Luis Artigue (León, 1974), familiarmente educado en un magnético gusto por contar historias, es licenciado en filología hispánica, funcionario en el ámbito de la gestión cultural, y escribe asimismo para Diario de León.
En su incursión narrativa inaugural, EL VIAJERO SE HA IDO, COMO ES LÓGICO (Linteo, 2002), recreó el mundo de la bohemia femenina del París de los locos años 20. “Una novela brillante que introduce con habilidad al lector en un mundo repleto de sugerencias” (José María Merino).“Empezando por el título en estas páginas abundan las frases con vocación de cita literaria” (Juan Pedro Aparicio). “Personalmente al terminar de leer esta novela tuve ganas de releerla y eso es lo mejor que se puede decir de cualquier lectura” (Carmen Gómez Ojea, La Nueva España).
Sus primeros poemarios ya agotados han sido reeditados en el volumen EMPEZAR POR NÚMERO TRES. POESÍA 1995-2005, al que se suman LOS LUGARES INTACTOS (Pretextos, 2008) y LA NOCHE DEL ECLIPSE TÚ (Visor, 2010).
Ha obtenido el Premio de Narrativa Fundación UCM por su segunda novela LAS PERLAS DEL LOCO VENTURA (Edaf, 2007),ficción sobre un contador de parábolas posmoderno aquejado de un milagroso y pletórico delirio mesiánico : “Obra imaginativa habilidosamente trazada” (Ricardo Senabre, El Cultural de EL MUNDO). “Autor en posesión de una rara madurez literaria” (Juan Angel Juristo, ABC de las letras). "Luis Artigue se ha revelado como un novelista muy original" (Nicolás Miñambres, DIARIO DE LEÓN).
Posteriormente publicó LA MUJER DE NADIE (Linteo 2008), vívida historia sobre el donjuanismo femenino en el México de los pintores muralistas. “Estupendísima novela; un escritor de raza”, (Ana María Moix). “Arriesgada, controvertida y fascinante igual que su .protagonista: Remedios Varo” (Inmaculada de la Fuente, Babelia de EL PAÍS).
Es Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España.
Para JACINTO SANTOS, in memoriam
En Civitavecchia
cerca del mar latente y una catedral muerta que obligan con su ritmo
opuesto
entro
-el sol es una pira de ardor y sexualidad como llegar a los cien años-
en la disimulada arrogancia del silencio de una biblioteca:
un email como una salva de otro mundo
dice que has culminado tu radical afán
por descifrar
la oscuridad…
La pureza surrealista forja héroes y fragancias
que no podemos seguir.
Igual que las estrellas cumplidoras de sueños
apenas sé estar triste desde lejos.
Pienso en tu cincelada intimidad de hospital
donde el amor, el llanto y demás flores salvajes
no te hicieron dimitir del lirismo a la contra,
releo lo que escribiste como admitido en las sombras
y algo tiene la distancia de amistad no capturada por el haz del presente.
Tapamos las cicatrices con enceradas medallas.
Si tu forma ejemplar de morir la muerte me
ha enseñado algo hermoso como fumar crepúsculos
es saber que se alcanza lo a tientas celebrado previamente…
Amigo, que este poema tardío con olfato de dobermann
llegue hasta ti y te encuentre ahora que formas parte
de tu descrita noche y tu irradiante herida;
ahora que te has ceñido al más allá de la experiencia
para siempre, amén.
Como
una nueva luz de lámpara que, al fondo del pasillo,
civiliza lo íntimo
ya embelleces la nada.
Y seguimos.
ME SUMO A TU APLAUSO, ÁMSTERDAM
A Germán Gullón.
Ven,
no tengas miedo
al factor de corrección de los recuerdos
ni a esa exposición absoluta de las chicas de oriente de los escaparates
las cuales lo repiten
como quienes saben curar invisiblemente:
después de la primera concreción impuesta por el deseo ya todo es tránsito.
¡La plenitud sensorial parecía un crimen en tus ojos!
Ven,
-cerciórate de que explorar la noche sentado junto a la ventanilla
en un tranvía de Ámsterdam
implica evocar el tren de la bruja-
y no rehúyas después ese hospital homeopático que era la noche en
Rembrandtplein
entonces,
tras entrar a meditar por vez primera en un coffee shop con algo de templo
budista
anexo a dos locales donde las empleadas del sexo
escindían cada vez más su cuerpo y su alma
(lo dice esta ciudad: la vida, como un viaje en tranvía, consiste
en ir emocionado de estación en estación).
No
vuelvas a conformarte con una suerte de bata de fotógrafo de color azafrán
sobre tu cuerpo antes de descalzarte
y cerrar los ojos para ver los orificios de tu mente por los cuales entran ratas
y luz.
Así sabrás
que los dioses
se desvanecen
dentro de ti.
Regresa
a ese momento en el que expandiste tu fe normativa
para poder volver al poco a comparar estigmas con los inmigrantes alcohólicos
que intercambiaban su melancolía en los cafés oscuros atestados de confort
emocional
y música
en directo.
Te mostraré quién eras
y como un humorista abstracto podrás consagrar el paisaje irreconocible
en honor al devenir.
Así sabrás que en tu memoria eres otro.
Así dejarás de intentar que tu pasado te reconduzca
tras comprobar con qué dulzura la libertad toma partido en las almas….
Ámsterdam
estaba lleno de objetivos mentales exigiendo ser cazados al vuelo y tú
como un borracho de iniciaciones mirando la luna embotellada del
Barrio
Rojo.
EL LISIADO
Mi mesita tiene forma
de máquina registradora vieja
y sus cajones detestan el orden
como
invitando al melancólico reencuentro con las
/cosas.
Ha aparecido un álbum
con fotos amarillas de tanto recordarte
y todo
regresa resumido de repente:
el chispazo, el comienzo, el miedo fascinante,
la rebelión de Dios o su revelación,
el desamor, sudor, la piel cosida,
la brújula viciada
de los necesitados,
cierto viaje en carreta a donde todo empieza
y mis ojos de acueducto, el riesgo, el
/entusiasmo,
ese silencio de quien trata de tomar impulso
o abalanzarse
hacia tus labios, sí, de experta prestamista...
Todo estalló –qué palabras tan bélicas–
la primera vez que te referiste a mí como “un
/lisiado”
aunque tenías razón;
ahora lo sé.
Cuando los jorobados
nos tumbamos en la hierba para ver las estrellas
en nuestra espalda hay un pedestal.
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