miércoles, 17 de agosto de 2011
4441.- KAREN VALLADARES
KAREN VALLADARES
(Tegucigalpa, Honduras; 1984) Miembro fundador del movimiento literario “Poetas del Grado Cero”, codirectora y editora de la revista literaria “Metáfora”, ex miembro del colectivo “Máscara Suelta”, del taller de poesía Edilberto Cardona Bulnes y de la asociación de escritoras de Honduras, ANDEH. Sus obras publicadas: Ciudad inversa (Poesía), Ninguna tarde azul(prosa), Antologías: Sociedad Anónima y 2017 nuevos poetas contemporáneos de America latina. Recientemente participó en el III Encuentro de Escritores del Pacífico.
Caballo blanco en el sepelio
En la ciénaga, mi caballo vigila la canción del agua.
Jorge Martínez Mejía
El caballo blanco trota suave y silencioso en el sepelio,
Nadie lo ve más que mi espíritu angustiado.
Nadie siente el frío rozar de su caminata y el meneo tembloroso de su cola.
Sufre el caballo la pérdida del que lo vio nacer,
Y observa cómo se hunde el cuerpo en la tierra,
Y cómo es sepultado y olvidado.
El caballo blanco trota suave y silencioso en el sepelio,
Se aleja, con los ojos vidriosos por el llanto
Desaparece corriendo y relinchando, entonando alto el canto de su despedida.
Patio
Tierra es lo que hay en mi patio.
No rosas, cartuchos
árboles frutales.
Siembro amaneceres
atornillados en versos.
Siembro incertidumbre,
casas cerradas
donde nadie habitó jamás.
Muertos es lo que siembro,
muertos vivos
porque nunca los maté
ni los mataron,
ni duermen, quizás.
Mi patio no es como los demás.
Mi patio habla
y cuenta cada historia de sus raíces.
Siembro calles que la gente ha olvidado.
Siembro cielos,
otra vez cielos
y es que me abruma su secreto,
sus habitantes.
Y no precisamente pájaros
o nubes
o aviones.
o poemas.
Siembro un patio
en mi patio;
un patio cargado de ciudades,
de multitudes,
de sueños.
de mierda, inclusive.
Lo siembro
porque mi patio no tiene el valor
de callar sus propias cosas.
Entonces grita
y no grita patio,
grita palabras, nombres de hombres que mal vistieron de sexo.
Nombres de mujeres que me odiaron por celos.
Nombres de patrias a las que prometí visitar.
Nombres de tantas cosas incumplidas.
Donde yo vivía
habían patios pintados de silencios
para no contar sus vergüenzas y verdades
como el mío.
Esta es mi casa
A Carmelina Mejía Mejía
In memoriam
Esta es mi casa,
Un par de viejos objetos que le sirven de adorno,
2 personas que viven conmigo, otros que llegan a visitarme
y que pronto se van.
Así como me iré yo
en cualquier momento que la muerte lo decida,
o la vida misma también lo decida.
Esta es mi casa,
la que me habita,
de sombra en sombra,
de hijos a hijos,
de los vecinos,
de nadie.
Esta es, no hay duda alguna,
aquí reconozco los metederos del atardecer,
o la llegada de la luz insinuando la mañana.
Mientras remiendo cualquier cosa
para distraerme de mis molestias y la de los demás.
Y pienso que los años me han caído de un sólo golpe,
me desmorono a veces,
o vivo, con una sonrisa que atraviesa la mirada de los míos.
esta es mi casa,
no importa lo grande o pequeña o lo sencilla que sea.
aquí ando,
cubriendo cada rincón con mis pasos y mi voz
dejando enmarcado el fantasma de mi presencia.
Así me sentirán más cuando me vaya.
esta es mi casa,
la reconozco paso a paso,
no temo de ella,
ni ella de mi,
esta es y no la reconozco por su color verde
son otras cosas las que me identifica.
Son todos los años en ella,
son todas las cosas que he juntado en ella,
son todas las palabras que han sepultado aquí,
soy testigo de que es mi casa,
desde donde yo quiera,
y como yo quiera,
soy testigo de mis cosas,
de mis hijos, otra vez,
de mis dolencias,
de las estaciones del tiempo
que se aproximan a mis ojos tibios.
Soy testigo de tantas cosas,
pero sobre todo,
soy testigo
de que esta casa me habita
y no porque yo viva en ella.
Devuélvanme
Devuélvanme las manos
Con las que se construyen
Paredes de mi barrio,
De mi ciudad.
Con las que se cocinan
Ideas para compartirlas
Con ustedes o con nadie
Cuando sea preciso.
Los ojos
Con los que reconocen
La materia dócil
De la que estamos hechos
Los pasos que registran
Caminos que no llegan a ningún verso.
Devuélvanme las ideas
Con las que construimos
Mundos de azúcar y cristales
Donde construimos
Hombres estallados en llamas
En
(vacíos)
Profundos
Voces innecesarias a la boca
Cuerpos expuestos a la intemperie del recuerdo.
Devuélvanme la voz
El tiempo perdido sin brújulas y relojes
Las ideas sin pronunciarse
Los pasos enrojecidos por el olvido
Devuélvanme cada cosa
Que nos o me pertenezca.
Pero sobre todo
Devuélvanme la dicha
Donde habita la palabra
Y entonces
Desaparezco
Muero
Resucito
Eterna
Y furiosa
En Ella.
LA ABUELA
La abuela sueña con vivir siempre
Todavía atrapa anocheceres infinitos
En la profundidad de sus manos.
Ignora al tiempo tostándose en sus mejillas.
La abuela aun recuerda
Aquella guitarra marchitándose en sus dedos.
Su infancia imposible sin muñecas,
Mezclada de cal, y de rios crecidos hasta la rodillas.
Aun recuerda el nombre de sus enamorados,
Y por siempre recuerda
El parto doloroso de sus hijos.
La abuela, aun cree que cuando despertamos
Es para nacer de nuevo.
Ella aun descubre palabras
Vestidas de colores
Formas, y cosas.
Ella, ha venido a bordar junto a mi,
La transformación de sus antepasados.
De vez en cuando Sergio
A: Sergio Bahr.
De vez en cuando Sergio
se convierte en el tragaluz de un verso,
para no asfixiar la memoria.
No importa sonido,
forma,
llanto.
Colores,
tiempo,
o recuerdos que lleguen a esconderse
en la profundidad de sus manos.
Una sonrisa suya
Es la línea de fuego
Que consume el iceberg
Escondido en mis parpados.
Luxación del cualquier intento
para no llegar a cualquier parte.
Inquietante sonido
Parsimonioso sonido,
Lámpara de arena
que confunde
La sombra del tiempo en las paredes.
Historia desvelada en la orilla de mi boca,
Ráfaga silenciosa
Cuadrante de unas manos vacías
[las tuyas en ellas, a veces ].
sumatoria de silencios corto punzantes
Jade que aplasta cuando se ausenta.
Que viene con fuerza cuando nos llega.
Que corta,
Que observa,
Que se vuelve a su antojo,
Que nos vuelve a su antojo
Y entonces,
vuelve a despertarme
En la profundidad
de un solo nombre.
Gracias, Fernando, no sabía que estaba acá.
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