jueves, 23 de junio de 2011
3978.- VÍCTOR J. VÁZQUEZ
Víctor J. Vázquez. Valladolid (España), 1979. Cursó la licenciatura en Derecho en Valladolid, trasladándose después a Salamanca, donde realizará estudios de doctorado y Derecho Político. En la actualidad es profesor de esta asignatura en la Universidad de Sevilla. La profesión universitaria le ha llevado también a pasar largos periodos en Nueva York, París o Bolonia, ciudades donde se sitúa gran parte de su poesía. También ha participado como actor y guionista en los largometrajes El Brau Blau (2008), La vida sublime (2010) y en el cortometraje El evangelio (2009). En 2006 fue galardonado con el primer premio en el certamen de poesía convocado por el Colegio de España de París.
Perro semihundido en la arena
Lo vimos una y mil veces
y nadie se escandalizó
por la belleza del fuego,
por la armónica muerte
del animal en la foto,
la perfección del tiburón
comiendo el edificio
y su explosión evocando
la memoria perdida de la tierra.
Comimos con la muerte
al amor del pan,
con los ojos fijos
sobre el dolor lejano
del lienzo luminoso.
Después de todo,
nadie esquiva la sangre
que escupen las noticias,
y lloramos más
la agonía de aquel perro
semihundido en la arena,
que el sufrimiento oculto
tras los resplandores.
Y tampoco son las cifras
las que nos rompen la voz,
sino la paz de los amantes
abatida de amor,
los naipes huérfanos
en los gulags del olvido.
Y al final
es el nombre que quedó
escrito en la litera
el que nos estremece
y da nombre al dolor
en blanco y negro.
Al cuerpo del hombre
siempre marcado por el hombre,
vieja bandera culpable
de este inmenso lugar
en donde sólo cabe
el heroísmo extraño
de amar la vida
y conquistarla.
O.K. Corral
¡Deja de llorar,
My darling Clementine!
Yo he visto hombres
abordar colinas de cristales
desnudos como el ébano.
No tenían tiempo ya
para ser los otros
o confesar la culpa
por los huecos
de las piedras orientales.
Aún así, debes saber
que la asfixiante cifra de luces
no rindió la eternidad
de los sombreros
dispuestos a morir,
en el lugar
donde lloran los leones
y se pierden los misterios.
Bajo un resplandor naranja
el amor vencerá,
My darling Clementine.
Un viejo poema
Yo a mi muerte iré dejándome llevar
con esta misma sonrisa y esta lágrima.
Hará falta valor para soltar tu ingle
y el viento necesario
soplará sobre el río
para llevar mi muerte
abierta ya
sobre todas las muertes.
Esta vida quedará aquí
con su esplendor,
libre ya de las formas
de otro hombre.
Y en el camino,
eternas las tardes de gloria
como el miedo a los pájaros,
seguirá mi cojera de amor
poderosa y bella
que tanta venganza lleva.
El sabor de las cerezas
A veces el recuerdo
tiene el vigor dorado
del mordisco en la fruta.
Alguna vez, os reconozco,
la amistad del niño y el caballo
devuelve al alma
aquel primer destello.
Sé que Cristo estuvo cerca.
Más cerca aún,
la Virgen surgió entre el tomillo,
para calmarnos el placer sonoro
de los ciervos
y el miedo detrás de las tapias
y los visillos negros.
Pero aún así, debo recordar
que no podíamos amar.
Quiero decir que podíamos creer,
no éramos héroes,
y prefiero que no vuelva
que no vuelva jamás
el verdadero sabor de las cerezas.
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