ANTONIO NEGRILLO FUENTES
Jaén, 1960. En el 2000, sale de imprenta su poemario El corazón de cada uno (Caja Provincial de Jaén, Editorial Los caños) Un año más tarde, Contraviento (Universidad de Jaén) y en el 2002, Todo el otoño (Diputación Provincial de Jaén) Tiene terminado un libro de poemas, Sala de linotipias durmiendo en uno de los cajones de su mesa.
Ha leído sus poemas en distintas veladas literarias, y tuvo el placer de presentar a Diego Jesús Jiménez en el recital poético que éste nos brindó en la sacristía de la Catedral de Jaén en el 2005. En 2006 repitió la misma suerte en el antiguo convento de Santo Domingo presentando a Antonio Gamoneda, y en 2009 a Luis García Montero en el salón de actos de la UPM de Jaén.
Lleva once años como columnista en el Diario Jaén y colabora asiduamente en las revistas de poesía Paraíso (Diputación Provincial de Jaén y UJA) y La hamaca de lona (Málaga).
PLAZA DE LOS CAÑOS
Por dentro duerme la sombra
que reconoce su pieza
y un tubérculo desnudo
para tres bocas abiertas.
Afuera se rompen moldes
al rol de esta plaza vieja.
Todo se vende, a la vez
que pasean en bicicleta
ratas, pobres y sirleros:
mudos ángeles de piedra.
Movimiento de un arroyo
que traiciona la conciencia,
secos caños sin caminos
y sin sangre en sus arterias,
no hay mitad en esta plaza
que no esté bajo sospecha.
Todo cede ante su cauce,
o eres de aquí o estás fuera;
llevas el viento en los ojos
o es el llanto de tu vena.
La fuente siempre vacía
se cruza con la tiniebla.
PARTELUZ
Irrumpe en el monólogo del sol
la carne abierta de un eclipse
que lucha contra su destino.
Bromuro es el cristal
para la luz que nunca se somete,
frío es el gesto
de su belleza rota
bajo la trama.
Un mundo desterrado a la columna
de cielos diferentes
se parte en dos,
y ya nada coincide.
Milímetro a milímetro
la luz regresa dividida
al polvo de su rayo,
la sombra a su estatura.
AQUÍ
Mi mundo es un lugar
unido a la epidermis del subsuelo,
una piedra que arde
e inunda de fiebre las esquinas.
Mi memoria
vestida de imprudencia es la raíz cuadrada
que hace enorme al pequeño
y mengua al poderoso.
Todas mis posesiones
son un papel en blanco
y una mentira por decir,
aunque a veces
lo que suena es el precio de un resumen
con palabras fugaces y acertijos.
No soy más que uno menos entre ustedes.
No hay milagros detrás de mis errores,
ni puntos cardinales
ni reglas para el desconsuelo.
Todo en mí es yunque y fragua,
martillo que endurece la ternura
y una ilusión que con los años
se contamina de tristeza.
EPÍSTOLA SIN PISTOLA.
A José Luis López de la Calle.
Rescatamos la lluvia,
latitudes y fechas,
las primeras baldosas
donde agarra la hiedra.
Rescatamos fragmentos
del fulgor de la arteria,
los residuos de nieve
que a los mares regresa,
sin embargo, los signos,
el poema y las piedras
son las mismas gargantas
de feroz resistencia.
Rescatamos latidos
de las yemas más tiernas,
el desliz que los párpados
nos transforma en materia,
pero obramos conscientes
que la voz no libera
ni extermina silencios
ni apacigua las guerras.
Rescatamos despacio
la paciente pavesa,
esa débil figura
como de muerte lenta,
disponemos su sombra
en un lienzo que tenga
el sabor de la carne
consumida por fieras.
Rescatamos al fin
todo lo que se muestra;
no ignoramos que todo
significa existencia,
sin embargo seguimos
esa es nuestra manera
de querer resistir,
pero sin metralleta.
MARINA (II)
El mar no se llevará mi alma,
puede esperar el malecón
una tras otra, sin dañarse,
ola tras ola, dibujando
en la dureza de su piel
huellas que el tiempo hace del agua.
El mar cierra los ojos,
y en los cristales de la arena
el mar nombra a sus muertos
con las palabras de las olas.
El mar no se llevará mi alma,
ha de esperar frío mi cuerpo
el malecón donde detiene,
una tras otra, ola tras ola,
esa difusa niebla grasa
que gesticula por sus labios.
Yo se que el mar no quiere almas
y una tras otra lleva viajeros
en la garganta de los peces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario