lunes, 19 de septiembre de 2011
4762.- MARGARITA ABELLA CAPRILE
Margarita Abella Caprile (Buenos Aires, 1901 - 28 de octubre de 1960) fue una escritora argentina.
Aunque trabajó como periodista y escribió libros de viajes o novelas cortas, destacó sobre todo como poetisa.
Fue bisnieta del general Bartolomé Mitre. Tuvo amistad con Alfonsina Storni y conoció a Gabriela Mistral.
Desde 1955, sustituyó a Eduardo Mallea como directora del Suplementeo Literario del periódico La Nación, donde trabajó hasta su muerte.
Obras
Ensayos (poesía, 1917)
Nieve (poesía, 1919)
Perfiles en la niebla (poesía, 1923)
Sonetos (poesía, 1931)
Geografías (libro de viajes, 1936)
50 Poesías (poesía, 1938)
Sombras en el mar (poesía, 1941)
Lo miré con lágrimas (poesía, 1950)
El árbol derribado (poesía, 1959)
La tarde
Cielo de suaves tintas cuya gris resolana
platea y diafaniza la inmensidad del río.
El puerto, donde anclaron la neblina y el frío,
tiene una acongojada placidez cotidiana.
El agua cenicienta, del agua azul hermana,
resigna sus quietudes y consuela su hastío
ahora que la quilla salobre de un navío
le cuenta los prodigios de la hondura lejana.
Un resumen de patrias sobre los diques flota,
y mezcla el alma blanca de la nieve remota
al recuerdo del ocre relumbrón tropical.
Un vapor se despide, y en la tarde agorera
parece, al alejarse, que sin rumbo partiera
a un incierto destino misterioso y fatal.
EL VUELO
Ibamos, por la umbría de los pinos,
hacia un pedazo de la tarde clara,
antes de que en el cielo se apagara
la pira de los fuegos vespertinos.
Ya, de ninguna suavidad avara,
la paz llegaba en todos los caminos;
y eran los éxtasis del bosque finos
como una emanación fragante y rara.
Entre tanta quietud sin pensamiento,
nuestro humano pensar ¿fue acaso un viento
portador de quietudes ignoradas?
Porque, de pronto, se agitó el paisaje,
y hubo en la fresca hondura del follaje
un vuelo de palomas asustadas
SONETO DE LA LIBERACION
¡Ah, perserse a si mismo por aceptar la vida
que a interpretar absurdos personajes condena!
Verdad se vuelven, tanto mentir sobre la escena,
las falsas actitudes y la dicción fingida.
Y el alma insospechada, muriendo inadvertida,
ahogada entre el tumulto que alrededor atruena,
llanto aprendido llora, ríe con risa ajena,
y porque otros pensaron su pensamiento olvida.
Pero yo he de ver libre mi nativo tesoro.
de adheridas escorias iré limpiando el oro
hasta arrancarle toda bastarda agregación.
Hollando sugestiones, romperé la maraña,
para salir del bosque de la opresión extraña
y encontrar el camino del propio corazón.
LOS BARCOS
¡Qué prestigio los barcos que llegan de mil viajes
y apoyan su cansancio contra el muro del puerto,
la alta hilera de mástiles igual a un bosque muerto
que añora la frescura de imposibles follajes!
¡Cómo se saturaron de todos los paisajes
que vieron levantarse detrás del mar desierto,
anchuroso camino gloriosamente abierto
a sus proas sedientas de ignorados oleajes!
Muchas veces, flotando sobre aguas de cobalto,
una ola enroscada, con su soberbio salto,
los bautizó de hondura y los ungió de sal.
Duerme ahora la mole de sus cascos obscuros,
mientras la arboladura sueña con los futuros
resplandores purísimos de una aurora boreal.
(Selección del libro «Sombras en el mar», 1945)
Sombras en el mar
Cuando el tropel brumoso de las nubes desfila,
Y sobre el mar proyecta su tristeza remota,
Un llanto gris de imágenes, que exuberante brota,
Nubla el éxtasis líquido de la inmensa pupila.
Bajo el cielo uniforme, si una ráfaga ignota,
Con pincel fugitivo roza el agua tranquila,
Una huella fantasma que alada se perfila,
Persiguiendo horizontes resbaladiza flota.
En el añil del trópico donde, clara, diseña
La roca submarina su contorno inmutable
Al trasluz misterioso del oleaje que sueña ;
Obscureciendo a trechos la ritmica planicie,
El azul del abismo, que fluye inescrutable.
Como una flor de sombra sube a la superficie.
Jornada
El acto primero terminó. Destino
Es hora de tregua, que baje el telón ;
Sobre el escenario suena aún el fino
Eco de mi infancia que fue una canción.
Y el eco vibrante de la adolescencia
Excesiva, inquieta y alta en el sentir ;
Dolorosamente dulce en la vehemencia
Y triste si alegre, feliz al sufrir.
Duran todavía sus claros reflejos,
Sigue su riqueza dando lo que dio,
Pero es tiempo ahora de mirar más lejos:
El acto primero ya se terminó.
En el intervalo la ruta sin huellas,
El azul camino tendrá mi viajar ;
Bebiendo horizontes, respirando estrellas,
Veinte largos dias iré sobre el mar.
Tanto por mis ojos pasará agua pura
Que al fin, insistente como un aluvión,
Irá disolviendo toda la amargura
Que se acumulaba sobre el corazón.
Con un alma nueva, puesta en el futuro,
Puertos de ignoradas tierras pisaré ;
Entonces con gesto plácido y seguro,
Destino, si escuchas, así te hablaré :
— « Prepara la escena del acto segundo ;
En el decorado no olvides poner
Los más prodigiosos paisajes del mundo,
Porque nunca he visto lo que voy a ver.
Prepara la escena. Diré bien mi parte ;
Me enseñaste mucho, ya sé lo mejor ;
Aprendí el difícil manejo del arte
Que amansa alegrías y calma el dolor.
Mi voz ha adquirido cadencias tranquilas ;
Y apresé, en las noches supremas del mar,
Dos astros errantes para mis pupilas...
Ahora, si quieres, puedes empezar. »
La letanía del reproche
Vida que consigues
Matar,
Con lo que nos quitas
Y lo que nos das :
Vinimos soñando,
Y nos enseñaste
A no soñar ;
Eramos de cera
Y nos volviste
Pedernal.
Teníamos alas,
Nos dijiste :
« No hay que volar »
Cuando hablar quisimos
Gritaste :
« ¡ Callad ! »
Sabíamos nuestra
Pequeña y humilde
Verdad ;
Tu risa de hielo
La hizo avergonzarse
Y vacilar.
Transparentes como
Los niños, vibrábamos
Con la resonancia
Del cristal ;
Y brusca nos diste
Larga edad.
Rebosaba el alma
Lo mismo que un cáliz
Santamente lleno
De hondura y piedad ;
Y un día lo hiciste
Volcar.
Eramos sin límites
Y nos limitaste.
Y hoy somos igual
A un lago ceñido,
Donde el agua presa
Resigna sus ansias
De marchar.
Eramos estatuas
Con el gesto amplio
Y original ;
Y nos igualaste
Con la misma fuerza
Con que redondea
Las rocas el mar.
Vida : porque quieres
Hacernos caber
En los cuatro muros,
Prácticos y firmes,
De tu pequenez.
Y porque si hieres
Te vuelves tan cruel,
Que el dolor absorbe
Y ya no se vive sino para él ;
Y, porque si logras hacernos felices,
Tu calma también
Nos anula tanto
Como el excesivo
Padecer ;
Y porque en la mente
Llegas a poner
La raíz amarga
De los « para qué »
Mi estéril reproche
A enrostrarte va,
Vida que consigues
Matar,
Con lo que nos quitas
Y lo que nos dás.
Niegan nuestro dolor
Los que ya no son jóvenes niegan nuestra amargura
Y el brusco desencanto que la vida nos da ;
Los que ya están de vuelta de todos los caminos
No entienden que emprendemos otro camino igual.
¿ Será que no recuerdan los años juveniles ?
¿ O, acaso, porque ignoran después de tanto andar,
Después del repetido sangrar de mil heridas
Cual fue, de las heridas, la que doliera más ?
La rama tierna es frágil y blanda para el hacha ;
El árbol fuerte afirma su raíz, sin temblar,
Cuando la antena múltiple de sus hojas le anuncia
Que llega el huracán...
El dolor que sufrimos es dolor de sorpresa,
Destruye carne nueva la asechanza mortal ;
Somos como un guerrero que olvidara su escudo,
Sin previsión ahondamos el inquieto esperar.
Y es en plena esperanza donde se ensaña el golpe
Porque las sombras odian nuestra gran claridad ;
Hay sonrisas de burla para el bello entusiasmo
De quienes no aprendieron todavía a dudar.
El que duda adivina la violencia del choque,
El que ha vivido sabe cómo atenuar el mal,
Pero aquel que aún ignora la trágica jornada
De los rudos asombros. Aquel que al iniciar
Un magnifico vuelo, siente sobre las alas
El ataque brutal
Que las destroza, escucha la voz del desaliento :
Encerrarse en sí mismo y en silencio llorar.
Los que ya no son jóvenes niegan nuestra amargura ;
Después de tanto andar,
No saben cuál ha sido de todas las heridas
La que doliera más.
Dicen : — « Toda comienzo, rie la adolescencia ;
La tristeza es bagaje de quien va hacia el final. »
Y es porque no recuerdan
Cuanto concluir terrible hay en nuestro empezar...
Notre Dame de París
Sobre el sacro navio, cuyo gótico vuelo,
Diafaniza el milagro del alado granito,
La alta flecha de hierro, cual símbolo bendito,
Iza el lírico mástil enarbolando cielo.
En la proa del ábside, donde se oficia el rito,
La brújula divina tras el místico velo,
Marca el rumbo a los salmos que, modulando anhelo,
Anuncian la inminencia de un viaje al infinito.
El órgano responde, con su oleaje sonoro,
Al diácono que canta la orden. Alza el coro.
Uniendo la energía del acorde fraterno,
El ancla enmohecida de las leyes inertes ;
Mientras ágiles reman los finos contrafuertes
Por la ruta invisible del ultramar eterno.
Convalecencia
A la luz de la playa
¿ Por qué esta repentina
Debilidad ?
¿ Y esta melancolía
Igual a la dulzura de los convalecientes
A quienes un Sol pálido termina de sanar ?
¿ De qué convaleciente ? :
¿ Tal vez de la incurable enfermedad
De haber vivido
Un año más ?...
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