Ricardo Yáñez. Nació en Guadalajara, Jalisco, México en 1948. Estudió letras en la Universidad de Guadalajara y la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido periodista, promotor cultural y docente en el ámbito escolar (de secundaria a maestría) y extraescolar, en diversos talleres, principalmente de poesía, escritura periodística y sensibilización a la creatividad. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre sus libros se cuentan Ni lo que digo, Dejar de ser, Antes del habla y Prosaísmos.
Bebiera Un Día
Bebiera un día
la estrella de mi sueño
el que seguía
Bebiera un día
el venado del agua
voz herida
Bebiera un día
el tiempo de lo eterno
que ya perdía
Bebiera un día
las palabras del agua
a mediodía
(Del libro de reciente aparición Estrella oída,
coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.)
Como El Granado
Como el granado
con sus granadas
tú contigo
platicando
La Belleza
La belleza caída de las hojas comidas de gusanos.
El Aleteo
El aleteo
de la flor del cardo
entre espinas
de viento
Como En Sordina
Como en sordina
suena el ruido del mar
en la neblina.
Deshojamiento El Aire Respirado
Deshojamiento el aire respirado
lengua dolida luz el pensamiento
y llave de ceniza el pedimento
de que el fuego nos diga iluminado
Rebalse de luciérnagas el vado
vaharadas de ámbar y el aliento
arborescencias habla soy y siento
en murmurio aquel tiemblo abandonado
Coruscación y asombro de la brisa
que cuatrocientas voces cristaliza
pajarillo sajado del instante
noventa y nueve veces el diamante
se dice sin decirse en claridades
soplo de oro por vientos de verdades
(Del libro Si la llama, por aparecer en coedición
de Trilce y el Instituto Politécnico Nacional)
A Valentín Almaraz
Tiempo era de irse
y el relámpago
iba nombrando el tiempo de ese tiempo. Versos iban
atravesando la garganta, flechas
al guerrero perdido. Un pajarillo
se volvía estrella de agua en la mañana
y las perlas de la virgen
era todo lo que podía decir, en un murmullo de oración,
el espino florido. Caían
montones de colores desde un avión moldeado
por la mirada de los niños, y el cerillo raspado de la
abuela
encendía la casita, ocote, carbón, sal, lo prodigioso
del silencio de cobre y la sorpresa nueva del viejo atole
blanco.
Dicen que era de noche todavía, pero era
de ver a qué horas todo el tiempo; en el espejo
ropero,
en la recién sacada punta del lápiz nuevecito, en el
cisne que andaba por las hojas
de los ojos del sueño.
Ay, el cucharazo de peltre de la madre, en la canilla, y
el pie con la navaja de rasurar cortado porque te
gritan
y tú estás amarrado jugando a que eras el ladrón y te
agarraron, y la brasa, también, adentro del
huarache. Tiempo, tiempo
de irse
de ese juego
y de todos los juegos siempre, siempre.
Y a veces siempre no pero de todos modos siempre
Te fuiste del trajín de los periódicos
y del halcón de los amigos,
te fuiste
de cantando bajo la lluvia y el bailoteo
sobre los charcos desvelados de amor a punto de
destruir
el orden del guardián de la lluvia y el orden.
Te has ido siempre que es tiempo de partir; digo, te has
ido
con música a la parte de la música:
de la frescura de las higuerillas
al pelo del elote y de su tierno olor
a la húmeda espiral del frijol en la milpa.
Aguamiel de la vida a paso de burro nunca arrepentido
has venido bebiendo. Yo te juro (bueno, jurar no es
bueno), yo te digo
acariciaste la oxidada lámpara
y un soplo vino a abrirte el corazón
como un reloj solar la voz de quienes sufren
de siempre un alacrán en el zapato, de siempre siete
espadas donde debían salir
la reina de diamantes o el caballo de oros, de siempre
el humo
de leño remojado en la tormenta, ¿oíste que tronaban
el tronco del guamúchil, las tejas, el tumbo del granizo
en la tina embrocada? Era el tiempo de irse, siempre es
tiempo
y a tiempo queda bien. Ya era tiempo, me dicen, de que
fueras diciéndolo,
y aquí lo digo.
El silencio es la noche
en esta noche de silencio
en que busco, o mi sombra la busca,
una colilla
bajo el difuminado
farol de la neblina.
Tengo frío,
un frío abandonado de sí mismo.
Miro las luces, pocas, de otra ciudad,
porque aunque allá prosiga es, ya, otra ciudad,
lejana, lejanísima.
Yo estoy con mi escenario
en mi ninguna escena,
como quien cruza por equivocación
el espacio teatral desocupado
y se perturba, innecesariamente.
Hay un auto, hay un auto muy viejo de placas oxidadas,
y hay esta situación en que me veo
ser mirado
por nadie, que me mira
en el silencio de la noche
buscando una colilla
que al fin, tal vez, ya veo.
Si no amor soy entonces qué carajos
qué nube de pesar qué estrella herida
bandera por qué vientos abatida
conversación resuelta en qué estropajos
vengo del corazón a mis trabajos
y voy de mis trabajos a la vida
vida que se te entrega inmerecida
pero que sabe dar sus golpes bajos
no sé ni qué decir pero me digo
que al fin y al cabo soy un buen testigo
y voy a atestiguar que estoy amando
todo lo que perdí mejor ahora
que cuando lo tenía llora llora
no dejes de cantar te estoy mirando
Canciones en melancólico inglés
acompañadas con mariachi
escuchas.
Has estado en reposo mucho tiempo,
has entendido al fin lo que es la vida,
preparación para la muerte
que es –o debe ser—la vida.
Fragmentario es tu amor, criticables
tus modos de acercarte
a la eterna sorpresa de lo real.
En ningún cumpleaños, ahora lo sabes,
nadie podrá nunca regalarte
el estar de tu corazón consigo mismo.
LA PÉRDIDA
Era la sombra buena, y la mejor enredadera;
era y fue la palabra necesaria: la que sabe callar.
Era el irse dejando discurrir
sin espejos ni máscaras,
sin esperas ni humo del pasado
oscureciendo la visión.
Fue el viento en el follaje
y la brisa en el rostro
rïente,
fue la numeración y fue los pájaros
y era la luna, la esencia de la luna. Salía
de lo oscuro
como el agua mejor, y se iba yendo
con esa parsimonia que ponemos en los elefantes
cuando, se dice, saben
que se van a morir.
Era un nombrar sin tiento ni desorden
esa especie de voz que carente de habla
dice lo que nos dice, si se tiene, el amor, y se quedaba
como una estrella en la mirada queda, si bien mirada,
cuando amanece.
Era un aquietamiento de espadas en la arena
y la oleada que baña las espadas, y era
y fue
un delgado, lentísimo irse abriendo de pétalos
a la señera claridad. Había
en su interior el sueño que guardan los palacios
y la vigilia
que despierta en la frente del que se ha visto herir a un
ciervo luminoso.
Necesitaba
solamente cuidado
y la perdí.
Hay un hombre que camina
jornadas jornadas largas
por oír pulsar el viento
las arpas de tus ventanas
hay un hombre que se moja
de lluvia hasta las entrañas
por ver cómo tú te asomas
corroída por las aguas
a oír entreverar el viento
sus manos en tus ventanas
hay un hombre que camina
y se llega hasta tu casa
y te descuartiza a besos
sin que puedas hacer nada
y a besos te reconstruye
lejos de toda mirada
hay un hombre que camina
jornadas jornadas largas
hay un hombre que se moja
de lluvia hasta las entrañas
Que el árbol cuyo nombre
no te supe decir
se llama paraíso
lo he venido a saber
después de tiempo
y en plena primavera.
Dame una gota…
El Personal
Dame la medicina,
dama de los ojos glaucos,
dame, si tienes, el remedio
contra este ascenso de gusanos
al árbol de palabras que tenía
al centro de tu jardín plantado.
Dame el contraveneno, dame el tecito,
dame los chiquiadores aunque sea;
dame el silencio dices que sagrado
con que de todo tú te curas, hasta,
me dicen, de la desvergüenza.
Dame ese estar así tan siempre en todo
y sin salir de ti, de tu espejito,
que se llena de sol y cielo y oro
cada vez que preguntas.
Dame la brujería con que enyerbas
a cuanto desgraciado,
dame le canto que cantas desde tu isla,
dame el imán, el amuleto, el talismán que guardas
debajo de tu almohada.
Dame el irme a morir con que me muero sin que nadie
sobre mi tumba ponga, merecida,
la corona de chelas y de lágrimas.
Muy gallito ese güey muy pinche gallo
quesque la gaya ciencia lo acredita
pa mí que hasta el modito se le quita
dejémosle gozar su abril y mayo
junio se llegará pisado el callo
del viento numinoso que hoy lo habita
todo será tropiezo precipita
la entusiasmada danza cruel el rayo
carbón arderá el árbol que solía
templo de amor fingirse fantasía
del manantial diamante fuego y oro
muy gallito ese güey muy pinche loro
chamuzcado hablador dizque chinfónico
chingaquedito aftoso cacofónico
Se lleva y deja
el río la canción
de mi queja
Y si lo cantado calla
que su resonancia quede
ninguna potencia puede
detener a lo que estalla
me trae un dolor a raya
aprendiz torpe que soy
iluminándome el hoy
como con muy buena ley
y haciendo el ánimo voy
espinita de maguey
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