domingo, 18 de septiembre de 2011
4746.- GERARDO LEWIN
Gerardo Lewin (Buenos Aires, Argentina 1955). En poesía ha dado a conocer Amores Muertos (2003) Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en la Escuela Nacional de Arte Dramático y en la Facultad de Artes de la Universidad de Tel Aviv. Tomó cursos de idioma hebreo en la Universidad Ben Gurión del Neguev.
Dirigió, entre 2002 y 2005, el ciclo cultural y poético "El Orate y la Musa". Llevó adelante la experiencia De Profundis, lecturas poéticas en la red de trenes subterráneos de Buenos Aires (2005). Desde 2007, administra el blog de canta sión donde publica traducciones de poetas hebreos clásicos y modernos.
Apogeo y caída de Lady Frankenstein
A Fabián Cerezo
A Daniel Katz
Ahora se ha refugiado
en la profundidad del bosque
para sembrar el terror
entre los jóvenes aldeanos.
(espantosas visiones
de cuerpos
desmembrados)
Un ser abyecto y lujurioso,
una abominación.
La culpa es sólo mía.
Sucumbí
ante el dilema clásico:
¿he de librar a su albedrío a ésta,
mi propia criatura?
Resurrecto,
su vacilante espíritu
no supo resistir
el peso de la ambigüedad.
No me guió, para el trazado del conjunto,
un espúreo sentido de lo bello
sino el mero albur de lo existente.
En las turgencias frías, urgencias del saqueo,
no conseguí apartar
(esenciales suturas invisibles)
justas de pecadoras.
Amor mortis rigorque:
la estadística o la química orgánica encendieron
el brillo azul en su mirada.
Hemos logrado, al fin, acorralarla.
Absorta, incoherente frente al fuego,
balbucea en su media lengua:
- Amiga… Amiga…
Yo sólo quiero
ser tu amiga.
Con todo el maquillaje
corrido por las lágrimas
parece, verdaderamente,
un monstruo.
La fuente Jota
Oídme. Quizás convenga a mi herida majestad
manifestarse otra vez como La Zarza Ardiente.
Es sólo una idea. Sabed, no obstante,
que las ideas del dios son piedras
y camiones con gentes;
son calcinadas víctimas
en los televisores del Recinto.
Amados hijos, hoy toda opción es mía.
Éste es el Monte; esperen ahí abajo y vamos viendo qué surge.
- ¡Oh Señor! Dios misericordioso y vengativo,
cuyas sendas ocultas no vislumbro,
cuyas hondas razones se me escapan.
¿Qué es todo este despliegue,
estos arcángeles y querubines,
la columna de fuego vitrificando
el corazón del pueblo?-
Debo exhibir quizás mayor seguridad,
dictar los mandamientos con una voz tonante:
"No harás..." "No desearás..."
y cada borrador sería un profeta menos.
En mi infinita misericordia omnisapiente
quizás debiera posponer la llegada del hijo,
quizás debiera tirar el agua con el bebé adentro,
quizás busque emplearme en resucitaciones colectivas
ya que hay ahora tanto muerto disponible,
o quizás deba tentarme con la fama y así emprender
una carrera artística seduciendo mujeres
como lo haría cualquier dios griego del montón
para engendrar una nueva raza de héroes
sin prejuicios humanos: bellos, crueles.
El Templo se desploma sobre los inocentes.
¿Qué fue lo que falló?
¿A esto había que llegar?, pregunto.
¿No podían hacer, simplemente, lo que estaba escrito?
Y me aconsejan deponer actitud, negociar,
no derramar mi ira sobre los gentiles
y traer de paz un nuevo milenio al mundo.
Me ofrecen, inclusive, los derechos
sobre una peli con un par de secuelas.
Jehová Vuelve.
El Nombre ha sido
debidamente
registrado.
Fin de semana en Solaris
No habrá más mundos que éste
que para tí convoco;
materia otra que la que aquí conjuro.
Atravieso espejismos,
me hundo en alucinaciones
que con tu rostro se disfrazan.
Incorpóreos engaños que simulan tu aroma.
Y contra mí conspiran odiosas estadísticas,
antagónicas leyes prohíben nuestro encuentro.
¿Cuántas vidas debería vivir
hasta que esta pompa de jabón
asuma nuestras formas?
Nada guardo de tí sino tu ausencia.
http://alpialdelapalabra.blogspot.com/
Un par de interrogantes
Qué es ahora
esta humedad que cae.
Qué pasa con el silencio que se pierde.
Qué son los autos, las bocinas.
Adónde huyen.
Qué soy yo.
Dónde me encuentro.
Donde encuentro el momento anterior.
El momento feliz
que perdí mientras tuve,
donde no hubo humedad
no autos ni bocinas.
Por qué la soledad
me asalta a veces.
Me desampara.
Por qué me deja
buscando ciego.
Por qué me asedia
cuando me siento bueno.
Turista en uno mismo,
comprando postales,
consultando mapas,
perdiéndose.
Turista en temporada baja,
mirando paisajes
borroneados por la lluvia.
Solo.
Turista triste sin sorpresas,
ve lo que vió ayer,
lo que verá mañana.
Matando el tiempo
en estaciones grises,
en tiendas de souvenir vacías.
Sin guías, sin valijas. Turista
en uno mismo anclado y confundido.
Sin dirección, sin cartas.
Resignado turista sin boleto de vuelta.
Intifada
El tema es que yo ya estaba ahí.
Percibía claramente que era un sueño,
sin embargo gritaba y...
... y tenía una piedra en mi mano.
No, no. No.
Quise decir: éste es el sueño de otro,
como el del famoso ruiseñor
y el mandarín.
Pero curiosamente, dije en árabe:
¡A sangre y fuego,
Palestina será liberada!
Comenzaron a sonar alarmas,
a parpadear luces rojas.
Se activaron toda suerte de mecanismos
disuelve-pesadillas.
Pero nada lograba detener
nuestro triunfal avance
piedra en mano.
Sólo que luego se trasocó todo,
el escenario cambió y era Buenos Aires,
yo seguía avanzando
y llegaba a mi casa,
mamá abría la puerta
y me decía:
nunca debiste irte.
La piedra la perdí de vista,
no recuerdo muy bien
en qué momento.
(Tel Aviv, 1989)
Los ratones
Son los ratones
que te andan
por el mate.
Te diría no te asustes
si estuviera seguro
pero no,
más vale que te asustes
de los ratones.
Te diría
que tengas mucho miedo
por las noches
cuando escuches ruidos
y no sepas
exactamente
dónde corren.
Soneto de la tristeza en Tel Aviv
Solo en la noche, en el calor perdido,
descreído del mundo y de mi casa
hastiado... Reveo lo que soy, he sido
y lo que no seré... Los años pasan:
he sido huérfano, actor y comerciante,
cónyuge fiel, camarero, laburante
y poeta. Y jóven... Ahora nada soy,
no busco nada, no miro adónde voy
y no me importa qué pueda ser de mí.
La flaca duerme en la otra pieza, pobre.
Aquí estoy yo. No más mentiras. Que salga
lo que salga. Mejor llorar que continuar así.
Que el llanto limpie de mi boca el amargor salobre
de mi musa muerta. No hay soneto que valga.
Inseguridad
Ved:
esta es mi casa,
estos son mis amados hijos,
mi adorada esposa.
Entrad.
Matadlos.
Que no os detenga un pensamiento,
un recuerdo,
una mirada.
Lo que poseo es vuestro.
Dejadme compartirlo con vosotros
como las bestias de dios.
Por último acuchilladme,
reid felices
con la felicidad de la labor cumplida,
bebed mi vino,
fumad mi tabaco,
llevaos mi dinero,
pateadme,
Huid fugaces,
volveos viento,
esparcíos en el aire del mundo,
desapareced en la luz
rosada de las primeras horas.
Huguito.
Cómo me gustaría ahora
que estás muerto,
invitarte a tomar un café
en cualquier boliche.
Estarás escribiendo novelas
en una nubecita.
Reiríamos con ganas,
Huguito,
ahora que ya no estás
para denunciar
a los que te mataron con violencia.
En fin.
Tendrás entonces veinte años
para siempre
y has de estar jugando
a dejarte el bigote,
a enganchar chiquilinas
en noviazgos ridículos.
No las estarás pasando mal:
seguro te va bien el rol de ángel.
Tenías la vocación
ya desde chico...
Como hijos negados quedan.
Como pequeños muertos
Que resucitan al contacto.
Eso da miedo.
Pavura.
Fantasmas encajonados.
Lo que fuimos una vez
ahora regresa
dando saltitos truncos
por las noches.
Qué negro corazón:
Un cuarto oscuro,
un cuarto cerrado.
Hay que entrar, amor mío.
Hay que entrar en él.
Encender la luz.
Abrir las ventanas
Dos variaciones
I
¿Qué pasa ahora?
Frente a esta triste imagen,
esta arrugada imagen mía,
qué lentas son, amor,
estas palabras.
Llueven sobre esta hoja.
La mojan y me asombran.
¿Dónde estás?
Aquí estoy yo: vacío.
Derrotado. Seco.
II
Ahora, ya.
Filosa imagen.
Desquiciada imagen mía.
Veloces
escapan las palabras.
Golpean esta hoja
y me salpican.
¿Dónde estoy?
¿Qué es este violento agujero donde no estás tú?
Este aire asesino.
Este murmullo.
Código postal
Uno no es un papel,
unas palabras,
cartas.
Uno no es un recuerdo,
tinta celeste,
fechas.
Uno no es un fantasma,
algo que se desliza
bajo puertas.
Que no me envíen a destinos imposibles,
nunca diré "querida amiga",
"estas rápidas líneas"
o "ha empezado a llover".
Uno no es un remitente falso,
escritura olvidada,
gotas de perfume.
Carne transfigurada y mártir
de matasellos asesinos,
víctima fácil de un abrecartas violador.
Uno no es algo que deba ser leído,
literatura itinerante,
yendo y viniendo hasta la muerte
entre nuestras mutuas soledades.
Los poetas son, en general,
una raza de individuos rápidos.
No es nada simple esperar,
fumar pacientemente
hasta que los recuerdos se decantan.
No es nada fácil cazar las emociones.
Mueren en un instante,
como vienen.
Casi siempre,
volcadas al papel,
son solamente
un informe montón
de palabras vacías.
Yo, por ejemplo,
siento en este momento
que la mano me tiembla
y que vivo la vida
de las cosas ya hechas.
Los recuerdos son pocos:
la oscuridad llamando,
mi pobre cobardía,
tu sonrisa,
un par de amigos,
las frases repetidas por siempre para siempre,
los aviones.
Es material o no.
Debo sentarme a trabajar.
Seleccionar o seccionar.
Sintetizar, mentir.
Cantar una canción,
hallar sutil belleza inexplorada,
escribir.
Sólo que hoy no.
Otro día. Mañana.
Es tarde, ya no me da la cara...
Ciertos amores muertos
tienen
la persistencia
de las viejas películas de horror
donde manos cortadas
todavía acarician
nuestra piel erizada
y ojos sepultados
hace ya mucho tiempo
guiñan no totalmente faltos
de cierta picardía.
Tienen
la consistencia
de los poemas que no fueron escritos
donde palabras nadan
y no terminan nunca de nacer.
Palabras como río,
anteayer, leprosario,
teas, cripta,
numeración, congoja
y la mañana aquella
besándote los pechos.
http://www.zapatosrojos.com.ar/Biblioteca/Gerardo%20Lewin.htm
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