Mario de Miranda Quintana
Poeta, traductor y periodista brasileño. Se le considera uno de los mayores poetas del siglo XX de Brasil. Nació prematuramente la noche del treinta de julio de 1906 en la ciudad de Alegrete, situada en la frontera oeste del estado de Río Grande del Sur. Sus padres, el farmaceuta Celso de Oliveira Quintana y Virginia de Miranda, le enseñarán la que sería una de sus mejores formas de expresión: la escrita. Coincidentemente, eso ocurrió en las páginas del periódico Correio do Povo, donde, en el futuro, trabajaría Mario Quintana por muchos años.
Desde niño Quintana comienza a aprender la lengua francesa, idioma muy usado en su casa. En 1915 todavía estudia en Alegrete y allí concluye la escuela primaria. A los trece años, en 1919, va a estudiar, bajo régimen interno, en el Colegio Militar de Porto Alegre. En esa época principia a borronear sus primeras líneas y publica sus iniciales trabajos en la revista Hyloea de la Sociedad Cívica y Literaria de los Alumnos del Colegio Militar.
Cinco años después, por motivos de salud, abandona el Colegio Militar y va a trabajar como cajero en la Librería del Globo, contrariando a su padre quien quería que su hijo fuera médico. La Librería del Globo era una editorial de renombre nacional. Mario Quintana permanece trabajando en la librería tres meses. A los diecisiete años publica un soneto en el periódico de Alegrete, con el seudónimo de JB.
En 1925 retorna a Alegrete y pasa a trabajar en la farmacia de su padre. En los dos años siguientes la tristeza marca la vida del joven Mario: la pérdida de sus padres. Primero muere su madre, en 1926, y al año siguiente, su padre. Mas la alegría tampoco estuvo ausente. Su cuento “El séptimo personaje” es premiado en el concurso promovido por el Diario de Noticias de Porto Alegre. La revista Para Todos, de Río de Janeiro, publica uno de sus poemas por iniciativa del director.
Corre ya el año 1929 y Mario ya ha celebrado su vigésimo tercer cumpleaños cuando ingresa a la redacción del periódico O Estado do Rio Grande a traducir telegramas y dirigir una sección llamada “O Jornal dos Jornais”.
La Revista do Globo y el Correio do Povo publican sus poemas en 1930, año en que surge el movimiento liderado por el político Getúlio Vargas y el Estado do Rio Grande fue cercado. Quintana parte para Río de Janeiro y se alista como voluntario en el Séptimo Batallón de Cazadores de Porto Alegre. Seis meses después retorna a la capital de Río Grande y reinicia su trabajo en la redacción del periódico de esa ciudad.
En 1934 la Editorial Globo publica la primera traducción de Quintana. Se trata de una obra de Giovanni Papini, titulada Palabras y sangre. A partir de ahí le sigue una serie de obras francesas traducidas para la misma editorial. El poeta es responsable de las primeras traducciones en Brasil de obras de autores afamados como Voltaire, Virginia Woolf, Charles Morgan y Marcel Proust, entre otros.
Dos años después, Quintana decide dejar la Editorial Globo y trasladarse a la Librería del Globo. En 1939, Monteiro Lobato (uno de los más influyentes escritores de literatura infantil en Brasil en el siglo XX) lee los doce cuartetos de Quintana en la revista Ibirapuitan de Alegrete y le escribe al poeta encomendándole un libro. Quintana escribe entonces “Espelho Magico”, el cual no será publicado sino hasta 1951, con un prefacio de Lobato.
En la década de 1940, Quintana es objeto de elogios de los mayores intelectuales de la época y recibe una indicación para ingresar a la Academia Brasileira de Letras que nunca se concretizó. Acerca de eso, él compone, con su conocido buen humor, el renombrado “Poeminha do Contra”.
Como colaborador permanente del Correio do Povo, Mario Quintana publica semanalmente “Do Caderno H” que, de acuerdo con él mismo, se llamaba así porque era redactado a la última hora, la hora “H”. La publicación dura, con breves interrupciones, hasta 1984. De este periodo es también la edición de A Rua dos Cataventos, que pasa a ser utilizado como libro escolar.
En agosto de 1966 el poeta es homenajeado en la Academia Brasileira de Letras por los ilustres poetas Manuel Bandeira y Augusto Meyer. Este mismo año su obra Antologia Poética recibe el “Premio Fernando Chinaglia” por el mejor libro del año. Al año siguiente se le otorga el título de Ciudadano Honorario de Porto Alegre. Este homenaje concedido en 1967 y una placa de bronce colocada en la plaza principal de su tierra natal, Alegrete, en 1968, siempre serán citados por Quintana como motivo de orgullo. Nueve años después recibe la mayor condecoración que el Gobierno de Rio Grande do Sul concede a las personas que se destacan: la medalla “Negrinho do Pastoreio”.
La década del ochenta trae diversos honores al poeta. Primero vino el “Premio Machado de Assis”, de la Academia Brasileira de Letras, por el conjunto de su obra. Más tarde, en 1981, el homenaje llegó de la Cámara de la Industria, Comercio, Agropecuaria y Servicios de Passo Fundo, durante la jornada de Literatura Sul-rio-grandense, de Passo Fundo.
En 1982 otro importante homenaje distingue al poeta. Es el título de doctor honoris causa concedido por la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. Ocho años después, otras dos universidades, la Unicamp, de Campinas, y la Universidad Federal de Río de Janeiro, también le otorgan el mismo título. Mas, tal vez, el más importante reconocimiento que le fue manifestado fue el de llamar “Casa de la Cultura Mario Quintana” al Hotel Majestic, donde el poeta había residido de 1968 a 1980.
Para conmemorar los ochenta años de Mario Quintana en 1986, la Editorial Globo publica Ochenta años de poesía. Tres años después Quintana es elegido “Príncipe de los Poetas Brasileiros” por la Academia Nilopolitana de Letras, el Centro de Memorias e Información de Nilópolis y por el diario carioca La Voz.
En 1992, su libro A Rua dos Cataventos logra una edición conmemorativa por los cincuenta años de su primera publicación.
Mario Quintana fallece en Porto Alegre el día 5 de mayo de 1994, próximo a cumplir ochenta y ocho años. Después de su muerte los homenajes no han cesado. Con motivo del centenario de su nacimiento la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul editó una Antologia Poética, bilingüe, portugués-chino.
Se considera a Mario Quintana como uno de los escritores que tienen mayor afinidad con la poesía china. Quintana es muy estudiado por los poetas contemporáneos de Brasil que en él encuentran un maestro precursor en la búsqueda de la ampliación de sus modelos literarios por el diálogo con la poesía de China. El propio Mario Quintana tradujo del inglés las obras del escritor chino radicado en los Estados Unidos, Lin Yutang.
Mario Quintana llegó a publicar treinta y cuatro libros, la mayor parte, volúmenes de poemas. Él en una ocasión afirmó: “Todo poema es, para mí, una interjección ampliada, algo instintivo y cargado de emoción”. La poesía de Mario Quintana elude lo complejo, carece de rebuscamientos y es intensa y vital. Siempre tuvo predilección por los aforismos y las máximas, los cuales reescribía o reelaboraba hasta convertirlos en poemas nuevos y lúcidos. Sus poemas parecen medidos con exacta precisión y revelan una gran influencia de la mejor poesía francesa. Sus mejores libros son A Rua dos Cataventos (1940), Sapato Florido (1948), O Aprendiz de Feiticeiro (1950) y Espelho Magico (1951), poemarios que van de la cotidianidad intimista, pasando por el estoicismo, hasta alcanzar el fulgor surrealista. Rechazó la poesía excesivamente combativa y los experimentalismos extremos y absurdos. Estuvo más cerca de los poetas modernistas como Manuel Bandeira y Cecilia Meireles y del novelista Érico Veríssimo.
Resulta notable el que el poeta Mario Quintana nunca tuvo casa propia ni familia inmediata. Siempre vivió en hoteles. Acaso esto se deba a la naturaleza de su carácter marcado por el desapego y la sencillez.
-Introducción, selección, traducción y notas:
Wilfredo Carrizales
Segunda canción de muy lejos
Había un corredor que hacía ángulo:
Un misterio encanalando con otro misterio, en lo oscuro...
Pero vamos a cerrar los ojos
Y pensar en una otra cosa...
Vamos a oír el ruido cantado, el ruido arrastrado por las corrientes en el aljibe,
Empujando el agua fresca y profunda.
Había en el arco del aljibe trepadoras trémulas.
Nosotros nos inclinábamos en el borde, gritando los nombres de unos y otros,
Y allá adentro las palabras resonaban fuertes, cavernosas como voces de león.
Nosotros éramos cuatro, una prima, dos negrillos y yo.
Había azulejos relucientes, el muro del huerto pequeño,1 que limitaba el mundo,
Una pianeira2 enorme y, siempre y cada vez más, los grillos y las estrellas...
Había todos los ruidos, todas las voces de aquellos tiempos...
Las lindas y absurdas cantigas, tía Tula regañando a los cachorros,
El chillar de las teteras...
¿Dónde andará ahora el pince-nez3 de tía Tula
Que ella no hallaba nunca?
La pobre no llegó a terminar la Toutinegre del Molino,4
¡Que salía en folletín en el Correo del Pueblo!...
La última vez que la vi, ella ya doblando aquel corredor oscuro.
Ya encogida, pequeñísima, humilde. Sus pasos no hacían ruido.
¡Y ella no se volteó para atrás!
Quintal: jardín junto a una casa o huerto pequeño.
Pianeira: nombre vulgar de unos cuantos árboles brasileños.
En francés en el original: anteojos, quevedos.
Novela del escritor francés Emile Richebourg, publicada en dos volúmenes en 1896.
De la vez primera en que me asesinaron
De la vez primera en que me asesinaron
Perdí una manera de sonreír que yo tenía...
Después, de cada vez que me mataron
Fueron llevando cualquier cosa mía...
Y hoy, de mis dos cadáveres, yo soy
El más desnudo, el que no tiene más nada...
Arde un cabo de vela, amarillento...
¡Como el único bien que me quedó!
¡Vengan, cuervos, chacales, ladrones de camino!
¡Ah! De esta mano, avaramente adunca,
¡Nadie ha de arrancarme la luz sagrada!
¡Aves de noche! ¡Alas de horror! ¡Volitad!
¡Que la luz, trémula y triste como un ay,
La luz de los muertos no se apague nunca!
Poema
Una hormiguilla atraviesa, en diagonal, la página todavía en blanco. Mas ella, aquella noche, no escribe nada. ¿Para qué? Si por allí ya había pasado el rumor y el misterio de la vida.
Apuntamiento para una elegía
I
Me inclino
Sobre mí
Con una melancolía
De quien contempla las cosas disparatadas que hay en la vitrina de un baratillo...
¡Pobre alma, niña fea!
Las lágrimas empañan tus anteojos.
Y lo más triste es que no son verdaderas lágrimas,
Son un mero subproducto del tiempo,
Como ese polvo de alas de mariposas
Que ella va pulverizando, aquí y allí, sobre todas las cosas...
II
Mi Ángel de la Guarda es dentudo,
Tiene un ala más baja que la otra.
III
Agradecido, niñinina, por ese mirar confiante,
Por tu beso como una estrellita...
Hacía mucho que yo no me sentía así, tan bien conmigo...
¡Hacía mucho que sólo me dirigían miradas de interrogación!
IV
Y agradecido, papel, por tu palidez de espanto.
V
Poeta, estás en la hora en que los gallos mueven los pararrayos
Picotean la rosa de los vientos,
Estás en la hora de cambiar tu vestido de fiesta de los momentos...
Estás en la hora
Y cuando
Afligido
Llevas
Tu reloj al oído
¡Sólo oyes el misterioso llamamiento de las aguas cantando distantes!
Jazz
Deja subir los sones agudos, los sones estridentes del jazz en el aire.
Deja subir: sanos surtidores: caen...
Apenas quedarán los arroyos corriendo sin rumor dentro de la noche.
Y junto a cada arroyo, en los campos yermos,
Un ángel de piedra estará apostado.
El Ángel de Piedra que está siempre inmóvil por detrás de todas las cosas-
En medio de los salones de baile, entre el fragor de las batallas, en los comicios de las plazas públicas
Y en cuyos ojos sin pupilas, blancos y parados,
Nada del mundo se refleja.
Canción de amor imprevisto
Yo soy un hombre cerrado.
El mundo me tornó egoísta y malo.
Y mi poesía es un vicio triste,
Desesperado y solitario
Que yo hago todo por disimular.
Mas tú apareciste con tu boca fresca de madrugada,
Con tu paso leve,
Con esos tus cabellos...
Y el hombre taciturno quedó inmóvil, sin comprender nada, en una alegría atónita...
¡La súbita, la dolorosa alegría de un espantajo inútil
Adonde vienen a posarse los pajarillos!
Tan lenta y serena y bella
Tan lenta y serena y bella y majestuosa va pasando la vaca
Que, si fuera en la mañana de los tiempos, de rosas la coronara
La vaca natural y simple como la primera canción
La vaca, si cantase,
¿Qué cantaría?
Nada de óperas, que ella no es de ésas, ¡no!
Cantaría el gusto de los arroyos bebidos de madrugada,
¡Tan diferente del gusto de la piedra del mediodía!
Cantaría el olor de los tréboles machucados.
O, cuando mucho,
La larga, misteriosa vibración de los alambrados...
¡Mas nada de superaviones, tractores, émbolos
Y otros trucos mecánicos!
El farol
La ventanita de acetileno del farol de la esquina tenía una luz que no era la del día ni la de la noche... la misma luz que bañaba a las personas, animales y cosas que la gente veía en sueños... aquella misma luz que debería iluminar, más tarde, las ventanas altas del otro mundo...
El que llegó de otros mundos
Tengo una silla de espaldar muy alto
Para el visitante nocturno
Y en cuanto levemente me balanceo entre una y otra onda de sueño
Helo aquí
El que llegó de otros mundos —
Allí sentado y sin un movimiento
Tal vez me mira como si yo fuera la blanca estatua derribada de un dios.
Tal vez me mira como a una forma ya ultrapasada
(Que todo él es espanto e inmovilidad se puede decir)
Y yo
Entonces
—¡él todavía debe estar allí!—
Me levanto y voy cumpliendo
Todos mis rituales.
Todos los extraños rituales de mi condición y especie.
Religiosamente. Lleno de humildad y orgullo.
El tiempo
El despertador es un objeto abyecto.
En él mora el Tiempo. El Tiempo no puede vivir sin nosotros, para no parar.
Y todas las mañanas nos llama frenéticamente como un viejo paralítico que toca la campana atroz.
Nosotros
Es que vamos empujando, día a día, su silla de ruedas.
Nosotros, somos sus esclavos.
Sólo los poetas
los amantes
los borrachos
pueden huir
por instantes
del Viejo... ¡Mas qué rabia impotente le da al Viejo
cuando encuentra niños brincando la rueda
y no tiene otro recurso sino desviarlos de su silla de ruedas!
Porque ellos, simplemente, lo ignoran...
La Tierra
Las fronteras fueron trazadas en el mapa,
La Tierra no sabe de eso:
Son para ella todas inexistentes
Como esos meridianos que los viejos sabios recortaron
Como si fuese un melón.
Es verdad que viene sintiendo desde hace mucho unos pruritos.
Una leve comezón que a veces se agrava:
Ella no sabe que son los hombres...
Ella no sabe que son los hombres con sus guerras
Y otros medios de comunicación.
Las utopías
Si las cosas son inalcanzables... ¡Ora!1
No es motivo para no quererlas...
¡Qué tristes los caminos, si no fuera
La mágica presencia de las estrellas!
Interjección que expresa duda, impaciencia o desprecio.
Pequeña crónica policial
¡Yacía en el suelo, sin vida,
Y estaba toda pintada!
Tampoco la muerte le dio
La grave belleza...
Con fría curiosidad,
Vino gente a espiarle la cara,
Las hondas marcas de la edad,
De los cansancios, de la bebida...
¡Triste mujer perdida
Que un marinero acuchillara!
Vinieron unos hombres de blanco,
Fue llevada a la morgue.
Y cuando abrían, en la mesa,
Su cuerpo sin misterio,
¡Qué linda y alegre niña
Entró corriendo del Cielo!
Allá continuó como era
Antes que el mundo le diese
El maldito sino:
Sin nada saber de la vida,
De los vicios o de los peligros,
Sin nada saber de nada...
¡Con su trenza larga,
Sus sueños de niña,
Sus zapatos antiguos!
Tristeza de escribir
Cada palabra es una mariposa muerta clavada en la página:
Por eso la palabra escrita es siempre triste...
¿Qué horas son?
Comencé a escribir este poema a las 12h23min del 12 de agosto de 1974
Los pesquisadores no quieren otra vida
Ellos mueren por los dados
—mal saben que la vida es un incierto e implacable juego de dados...
Y yo tanto que deseaba que mi biografía
terminase de súbito
simplemente así:
“¡Desaparecido en la batalla de Itororó!”1
(¿Desaparecido? Dios mío, ¿quién sabe si aún estaré vivo?)
Famosa batalla que se libró en 1868, donde el ejército brasileño derrotó al paraguayo, durante la llamada “Guerra de la Triple Alianza” (1864-1870).
Indivisibles
Con mi primer amor me sentaba en una piedra
Que había en un terreno baldío entre nuestras casas.
Hablábamos de cosas bobas,
Esto es, lo que la gente grande hallaba bobas
Como cualquier intercambio de confidencias entre niños de cinco años.
Niños...
Parecía que entre uno y otro no había todavía separación de sexos
A no ser el azul inmenso de los ojos de ella,
Ojos que yo no encontraba en nadie más,
Ni en el cachorro ni en el gato de la casa,
Que tenían apenas la misma fidelidad sin compromiso
Y la misma animal —o celestial— inocencia,
Porque el azul de los ojos de ella tornaba más azul el cielo:
No, no importaba las cosas bobas que dijésemos.
Teníamos un deseo de estar cerca, tan cerca
Que no había allí apenas que dos encantadas criaturas
Mas un único amor sentado sobre una tosca piedra,
En cuanto la gente grande pasaba, se burlaba, se reía, no sabía
Que ellos llevaran procurando una cosa así por toda su vida.
Poema
El grillo procura
En lo oscuro
El más puro diamante perdido.
El grillo
Con sus frágiles trituradoras de vidrio
Perfora
Las implacables soledades nocturnas.
Y si eso que tanto buscas sólo existe
En tu límpida locura
—¿qué importa?—
¡Exactamente esto
Es tu diamante más puro!
Telegrama a Lin Yutang
Acabo de ver un negrito comiendo un huevo cocido. Hey, ¿Lin Yutang?
Historia mágica
Era un perfume tan pesado que los cuerpos se ablandaban, rendidos, y una niebla de baño de vapor ahumaba el contorno de las flores de pétalos abiertos, de los frutos enormes, que parecían prestos a caer. No se sabía si eran cobras durmientes, o lianas semivivas, aquellas cosas suspendidas del ramaje de los árboles... Pájaros no se veían, ni saurios furtivos, ni grandes o pequeños cuadrúpedos. Mas sí gritos misteriosos, que la gente no podía identificar, herían de cuando en cuando los oídos, recordándoles el torpor en que los adormecía el zumbido ininterrumpido de los insectos. Los pies chapoteaban, como en el barro, en el musgo verdoso que tapizaba el suelo.
Caminábamos, jadeábamos, sin decir palabra. Nuestro guía y rey seguía al frente, invisible, su presencia acusándose (en las horas de mayor angustia, parecía) por un agitar frenético de cascabeles. Un día, no los escuchamos más y cada cual, con un ingrato alivio, siguió su propio camino. Cada cual se extravió, se sentó, en fin, para morir.
Y cada uno moría pensando envidiosamente que los otros hubiesen encontrado alguna cosa, una fuente de virtudes nunca imaginadas, una princesa, un mago, algún Dios todavía bárbaro o en su más adelantado estadio, mas siempre un dios, mas siempre alguna cosa. Pensaba en todo esto, sí... y sentía, mientras tanto, un monstruoso orgullo de morir solo.
De la paginación
Los libros de poemas deben tener márgenes largos y muchas páginas en blanco y suficientes claros en las páginas impresas, para que los niños puedan llenarlos de diseños —gatos, hombres, aviones, casas, chimeneas, árboles, lunas, puentes, automóviles, cachorros, caballos, bueyes, trenzas, estrellas— que pasarán también a ser parte de los poemas.
Historia cuasi mágica
El Idiota de la Aldea gustaba de cosas brillantes.
Mal nos respondía: éramos apenas gentes...
Mas una noche lo sorprendí hablando largamente a un pestillo de la puerta
Redondo, luminoso del resplandor de la luna llena.
Sólo les digo,
A lo que me parece,
Que el brillo del metal ora ablandaba, ora refulgía más,
Como si por instantes oyese y después respondiese.
Sólo les digo que, en estos ocultos asuntos, nada se puede decir.
Libertad condicional
Podrás ir hasta la esquina
Comprar cigarros y volver
O mudarte para China
—Sólo no puedes salir de donde tú estás.
Liberación
La muerte es la liberación total:
La muerte es cuando la gente puede, al final,
Estar echada con los zapatos.
Canción del desencuentro en la terraza
Estabas entre las algas ahogada...
La boca dolorosa, los ojos caídos...
¡Reías como una loca en la terraza!
¡Perdón! Yo era quien reía entre las algas...
Era yo quien reía entre las algas verdes
Esa risa que tienen los desamados.
¡Mentira! Yo agregaba los extras del menú.
¡Tú te deslizabas entre las nubes altas!
En cada nube pusiste un templete de música.
Mandé a lanzar confeti por el cielo azul.
Y echado en medio de las lajas desiertas,
Me cubrí el rostro con tu lienzo de seda oscura.
Epígrafe
Las únicas cosas eternas son las nubes...
Obsesión del Mar Océano
Voy andando feliz por los caminos sin nombre...
¡Qué buen viento sopla del Mar Océano!
Mi amor yo no sé cómo se llama,
No sé si es más distante el Mar Océano...
Mas tiene jarrones cubiertos de conchillas
Sobre las mesas... y mozas en las ventanas
Con zarcillos y pulseras de coral...
Cauris1 calzando puertas... carabelas
Soñando inmóviles sobre viejos pianos...
En esto,
En la vitrina del baratillo tu sonrisa, Antínoo,
Y yo me acordé del pobre emperador Adriano,
De su alma perdida y vaga en la neblina...
¡Mas cómo sopla el viento sobre el Mar Océano!
Si yo muriese mañana, sólo dejaría, sólo,
Una caja de música
Una brújula
Un mapa con figuras
Unos poemas llenos de belleza única
Por estar inconclusos...
¡Mas cómo sopla el viento en estos caminos de otoño!
Y yo no sé, yo no sé cómo te llamas...
Mas nos encontraremos sobre el Mar Océano,
Cuando yo también ya no necesite más nombre.
Concha univalva.
Los párpados están decaídos
Los párpados están decaídos
Y las manos en cruz sobre el pecho...
Mas ¿quién es que pisa vidrios?
¿Quién cruje dedos en el aire?
Los párpados están decaídos.
¡No mastiques hojas secas!
No mastiques hojas secas,
Que te puede hacer mal...
—¿Quién es que canta en el mar?—
Las manos reposan en el pecho.
Y yo quiero ver si bien pronto
Pescan mi cuerpo en Shanghai.
La carta
Hoy encontré dentro de un libro una vieja carta amarillecida,
La rasgué sin procurar al menos saber de quién era...
Yo tengo un miedo
Horrible
A esas mareas que se elevan del pasado,
Con sus quillas afondadas, con
Mis sucesivos cadáveres amarrados a los mástiles y gavias...
¡Ay de mí
Ay de ti, oh viejo mar profundo,
Yo vengo siempre a la superficie de todos los naufragios!
Nocturno
Apenas, aquí y allí, una ventanita de rascacielos... Perdida... Entretanto, en el fondo del único terreno baldío, un grillo insiste en transmitir, en su frágil Morse de vidrio, no se sabe qué misterioso mensaje a las estrellas ausentes.
El mapa
Veo el mapa de la ciudad
Como quien examinase
La anatomía de un cuerpo...
(¡No es que fuese mi cuerpo!)
Siento un dolor infinito
De las calles de Porto Alegre
Donde jamás pasaré...
Hay tanta esquina exquisita
Tanta graduación de colores de paredes,
Hay tanta moza bonita
En las calles que no anduve
(Y hay una calle encantada
Que ni en sueños soñé...)
Cuando yo vaya un día de esos,
Polvo u hoja elevada
En el viento de madrugada,
Seré un poco de nada
Invisible, delicioso
La calle
La calle es un río de pasos y de voces,
Un río terrible que me va llevando,
Mas estoy solo, como se está en la infancia...
O cuando la muerte se viene aproximando...
En el aire, ahora, ¿qué distante aroma?
Con certeza yo sin saber pensé en ti...
Y un vuelo de golondrina en la distancia
Es mi saudade1 que yo te mando.
Mas todo, en ese tumultuoso río,
No queda nunca en el fondo del recuerdo
Como en el seno azul de una redoma...2
¡Todo se aleja en esa corriente
Donde una flor, a veces, queda presa
Y una clara sonrisa sobre las aguas danza!
Nostalgia, añoranza, pesar y melancolía que se sienten de un bien pasado o de que se está privado.
Campana de vidrio para resguardar del polvo objetos estimados.
El extraño caso de Mister Wong
Además del controlado Dr. Jekyll y del no refrenado Mister Hyde, hay también un chino dentro de nosotros: Mister Wong. Ni bueno, ni malo: desinteresado. Entremos, por ejemplo, en este teatro. Tomemos este palco. Pues bien, mientras el Dr. Jekyll, muy compenetrado, es todo oídos, y Mister Hyde arriesga un ojo y el alma en el descote de la señora vecina, nuestro Mister Wong, descansadamente, se pone a contar calvas en la platea...
¿Otros ejemplos? Procúrelos el señor por sí mismo, ahora mismo. No pierda tiempo. ¡Cultive su Mister Wong!
Los farsantes
Desconfía de la tristeza de ciertos poetas. Es una tristeza profesional y tan sospechosa como una exuberante alegría de las coristas.
La casa fantasma
¿La casa está muerta?
No: la casa es un fantasma,
un fantasma que sueña
con su puerta de pesada aldaba,
con sus interminables corredores
que salen a explorar en lo oscuro los misterios de la noche
y que las lunas, a veces,
llenan de un lívido asombro...
¡sí!
ahora
la casa está soñando
con su patio de pequeños pájaros.
La casa escucha... ¡Dios Mío! la casa está loca, ella no sabe
que en su lugar se yergue un monstruo de cemento y acero:
hay siempre una ciudad dentro de otra
y ese eterno desentendimiento entre el Espacio y el Tiempo.
Casa que porfía en existir
—¡la pobrecita casa vieja!
Yo tampoco consigo nunca ahuyentar mis pájaros...
Vivir
El abuelo ganó un día más. Sentado en la despensa, en piyama y chinelas, enrolla el primer cigarro y espera el gustoso café con leche.
Lili, matinal como un pajarillo, también espera el café con leche.
Tal y como el abuelo.
Pues sólo los niños y los viejos conocen la voluptuosidad de vivir día a día, hora a hora, y sus esperas y deseos nunca se extienden más de cinco minutos...
Tiempo perdido
Había un tiempo de sillas en la calzada. Era un tiempo en que había más estrellas. Tiempo en que los niños brincaban bajo la claraboya de la luna. Y el cachorro de la casa era un gran personaje. ¡Y también el reloj de pared! Él no medía el tiempo, simplemente: él meditaba el tiempo.
El poema
El poema
esa extraña máscara
más verdadera que la propia faz...
Poema marciano número dos
Nosotros, los marcianos,
no sabemos nada de nada,
por eso descubrimos cosas
que
de tan visibles
ustedes pudieran estar sentados encima de ellas...
¡No bromeo! ¡No miento! un día, uno de nosotros (Van Gogh) pintó una silla vulgar
una de esas sillas de palma trenzada...
Mas, cuando vieron la tela, fue aquel espanto:
“¡Una silla!” exclamaron.
¿Una silla? No, la silla.
Todo es singular.
Hasta las Autoridades saben de eso...
Si no, me explica
¿por qué irían a hacer tanto problema
de tus impresiones digitales?
El viajante
Yo siempre que parto, me quedo en los andenes
Mirando, triste, a mí mismo...
A manera de epílogo
No quiero
No quiero a alguien que muera de amor por mí... Sólo preciso de alguien que viva por mí, que quiera estar junto a mí, abrazándome. No exijo que ese alguien me ame como yo lo amo, quiero apenas que me ame, no me importa con qué intensidad.
No tengo la pretensión de que todas las personas que me gustan, gusten de mí... Ni que yo muestre la falta que ellas me hacen. Lo importante para mí es saber que yo, en algún momento, fui insustituible... Y que ese momento será inolvidable... Sólo quiero que mi sentimiento sea valorizado.
Quiero siempre poder tener una sonrisa estampada en mi rostro, lo mismo cuando la situación no fuera muy alegre... Y que esa mi sonrisa consiga transmitir paz para los que estuvieran a mi alrededor. Quiero poder cerrar mis ojos e imaginar a alguien... y poder tener la absoluta certeza de que ese alguien también piensa en mí cuando cierra los ojos, que hago falta cuando no estoy cerca.
Quería tener la certeza de que a pesar de mis renuncias y locuras, alguien me valoriza por lo que soy, no por lo que tengo... Que me vea como un ser humano completo, que abusa además de los buenos sentimientos que la vida le proporciona, que dé valor a lo que realmente importa, que es mi sentimiento... Y no se divierta con él. Y que ese alguien me pesa para que yo nunca cambie, para que yo nunca crezca, para que yo sea siempre el mismo.
No quiero pelear con el mundo, mas si un día eso acontece, quiero tener fuerzas suficientes para mostrarle que el amor existe... Que él es superior al odio y al rencor, y que no existe victoria sin humildad y paz. Quiero poder acreditar que así mismo si hoy yo fracaso, mañana será otro día, y si yo no desisto de mis sueños y propósitos, tal vez obtendré éxito y seré plenamente feliz.
Que yo nunca deje que mi esperanza sea agitada por palabras pesimistas... Que la esperanza nunca me parezca un “no” que la gente insista en maquillarlo de verde y lo entienda como “sí”. Quiero poder tener la libertad de decir lo que siento a una persona, de poder decir a alguien cuanto él es especial e importante para mí, sin tener que preocuparme de terceros... Sin correr el riesgo de herir a una o más personas con ese sentimiento.
Quiero, un día, poder decir a las personas que nada fue en vano... que el amor existe, que vale la pena cultivar las amistades de las personas, que la vida es bella así, y que yo siempre dé lo mejor de mí... ¡y que valió la pena!
http://www.letralia.com/transletralia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario