domingo, 8 de mayo de 2011

3820.- ADRIANA BAÑARES


ADRIANA BAÑARES
En la red también firma como Awixumayita.
Ha publicado los libros El movimiento de la lagartija, La Soledad del Café y La Niña de las Naranjas. Palabra de Awixumayita. Participa en las antologías Poemas de la chica de la Curva, Microrrelatos /09 Bardeblás, Des-amor (antología literaria groenlandesa), Vinalia Trippers. Plan 9 del Espacio Exterior y Nocturnos (Antología de los poetas y sus noches) (de próxima publicación).
Desde 2007 forma parte del colectivo literario COLMO y edita, junto a Patricia Maestro, la publicación independiente La Fanzine. Ha publicado poemas y relatos en diversas revistas, de papel y digitales: “Exterior”, “Phoenia Lux”, “The children's book of american birds”, “Degeneración Espontánea”, “El Elefante Rosa”, “Fábula”…
Son muchas las adolescentes que abren un blog, se hacen fotos con un toque gótico y empiezan a escribir sus desventuras… Pero pocas tienen lo que le sobra a Adriana: talento, constancia y un discurso volcánico. Que nosotros sepamos, lleva escribiendo en la red desde el 2006. Nuevas publicaciones e inclusión en diversas antologías la avalan.







Me apetece regalarme un suicidio

Una copa de vino

Una locura en un pasillo.

Me apetece recorrerte
como las venas a tus brazos,

Y rozarlas
con pedacitos de plástico roto.

Quiero morderme las uñas del recuerdo,

De tus recuerdos,

Que son los posos de café
que aún guardo en mis bolsillos.









Mis musas. Mis putas.

Paola superpone circunferencias entre la línea de sus ojos.
Negra.
Se entretiene posponiendo compromisos
que la puedan alejar de su vida palaciega.
Paola engaña, seduce y traduce
a sus intereses todo aquello que le suene a represalia.
Se pinta los ojos, los labios
y hasta las uñas de los pies,
porque incluso en invierno tiene suficiente calor
como para calzar sandalias. De tacón.
Paola carece de intuición, porque ni siquiera es femenina,
aunque alguna vez la educaron para serlo.
Por lo menos, mujer.
Desparpajo no le falta
aunque no tiene, para nada,
sentido del humor. Pero tiene
un par de tetas que centran
en ella toda la atención.

Raquel moja sus labios en café,
reduce los imperativos a condicionales
y se arranca con fruición los pelos que le sobran.
De su vergüenza.
Es menuda y simple como un yoyó,
y da tantas vueltas que siempre termina
en el mismo rincón.
Raquel pretende beber vinagre
para machacar a la competencia del este,
sin saber que así sólo logra
menguar, empequeñecer, ser cada vez más
transparente.

Amanda rompe a llorar
porque no le quedan la´grimas.
Se corta las puntas del pelo
aunque se lo vuelve a quemar
con tanto tinte. Ha sido rubia,
morena, pelirroja, pero siempre,
siempre, igual de sinsustancia.
Sus labios son tan finos que parecen blancos,
como la piel de Raquel,
y el lunar del que presume sólo es
un tumor en ciernes.

Loreto se derrite
cada vez que viene a verla el ex novio de Paola.
Le promete muchas cosas
y prepara baños de leche de cabra,
como a las reinas. Como todas, sueña
con la palidez, aunque Paola suele
hundirse en miel.
Loreto es una escalinata estrecha,
un poste eléctrico sin luz, una enredadera
de metal impenetrable.
Suele subir a lo más alto
para volver a caer.
Y volver a subir. Y caer.

Sylvana perdió un zapato
el día de su veinte cumpleaños.
En su lugar encontró un billete a España
y ahora es compañera de Amanda
en un burdel.
Aquí no hay corsés ni lencería fina como en los años
veinte
Sólo condones baratos y ropa de Pimkie.
Sylvana suena como un cascabel que ha perdido el aire, se restriega como las gatas contra los muebles de madera. Sólo quiere arder, como cualquier otra.
Se despierta entre pelo púbico que no es suyo y se esconde tras una botella de vodka de marca desconocida. Como los condones.
Se retrotrae de frío hasta convertirse en un jirón y se arranca mechones de pelo si la dejan insatisfecha.

Erika no sabe que como a Amanda, le sobran planes a su poco tiempo.

Erika sustituye su sangre por absenta, por semen su saliva
y logra descambiar cada noche sus pensamientos
por un poco de cocaína Erika fue siempre vieja, incluso antes de llegar ya había caducado.
Erika se quiebra siempre que la besan.
Erika muere si Amanda ha llorado.

Ilyena es virginal cuanto más puta se vuelve.
Pierde la cordura si viste de blanco,
Si fuma negro recupera la cordura, aunque no por mucho tiempo.
Se deja comer por fuera, por dentro,
Todos los sentidos,
Si aún le queda alguno.
Ilyena es dómina cuanto más sumisa se vuelve.
Alguien le cambió el alma en el momento oportuno
Por un puñado de dinero.
Ilyena sólo tiene espíritu cuando viste de blanco.

Elena busca un padre en cada cliente.
Busca un protector, un educador,
Un confidente.
Busca un abrazo, un apoyo,
Alguien que la valore.
Pero ninguno le da eso.
Ellos sólo buscan sexo.
Se aburre, se cansa de decir “no” a ciertas cosas,
Los abandona.
Cada vez se siente más sola, más desprotegida,
Menos querida.
Hasta que vuelve otro con una carta de amor
Y una sonrisa.

Cristina se recoge el pelo con mil horquillas
Que parecen tirar de su mente,
De su cerebro,
hasta provocarle aneurisma.
Cristina aspira a ser contorsionista,
Aspira a poder plegar su cuerpo
hasta poder esconderse y estar
al acecho. Cristina, como Erika, fue mayor
de edad
mucho antes de que practicar sexo con ella
entrara dentro de la legalidad.


Lucía corrompe su pelo en mil envidias
Sus ojos en mil rencores
Se tiñen de rojo, como cada hebra de su pelo
Sus labios, también carmín,
Son la ira más pura, siendo ella
Siempre
La más puta
De las que habitan el burdel.

Mercedes tuvo lo que quiso
Cuando vivía en Ecuador,
Pero un día el narcotráfico no jugó a su favor
Mercedes es una pelota de pimpón
Los clientes son palas, sólo causan dolor.
Mercedes tuvo lo que quiso,
Ahora lo que tiene es para consumo propio
Su cuerpo un instrumento de intercambio,
Una moneda que ha perdido su troquelado.


Valeria es, sin duda,
La única que merece la pena,
Tuvo un novio porque la compró,
La quiso tanto que un día ella
Escapó.
Decidió flotar como un fantasma,
A lo largo de toda la avenida,
Poco a poco fue perdiendo fuerza, hasta rozar sus pies contra la acera y estigmatizarse como una santa,
Frente, cuello,
Pies y manos,
Valeria no necesitaba
Como lo necesitaba Ilyena,
Travestir su alma de blanco,
Ni como Merecedes, fumar cocaína
Para recuperar su vida.

Valeria también perdió un zapato, fue alambre de espino y ahora es un rosal silvestre,
Cubierto de pájaros.
Valeria nació para ser poetisa
Leía versos de Lorca
Aunque sus clientes no lo pedían.
Valeria no tragaba el humo al fumar,
Y sus ojos se alimentaban de sal,
Y sus labios,
de polla rancia.

Valeria era niña, cuanto más se lo pedían
Valeria era la calma,
La efervescencia en un vaso de agua,
Valeria era pureza cuanto más se enjuagaba
De agua bendita en cada baño de hostal
Como si fuera un acetre
Actualiza su alma
En sucios retretes.

La puta a la que quise,
La que se fue,
La que compré,
La que lloré
Y aún lloro

La puta a quien por quererla mandé al infierno.









El asco, se enreda entre las esquinas de mis extremidades, en pegotes con piedras pequeñas, como chinas, como hebras.

Ralentiza mis pasos e irrita la entrepierna hasta convertir mis ingles en papel mojado.

Envejezco, salpico en cada paso por mis pechos el desprecio acumulado, callado, durante años.

Me visto de tristeza para ocultar mi cobardía y la tardanza de mis uñas en regenerarse tras esmalte,


llorando medias lunas.


Adriana Bañares, Awixumayita, del blog La Niña de las Naranjas.








Cero

Sus besos sabían a excursión. Sabían a aquella excursión que hicimos a ARCO en primero de bachillerato. Sabían a esa noche en que me enamoré de tres modernos a los que les flip­aban Muse. Sabían a los pantalones blancos anchos que me ponía siempre con un tanga azul que siempre se transparentaba. Sabían a todas las veces que me dijeron “tienes que venirte a Madrid”. Sabían a excursión. A escapismo. Sabían a merienda de cumpleaños. Sabían a autobús, a walkmans, a discmans, a minidiscs, a mirar por la ventana. Sabían a aburrimiento, a premeditación, a virginidad, a estupidez, a inmadurez, a condones desde hace meses pegados en la cartera.
Sabían a no tener ni idea.
Aburrimiento. Sinsubstancia. Sabían a náusea, sabían a tristeza, sabían a no hay nada mejor, sabían a simple saliva, repugnante, asquerosa. Sabían a soledad, al último pedazo del día, a desesperación en calma. Sabían a impotencia, a resignación, a desencanto. Sabían a tan poco que quise buscar un sucedáneo, sabían tan tristes que quise desecharlos, abrazarme a la almohada y encontrármela empapada en rímel la siguiente mañana.
Sabían a no ser quien quisiera que fueras. Sabían a saber que no me importaría tanto que no me quisieras.

2 comentarios:

  1. Qué sorpresa encontrarme aquí!
    Gracias por tenerme en cuenta en tu antología virtual.
    Un abrazo

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  2. Gracias a ti Adriana, un abrazo
    Fernando

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