Juan Cruz López
(Jaén, 1979) Licenciado en Humanidades y estudiante de segundo ciclo de Antropología Social y Cultural. Actualmente trabaja en el Archivo Histórico Municipal de Jaén. Ganador del Premio Andalucía Joven de Narrativa (2008) y del premio para narradores jóvenes convocado por el Instituto de la Juventud de España en 2009, ha recibido varias menciones especiales en el premio Facultad de Humanidades de relato y poesía que convoca la Universidad de Jaén. Autor de 50 pasos para dar el salto… (Berenice, 2008) y Cuento y aparte (INJUVE, 2009). En 2008 fue incluido en la antología Poetas de Jaén (servicio de publicaciones de la UJA). Varios de sus poemas y relatos han aparecido en revistas como La hamaca de lona o Narrativas. En 2010 participó en el foro poético Voces del extremo. Es editor de los blogs Nueva Gomorra (http://nueva-gomorra.blogspot.com/) y La banda de los cuatro (http://labandadeloscuatro.blogspot.com/). Entre otros proyectos, actualmente prepara una antología de poesía que llevará por título Negra flama.
Eran las cuatro de la mañana.
Estaba sentada en el sofá,
la cara hinchada, el pelo revuelto,
los ojos
casi cerrados.
Tenía en la mano
un paquete de galletas.
-Soñé que te morías -dijo,
y noté que había llorado.
La cogí de la mano
y la llevé a la cama.
A la mañana siguiente,
justo al despertar,
extendí mi mano y comprobé
que ya no estaba.
Se había ido al trabajo.
Entonces recordé
el sueño, mi mujer
sonámbula,
sentada en el sofá,
presa de una angustia ciega,
y sentí de golpe
el peso de su ausencia.
La amaba tanto que pensé
que había cosas peores
que la misma muerte.
ESPEJO
En este mundo de éxito y de ruido
no queda otra belleza que lo anónimo
Óscar García
Habitas una palabra
que se desteje.
Como el dolor que te circunda
mantienes el cerco
sobre el anhelo de convertirte
en otro animal de feria
astuto ciudadano público.
Luego intuyes que quizá
la clave del juego se esconda
tras el cristal
de un espejo
que solo refleje
el hueco de tu conciencia.
VERANO
Verano infierno.
Apesta
la soledad a solas…
Aquí presente
una vez más
mi soberbia terquedad
contracorriente.
TIERRA YERMA
Áspero silencio.
Has plantado semillas
de sopor
desde tu trono de confort infame
y ahora
recoges la cosecha:
vacío a manos llenas.
Juan Cruz López. El nombre de los hombres. Ed. Baile del Sol, 2016
EPÍLOGO
Palabra que muerde un trozo
del pan de la verdad
Jorge Riechmann
Ya no hay caminos.
La tormenta
ha borrado de un plumazo
las rutas seguras
a salvo de los bárbaros.
La brújula se ha dislocado.
Nos sentimos mareados
en medio de la inmensidad del mundo,
sin certezas ni maestros, solos
y a la intemperie.
Ya ni siquiera sabemos leer los mapas.
Todo nuestro mundo
parece del revés.
Ya nadie sueña.
Las palabras grandes
asustan
o cansan
y se prefiere el vértigo.
Nos conducen como a ovejas.
Boqueamos
a la manera de los peces
―asfixiados y enajenados de nosotros mismos―
fuera del agua que nos vio nacer.
Todas las palabras
parecen huecas.
Hablamos y hablamos,
decimos y decimos…
Y cada vez más ruido.
Ni una sola voz
para encontrarnos
y celebrar el milagro
de nuestra carne hecha palabra,
de nuestra piel hecha nosotros.
Como si solo hubiera verbos para separar
y hacer más hondo / el pozo
de nuestro vacío profundo.
No, yo no quiero decir
con vuestras voces
ni vivir por encargo
ni anhelar vuestros deseos.
Yo quiero una palabra que me limpie
y me enseñe dónde están
nuestras cadenas.
Yo quiero una palabra
que sea cizalla
y abra puertas / siempre,
una palabra que abra, que abra, que abra…
y nunca cierre.
Una palabra capaz
de florecerme entre los labios
y calmar mi sed de siglos.
Eso es lo que busco:
una palabra
para nombrar de nuevo al hombre.
II
De nuevo luz
y calor
para pasar la noche
y una tribu de palabras nuevas
con las que celebrar mi suerte.
Sentí caer dentro de mí
las primeras gotas.
La esperanza
poco a poco
me fue llenando
hasta colmar el pozo.
Si no saciado,
pude recuperar
al menos la lengua.
VI
Eché de nuevo a andar;
toqué mi rostro.
Supe reconocerme
por las cuencas vacías
de mis ojos velados.
Solo entonces adiviné
que estaba ciego.
Veía con la lengua
desde hacía tanto…
VII
Es muy alto
siempre
para los valientes
el precio a pagar.
Jamás fui yo
uno de ellos.
VI
La pesadilla es ser
uno más
de los que callan.
La pesadilla es
no merecer el nombre
de los hombres.
La pesadilla es una piel
podrida por el oro
y un corazón de piedra,
los ojos velados
por las cenizas de un fuego
hace tiempo extinto.
La pesadilla es
dormir arropado
por la sábana de la mentira,
despertar, abúlico y solo,
sin memoria del horror
bajo los párpados.
La pesadilla es ver
pasar el tren / con los cautivos
y girar la cabeza
como un cobarde más…
La pesadilla es
perder el nombre
entre los hijos de los hombres,
ser
uno menos
de los que siempre fueron menos.
XIII
No,
yo no sé dónde se encuentra
la palabra
sobre la cual edificar
la casa / nueva del hombre.
Guardo tan pocas
en los bolsillos…
Yo no sé dónde se encuentra,
pero aún me quedan fuerzas
para buscarla.
Al fin y al cabo,
mi vida se alimenta
de esa raíz
tan vieja como el mundo.
XIV
Se trata de buscar
respuestas
en el desierto interminable
de nuestra oscura condición.
X
Un ovillo de polvo
en la garganta.
Primero el mutismo
y después el llanto.
Luego la asfixia.
Garras en vez de manos.
Somos el animal que balbucea,
incapaz de pronunciar su nombre.
Somos
lo que menos somos.
.
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