miércoles, 26 de enero de 2011

2929.- MARIO CAMPAÑA



MARIO CAMPAÑA, Guayaquil (ECUADOR), 1959
En los 80 integró el Taller de Literatura dirigido por Miguel Donoso Pareja en Guayaquil. Reside varios años en Barcelona, donde dirige la revista Guaraguao, especializada en cultura latinoamericana

Bibliografía: Francisco de Quevedo, el hechizo del mundo, colección Vidas Literarias, editorial Omega, Barcelona, 2003; Días largos y otros poemas (poesía), Plaza y Janés Editores, Barcelona, 2002.

El olvido de la poesía se paga (poesía), Ediciones de la Universidad de Cuenca y Casa de la Cultura del Azuay, Ecuador, 2002; Visiones de lo real en la poesía hispanoamericana, DVD Ediciones, Barcelona, 2001; Días largos (poesía), Sistema Nacional de Bibliotecas, Quito, Ecuador, 1996; Así en la tierra como en los sueños (antología del cuento ecuatoriano), Biblioteca Ecuatoriana de la Familia, Quito, Ecuador, 1991; Poesía modernista ecuatoriana (antología), Libresa, Quito, 1991; Cuadernos de Godric (poesía), ESPOL, Guayaquil, 1988. Su traducción de Una Tumba para Anatole, de Stéphan Mallarmé, aparecerá en septiembre en la editorial Bassarai, de Vitoria.- Su último libro de poemas es Aires de Ellicot City.


De Cuadernos de Godric, 1989

fragmento


1

Yo, llamado Godric,
Recogedor de amuletos y presagios en la arena
Mercader olvidado por antiguas caravanas
/y crecientes playas
No podré morir si no retornan los caminos,
si no renacen mis amigos y mis años
Yo, que no llegué a Bizancio en tiempos de viajeros,
que pude ser templario, funcionario real,
/navegante próspero,
sin cota he quedado, sin yelmo, armadura y lanza
Yo, cubierto por la arena y por la mísera memoria,
me pregunto hoy sí la devota embriaguez
/de mis últimos días me permitirá el regreso,
Vencidos los alcázares
cumplida la voz del nigromante







De Días Largos, 1995

fragmento


11.

Muchos años dejé libres mis animales en el bosque
Los paseantes habían echado a perder
la tranquilidad de sus cautiverios
y ellos de manera a veces violenta
me exigían su libertad,
o desde sus encierros agredían
a los muchachos de los alrededores.

Dejé mis animales en el bosque,
abrí de par en par las puertas de mi casa
y esperé que los temerosos muchachos crecieran
libres en la inmensidad de las verdes colinas
y que llegaran al fin los esperados visitantes
que cultivarían y harían crecer
mi tierra y mi morada.

Mas la casa permaneció vacía,
las puertas cayeron ante continuos golpes de agua,
crecieron musgos en las paredes y en el patio
y yo permanecí en el invernadero
sin fuerzas para evitar la caída de mi casa.

A veces creo escuchar el oscuro aleteo de mis antiguos animales
Y me pregunto si debo volver hacia el bosque
Si los encontraré todavía
Si habrán emigrado o habrán muerto
Si podrán, acaso, renacer en mí,
Si podré, entonces, edificar mi nueva casa.




20.

Cuando llegó
los pájaros temblaron
sobre el corazón de las flores
Cual veloces emisarios propagaron la noticia

Llegó
y convirtió mi casa en un lugar lleno de voces
Miró a todos lados, dijo que no hay caminos nuevos
recogió los recuerdos y desapareció
Y los dulces emisarios del amor
emigraron a los desiertos del sudeste
las voces volvieron a sus paredes óseas
a la impenetrable habitación sin luz en que dormitan.








De Aires de Ellicott City, 2006

fragmento


¿He llegado? ¿Adónde?
¿Qué lugar es éste
Donde los cuerpos cuelgan del asta de los augurios
Y hay hombres con soles en la cabeza
Alas cortantes y ojos en las alas
Guardan el corazón en las arquetas
Llenan sus bolsas de azufre
Y pesan sus almas con gestos tramposos
En el fiel de balanzas trucadas?

Ante la mirada escrutadora de los ángeles
Los pájaros pían ferozmente a ras de suelo
No en el aire sino ocultos en una hierba que no hay
Con sorda furia fantasmal, lejana.

¿Quiénes son, quiénes,
Pobres seres sin rostro
Que hicieron de la mentira un ardid,
De la astucia una verdad,
Y se ahogan ahora sin pausa
La lengua hundida en la garganta, embalsamada
Por el polvo? ¿Quiénes esos seres austeros
Que contemplan cabizbajos la vida como estatuas
Esperando la permanencia
Sin descansar de lo infinito; olvidándolo;
Y se complacen de no estar muertos
E intercambian sus muertes
Mientras pierden su polen magnífico?
Sacrifican hombres y no ciervos
Y a un toque de silbato desnudas mujeres perseguidas
Corren delante de sus amos en los bosques
En sucio juego beatífico.

¿Qué lugar es éste, cuál
Donde no hay, y los amores se amontonan
Unos sobre otros, acechándose
En un gran cementerio:
Promiscua voracidad del pasado continuo
En tortuosa vida póstuma?

Corre el gamo en un campo que no hay, y el ave
Vuela en un aire que no hay. Y tiembla el pez
En aguas que no hay. No hay.
Vive el hombre una vida que no hay.






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