Federica Rosenfeld (Buenos Aires, 1914-1998), Desde el cerco, selección de Javier Cófreces, inédito (Ediciones en Danza, Buenos Aires )
La poeta Federica Rosenfeld era arquitecta y fue profesora aquí en San juan en la Universidad nacional. La conocí en aquellos años y fuimos amigos. Jubilada ya se trasladó a Buenos Aires y la visité en la Capital Federal. Vivía sola y falleció allí en soledad, según me informó un amigo común.
Su fuerza está en la estructura, en la orientación excéntrica de las palabras respecto de la realidad común, algo como decir: plenitud fuera de toda vejez significativa. Su poesía elimina enlaces en su aspiración de síntesis, y recuperar esos enlaces es abandonarse al movimiento, su movimiento. En la poesía de Federica Rosenfeld hay un tránsito de visiones vía directa que han sido trasladadas al orden intelectual, a lo vivencial llevado a lo estético. Es el diario de una mujer que viajó por el mundo nuestro donde no se reconocen los lugares familiares. La poesía se edifica sobre las ruinas.
Jorge Leónidas Escudero, para Desde el cerco, inédito
La matinée danzante
Cuando los pies y los vestidos bailan
En la matinée temprana
Los corazones juntos
Enterrados bajo el musgo.
Las sesiones fragmentan manos
Carnes, pelo, vidrio, labios
Pudiera el alma asir un trompo
En su movimiento solo
Pero en la sesión no hay juego.
Las parejas se mueren a la vera
Los niños no quieren tiempo.
Baudilio el cabrero
Nadie sabe el color
Que diluye sus ojos
Ni por qué
No hacen ruido sus manos
Cuando bate las palmas
Pero se desconfía
Del espacio que toca
Y del signo
De su paso incierto
Sobre la ancha sombra.
Sin embargo
Nunca lleva Baudilio
Cuchillo ni
Pedruzco afilado
Ni conoce otro tacto
Que el de cosas redondas
Como cerros o uvas
Corazón de avestruces
O de cabras.
La telaraña
La última telaraña es retirada con cuidado
a la hora ocho puntualísima de los criados.
La última telaraña del cuadro
obra maestra recién terminada.
A la hora ocho de los carniceros
y de los vitalísimos comienzos.
Nadie sabe el color
Que diluye sus ojos
Ni por qué
No hacen ruido sus manos
Cuando bate las palmas
Pero se desconfía
Del espacio que toca
Y del signo
De su paso incierto
Sobre la ancha sombra.
Sin embargo
Nunca lleva Baudilio
Cuchillo ni
Pedruzco afilado
Ni conoce otro tacto
Que el de cosas redondas
Como cerros o uvas
Corazón de avestruces
O de cabras.
La telaraña
La última telaraña es retirada con cuidado
a la hora ocho puntualísima de los criados.
La última telaraña del cuadro
obra maestra recién terminada.
A la hora ocho de los carniceros
y de los vitalísimos comienzos.
El vendedor de Florencia
Bajó la cabeza,
movió los dedos,
y halló en la caoba la voz
para responder
al que podría ser el rostro,
la encarnación rosada
de la verdad.
Y halló una boquilla,
raíz de ámbar,
oscura la veta de enebro
y la noche muda.
Bajó la cabeza,
movió los dedos,
y halló en la caoba la voz
para responder
al que podría ser el rostro,
la encarnación rosada
de la verdad.
Y halló una boquilla,
raíz de ámbar,
oscura la veta de enebro
y la noche muda.
Locomotoras que pinta Lozano
Los hermosos jirones de variados colores
que tu mejor sociabilidad
arranca de sí
dan la aceleración del tiempo.
Tu astucia agrega ruedas cada vez más pequeñas.
Todas las risas buenas viajan.
Los llorones quedamos despidiendo amores,
muchos amores que concibes.
Carboneros ocultos en su profundo sueño
van diciendo el ritmo:
ignoramos sabemos, ignoramos sabemos.
Los hermosos jirones de variados colores
que tu mejor sociabilidad
arranca de sí
dan la aceleración del tiempo.
Tu astucia agrega ruedas cada vez más pequeñas.
Todas las risas buenas viajan.
Los llorones quedamos despidiendo amores,
muchos amores que concibes.
Carboneros ocultos en su profundo sueño
van diciendo el ritmo:
ignoramos sabemos, ignoramos sabemos.
El loco crisantemo
El dolor de los pobres peina mi pelo de aluminio.
La perfecta luz encendió al enemigo.
Así se ve mejor el loco crisantemo.
El dolor de los pobres peina mi pelo de aluminio.
La perfecta luz encendió al enemigo.
Así se ve mejor el loco crisantemo.
Pueblo
El frío toca la cabeza de la vieja.
El motor relumbra en el vidrio.
La gallina mira como un pez el cielo sin tapa.
El frío toca la cabeza de la vieja.
El motor relumbra en el vidrio.
La gallina mira como un pez el cielo sin tapa.
El pino
El de la silla plegadiza
y el reloj al cuello,
apuntando con el brazo
me dijo:
lo de su casa está hecho
el pino
resistió un minuto.
El de la silla plegadiza
y el reloj al cuello,
apuntando con el brazo
me dijo:
lo de su casa está hecho
el pino
resistió un minuto.
La mariposa
La mariposa es
separar el silencio
del movimiento.
La mariposa es
separar el silencio
del movimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario