Matza Maranto Zepeda
(Ocozocoautla de Espinosa, Chiapas, México 1984).
Actualmente estudia el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA). Es autora del poemario Atajos para llegar a nadie (SE del Estado de Chiapas, 2011), Peldaños (UNISON, 2012) y Trozos de azogue (Nueva York, 2013). Ha publicado en la Antología del XIII Encuentro Internacional de Poetas, la Antología Jaime Sabines 83 aniversario, 83 poetas, Círculo de poesía, Periódico de Poesía de la UNAM y en la Revista Tierra Adentro. Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico 2011 y es Premio Estatal de la Juventud 2010 en la categoría de Poesía. Lo textos que aquí se presentan son de su poemario inédito Ajedrecístico.
El viajero llevó a casa la línea que divide al hastío de la tristeza, siguió el camino de luces. La casa tiene la brevedad del infinito; en ella se disuelven los retratos sobornados por la noche. La casa del viajero no tiene rastro de añoranza. Él bebe la luz que sorbe al final de la botella. Nunca falta una ventana para devolver el estómago, para dejar la casa en un sitio distinto.
*
Ve del reloj sólo el reflejo en los espejos de agua. Conoce el abismo como a sí mismo. Una valija es abandonada en la banca del parque, mientras por el altavoz se busca al hombre que posea el boleto de admisión a este recorrido de estigmas. En la ciudadela hay un hombre herido por un trozo de azogue. Esta es una estación acetílica, donde la sangre es el hilo conductor hacia la vida.
*
Se ha apuntado el camino del mañana, la guía me deja en esta jaula de luz. Estas manos realizan el malabar inútil de afinar el grafito, de plasmar la última línea que busque el exilio. Tiembla. El pueblo se ve sumergido por el estruendo fatídico de los altavoces. Nadie se salva del recuerdo. Esta hora se ha quedado íntimamente guardada cual cicatriz es remarcada con el tiempo.
*
Yo soy el viajero. Iba de paso; sin embargo, me convertí en habitante de esta ciudad-derrumbe. Alguien pronunció mi nombre pero no volví la vista, nada podía ser petrificado. Ninguna vereda llevará a otro sitio; todas las catástrofes están cumplidas. Aquí los rastros del crimen son lo único verdadero.
*
En este lugar soy. Los reflejos de esta ciudad se conjugan en todos los tiempos; sé que no habrá salida, el destino está iluminado con una indescifrable belleza. Soy: es mi nombre en todas las lenguas y en todas las tonalidades posibles.
*
Aquí viví todas mis muertes. Moví las piezas hasta ahogar el tablero, la solución no es el final; quedarán los nubarrones, su voz por los altavoces, la enmohecida satisfacción de salir ileso, la memoria. Intercambié tiradas, y es así como sé que todas las bardas tienen las claves exactas para concluir: hemos vivido en el reflejo.
***
Actualmente estudia el Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA). Es autora del poemario Atajos para llegar a nadie (SE del Estado de Chiapas, 2011), Peldaños (UNISON, 2012) y Trozos de azogue (Nueva York, 2013). Ha publicado en la Antología del XIII Encuentro Internacional de Poetas, la Antología Jaime Sabines 83 aniversario, 83 poetas, Círculo de poesía, Periódico de Poesía de la UNAM y en la Revista Tierra Adentro. Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico 2011 y es Premio Estatal de la Juventud 2010 en la categoría de Poesía. Lo textos que aquí se presentan son de su poemario inédito Ajedrecístico.
El viajero llevó a casa la línea que divide al hastío de la tristeza, siguió el camino de luces. La casa tiene la brevedad del infinito; en ella se disuelven los retratos sobornados por la noche. La casa del viajero no tiene rastro de añoranza. Él bebe la luz que sorbe al final de la botella. Nunca falta una ventana para devolver el estómago, para dejar la casa en un sitio distinto.
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Ve del reloj sólo el reflejo en los espejos de agua. Conoce el abismo como a sí mismo. Una valija es abandonada en la banca del parque, mientras por el altavoz se busca al hombre que posea el boleto de admisión a este recorrido de estigmas. En la ciudadela hay un hombre herido por un trozo de azogue. Esta es una estación acetílica, donde la sangre es el hilo conductor hacia la vida.
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Se ha apuntado el camino del mañana, la guía me deja en esta jaula de luz. Estas manos realizan el malabar inútil de afinar el grafito, de plasmar la última línea que busque el exilio. Tiembla. El pueblo se ve sumergido por el estruendo fatídico de los altavoces. Nadie se salva del recuerdo. Esta hora se ha quedado íntimamente guardada cual cicatriz es remarcada con el tiempo.
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Yo soy el viajero. Iba de paso; sin embargo, me convertí en habitante de esta ciudad-derrumbe. Alguien pronunció mi nombre pero no volví la vista, nada podía ser petrificado. Ninguna vereda llevará a otro sitio; todas las catástrofes están cumplidas. Aquí los rastros del crimen son lo único verdadero.
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En este lugar soy. Los reflejos de esta ciudad se conjugan en todos los tiempos; sé que no habrá salida, el destino está iluminado con una indescifrable belleza. Soy: es mi nombre en todas las lenguas y en todas las tonalidades posibles.
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Aquí viví todas mis muertes. Moví las piezas hasta ahogar el tablero, la solución no es el final; quedarán los nubarrones, su voz por los altavoces, la enmohecida satisfacción de salir ileso, la memoria. Intercambié tiradas, y es así como sé que todas las bardas tienen las claves exactas para concluir: hemos vivido en el reflejo.
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"El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía."
"Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré de mi mundo. Me adapto a mí misma."
Anaís Nin
La infinita
I
Soy la casa que habitas
esta inmensa línea indivisible,
las palabras resuenan en el vacío
ahí
donde pudimos no encontrarnos.
II
Esta ansiedad que envuelve mi vientre:
festival sin orquesta.
Soy
tu solitaria
tu búsqueda
tu nictálope.
III
No es inútil la rebelión de tus labios
ni de mi senos que son como dos espadas que atraviesan el olvido;
no eres tú el que limpia las aceras donde esta confusión de lenguas te nombra;
es la melancolía del regreso,
esta lágrima que se diluye al final de la calle
un cuerpo habitando en mi cuerpo.
La ciudad no eras tú
la ciudad es esta eterna agonía en la que vivo.
V
Danza nocturna
convierte mi cuerpo en quimera.
Ciudad–vientre
de semáforos clandestinos.
He recorrido innumerables puentes
ahí donde soy en cada hombre
una imagen que se alarga entre los muros.
[http://poetica-arbitraria.blogspot.com/2008/04/matza-maranto_29.html]
Un vaho me suprime
en las cuatro esquinas
de la ciudad que habito,
espejo quebrado.
La ciudad que habito
no tiene calendarios;
aquí todos los días son domingo,
no hay nada que la salve.
Es el alfiler utilizado en el embrujo,
espina sangrante,
llaga presionada.
Toda complicidad termina en la ciudad que habito.
No necesita planos,
a falta de relieves
y sobresaltos.
Todos los meses son Julio
y el total de sus noches el invierno.
A Javier Molina
Este lugar es una provocación. Llovió. Mientras los diarios refieren sucesos y consecuencias a largo plazo; el Wall Street danza al compás de las horas, el crepúsculo se convierte en puerto para los barcos de este boulevard marítimo. Me interno en viaductos donde la brisa no llega, pero las ráfagas de hielo azolvan esta oleada de júbilo. El mar es una grieta en el epicentro de la plaza.
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