Lur Sotuela Elorriaga nació en Bilbao, en 1978. Estudió Imagen y Sonido en el Instituto Oficial de Radiotelevisión (IORTV) en Madrid, especialidad de Realización. Durante varios años ha compaginado su vocación literaria con la actividad en el área audiovisual en diversas productoras y cadenas de televisión. Ha sido guionista y realizador de varios cortometrajes. Fotógrafo de tendencia conceptual, ha realizado varias exposiciones en Madrid. Finalmente, la faceta literaria ha acabado por imponerse y a ella dedica en la actualidad todo su tiempo.
Ha publicado tanto obra poética como crítica en diversas revistas literarias (Nayagua, Pérgola, Cuadernos del Matemático, La Primera Piedra, Fósforo, Acciones Imaginarias, Isla Negra…, etc., etc.). En el año 2004 ganó el premio de poesía Ciudad de Getafe y quedó finalista en el Joaquin Benito de Lucas. Con su libro Los espejos salvajes obtuvo, en 2008, el Provincia de Guadalajara. Desde 2006, está volcado en la edición de la revista literaria El invisible anillo.
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MÚSICA PARA SILENCIOS
EN CUATRO MOVIMIENTOS
Movimiento I
EL COMIENZO DEL CÁNTICO
Un narciso flotando inverso en el agua delicada,
lento y suave musgo creciendo entre las ruinas
de la ermita, una brisa envuelve los verdes robles.
Bajo el sol, nosotros, playas, nubes y crisantemos,
formamos parte de una hostil elegía; bajo el sol,
la luz soñaba limpia y tierna sobre la hierba.
Nada y todo: recuerdos trepando como enredaderas,
despertando en la floración estéril de
azules cielos inmaculados,
el aroma de almendras frescas flotando en la pradera.
Música inventada para silencios,
latidos como armonía etérea que se fractura.
Soñamos las sombras del agua para escribir
la grafía de la lluvia en la altura de los árboles,
en el río que nos lleva hasta la orilla del mar.
Esta sugerente evocación y pesadumbre
de una niñez proscrita y olvidada, donde vamos
despojando el instante pasado de cualquier magia,
es como el navegante que concibe en sueños su naufragio,
que descubre en las mareas las razones de la luna.
Frente al movimiento enfermo de los espejos y
su desnudo e inexorable avance, construiremos
la arquitectura estéril del imposible inmediato;
un translúcido horizonte de fatídica desolación.
Se han hundido ya todos los esquifes que inventamos,
la música de sirenas se perdió por latitudes anómalas
por las esquinas dulces de una cartografía de la nostalgia,
entre las nubes deshilachadas de una tarde de verano
en la que el viento apaga los gritos de los niños y la lluvia.
Movimiento II
LA ESPERA DEL ARPEGIO
Sucede el tiempo detrás de los cristales
fingiendo tacto de lluvia en superficie de nadie;
en mitad de la tormenta todo vuela sin sentido.
El arte delicado que nos susurra este invierno,
la ciencia sencilla de la brisa y el árbol desnudo
interioriza en nosotros los invictos ciclos lunares,
la entelequia de una sustancia mágica que observa
insatisfecha la obscena arquitectura de lo existido.
Se desarrolla el momento de desconocida incógnita,
con un ritmo de silencios que regala la trama,
la confabulación primera que forjamos los hombres,
como un ensueño en nuestra cartografía íntima
cuando la noche era perfecta en su música silente.
En la altura insostenible de los sueños desiertos,
cuando resplandece insólita y dulce la ilusión
somos ángeles rotos que juegan a herir su vacío,
con el reflejo frágil de una luz sin equilibrio.
Jamás y siempre se extinguen detrás del viento
inventando gigantes de agua que pierden la risa
de los niños, que dibujan en la luna su tristeza.
Con el sigilo de un arpegio sumergido, cumplimos
con la ceremonia cotidiana de caminar perdidos
y desandar el sutil camino circular e inconcluso.
Nómadas de nosotros mismos, funambulistas
torpes de los íntimos abismos transparentes.
Movimiento III
ANTÍFONAS DEL DESCONCIERTO
Heraldos de ámbar entonan aciagos el sacrilegio,
antífonas a la luz desierta de un cristal de luna.
En los insoslayables bordes de esa discordancia
ahogada en los bosques de bruma, dividiste en dos,
compartiste conmigo, la amargura dulce de tu tiempo.
Recuerda: los pasos no contienen la senda,
no existe látigo transparente que nos guíe
como invisible rumbo de estrellas y latidos.
Un ábside informe frecuentaba tu sombra,
con el discurso de una extraña arquitectura,
obscena caligrafía de las llamas, que herían
como el amanecer el rostro puro de los niños de nieve.
No seas ese astro gastado e imperfecto
que regala su fatiga, su incertidumbre marchita
para como un reguero de luz manchada por el cielo
ir cayendo a soñar silencios junto al barro,
a murmurarme los secretos de un sol extraviado.
En la perplejidad plateada de esta aurora,
se escucha el himno triste de una alondra solitaria
cuando hundes las manos en el polvo ceniciento
descubriendo que es en ti donde te vences.
Movimiento IV
RETÓRICA DE CREPÚSCULO
Acaricio con mi fiel desesperanza
los extendidos cabellos de la lluvia,
la intangible forma de sus razones.
Bajo su tacto, crezco soñando una
crisálida impura, un cáliz quimérico,
cánticos de un conjuro inexistente,
las medidas elementales de la salvación.
Alimento el silencio con los ingredientes
del desasosiego, la sustancia irrevocable,
el náufrago temblor en los ciclos solares.
Se originan los profundos ecos interiores,
en la obstinación estéril de ser hombre,
en el invencible fanatismo de entender,
de alcanzar, de rozar lo incomprensible.
Alzo la mano intentando atrapar la indefinida
forma del agua, líquida grafía del destino,
prisma de instantes en grácil movimiento.
Se escapa, huye; álgebra maldito de las épocas,
fugándose, sin mí, por el homicida sendero,
por la geometría inacabada de la memoria del tiempo.
Vacíos crepúsculos despliegan su retórica.
Voces de ónix en la urdimbre de la noche que llega
donde las sombras se embriagarán de mi tristeza.
Nada ocurre en los torbellinos de la realidad
en la herencia errática del desconcierto,
solamente, sublime; el imperioso grito y la lluvia.
OJOS DEL MAR
En la mirada perpetua del mar
Se quiebran runas desgastadas,
la espuma sin nombre de los días.
Existen también reflejos de un hombre,
un niño, un anciano de cristal, una
luz que resplandece con la misma voz.
Yo paseo por las ruinas olvidadas,
por la orilla salvaje, entre altas torres inmemoriales.
Descifrando el aliento del animal invisible que
gobierna los castillos de arena y fuego,
yo, soñando, una soledad hermosa bajo la lluvia.
En los ojos insondables del océano,
se manifiestan mis sentidos como
una distancia espantosa en el vacío.
Seguirán rotas las espadas, las estrellas cenicientas
flotando inertes, como un éxodo sin tránsito,
sobre el tranquilo y perfecto tiempo del agua.
EN LOS COLMILLOS DEL LOBO
En el páramo vacío,
en la pradera de la hierba oscura.
En el hogar junto al fuego.
En los colmillos del lobo.
Brilla una ofrenda a la luna
al eterno destello de un cristal inestable.
Has caminado por todas las calles
de un obsceno laberinto, por los reflejos vivos
de una ciudad vieja. Buscabas las
razones íntimas del crepúsculo.
Las hermosas flores de nieve
perdiéndose en la niebla.
En la oscura negritud del golem,
has ocultado el rostro de quien eras.
de quien fuiste, de quien creías ser.
Una araña nace blanca en los ojos
tejiendo una perfecta red en la pupila,
una promesa de tránsito y de noche.
FRUTO PROHIBIDO
Negro insecto
que me muestras en tus ojos,
la luz perdida de la tarde.
Tus patas desgastando, rasgando
los sueños transparentes del sol.
Tus antenas son una runa negra,
Que señala el porqué,
de la tierra cansada, el dónde,
del nacer de la noche, el cuándo,
de la caída eterna del héroe.
En el obsceno camino de tu tiempo
Esquirlas de la belleza más perfecta.
Sobre el fruto prohibido y marchito
la sombra estremecida del cristal.
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