martes, 4 de enero de 2011
2773.- RAÚL ARTOLA
Nació en Las Flores, Provincia de Buenos Aires (Argentina) en 1947 y reside en Viedma desde 1975. Es periodista. Ha publicado "Antes que Nada" (1987), "Aguas de Socorro" (1985). Tiene inéditos dos volúmenes de poesía y un libro de cuentos titulado "Nadie entra ni sale de este pueblo".
VOCES DEL BARRIO
Nuevo y precario como una maqueta
para el cine, mi barrio
tiene todos los misterios
a la vista.
Impúdicos, los gritos
de amor o de protesta
recorren cada casa
con el humor cambiante
de los vientos.
Habría que vivir en otra parte
para saber lo que dicen
esas voces.
AHORA
Un atisbo de nada,
el pálido sueño del fuego,
un aire dulce y contagioso,
cenizas de la memoria:
he aquí mi presente y mi todo,
cintura de las horas
que me quedan.
A Saber
yo comía pomelos
ella comparaba
reproducciones de Magritte
sonaba el piano de Keith Jarrett
en una grabación
el fuego hacía su trabajo
el rosa pálido salmón del pomelo
me miraba.
Quién era el artista?
Aquel traje gris ya no existe.
Tampoco la abuela de alcanfor
ni la mata de pasto en la vereda.
Hay un perfume de magnolias,
casi podridas,
en un florero enorme.
Es la hora del mate y la novela
por la radio en la vieja
galería de invierno.
El ruido de la máquina de coser
vence a las desganadas teclas del piano
mientras el gato ronronea su siesta
y Felipa corta un Jazmín
para la virgen.
Los Sueños de Laura
Veo una pared donde sólo hay ladrillos
o los panales de una máscara de ventilador rastrero
encendido a pleno vuelo
en la tarde calurosa de domingo.
Los violines que Piazzolla puso en una melodía
no alcanzan para mitigar el calor
ni darle nombre a la ilusoria pared
frente a mis ojos.
La voz de una mujer
dice la calma, la custodia:
salva la ropa
que el viento mecía en los cordeles.
Salva la ropa y queda un aire
de celebración, modesto,
en la ventana.
Fabla viril
Pasolini me ha hecho leer y yo lo quiero
como al padre que nos señalaba la página perfecta
los canales venecianos y el capitel corintio
la belleza de la rama de gilicinas
que cae sobre el muro y evocamos
una mañana neblinosa al ir a clase
sin saber la lección
las manos ateridas y los pies mudos
sobre las baldosas húmedas, desparejas.
Me hace leer Pasolini esa página
y yo le agradezco en silencio
acompañado por su sombra
y su mirada de padre que no quiso ser patrón
pero voló por olímpicas alturas.
Me contagia un ensalmo envolvente
para soportar el recuerdo
de aquellas mañanas impiadosas
y los atardeceres turbios
de regreso a la casa del amor arrinconado.
Y Pasolini no estaba todavía
para decirme: muchacho
esto pasará, ya tendrás
tus horas de sueño y de vigilia ensoñada,
aguanta el invierno de la infancia,
yo te miro y a mi modo te cuido.
Y aunque no lo dijera aún
yo oía su voz en otras bocas,
en el aire adverso
se abría un canal amistoso
con el piano que me devolvía
una paz ignorada,
rescoldo que siento en mi pecho
tantos años después.
Salón de té
Hay lágrimas que se secan
en el aire
y sonrisas que marcan
rictus de bronce.
El que mira
supone una pena fugaz
y la dura felicidad
de cada uno.
Ninguno acierta.
El que lloró
no sabe que soñaba
una escena de cine.
La que sonríe
dibujaba flores
con su dedo
en el mantel.
El que mira
buscaba motivos
para salir
de sí
mismo.
RECUENTO
Una sola voz que me acompaña,
el rojo que abdica de su fuego,
las ciudades tapadas por un manto,
los vientres descubiertos,
una mano para usar los cinco dedos,
aquí la batalla no librada,
debajo del sombrero una cabeza sin nombre,
en el campo un cementerio de piedras,
sobre las nubes mi pájaro que vuela
y no lo sabe.
LO QUE FUIMOS, LO QUE SOMOS
Y un golpe, no de mar, sino de guerra,
que destierra los ángeles mejores.
Blas de Otero
Aquéllos que alguna vez tuvimos la ilusión
de haber sido felices,
los que fuimos a misa los domingos,
los que nos manifestamos en la Plaza,
aquellos que amábamos a una sola mujer
y nos parecía bien,
éstos que somos,
éstos que cuando nos preguntan la edad
decimos treinta y cinco
como si fueran veinte
o cincuenta,
ahora escuchamos Chopin
por la mañana
y escribimos poemas
cuando Ella se deja.
Mataron a compañeros muy queridos,
sabemos que la vida enloquece noche a noche
entre insurreciones y agonías
y nos enamoramos sin pudores
aunque sea en silencio.
Somos los desterrados del caos,
el pato de la boda
que no se dejó comer,
la resaca de los viejos sueños,
nuestra única propiedad privada
sobre la que fundamos los nuevos,
más lúcidos,
más personales,
para no morir
sin haber visto
nada.
EROS PEDAGOGICO
¿Para qué usar palabras
donde caben brazos,
muslos, vientre?
¿Por qué cantar un himno
si dispongo del gesto
patriótico del sexo?
Pasan los siglos,
querido Marqués,
y siguen enseñando
mal en las escuelas.
SIETE NORMAS Y TRES SILENCIOS
- Mantenerse despierto, especialmente de pie.
- Dormir con un ojo en el sueño y con el otro en la ventana.
- No apagar las luces de los libros
- No pronunciar el nombre de la poesía en vano.
- Usar diccionario
- No escribir, salvo en caso de emergencia grave.
- Mantenerse de pie, especialmente despierto.
MIRANDO EL FUEGO DE TODAS LAS COSAS
Mirando el fuego de todas las cosas
tienen el mismo color,
la profundidad de una cueva de Altamira,
el sonido inaugural de una garganta muda,
placer de manos que se tiñen
para estamparse en rocas del río Pinturas,
asombro del primer pez que rasgó el agua
desde abajo, hacia su vuelo.
El fuego iguala al tiempo,
se demoran por centurias
en el calor que conservan
las piedras de los volcanes,
se aceleran con la ignición
que impulsa a las naves siderales,
eternizan el fugaz trayecto
de la pavesa que huye del leño
hasta disolverse en el aire frío de la noche.
(De Antes que nada)
Estoy muy flaco, Alita,
y tu hijo no deja de tocar
el piano a la hora de la siesta.
¿Recuerdas cuando le dabas
de comer a tu hermano
arriba del techo
para que madre
no se preocupara?
Escucho el piano
y en la penumbra
fresca del corredor
los dedos de mis pies
juegan con la panza
blanquecina del gato.
Te separaste de una hermosa mujer
has hecho los deberes con tu hijo
a lápiz pastel y sin apuro.
El chillido de un pájaro
cruza la tarde sobre el río.
Se incendian las fronteras cercanas.
Nadie te dirá
si la verdad y la belleza
te han abandonado.
La mujer golpea a la puerta
saluda en tonos del violeta
se descubre
y me ofrece el prodigio negro
de su torso.
¿Se puede aceptar el homenaje?
Su ambición de gloria
en esos pechos
¿resignarán mis manos
para siempre?
Materia de poesía
en busca de su forma.
Uno a veces revela secretos en un poema
pero no se lo dice a nadie. Por ejemplo,
uno escribe “tuétano”s y casi todos leen
“retruécanos” o “témpanos” o “caracú”. Y sólo
una persona entiende que le hablan de
amor.
Vestida de tul y ante mi vista
Safo orina en el jardín.
Asomado al prodigio
aspiro los ácidos olores.
Vuelta sobre sí
quebrada la columna
gozosa y bífida la lengua
Safo lame su vulva
para castigarme.
(Soy Horacio. Los dioses
me han abandonado.)
(De Aguas de socorro)
ESPEJISMO
La veo barrer de espaldas a mí
y su movimiento
es el de mecer a un niño.
Acuna la tierra
que se junta en el piso
lejos de su lugar
sobre los fríos mosaicos
de la civilización.
Partículas de polvo
desintegradas
molestas
de sí mismas.
Desterradas.
MUJER NECESARIA
María José ha vuelto al barrio.
Su casa es la más pobre
la más descuidada en apariencia.
Pero al barrio le faltaba algo
mientras María José no estuvo.
Es que cuando ella
anda por su cocina
o llueve o para el viento
o los gorriones descansan.
Y cuando sale con sus piernas flacas
aumenta un poco la velocidad de la luz
y el sol llega antes
unas millonésimas antes
a la vereda que pisa.
HORA SANTA
Cuando lo llamas para comer
¿él viene?
¿Remolonea en los juguetes?
¿Te dice que sí,
que ya va?
¿O se demora
para que insistas
amorosamente
y le dediques
su plato preferido,
sus uvitas al ron
con crema?
EL DUELO
Si uno entierra a alguien
¿debe irse enseguida?
¿O vagar con los ojos
entre flores
y tierra reseca?
Cuando enterramos a alguien
¿es bueno volver?
MUTACIONES
El papel rasgado
cambia con el velo
de la compostura.
Lo que era grieta,
pérdida en los pliegues
de la destrucción,
se restaura en otro
objeto, extraño quinqué
sin lumbre.
Errores de tripulante,
ladridos a la luna.
LOS SUEÑOS DE LAURA
Veo una pared donde sólo hay ladrillos
o los panales de una máscara de ventilador
encendido a pleno vuelo
en la tarde calurosa de domingo.
Los violines que Piazzolla puso en una melodía
no alcanzan para mitigar el calor
ni darle nombre a la ilusoria pared
frente a mis ojos.
La voz de una mujer
dice la calma, la custodia:
salva la ropa
que el viento mecía en los cordeles.
Salva la ropa y queda un aire
de celebración, modesto,
en la ventana.
BANDERA BLANCA
El poeta acuerda silencios
con las palabras.
Cuando el pacto se levanta
nace el poema.
En todo parlamento
algo se pierde
y una victoria
siempre es discutible.
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