sábado, 27 de agosto de 2011
4518.- JOSÉ MANUEL DE LA HUERGA
José Manuel de la Huerga (Audanzas del Valle, León, 1967). Vive en Valladolid desde niño y es profesor de Lengua y Literatura en un instituto. Desde hace años, cada mañana, antes de ir a trabajar, mientras todos duermen, él se sienta ante el ordenador y escribe con una constancia a prueba de vicisitudes.
Su primera novela, Este cuaderno azul, con la que obtuvo el Premio de Novela Corta Ciudad de Móstoles, levantaba acta de sus veranos de infancia en Audanzas del Valle, donde pescó peces y cangrejos a lo Tom Sawyer, se escapó en las siestas de verano, con toda la solana, para andar sin rumbo con la bici, y fumó los primeros cigarrillos. Este enclave del páramo leonés también impregna su único libro de poemas publicado hasta el momento, La casa del poema, certeramente ilustrado por Rafael Vega. Del mismo modo, y como tributo autobiográfico inevitable, aparecen algunos personajes queridos de este páramo en su libro de relatos Historias del lector (1998).
En Leipzig tuvo lugar un breve pero intenso capítulo de su vida. En esa ciudad alemana trabajó Johann Sebastian Bach y Franz Kafka publicó sus primeros libros. Con estos tres mimbres (borrascas sentimentales, Bach y Kafka), De la Huerga urdió una novela densa y barroca que lleva por título Leipzig sobre Leipzig (2005) y que ganó el Fray Luis de León de narrativa.
Antes, en La vida con David (2003), había realizado una ambiciosa mezcla de novela distópica y reflexión sobre la belleza, una indagación sobre el alma humana y, a la vez, una absorbente trama sobre un grupo terrorista ambientada en un futuro inexistente, aunque probablemente demasiado cercano a nuestra actualidad descoyuntada.
Entre la docencia y la escritura, siempre entre libros, su trayectoria como escritor sigue dando pasos cada vez más firmes sin renunciar al riesgo y a la exploración temática y formal.
BIBLIOGRAFÍA
NARRATIVA
Historias del lector. (1998) Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia.
Este cuaderno azul (2000). A la Luz del Candil.
La vida con David (2003). Multiversa
Leipzig sobre Leipzig (2005). Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León.
POESÍA
La casa del poema (2005). Difácil.
Un día habló del mar. Lo rodeamos.
Escuchábamos el fondo y la marea, conchas y piedras gritando juntas, desmenuzándose cuando la ola torna.
El acantilado de las gaviotas locas. La luz del faro como voz en la noche entonando la misma palabra de consuelo.
En sus manos traía agua salada, restos de arena hallé en sus dedos.
Iba como a un lado y a otro, decidido, y se volvía hacia nosotros de nuevo para traernos más mar.
Como la cigüeña esos primeros días.
La noche así latía.
El agua cayendo en los lavaderos nos imantaba con su sonido denso. Brillaba el caño de cabeza de león, la luna dibujaba en él su plata que resbala.
Sentados en los lavaderos no evitábamos meter las manos.
Era el aire de los peces.
Perezosas las manos luchaban con la extraña densidad del líquido negro.
Si como los peces voláramos…
Trazábamos estelas de espuma con los dedos abiertos: semejaban caminos de leche para viajeros que regresan.
¿Cómo viven las estrellas por el día?
¿Qué noche de qué tierra las alberga?
Poneos un grano de arena en vuestras manos, como si fuera un mundo. Cerrad el puño, que en él se haga la noche.
Quien ahí habite señalará tres puntos de luz unidos en su cielo. Otro luego, más lejos y más grande.
¿Tendremos una mano sobre la que reposar?
Amanezca el día en ella, que la luz se filtre entre los dedos.
¿Cómo es el reino de la hormiga?
¿Un vasto territorio con barrancos,
llanuras, posesiones
que la mirada abandona en su confín?
¿Cómo podríamos mirar
el reino de la hormiga con sus ojos?
¿Cómo es nuestra casa
para la cigüeña?
¿Qué cuerpo vendrá sobre tu cuerpo?
No será la luz la que distraiga
mi corazón que espera.
Sólo tu cuerpo
contra la luz
entrando.
“Cada día acarrea la cigüeña materiales a su nido: hierbas secas, pequeñas, grandes ramas, hojas de ventisca o mechones de lana. Los selecciona y coloca según un saber natural.
Atraía las manos hacia él en movimientos simultáneos.
Decía que ésas eran sus canciones.”
“Escondíamos palabras bajo piedras terrosas. Levantadas de improviso, descubrían las galerías del ciempiés y del gusano rojo.
Ahí aguardaba nuestra voz.
Para soñar su crecimiento, su hervor insomne. La maceración en el color y la textura, la levedad para su peso.
Bajo el silencio de la piedra. Como atesorar monedas, botones, cristalitos.”
“Como por largos espacios de nubes que pasan.
Así se paraba la cigüeña sobre el alerón de la torre opuesto al nido.
Volvíamos de la huerta y seguía allí quieta, apenas perceptibles un cambio de apoyo, un leve crotoreo.
Nos deteníamos, hipnotizados en esa quietud: el contraluz de su cuerpo recortado sobre el atardecer.
Una tarde alguien preguntó si el nido seguía siendo nido cuando la cigüeña no estaba. En invierno quizás, o incluso en ese instante.
O si la casa era casa, aunque deshabitada.
Si existen las canciones sin que nadie las cante.”
(textos extraídos del libro La casa del poema, Difácil, 2005).
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