lunes, 14 de febrero de 2011

3020.- RAFAEL MONTESINOS




RAFAEL MONTESINOS


Rafael Montesinos Martínez (Sevilla, 30 de septiembre de 1920 - Madrid, 4 de marzo de 2005), poeta español.
Aunque nacido en Andalucía, Montesinos vivió en Madrid desde 1941, donde publicaría sus primeros poemas dos años después, en las revistas «Garcilaso», «Espadaña» e «Ínsula», antes de empezar a escribir para revistas extranjeras. Ganó el Premio Ateneo de Madrid de 1943, el Premio Ciudad de Sevilla de 1957 y el Premio Nacional de Ensayo de 1977 por Bécquer, biografía e imagen. Montesinos es Hijo Predilecto de Andalucía.
La Tertulia Literaria Hispanoamericana (desde 2005 "Rafael Montesinos")
El nombre de Rafael Montesinos es inseparable de la Tertulia Literaria Hispanoamericana que dirigió desde 1952 hasta muy pocos días antes de morir en marzo de 2005. A pesar de la denominación de "tertulia" es, por lo general, un poeta el encargado de ofrecer una lectura de su obra. Cabe destacar, que desde sus origenes y a lo largo de su evolución bajo el patrocinio de distintas instituciones tanto del Régimen anterior como de la Democracia (Cultura Hispánica, Ministerio de Asuntos Exteriores y de Coopeeración, en la actualidad), Rafael Montesinos supo dotarla de un carácter independiente desde el punto de vista estético, literario y político, sin otra orientación que la sola exigencia de calidad literaria, más allá de tendencias, reconocimientos o modas literarias. Este "espíritu" de Rafael Montesinos ha convertido la Tertulia Literaria Hispanoamericana en un lugar de referencia para la Historia de la poesía en lengua española de la segunda mitad del siglo XX. Con motivo del 40 Aniversario el propio Rafael Montesinos escribió una pequeña recapitulación titulada La memoria y el martes. En 2007 y con motivo de su 55 Aniversario se publicó en edición no venal 55 Años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos (1952-2007) (Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación/ Editorial Mar Futura, Madrid, 2007) donde se recoge un "censo" de todos los autores tanto españoles como de hispanoamérica que participaron en la terulia desde sus orígenes. Tras la ausencia de su fundador sigue celebrándose, en 2010 ha cumplido su curso número 58. Su sede actual es el Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe (Avd. de Séneca, 4. Madrid) y tiene lugar cada martes.

Obra poética

Balada del amor primero, Garcilaso, Madrid, 1944
Canciones perversas para una niña tonta, Garcilaso, Madrid, 1946
El libro de las cosas perdidas, colección Halcón, Valladolid, 1946
Las incredulidades, Ediciones Rialp, colección Adonais, Madrid, 1948
Cuaderno de las últimas nostalgias, Neblí, Madrid, 1994
País de la esperanza, colección Cantalapiedra, Santander, 1955
La soledad y los días (Primera Antología de Poesía), Afrodisio Aguado, Madrid, 1956
El tiempo en nuestros brazos, Ágora, Madrid, 1958 (Premio Ciudad de Sevilla y Premio Nacional de Literatura)
Breve antología poética, La Muestra, Sevilla, 1962
La verdad y otras dudas (seguido de la 3.ª antología poética), Cultura Hispánica, Madrid, 1967
Cancionerillo de tipo tradicional, Pliegos Sueltos de la Estafeta, La Estafeta Literaria, Madrid, 1971
Poesía 1944-1979 (4.ª antología poética), Plaza & Janés, Barcelona, 1979
Último cuerpo de campanas, Calle del Aire, Sevilla, 1980
De la niebla y sus nombres, Ediciones Hiperión, Madrid, 1985
Antología poética 1944-1995. Notas de Rafael de Cózar. Edición Especial de la XVIII Feria del Libro de Sevilla, Diputación Provincial, 1995
Con la pena cabal de la alegría, Libertarias-Prodhufi, Madrid 1996 (Premio Andalucía de la Crítica)
Madrugada de Dios. Ed. Mundo Cofrade y Art & Press, Sevilla, 1998
Antología poética, edición de José María Delgado y Carmelo Guillén Acosta, Ediciones Rialp, colección Adonáis, números 566-567, Madrid, 2003
La vanidad de la ceniza, Ediciones Vitruvio, Madrid, 2005

Prosa

Los años irreparables (prosas en memoria de la niñez). Ínsula, Madrid, 1952.
Cuaderno de Alájar, Diputación Provincial, Huelva, 1988.
La memoria y el martes (Cuarenta años de Tertulia Literaria Hispanoamericana) Edición no venal, Madrid, 1993.
Amor a Carmona. Verso y Prosa. Edición no venal, Diputación Provincial, 1997.

Ensayo

Bécquer. Biografía e imagen Editorial RM, Barcelona, 1977 (Premio Nacional de Literatura 1977 y Premio Fastenrath 1979 de la Real Academia Española).
La semana pasada murió Bécquer. Reflexiones en torno al "Libro de los gorriones", Ediciones 2000, Madrid, 1982 (vendido por suscripción).
La semana pasada murió Bécquer, Edición aumentada respecto a la 1ª, Editorial El Museo Universal, Madrid, 1992.

Ediciones preparadas por el autor

Poesía taurina contemporánea, Editorial RM, Barcelona, 1960.
Suma taurina de Rafael Alberti. Editorial RM, Barcelona, 1963 (primer libro publicado de Alberti en España tras la guerra civil).
Antonio Zarco, Col. Artistas Contemporáneos, Madrid, 1976.
Primera antología poética de Aristides Pongilioni 1853-1865. Selección, introducción y notas de Rafael Montesinos, Col Dendrónoma, Sevilla, 1980.
Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, edición, prólogo y notas de Rafael Montesinos, Cátedra, Madrid, 1995.


A una adolescente

Porque en tu sangre había
diecisiete caballos galopando,
en el dulce pecado de la carne
tú y yo nos encontramos,
que el amor vuelve un día de repente,
igual que vuelve el árbol
del estéril invierno a la más verde
mentira del verano.

Porque en tu sangre había
diecisiete caballos galopando,
al corazón quisiste
llegar y te quedaste entre mis manos.
Mi corazón es sitio solamente
de corazón. Me lo dejé olvidado
en una tierra roja de olivares
donde todo es más claro.
Déjalo sollozar. Sólo me sirve
para un amor lejano.

Pero medí tu cuerpo con mis besos,
tus besos con mis labios,
para las altas lunas de tus pechos
fui poeta romántico,
porque en tu sangre había diecisiete
caballos galopando.





Canción a Marisa esperando la maternidad

Dios te salve, amor mío
lleno de gracia...
(Mi sangre por tu sangre
sangabrielaba.)

-¿Dónde está la cintura
que te anillaba?

-Se me cayó el anillo
dentro del alma.

-¿Y dónde, la amargura
que te apenaba ?

-A tristeza que huye,
risa de plata.

En tu seno otra infancia
mi vida aguarda.
Bendito sea el fruto
de mi esperanza.





Canción de mis veintiseis años


Al ganado, ¿y para qué?
Anónimo, final del siglo XV

¡AY!, lo poco que me queda
al final lo perderé.
Y después de todo, ¿qué?
¡Con lo poco que me queda!

Dímelo tú, vida mía,
todo esto ¿para qué?
Mi tristeza, mi alegría,
mi incredulidad, mi fe,
mi pobre melancolía
por la que me salvaré.
Dímelo tú, niña mía,
que después te cambiaré
por otra niña más fría
para cambiarla después.

Me muero por que me quieran,
pero nunca lo diré.
y después de todo, ¿qué?
¿Morir para que me quieran?
¿Que me quieran? ¿Para qué?

Aquel gran amor de un día
volverá y yo no estaré,
sI es que vuelve todavía.
Y después de todo, ¿qué?
¡Aquel pobre amor de un día!




El poeta canta el cambio de color de ojos 

de su amada
y repite las palabras de Adán


Rodeada de ensueños -¡levedad
de sus años, su voz y su sonrisa!-,
reclinada en su luz, digo en su brisa,
niña soñada y ángel de verdad,

con grácil -no aprendida suavidad
el color de sus ojos me improvisa.
y como ese color, así es precisa-
mente mi vida: clara en su mitad.

Tú si que eres ya huesos de mis huesos
y carne de mi carne y pena mía
y partidaria de mis altos besos,

que alternamos con tu melancolía;
besos que a veces dejo niña, en esos
pómulos donde un sol, rojo, se enfría.





Elegía ante un retrato de mi infancia

¿Por qué tan serio, dime, con mi mano en tu frente,
marinero sin mares que surcar? Como ahora,
el corazón tenía un sueño adolescente
y un hombre -da lo mismo.-. naufragando a deshora.

Tus seis años sabían que Dios me había dado
una luz que no acaba y un mundo que no quiero.
Estabas ya vencido de amor y enamorado.
Morías por las mismas cosas que yo me muero.

Esa mirada triste -mi mirada- me enseña
que presentías todo lo que vino después.
Tú te quedaste en esa cartulina pequeña,
yo me fui por el mundo. Lo demás, ya lo ves.




Fábula del limonero

Debajo del limonero,
la niña a mí me decía:
-Te quiero.

Y yo me puse a pensar
que era mejor la corteza.
Tiré las migas de pan.

Debajo del limonero
la niña me dio su beso
primero.

Y juntos vimos caer
los limones por el suelo,
cerca del amanecer.

Debajo del limonero,
la niña me dijo un día:
-Me muero.

Y ya no sé adónde ir ,
que el limonar me recuerda
la gracia de su perfil.




Fragmento de «Balada del amor primero»

Desde la calle de Rioja al Puente
de Triana, mi amor en ti renuevo.
Con el dolor de lo imposible llevo
tu nombre al corazón desde la frente.

¡La plaza de las citas, de repente!
-vieja es la historia, y el acento, nuevo-.
Al mismo cielo azul el alma elevo
y es la misma canción la de la fuente.

La calle estrecha donde aparecías
cada mañana, amor, frente a mi espera,
siente el temblor de las pisadas mías.

En este muro gris tu sombra ha sido.
junto a mi sombra, cuando yo no era
cauce doliente de tu injusto olvido.




Las demás... ¿cómo fueron?

Las demás... ¿cómo fueron? Tú jugabas
en algún sitio, niña todavía.
Bajo la madrileña luz del día,
entre juegos y penas me esperabas.

Las demás... ¿dónde fueron? Tú cantabas:
«Yo tenía un castillo...», y Dios sabía
que era yo, poco a poco, quien hacía
el castillo que matarileabas.

«Las demás, ¿cómo fueron?», me preguntas
pensativa la boca, el aire triste,
bajos los ojos y las manos juntas.

¡Las demás! ... ¿Quiénes fueron? Yo quisiera
que me explicaras cómo te me hiciste
tan niñamente mi pasión primera.





Letrilla


Miénteme tu amor, ahora
que creo en ti. Sobre el lecho,
entre mis brazos estrecho
tu sangre trasnochadora.
¡Pronto, que llega la aurora!
Miénteme, amor, miénteme,
que ya me arrepentiré.

Ay, qué pena me da verte
intentándome asustar
con otro fuego. Pecar
es dejarte y no tenerte.
Mira, niña, que a la Muerte
le he hablado siempre de usté...
Y no me arrepentiré.

Vayan mis labios derechos,
ahora que nadie nos mira,
hacia la dulce mentira
levantada de tus pechos.

Queden mis labios deshechos,
ahora que nadie nos ve,
y ya me arrepentiré.




Quién

¿Quién me dio este país y este momento
transitorio de un siglo a la deriva?
¿Quién me puso en la frente pensativa
esta alegría y este sufrimiento?

¿Quién dejó entre mis labios este acento
de dolor? ¿Quién me tiene en alma viva?
¿Quién decretó a la dicha fugitiva?
¿Quién al dolor -¿por qué?- lo hizo tan lento?

El alma hacia los cielos se dirige,
velocísimamente enamorada,
descarnada del cuerpo que la rige.

Pero el amor, de pronto, da la vuelta,
y el alma da en el pecho alicortada.
yo no sé quién me tiene y quién me suelta.


Sálvame

A eso puedo decir 
-respondió Don Quijote- que Dulcinea es hija de sus obras.
(II parte, cap. XXXI!)


Pobladora de todos mis sentidos,
tan castamente tú la pobladora,
sálvame, amor, ahora y en la hora
de la muerte, la tierra y los olvidos.

Ay, niña, sálvame a ratos perdidos
la eternidad que al alma, triste, llora
ya por perdida, oh mi eternizadora,
mi arcángel de los gestos doloridos.

Álcese ya mi voz en tu alabanza,
corazón que en un sólo nombre fija
mi corazón de yentes y vinientes,

oriunda de mi única esperanza,
hija de Dios y de tus obras hija,
que me salvas con besos diferentes.




Yo estoy solo en la tarde. Miro lejos...


Yo estoy solo en la tarde. Miro lejos,
desesperadamente lejos. Quedan
por el aire las últimas palabras
de los enamorados que se alejan.

Las nubes saben dónde van, mi sombra
nunca sabrá dónde el amor la lleva.
¿Oyes pasar las nubes, dime, oyes
resbalar por el césped mi tristeza?

Nadie sabe que amo. Nadie sabe
que si llegó el amor trajo su pena.
Yo estoy sólo en la tarde y miro lejos.
No sé de dónde vienes a mis venas.

Te me vas de las manos, no del alma.
Nos separan montañas, vientos, fechas.
El amor, cuando menos lo pensamos,
se nos viste de ausencia.

Estoy en soledad. Miro a lo lejos
oscurecer la tarde y mi tristeza.
Estoy pensando en ti y estoy pensando
que acaso en soledad también me piensas.



VEN


Ven, que el amor -ya beso- se me adentre
en ese inconfundible aliento, pura
insinuación, efluvio que me augura
que será fuego todo lo que encuentre.

Ven, que el amor más puro se me centre
en esa ensortijada gracia oscura,
cárcel de luz, recóndita angostura
y capitel airoso de tu vientre.

¡Oh surco de rubíes que sostienen
las dos altas columnas de tu templo,
que a mí también como a Sansón me tienen!

Vuelca ya sobre mí tu arquitectura,
tu derrumbe de amor y claro ejemplo
de la más catastrófica hermosura.
 

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