ANDRÉS VILLALBA BECDACH
(Tush -Quito, Ecuador 1981)
Estudió Comunicación Social en Quito y periodismo en Los Ángeles. Vivió en Roma donde estudió Literatura Hispanoamericana en “Univesitá La Sapienza”. Ha practicado los más variados oficios: desde custode y curador de obras de arte de artistas latinoamericanos en el IILA (Instituto Italo Latinoamericano) en Roma, administrador de un hostal, vendedor de pantalones, cuadros, sombreros de paja, corredor de bolsa, valet parking, pizzero, mozo, ayudante de cocina, hasta inspector de materiales peligrosos de carga para aviones militares en el aeropuerto de la FAE en Quito.
Es grafitero, ejercicio que practica con regularidad.
Ha traducido poemas de Charles Bukowski, Dylan Thomas, Elizabeth Bishop, Sylvia Plath, T.S. Eliot, W.H. Auden, y Anne Sexton al español. Y de poetas hispanoamericanos al inglés.
Colabora en diversas revistas culturales, sobre todo con pequeños ensayos en “El Búho”. Ha sido invitado a festivales de poesía y ferias del libro en varias ciudades del país, y en México, Venezuela y Cuba.
Su libro de entrevistas Luigi Stornaiolo: el arte de la digresión (un exhaustivo diálogo con el renombrado pintor quiteño) será publicado por Gescultura –colección Camisa de fuerza- en el transcurso del 2010.
Poética
La poesía es un estorbo, un paraíso del parasitismo, una fuerza conservadora de ausencias, un lenguaje cargado de perversas intenciones que habla de aquello que siempre se escapa. Nos recuerda todos nuestros emprendimientos fallidos ya que expresa la esencia de lo que no poseemos, o de lo que tuvimos y a propósito perdimos: es el devenir del fracaso. Claudicar en la vida es poseerla sin posibilidad de apuntalarse, es que en esta jaula invisible que se nos presenta ante el terror de ser libres, no hay nada más decoroso que buscar el fracaso. La escritura como una extensión de la sensibilidad de la derrota: el júbilo no es un sentimiento poético. ¿De qué se trata todo este desmadre sino de una insana variante de la masturbación? La arbitrariedad de la imagen aprueba el descaro de la aventura poética, siempre heroica e inútil. Una poética del atrevimiento para in en contra sin saber de qué. Es una ventaja suprema el hecho de que esté completamente fuera del mercado, sin competencia, así cada publicación viene a ser un escándalo y se accede no a un hombre sin cualidades, sino cualidades sin hombres, para olvidarse de las muletas del personaje. El poema es inútil pero imprescindible. El poema como redención por el castigo de existir y para redimir la culpa. Quizá porque en todo poema existe una manera de comunicarse con las piedras. Se escribe para vengar la falsa expectativa de lo que pudo haber sido, para vengar el oprobio del pesado contexto inmediato, se escribe para redimir el bochorno consuetudinario de lo que uno es: el parásito de uno. La escritura siempre como una venganza contra uno mismo, donde el culpable siempre es uno mismo. Es que uno es todas sus bestias a la vez. La escritura como una denuncia del desenvolvimiento lapidario, del acorralamiento y sometimiento. La escritura como un grito por el zarpazo limitado: por los muñones de la realidad. La escritura como una esclavitud, donde lo único cierto es el territorio de las pérdidas, ya que se vive ebrio de ese desgaste.
SALADÍSIMO
Mi pobre bestia negra,
Mi fantasma; mi oscuro propietario.
Ah, mi horrible, mi intransigente bestia,
inevitable.
Cuánto has sufrido.
Cuanto te falta aún.
Siempre a mi lado.
Reinaldo Arenas
Como si de sal pagana
y piedras de agua que no lavan
el delirio
se compusiera el individuo
de uno
el caballito mutilado de uno
uno
que expía como un santo
ebrio de lascivia
bajo la sagrada lluvia
subterránea de las faldas
y el cielo infernal
de una caterva insolente
de adolescentes desnudas
uno
que se santigua con esas
tórridas aguas
y agoniza bajo la bruma
de una cicatriz
con extremaunción prematura
uno otro el mismo yo:
de pelandruja en suripanta
para apaciguar la inflexible exudación
del muñequito anhelante y erguido
uno
que muere emparedado
como ese monje loco que escribió
el códex o biblia del diablo
(silabeando el traspié)
en una noche para redimir la culpa
y purificar el pecado
con el viento melancólico
de otras bocas
inflamar de gasolina
el ala negra que sale del lomo
y excederse gratuitamente
como siempre:
desde el relámpago anterior
al instante
hasta vomitar el ácido
de los bastones que me apuntalan
y parpadear como animal
degollado cuando la luz azul
del alba se enmohece
en la garganta del gallo
de sal las uñas que mastico
cuando la obsidiana del tuétano
no alcanza para seguir vivo
y desintegrarse:
opacidad recalcitrante:
el futuro es una peste repetitiva
del presente
y después de tanto mendigar
regreso a esta deserción donde
todo es imposible
y lo único cierto es el paredón
fusilatorio de mi vecino
al frente con el cañón en la sien
se remoza la vida
“y que no es tan malo
que no es tan malo”
suena el teléfono
nunca responden
nunca respondo
repiquetea furioso
¿quién es quién es?
vibra otra voz arrugada
“quizá no sea tan malo”
pero es malísimo
la crudeza de la Realidad es severa
sólo pido una canción más
para destapar esta asfixia metafísica
plenilunada
con más lunas
en la nariz que en los ojos:
la taquicardia se sosiega en la botella
y que ya no entra
que ya nada entra
sólo es cierto este paquete
de clarividencia nostálgica
donde sigo colgado
hasta que llega el correo:
es el fulgor
es mi cuchillo ahogado
es mi coartada en un espejo
es mi bestia estocada
conmigo
encima
adentro
mío
y debajo otra lagrimita
y el hombrecito de uno que sigue
rebotando
ando
ando
ando
soy
es un pájaro
un avechucho sacudiéndose
la esperma todavía fresca
en la basta del pantalón antes
de entrar gimiendo
al templo rutinario
pero nunca más un pájaro.
( . )
Desato con la lengua látigos de humo
pierdo otra carrera de caballos en el reloj
de esto sólo queda una explosión
de polvareda sublime:
colillas hilachas migas carencias sobras
paredes descascaradas
desplomes
cajones vacíos
el látigo herrumbroso del engaño
tentativas secuestradas
máscaras que fulgen al revés
palabras como fetos que ladran
despojos
el deseo como un aguijón en la víscera
me desenvuelve entre elementos caducos
y fechas de expiación en un horizonte
de animales muertos:
el deseo es carcelero de manicomios
el cuerpo es una férula sin huesos
y crece otra escarcha en la frente
que se te parece y tiene el color de tu boca
¿hasta cuando este tembladeral de
moho en las venas?
¿hasta cuando este sucio reflejo
que apasiona el desgaste?
¿por qué tenemos que escapar
de lo que más queremos?
los carruseles del recuerdo embrollan
algazaras con despeñaderos
lo que se precipita sólido es ruinoso
y el asedio es mi quebranto
se cuece una araña en la garganta
regreso como en la noche anterior
a escupir el día en el lavabo
a enceldarme con los esqueletos
de las sábanas
a fumar las hojas del libro ileído
y bañarme de ceniza
tomar el café concentrado
para devastar la vigilia
coserme los párpados
o derretirme como una babosa
con sal en la cama
para evitar el fuetazo del primer gallo:
la ciudad y su crucifixión ordinaria
a decirte que no es el clima
ni el barrio/ ni el escusado tapado/
ni la aguja en los dientes /
ni la mariposa obscena en la almohada/
ni el bolsillo en cero/ ni el aceite en los ojos/ ni tú
es esta vida de submarinos
de ideas como piojos
y pieles difuntas
de imágenes como huesos fisurados
y tetas de madre ajena
de neumáticos pinchados
y escaleras al fondo del espejo
de cisnes ahogados
y carnicería violenta en tu sonrisa
de cerveza sin gas
y cáscaras supremas
de fósforo en las uñas
y trenes oxidados
de soles completamente negros
y vértigos lamiendo nuestra culpa
nos exceden sensaciones carcomidas
quisiera haber amanecido
con otro perro en la almohada
y con el fulgor anterior a los instantes
pero sólo dura este cabeceo
sin desgajar límites
y sin cristalizar
lo ya mismísimos
despueses
o diez minutos más para ser otro
y quizá mañana el charco no se empantane
y el arrebol florezca en el polvo de tu pecho
es y no forzoso tenerte al lado
con la placenta desquiciada como un violín
con el niño adentro jugando al karateka
para existir sin pulverizar
nuestra columna consagrada
allí donde es tarde siempre
y tu mirada duele
arde como una bengala
ahí donde consta todavía lo que nunca fui
ahí donde consta aún lo que sigo siendo:
un puto punto
un puto punto
entre paréntesis.
DESPUÉS DEL HUMO LA LLUVIA
Es el bramido el relámpago la hondura que rige el desmadre de tu cosmos Es imposible esta piel pirotécnica Qué soberbia Pantera: cruje la madriguera del sexo y el rumor de los planetas con la dentellada de la lengua Sin saber que la lengua es el músculo más poderoso del cuerpo La muchacha se desvirga bajo un cielo de terciopelo en una sábana de navajas y resplandece el gozo con la orgásmica prolongada de una cerda: 30 minutos trémulos con los sesos en órbita como una ruleta de apuesta Se gana Se pierde lo mismo da La dualidad eres tú Un reverbero al revés: y en el espejo una horda de serpientes La mordedura vigoriza los huesos y triunfo envenenándome cuando la luna es un hielo en mi vaso de whisky Es un cuerno infernal como tú Como luna barres las sobras de la noche pero no llego al encuentro: Me corono solito como mi simio desquiciado y soy una blanca sombra mojada Turbada te obstinas en durar exprimiéndote el diablo del alma hasta ser un camaleón con la rotación in extremis del ojo que se mueve como llave Brotan ángeles de tus pezones y la fosforescencia púbica traslada aviones y paracaidistas como yo para que anide la perversión de la sublime descarga: seminalidad encohetada Sale la pobre madrugada de mi bolsillo Pero no puedo con tanto candado: el color merece sosiego Tu colita humea y reptas hasta aguijonear columnas acarreando fiebre y sábanas malandras cuando cuelgan mis intestinos en el techo Tus animales gimen como si el mundo fuese a explotar y nunca alcanza con esta carga de huesos en polvo Magnetizas el movimiento y tildas el derrumbe: tus ojos son sus espirales Huyes por la punta de tus botas (yo bebo tus pisadas) y soy una vena que palpita en el asfalto Escúpeme desde tu boca para estrujarme El paisaje relegado asciende: la maraña de humo bruma y más alcoholes nostálgicos: Llueve Cuelgo del trapecio de mi vaso e intento desvestir la coartada De tanto alcohol la luz se difumina y te sustraes azorada: regresas de ti misma hacia ti misma Te ves entera cuando cierras los ojos: encarcelada de pasado espejos y espadas Sales inmune: me miras y palpito con tu aire: nunca aire No sé si hay algo más en el mundo aparte de ahorcarme con tus tripas (soy parte de ellas) tres veces al día por ti sólo por ti: Judas amén et vicius Y una cama alada que recorre el mundo: su sombra es una raíz que me amordaza Como si se pudiese hablar de colchones: un condón rojo y un cordón roto cuando estamos atrasados y un flaco pajarito que tiene tus ojos picotea furioso encima mío Te haces la boluda y jadeas como si un perro te mordiese el coño De noche el perro escupe nuestros huesos ¿A dónde van los pasos la fiebre nuestro tiempo de cometas calcinadas? somos pasajeros recolectores de ceniza: lo que pudo ser es un oprobio en las canas de la memoria Hay cuchillos que apuntan a la diana quimérica de algo que nunca llega Quizá el ruido de tus tacos en el umbral de la puerta porque somos adictos al triste espectáculo del toro sobrero Es impecable la enfermedad y soberbia la decrepitud del desenlace Pensamientos que son hojas secas Pájaros astillas lluvia y fisuras que no arriesgan ni sus flechas ni sus cadáveres Pura fatalidad: exudan lunas en tus bocas Eres el aguijonazo la estrella en silla de ruedas el puñal la llaga el fiel castigo la necesidad masoquista la serpiente vertiginosa la quemadura el instante destructor la moneda oxidada el triste azar (cuando arde el metal carcelario de tu futuro) el tizón en la uña la flor del abismo la pijama de once varas y el músculo imposible: piel sin huesos y besos que nacen en funerales Pero Retorcida isísima ¿cómo olvidarte?...en este juego impío sucede que cada quién escoge su verdugo.
Publicado por Casa de las Iguanas
Andrés Villalba Becdach II
Lo caótico nos envuelve desde los primeras páginas de este último libro de Andrés Villalba Becdach, cuando –con una bofetada a nuestra quietud confortable– el poeta nos declara: “La vida es una canción de Madona cantada por Stephen Hawkings”. Salimos entonces desesperados a buscar entre los escombros de la poesía, que usa el lenguaje como artefacto.
Deseo, recuerdos, de las sillas vacías de sus abuelos, la pérdida de su tío Gato, alcohol y sexo, chuchaquis, coloquialismo quiteño. Todo esto se respira en este poemario. Se vive en el deseo, y como nos dice Shopenhauer: cuando se desea se sufre. Villalba nos envenena con amor, grita que hay que aprender a vivir en el sufrimiento y ver lo bello que hay en ello: en el fracaso, en la luna del chiro que “es más bella”, que “la jaula es una bella opción”, en la confortable mentira.
La contradicción es recurrente, en sus aforismos, en sus imágenes, en los parafraseos de canciones , en sus conversaciones; en sus narraciones personales: con su confesión a los 12 años para sacar 10/20 en historia en un poema, y luego –en otro– en geografía. El pesimismo irradia su esplendor y dice: “Sobre esta cresta de alacranes en llamas está tu territorio, tu corona: mi catástrofe, mi muñeco erguido: en las palabras y cosas más simples la carga de belleza se duplica.”
Imán de vergantes
Bebo el agua que brota del reflejo trizado
aprendí a querer caballos de nieve que galopan
en mi hígado
tengo que avivar y exaltar la ceniza
soy el falo y el bolsillo del verdugo
qué cruel
comparto la ceniza tonta:
no para hacerme el bacán sino por lo aquelárrico
y delirante de la situación
es bello el naugrafio de lo perdido
mira cómo se va el cometa
el cielo es mi globo pinchado
era verde
qué penita
otra vez la infancia
tres veces en la noche
sonaron las campanas
mientras mi Infancia
recorría
tierras extrañas.
Porque todavía mi Infancia
viene a buscarme
con un golpe en las piernas
y en sus labios
una sonrisa salvaje.
Si Lamborghini supiera el terrible daño que me hizo
my only psiquiatra punk
sacudo sus fetos de perro contra las paredes
de las habitaciones del encéfalo
lo esencial es que la leche se derrame a mares
anda gil y huele la leche que está regada
he comido penes así como a ti se te ha caído el pelo
cuentan
si hablo de libros crecen polillas en la lengua
ahora que Cerati reposa por el tristísimo accidente
cerebrovascular isquémico es que pienso como él:
el largo aullido del coma
peló cables por su adicción al sexo
talento aupado por la trampa
con sed de prebístero en el templo ansiolítico
soy mi peor amenaza
¿cuándo me dejas oler tu pupo atiborrado de periquita?
here’s a drink to your bones that this dog still
dreams about
suicide career: mi lacerado galope académico me
niega
una catapulta
un pez de oro
un pozo de petróleo
una obsidiana
arde mi pozo séptico
olvídate del otoño y las cruces
me conformo con las crisálidas en la galaxia
del pensamiento: sosegada incandescencia
con tanto extranjero dentro mío –hippies mugrientos
con ácaros– la enajenación progresiva
acuso de ignorancia atrevida: soy un bastión de
derechos extraviados
me oprime la turbulencia del rostro en la memoria
gemidos que son gotas estalactitas leopardo quirópteros
en el techo del triste recuerdo de nuestra madriguera
exceso de estrujamiento: crecen canas de lo que pudo ser
seducirte es más difícil que matar un chancho
a cachetadas
qué locura no he dejado de pensarte e invocar
nuestro camal
recordé el bello poema de Sigüenza que te envié
después de nuestro primer revolcón
lo torcido siempre es diáfano
antes era fácil decir qué lejos qué asfalto
qué borrachera tan maravillosa:
Caballos
Las patas de los caballos
dan vueltas y vueltas
sobre el lodazal de la molienda
vueltas y vueltas
como en mi cabeza
tu ausencia
ha pasado el tiempo y la turbulencia se seca:
circunspecto el chapoteo de los caballos en el lodazal
secas ajadas y agrias
las fumetizas estelares y las sábanas perversas
explosivo mojado laxitud que seca el veneno alacrán
del templo del miembro: puro llanto
qué manera de huevear
he perdido la potestad del cuerpo y territorio once again
paz en los húmeros paisajes
qué abombe
la magnolia carcelaria de la alerta roja del deseo
confío en la andanada del quebranto
una oruga entre los dientes:
tu sexo
fiera oruga
esto no es vida no es vida no es vida: canalillo la vida
me abrazo a ti como al descarrío cigüeñal del
mundo
extravío en la fascinación ruin de la carnicería
temporal que me obnubila
hablo de pintar un cuadrito con las cenizas del
del padre de Kafka
la perseverancia es el recurso de los insulsos
la desidia es el cordoncito para amarrar la boca
del muerto
acá el motor está fallando: el lumbago que me tiene hasta
las cachas
pura acupuntura pero no tengo para pagar el médico
las facturas no tienen piedad
sorry something went wrong
we’re working on getting this fixed as soon as we can
con la vergüenza en el bolsillo y con la maldad solo
puedo dar míseros toques
–dame tu mail para poder ser amigos de facebook
y darte toques a morir–
la ofrenda de mis morados y marmóreos huevos de
avestruz
queda la deshilachada y el entuerto que soy ahora
esto que hace de mis tripas
horcas impías
pavura es la bandera
soy un estropajo que busca
simepares finalines hidratantes
laceraciones de otro lanzamiento que fue un embauque
ensarte y cruz roja
embarque de botellas del naufragio pusilánime
no dejan amortiguar la espera uno llega y ya está viejito
el alba es más que un cuartel
duele el alambrado del día cuando pierdo las sandalias
tengo el mismo clavo con el que se cayó para siempre
mi tío Gato en el baño de la Carvajal
a diario el diáfano smog para los mirlos del corazón
eran otros tiempos se decían cosas bacanes:
me dicen maricón porque me acosté con tu mujer
que tiene cara de hombre
cormoranes que son ratas en litigio en la hondanada
cruel el cuerpo
es la espina de plata en el desierto del colchón
tengo tumores y protuberancias con nombre y apellido
abscesos parlantes
mi vida fue un bello circo de animales lisiados: sus huesos son mis muletas
qué capacidad única que tengo para atraer vergajos:
imán a ultranza
política irrestricta.
(De Soterramiento, de 2014)
"No mueras joven, todavía queda gente a quien decepcionar"
de Andrés Villalba Becdach
Por Iris Kiya
Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo
Héctor Viel Temperly
La lluvia es el perfecto ejemplo de barroquismo en el poemario de Andrés Villalba, porque así como la lluvia menuda que cae en las estertosas calles quiteñas, dejan oler el curry y la mirra (perdón por la cacofonía) de un hombre o mejor dicho de una voz poética que se convence de no haber nacido en dicha ciudad, más que un hombre es un esfínter, que se contonea y pausadamente describe a la mujer, aquella soberana y recalcitrante putita. El esfínter se abre y se cierra cuando escucha alguna canción de Tom Waits, cuando se piensa en una sola mujer, pero se escribe sobre las que no valen la pena, porque llenan las páginas de palabras algorítmicas. El esfínter se vale de sí mismo para seguir sobreviviendo, cultiva recuerdos que se anexan a la palabra y corroen la distancia entre la historia y el lector. El lector, en es este caso, es un mero objeto tautológico que le agrega ojos, piel, labios a las mujeres y hombres que aparecen en el poemario; el intermedio por el cual el lector llega al éxtasis y satisface su necedad y necesidad de poesía. De nuevo, afirmo con vergüenza y osadía que el poemario de Andrés Villalba es el vínculo entre el hombre y la palabra a través de la creación de un esfínter. El esfínter aparece desperdigado en ciertos fragmentos como si fuera un niño que permanece estático, pero al mismo tiempo mira, escucha y perpetúa su existencia a través de su propia disolución, cito: Sufro la mugre y el smog más lapidario de este páramo andino que es como el ángel cirrótico con la boca cosida que vive en los metales oxidados de mi pecho. Sufro de forma estridente los fracasos y alegrías de esta tristísima ciudad. Sufro a morir los domingos más abatidos del mundo que son los quiteños.
El poemario está inundado de frases bucólicas y de enfermedad, aquel esfinterismo que tiene llagas de soliloquio, porque ya no es hombre, ya no es nada, solo alguien de 35 años que no quiere morir joven, porque todavía quedan miles de mujeres soterrañas, poetas malos y políticos atorrantes a quienes decepcionar.
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