sobre tu amor que pasará
con un Dios que pasará.
Pero no importa:
esta lengua
este tiempo
este amor
este Dios
son mis inaprensibles posesiones
las únicas que puedo
legar sin avaricia.
En el futuro
—que también pasará—
otro ingenuo ha de hablar
en su lengua
de su tiempo
de su amor
de su Dios
que igualmente se escapan
lo abandonan
lo hacen
un ser solo y distinto
en la fría vastedad del universo.
http://alascuba.blogspot.com/
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