viernes, 9 de septiembre de 2011

GASPAR MOISÉS GÓMEZ [4.657]



GASPAR MOISÉS GÓMEZ 



Nació en Serranillos (Ávila), en 1.927. Reside desde hace años en León. Estudios de Derecho en Salamanca, ciudad en la que, siendo estudiante, empezó colaborando en las revistas “Intus” y “Más”, dedicándosele en el nº 2 de “Intus”, las páginas centrales, con una pequeña Antología de su obra. Recién acabada la carrera, da varios recitales, entre ellos, uno en el Ateneo de Madrid. Ha colaborado y colabora en varias revistas y dados varios recitales. Por los años 40 a 50 pertenece al grupo ” El Cobaya”, en Ávila, publicando en esa revista no sólo poesía sino también crítica y ensayo. Dirigió la revista de poesía y crítica “Alcance”, durante varios años. Ha publicado los siguientes libros: Con ira y con amor, premio Internacional “Álamo”. Salamanca. 1.968. Las bravías abejas, publicado en la colección “El Toro de Granito”. Avila. 1.969. Sinfonías concretas, premio bienal “Provincia de León”. Colección “Provincia”. 1.970. León. Al filo del alma, premio Internacional de poesía “San Lesmes Abad“. Burgos. 1.986. Al filo del cuerpo, finalista en San Sebastián de un premio de poesía erótica, y publicado luego ese libro por la Junta de Castilla y León, en su colección “Barrio de Maravillas”. Valladolid. 1.986. Oráculos sombríos, premio “La Cochera”. 1.999, colección “Telar de Yepes”. Ávila. 1990. Son perversos los límites, premio Hispanoamericano de poesía “Juan Ramón Jiménez. 1.996. Huelva. En el año 2.000 ha aparecido en cuatro Antologías. La última, editada por la Junta de Castilla y León y que se titula “11 poetas del siglos XX, en Castilla y León”, en la que figuran, entre otros, con los siguientes poetas: Victoriano Crémer, Francisco Pino, Agustín Agustín García Calvo, Antonio Gamoneda, Claudio Rodríguez, José-Miguel Ullán, Antonio Colinas....Estando próxima a aparecer otra Antología, que editará “Cálamo”, y en la cual figurarán varios poemas suyos, tomados de sus siete libros publicados. Fue nombrado “Abulense del 2.000”. Tiene más de cuarenta libros inéditos.




Quito, hoja a hoja, la densidad del mundo.
Busco su música indescifrable;
su calavera virgen. Hasta llegar
al ser que al borde del abismo
mira abajo, dependiendo de arriba,
en pánico terror.
Las cosas son así.
Un brillo sobre la cabeza.
La siniestra simplicidad
de lo que en su último grafismo
nos dará la muerte.

(Del libro inédito ‘Edén perdido y otros síntomas’)







on los ojos perdidos,
¿qué mirará la vieja sentada en su silla,
toda envuelta en lo negro como en su noche?
El niño a ratos viene,
y le toma la mano haciendo fiestas.
La luz primaveral canta en los olmos;
y en su pecho una alondra se desnuda.

Pero ¿qué pasará en los ojos, los oídos,
los labios secos de rezar?
Inútiles
sus órganos a los fieles halagos
de la vida, sólo resuena
su ser bajo un oscuro llamamiento.

Con los ojos allá, ¿por qué otros mares
navegarán, no ya su juventud,
no ya su madurez, no ya sus hijos,
sino el barco rugoso de presagios
que se llama su cuerpo en vela, tenue
de fe, desmemoriado...?
Con su silla
de paz (digo, de mimbre), una tarde cualquiera,
Dios en un rapto se la llevará;
y el niño siempre quedará perdido
por aquella sombra que le falta a sus manos.




De nacimiento

Nací de noche y me pusieron pronto
a caminar. Iba desde mi madre,
con el llano en herencia, hasta meterme
en otras aguas más profundas.

Cómo
nadé y nadé, con la leche en los labios,
la sangre a punto y resplandeciendo
de temores.

Entendía de todo
Porque iba siempre hacia peor. Fui sabio
En mis raíces, sin deber a nadie
El testimonio de mí mismo.

A gatas
trepé. Bajé rodando. Y, al querer ser más libre,
vi por mi cuello discurrir la cuerda
de lo que nunca más.

Sólo, desde esta altura
en que me miro, me doy vértigo hoy,
pues siento un gran vacío hacia mis pies.
Y si no fuera porque Dios me sujeta,
ya estaría con la desierta nada,
más en cueros solos
que lo que estoy ahora con todos reunidos,

No sé cómo ni cuándo volveré la página
de la historia que fui, pues ocurre
que leo sólo lo que escribo,
y no me gusta, y estoy triste, y voy
hacia lo interior de mis cavernas
como un oso ciego que hasta de su sombra
quiere olvidarse.

¿Sigo más?

Aquí
me remato no si antes verme
y llorarme, pues soy lo que se dice
la más pobre ocasión de haber nacido.




Autorretratos de Van Gogh

II

Me lo dice tu barba roja, el ceño
un tanto de águila, los ojos
que tienes obsesivos y clavados
como un punzón de oro.
Hay que seguir. Penetrar en el centro
del color y dormir en sus escombros.
Dulce tarea de místicos, hiriente,
porque están como unos sabios bobos
en el filo de su identidad,
ganando lo que más cuesta: el asombro
de ser.

Has vuelto contra ti la luz,
los cuervos, los cerrojos
de la noche. De paja de centeno
glorioso te has masacrado el rostro.
Volviste contra ti el pincel. No tienen
remedio las heridas. Hoy, si gozos;
mañana, sombras.

Y tu autorretrato
que da la última razón a los locos.




Canción de viejos

Los viejitos, cesantes en sus médulas,
salen al parque a pasear, y mayo
les mata con su polen.
Se abrochan la chaqueta,
más calurosa que la piel.

Llega noviembre,
y llegará diciembre con sus hielos.
Tiempo sin más. Convictos memoriales.
Y jornadas perdidas como todo.

Ya no se espera a nadie y, menos, a esa joven
que el corpiño rompió con el donaire
de sus pechos.

Y, descorazonados,
vuelven a casa. Van al wáter. Sacan
a mear su próstata. Miran aquel palo
que aguantó tantas velas. Se resisten
a creerlo. Pero qué desastre
en este mar sin olas, todo seco.
La tarde llega con el bizcocho breve.
La noche se apresura en un abrir
y cerrar de ojos. Y otra mañana empiezan
a sacar sus recuerdos, sus vacíos,
sus túmulos, sus ceros
a la izquierda, las jóvenes, ay, nunca
jamás; su triste abotonar
de la bragueta en la última micción.

Canta un pájaro por ellos. Adiós.
Adiós. Memoria de otro tiempo. Adiós.
Cierra el libro que abrieran tantos años
a la vida. Y, con lo que callan,
zurcen la letra de un mortal silencio.

De su último libro “Memoria y desconcierto”. 2011. Editorial Davinci. Colección Versos.




CANTO PERDIDO

Escribo en las paredes
coplas que nadie lee.
¿Mi carcelero no quedará muerto
de verme sólo el ademán del brazo?

Me nombro en las paredes
con cenizas eternas. De política
nada. Ya será suficiente si me salvo
gimiendo, extraño y mísero cobarde.

Contra los odios, contra los errores,
escribo por la noche;
borro de día.
Esto será un canto perdido.
La bandera que no llevará un pueblo.

Escribo con las uñas
gastadas hasta el codo.
Cuando me traigan la comida, acaso
pueda tan sólo masticar mi honor.

Del libro Con ira y con amor, pero traído aquí de la antología Once poetas del siglo XX en Castilla y León






-

1 comentario: