PEDRO LÓPEZ ADORNO
PEDRO LÓPEZ ADORNO (1954). Puertorriqueño. Doctor en Filosofía y Letras de New York University (1982). Como poeta ha publicado los siguientes libros: Hacia el poema invisible (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1981); Las glorias de su ruina (Madrid: Playor, 1988); País llamado cuerpo (Lima: Editorial Lluvia, 1991); Los oficios (Sevilla: La Cuerda del Arco, 1991); Concierto para desobedientes (Río Piedras: Editorial Plaza Mayor, 1996); El gran olvido (plaquette) (Barcelona: Café Central, 1996); Cumpleaños-Poema/plaquette (Nueva York: La Candelaria #10, 1998); Viajes del cautivo (Xalapa: Editorial Graffiti, 1998); Rapto continuo (San Juan/Nueva York: Ediciones Babel, 1999)- edición limitada de 150 ejemplares cuyos 78 poemas representan un tarot poético; incluye caja de madera (obra del artesano puertorriqueño, Hipólito Figueroa) e ilustraciones de la grabadora puertorriqueña, Consuelo Gotay; Arte de cenizas/Poesía escogida: 1991-1999 (San Juan: Instituto de Cultura, 2004); y Opera ardiente (San Juan: Terranova Editores, 2009). Próximamente aparecerá en Caracas su poemario, Subversión del que surgía, bajo el sello de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Aparece antologado en Nueva poesía latinoamericana (México: UNAM, 1999); Una gravedad alegre. Antología de la poesía latinoamericana al siglo XXI (Valladolid: Editorial Difácil, 2007); Puerto Rican Poetry: An Anthology from Aboriginal to Contemporary Times (Boston: University of Massachusetts Press, 2007); Jinetes del aire. Latinoamérica y El Caribe Poesía contemporánea (Ecuador/México: Mayor Books, 2008); Vapor transatlántico (México/Lima: UNMSM, 2008) y Yunaites. Poesía en español en los Estados Unidos (Brasil: Lummer Editor, 2014), entre otras.
Se desempeñó como catedrático de literatura de 1980 hasta el 2012.
De origen puertoriqueño, catedrático de literatura hasta el 2012 en la ciudad de Nueva York, en el Hunter College, es una voz que se reafirma en español en el seno de la sociedad estadounidense.
Cuadro
La tarde es ovillo gris. La ciudad
en el espejo tropieza contra el hielo.
Llega la noche y viaja uno como puede.
Al otro día el aire ahuyenta nubes
como el gato a las ardillas del jardín.
Cazador cuyo infortunio emula al desvelado
ser que en la ventana cuenta ariscas
plumas por las ramas.
“La ráfaga que podríamos ser.” Piensa
cómo dispersan los residuos.
Alarmas. Avenidas. Incendio
que hace acto de presencia
en la opulencia de un Madison Avenue
12 de diciembre, Au Bon Pain, hipócrita y soleado.
Contempla el viaje como puede. Bosteza
su interior. Café éxtasis la caminata
transparente. El progreso
del ser en el ser mismo: estolidez
de ascensores y cubículos. La pasión
del desencanto. La oreja en el olvido.
La tarde se revuelca
en su alberca gris. La ciudad
tropieza contra el hielo del espejo.
Llega uno como puede a la noche:
ráfaga, gato, ardilla, rama,
jardín, éxtasis, bostezo.
Algazara el incendio,
la fuga
Mangosta
¿Para qué vive el viento esta vez? ¿Para qué
el sol precipicio incomprendido?
¿Para quién proyecta equilibrios la incertidumbre?
Partículas de luz. Toman rumbo
las obsesiones de las hojas. Piel
de felicidad las ramas en lo alto.
Uno jerarquiza pensamiento
pero entre las rocas resuscitan
palabras, bípedos y anfibios
que han muerto o mueren.
Orilla y transparencia. Ocaso y caos.
Cimarronaje de higuacas el vaivén
de sombras. El camino.
Antuvión de las lluvias.
Gorjeo en el ladrido humano que busca
manantial. El resto es rumor. Vibran
las ratas sobre el musgo
y uno, roído por la naturaleza
muerta de las horas, se hunde en la alberca
imprecisa de una tarde de julio.
¡Cuán discreto el disfraz!
Ahora sí. Uno ve imperfección y sequía
desde la paupérrima ceguera de yunque
tan alto. Parece mentira tanto aire
en los brazos. Tanta brisa en el vientre.
Tanta ráfaga en la molicie de los muslos.
Unción, contemplación, blanda
almádena de esperas. Uno pierde el turno,
el tino, el desvarío. Cuasi árbol
se desgaja uno hacia la cima. Sube uno.
Siente el aire. Retoza con el frío.
Asusta altura tan gárrulas
alas. Quiere uno
deletrar lo prohibido.
Tiene enemigos.
A cada rato se gana el desprecio
de los déspotas. Carné de paria
la subversión de su volumen.
Si lo encuentran mientras suben
no pierdan el tiempo en simulacros.
Conoce del amor cada silencio,
de la corrupción su algarabía.
Los científicos de Agricultura decoran
el bosque con su semblanza
de alma en pena.
No alimenten su enclenque
doctrina de sonidos. No hace
falta clemencia. Hace tiempo tiene cueva.
Cuidado al acercarse.
Le da rabia el olor de la mentira.
Gemidos del rocío
Obstinado en su dispersión el día
renombra su septiembre. Jueves
acaso por la decisión de un trueno
entre las hojas mas no llegan
las aguas al anhelado embalse
o enjambre de batalla.
Cierta nomenclatura nos hace nómadas
tan cerca del prodigio
en cauce oscuro
tan lejos de la probabilidad
del paisaje.
Plasmado en bóveda
nuestro destino manifiesto.
Aljibe o trance que transmigra
entre las aldabas del deseo en reposo.
Maridaje del corazón y su chillido.
Lenguas desterradas
hasta las aves de la tarde.
Ascendente genitalia el desmayo.
Desmadrarse así
blando navegar por un desvelo
de aromas perversos. Alguien bautizará
eternidad a ese somos y no somos
lecho en la sombra.
Laberinto fiel cuya atarraya
alberga los gemidos del rocío.
Continuamos nadando
Triunfamos intocables toda la tarde aquella
nadando hacia un sur sin fin
casi lluvia en los hombros. Las tijeras
de los blindados cuerpos
destilaban gota altísima de trueno
por la cima de lo que intentaba ser.
Todos los ríos en ascuas. Todas
las naves abolidas. Nadando nuestro
sur sin fin. Paraíso sin freno los anfibios
ninfómanos de nuestra nómina de huesos.
Maremoto los labios. Amor
húmedo vuelo.
Velamen de descalabrado néctar y compás
de guayabas y papayas en la lengua
del mar al fin orilla
hacia un sur sin fin del paladar
que por un enjambre de angulas
continuamos nadando.
Entrañable cárcel
Inconfesables sílabas han llegado a la casa. No han
tocado la puerta. El reflejo de sus células se ha
disfrazado de brisa al rozar las ventanas. Recorren
la casa. Toman lo que he borrado. Comen lo que he
abolido. Respiran el ardor que alguna vez viví tal
dinastía de Ixión. Piensan como yo que el mundo es
una selva de centauros, que más allá de
malabarismos mediáticos hay que cambiarlo.
Damos vueltas y vueltas por la casa sin saber cómo
llegar a ese objetivo. Pasamos de tal forma
inabarcables horas. La inquietud de las cortinas
presagia que otras sílabas pronto invadirán. Vuelvan
recorridos, cifras, sombras de palabras que, atadas a
una gran rueda, intenten descubrir si es alguien o
nadie el que goza prisión al detenerlas.
Reanimación de la intemperie
Sulamita eras en Palés.
Ahora y para siempre desconcierto
de la ciudad nunca dormida. Huella
de voz en diáspora como la alcoba
de un mar tipo Rincón y qué
importa a los demás
la proliferación. El porvenir
de nuestras bocas en la asfixia. No
morirán lo imprevisible del prodigio
ni almejas ni migas de sueño
prisioneras del musgo de tus muslos
despiertos. Fiel fugada igualdad.
Nunca abolida arena en mordedura
de caderamen por las aguas.
La invocación irá tal vez a ningún
lado pero irá. Sobre todo
y a largo plazo la migración
de los roces por la primera
sombra. Huracanada homilía.
Piensa, cuando puedas, en la extraviada
vela. La demasía. Vela
puro principio y fin al lamer
los cuerpos la cicuta como si fuera miel
la travesía. Allí los acantilados. Allí
seremos piedra. Velludas
montañas sin olvido.
Maniobras
Con todo el arsenal, la apoteósica apertura apresura
maniobras cuesta abajo, boquiabierta, sumando
zumbidos hacia el tablero de la resurrección.
Pensamiento en avalancha. Método al compás de
encantamiento.
No atraso la caída; los puntos y las comas de la
combinación. Necesitaría anticuerpos de no sé
dónde ni cuándo para contrarrestar la fuerza de
gravedad que me aúpa a lo incierto. Zumbo
entonces los dedos con el fin de igualarme a la
desesperación. Entrego las armas y las letras de la
lengua al paraíso de abismos.
Apertura apetecible la clausura. Incandescencia y
vigilia. Aroma parecido a derrumbe.
Devorados por la coreografía
Un estallido allá a lo lejos.
En la hazaña de ese ruido
el repentino halcón
como un desembarco o despedida.
Luego la llovizna toca fondo.
La sospecha o campo de tensión
entre ramas secas
traza el trance de truenos
de la futura dicha. Colonia deleznable
la minúscula extensión de tierra
en que muere uno de embolia
o picazón de asombro.
Escépticas nubes evalúan la conversación.
Los invitados decoran la hierba
con sus licores y hors d’oeuvres.
Necesita uno libar algo secreto
para que las encuestas sean fracasos
y la vida en familia no termine
acostumbrándose a los muebles.
60: el cielo abierto
Con la espiral de ser llega
a Rilke bajo una temeraria
tarde oliendo a brisa
otra latitud aún rumor
entre las hojas. Analiza (de pie)
el tablero en que toma al dictado
el alma de una lengua a sus sesenta.
¡Sacro Dios!
Brinda una vez más por
las lagunas y los éxtasis.
Sacrílega porfía de vivir a
unas leguas de la dicha. La partida en vilo.
Enterrado el más reciente 31 de diciembre
con procesiones y cervezas. La lealtad
de amigos y enemigos. Naufragio que en el aire
favorece transcurso. Marea alta y hora
para regresar al mar la yola
de pescadores de su barrio natal.
Las olas remándole abrazos
al maleable marisco de su cuerpo.
Piel que desmiente esa edad que ahora
aplauden. Recobrada resurrección
de ir entre galaxias a su auroral
pabellón de nubes a la manera de Mi Fu
y que Dios decida lo que falte.
¿Le falta algo acaso a la feroz
partida? ¿A los sesenta de táctica y temblor?
Dama y tres peones contra par de torres
y caballo resumen el sinfín.
Tablas no quiere en el paisaje. Sólo
aspira a una igualdad parecida al amor
o la muerte. Que el desenlace
incluya vínculo que despabile
a los que cifran fe en efímeras teorías.
Allí tiende su trampa: unas velas a media
luz y un coro “que los cumplas feliz”
con vino tinto en la mollera.
Cada vida hilada al jaque hasta salir
por la oblación del caos.
Movimiento decisivo el cielo abierto.
Objeto para ser destruído
Como vivir en Orion Nebula rodeado
de nubes de polvo y gas
triangulando la transición prohibida
donde la luz que surge del ruido de tus ojos
refracta la insurrección en que aventuro
tempo y desatino.
Me convierto de tal modo en el metrónomo
que se inserta sutil en la guarida
y si acaso el gemido o cumbre
por renacer a mil trescientos años
luz opaca el círculo
sean las brasas de esta lengua
en vela los golpes de navaja
que naveguen ciclópea soledad
por las retinas del orgasmo.
INTERLUDIO SUREÑO
Puede ser la hoguera de la casualidad,
el paladar de un vacío. Fugaz en el hallazgo
los cuerpos aterrizan. Episodio,
contemplación, abismo,
melodía, seducción,
la metáfora de pájaros sedientos
que en la orilla zozobran. Puede
ser el gran olvido sobre la miel de
los glúteos. Temblores
de cielo
entre sílabas y no hay mejor
poema que esa pareja
de enemigos en el lecho. Puede
ser esa línea recta que lleva
al amor a New Orleans y del Mississippi
superfician los dones de la sombra, las salchichas
y mariscos testigos de la primera
cópula. Puede ser. Siempre
puede ser la blancura de la página la dueña
de ese jazz que sólo desde y sólo
hacia (o viceversa) puede ser sin
ser
asfixia.
CÓMO PASAR LA NOCHE EN BATON ROUGE
El cielo
parcialmente nublado
inicia su descenso. Debe uno
seguir la inscripción
del I-10. Acelerar el desvelo.
Una pareja. Se hace imprescindible una pareja. Del piso
13 al más allá. El delirio
de las primeras sombras. El drama.
Por ese piso 13 de leyenda
transmigra lo que tan in-
condicionalmente se desea aunque uno erre
el tiro 70 veces 7.
Como diría desde Chillán mi
querido Gonzalo
si aterrizara en este abismo.
Tendrá uno que apoyar su sin razón
en un Fonseca Porto.
Con jambalaya y zumo de cangrejos
la cultura gastronómica
aroma el incienso que exuda
la piel cuando la miel
roza el clima de los vientres.
Solemnidad y jolgorio del cielo
si a media noche
se trata de salchichas tan conscientemente
concebidas. Sólo hacen falta
el resplandor del Fonseca,
los óleos, la levedad del sinfín,
para que el deseo sea lo que haya paladeado
el destino.
CÓMO SOBREVIVIR EN BATON ROUGE
Perpetuarse aquí es
dejar aisladas las metáforas.
Concierto que desconcierta. La piel
a cierta altura
sabe a miel pero también a
fresa, etouffé, cofradía.
Perpetuarse aquí es
arriesgarse. La música
transmigra. Sigue pura la tiniebla en que no
se sabe nada. Sea la nada
la verdad. Vengan
sus voces a destemplar
esos acordes que se ocultan o dispersan.
Perpetuarse aquí es
copular con la sombra siendo sombra.
Resbalar todo un río
para contemplar la tentación. Mas la magia
culmina. Queda la vorágine. Y uno
desconoce si el rehallazgo
aturde. Si el roce
causa gran locura.
CÓMO IMPROVISAR EN BATON ROUGE
Ya que Big Al desde su trono
en New Orleans
recomendaría la desesperación, la furia,
entréguese uno
al recorrido
de Barbieri por la
lluvia sin pausa de
su "Michelle" de medianoche.
Hágasele caso al lenguaje hermoso y tenebroso
de los glúteos. Alójese uno
descabelladamente
en todas las pausas
del placer. Adentro, bien
adentro. Como saborear carne de tortuga
o el imprevisible etouffé de los sentidos
sin perder ya
más el ritmo
ni la altura.
CÓMO DESPERTAR EN BATON ROUGE
En un más allá los tonos
de las delicias prohibidas.
Caricia interminable tanto abismo.
La claridad que dejó
noche sin fin. Las espesuras
y naufragios
de aquéllos que alucinaron sin desvanecerse.
Y ahora, justo ahora,
sea levitación su alumbramiento; libérese
los tobillos para llegar al mar
en que dos son uno;
elévese el olfato por la espeleología
de los glúteos;
calíbrese el paladar
desde el desbordamiento; intúyase
en los oídos de tempranos pájaros;
contémplese dentro del incendio que incorrupto
resuscite; aduéñese de la memoriosa oscuridad
que unas horas antes
estuvo sorbiendo la dicha
de sus cuerpos.
AMOROSO AJEDREZ
Aunque muchos piensen que las piezas
no existen, este caprichoso ajedrez
vuelve a sus lechos.
Vuelven las aperturas. Su imán
peligroso. EI magín en que uno
es el peón iluso. Evade
cuanta trampa aparezca. Vence
contrincantes de peso en esa cima
en que todo se pierde.
AlIí la esencia de la combinación
inolvidable. La inusitada escaramuza.
Los cuadros de una noche que no tenga
fin. Esquivar damas de humo
en tránsito al combate.
Como si fuese uno
entregándose a la contienda
al final del camino. Complicidad
de las capturas. Arrebato
cuerpo a cuerpo.
Todo feroz porque siempre es más
sutil el desengaño.
VAMP
El soplo del beso es el veneno.
Uñas de Rita Hayworth, ¡cómo abren la gruta!
Ojos arrinconados giran. Se deslizan
por la pared del sobresalto. Concerti ecora
del ser a lo imposible. Verga
en los manjares del estrago.
Estudia el laberinto de la erección
como si fuera una Kamille Corry
pensativa y frágil.
Su lengüilarga caricia enciende tronco,
testículos, ternura. Chupa y tiembla.
Salta, de espaldas al que ama,
y el equilibrio de las flores en el jardín
el sumo bien. Las manos sobre los pies.
El corazón en la vulva que aprieta
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