Néstor Perlongher
Nació en Avellaneda (Argentina) en 1949. Fue militante trotskista y luego anarquista, dirigente estudiantil, y uno de los iniciadores del movimiento por los derechos de los homosexuales en la Argentina, en la década del '70. En enero de 1976 fue detenido y procesado penalmente.
En 1982 se recibió de sociólogo y se trasladó a San Pablo, Brasil. Allí realizó la maestría en Antropología Social en la Universidad de Campinas, de la cual también fue profesor.
Creó un estilo propio que llamó "neobarroso" en el que según su explicación mezclaba el estilo barroco con el barro del Río de la Plata.
Una de sus últimos trabajos fue su monografía "La muerte de la homosexualidad" escrita en pleno desenlace del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Su último poema se tituló "La muerte en bicicleta".
Falleció a causa del SIDA en 1992.
Obra
Poesía
Publicó seis libros de poemas:
Austria-Hungría (Buenos Aires, Tierra Baldía, 1980)
Alambres (Buenos Aires, Último Reino, 1987; Premio "Boris Vian" de Literatura Argentina)
Hule (Buenos Aires, Último Reino, 1989)
Parque Lezama (Buenos Aires, Sudamericana, 1990)
Aguas aéreas (Buenos Aires, Último Reino, 1990)
El cuento de las iluminaciones (Caracas, Pequeña Venecia, 1992)
Prosa
Publicó varios textos en prosa, entre ellos:
El fantasma del SIDA (Buenos Aires, Puntosur, 1988)
La prostitución masculina (Buenos Aires, La Urraca, 1993)
Prosa plebeya (postmortem) (Buenos Aires, Colihue, 1997)
POR QUÉ SEREMOS TAN HERMOSAS...
Por qué seremos tan perversas, tan mezquinas
(tan derramadas, tan abiertas)
y abriremos la puerta de calle
al monstruo que mora en las esquina,
o sea el cielo como una explosión de vaselina
como un chisporroteo,
como un tiro clavado en la nalguicie.
Por qué seremos tan sentadoras, tan bonitas
los llamaremos por sus nombres
cuando todos nos sienten
(o sea, cuando nadie nos escucha)
Por qué seremos tan pizpiretas, charlatanas
tan solteronas, tan dementes
Por qué estaremos en esa densa fronda
agitando la intimidad de las malezas
como una blandura escandalosa cuyos vellos
se agitan muellemente
al ritmo de una música tropical, brasilera.
Por qué seremos tan disparatadas y brillantes
abordaremos con tocado de plumas el latrocinio
desparramando gráciles sentencias
que no retrasarán la salva, no
pero que al menos permitirán guiñarle el ojo al fusilero
Por qué seremos tan despatarradas, tan obesas
sorbiendo en lentas aspiraciones
el zumo de las noches peligrosas
tan entregadas, tan masoquistas,
tan hedonísticamente hablando
Por qué seremos tan gozosas, tan gustosas
que no nos bastará el gesto airado del muchacho,
su curvada muñeca:
pretenderemos desollar su cuerpo
y extraer las secretas esponjas de la axila
tan denostadas, tan groseras
Por qué creeremos en la inmediatez,
en la proximidad de los milagros
circuidas de coros de vírgenes bebidas y asesinos dichosos
tan arriesgadas, tan audaces
pringando de dulces cremas los tocadores
cachando, curioseando.
Por qué seremos tan superficiales, tan ligeras
encantadas de ahogarnos en las pieles
que nos recuerdan animales pavorosos y extintos,
fogosos, gigantescos.
Por qué seremos tan sirenas, tan reinas
abroqueladas por los infinitos marasmos del romanticismo
tan lánguidas, tan magras
Por qué tan quebradizas las ojeras, tan pajiza la ojeada
tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos
salpicando, chorreando la felonía de la vida
tan nauseabunda, tan errática.
CANCIÓN DE AMOR PARA LOS NAZIS EN BAVIERA
Marlene Dietrich
cantaba en Londres una canción entre la guerra:
Oh no no no es cierto que me quieras
Oh no no no es cierto que me quieras
Sólo quieres a tu padre, Nelson, que murió en Trafalgar
y ese amor es sospechoso, Nelson
porque tu papá
era nazi!
Era el apogeo de la aliadofilia
debajo de las mesas aplastábamos soldados alemanes
pero yo estaba sentada junto a ti, Nelson
que eras un agente nazi
Y me dabas puntapiés
Oh no no no es cierto que me quieras
Ay ay ay me dabas puntapiés
Ceremoniosamente me pedías perdón
posabas una estola de visón sobre mis hombros
y nos íbamos a hacer
el amor a mi buhardilla
pero tú descubrías a Ana Frank en los huecos
y la cremabas, Nelson, oh
Oh no no no es cierto que me quieras
Ay ay ay me dabas puntapiés
Heil heil heil eres un agente nazi
Más acá o más allá de esta historieta
estaba tu pistola de soldado de Rommel
ardiendo como arena en el desierto
un camello extenuado que llegaba al oasis
de mi orto u ocaso o crepúsculo que me languidecía
y yo sentía el movimiento de tu svástica en mis tripasoh
oh oh oh
EL CADÁVER
¿Por qué no entré por el pasillo?
Qué tenía que hacer en esa noche
a las 20.25, hora en que ella entró,
por Casanova
donde rueda el rodete?
Por qué a él?
entre casillas de ojos viscosos,
de piel fina
y esas manchitas en la cara
que aparecieron cuando ella, eh
por un alfiler que dejó su peluquera,
empezó a pudrirse, eh
por una hebilla de su pelo
en la memoria de su pueblo
Y si ella
se empezara a desvanecer, digamos
a deshacerse
qué diré del pasillo, entonces?
Por qué no?
entre cervatillos de ojos pringosos,
y anhelantes
agazapados en las chapas, torvos
dulces en su melosidad de peronistas
si ese tubo?
Y qué de su cureña y dos millones
de personas detrás
con paso lento
cuando las 20.25 se paraban las radios
yo negándome a entrar
por el pasillo
reticente acaso?
como digna?
Por él,
por sus agitados ademanes
de miseria
entre su cuerpo y el cuerpo yacente
de Eva, hurtado luego,
depositado en Punta del Este
o en Italia o en el seno del río
Y la historia de los veinticinco cajones
Vamos, no juegues con ella, con su muerte
déjame pasar, anda, no ves que ya está muerta!
Y qué había en el fondo de esos pasillos
sino su olor a orquídeas descompuestas,
a mortajas,
arañazos del embalsamador en los tejidos
Y si no nos tomáramos tan a pecho su muerte, digo?
si no nos riéramos entre las colas
de los pasillos y las bolas
las olas donde nosotras
no quisimos entrar
en esa noche de veinte horas
en la inmortalidad
donde ella entraba
por ese pasillo con olor a flores viejas
y perfumes chillones
esa deseada sordidez
nosotras
siguiéndola detrás de la cureña?
entre la multitud
que emergía desde las bocas de los pasillos
dando voces de pánico
Y yo le pregunté si eso era una manifestación o un entierro
Un entierro, me dijo
entonces vendría solo
ya que yo no quería entrar por el pasillo
para ver a sus patas en la mesa de luz,
despabilando
Acaso pensé en la manicura que le aplicó el esmalte Revlon?
O en las miradas de las muchachas comunistas,
húmedas sí, pero ya hartas
de tanta pérdida de tiempo:
ellas hubieran entrado por el pasillo de inmediato
y no se hubieran quedado vagando por las adyacencias
temiendo la mirada de un dios ciego
Una actriz –así dicen–
que se fue de Los Toldos con un cantor de tangos
conoce en un temblor al General, y lo seduce
ella con sus maneras de princesa ordinaria
por un largo pasillo
muerta ya
Y yo
por temor a un olvido
intrascendente, a un hurto
debo negarme a seguir su cureña por las plazas?
a empalagarme con la transparencia de su cuerpo?
a entrar, vamos por ese pasillo donde muere
en su féretro?
Si él no me hubiera dicho entonces que está solo,
que un amigo mayor le plancha las camisas
y que precisaría, vamos, una ayuda
allá, en Isidro
donde los terrenos son más baratos que la vida
lotes precarios, si, anegadizos
cerca de San Vicente (ella
no toleraba viajar a San Vicente
quiso escapar de la comitiva más de una vez
y Pocho la retuvo tomándola del brazo)
Ese deseo de no morir?
es cierto?
en lugar de quedarse ahí
en ese pasillo
entre sus fauces amarillas y halitosas
en su dolor de despertar
ahí, donde reposa,
robada luego,
oculta en un arcón marino,
en los galeones de la bahía de Tortuga
(hundidos)
es que no quiero entrar a esa sombría
convalecencia, umbría
–en los tobillos carbonizados
que guarda su hermana en una marmita de cristal–
para no perder la honra, ahí
en ese pasillo
la dudosa bondad
en ese entierro
EL POLVO
En esta encantadora soledad
-oh claro, estabas sola!-
en esta enhiesta, insoportable inercia
es ella, es él, siempre de a uno, lo que esplende
ella, su vaporosa mansedumbre o vestido
él, su manera de tajear los sábados, la mucilaginosa telilla de los sábados
la pared de los patios rayada por los haces de una luz encendida a deshora
ceniciento el terror, ya maculado, untuoso en esas buscas a través de los charcos los chancros repetidos, esos rastreos del pavor por las mesetas del hechizo
rápidamente roto
esos destrozos recurrentes de un espejo en la cabeza de otro espejo
o esos diálogos:
“Ya no seré la última marica de tu vida”, dice él
que dice ella, o dice ella, o él
que hubiera dicho ella, o si él le hubiera dicho:
“Seré tu último chongo” -y ese sábado
espeso como masacre de tulipanes, lácteo
como la leche de él sobre la boca de ella, o de los senos
de ella sobre los vellos de su ano, o un dedo en la garganta
su concha multicolor hecha pedazos en donde vuelcan los carreros residuos
de una penetración: la de los penes truncos, puntos, juncos,
la de los penes juntos en su hondura - oh perdido acabar
albur derrame el de ella, el de él, el de ellaél o élella
con sus trepidaciones nauseabundas y su increíble gusto por la asquerosidad
su coprofagia
Ella depositaba junto al pubis cofres de oro amarillo, joyas de los piratas
fruto de sus deposiciones y repuestos
y él era su manera de uncirse los zafiros y calzarse los aros en su verga
aquella corva y justa, espamentosa, cuya prestancia enrula las praderas de piel, el infinito poro
oh erupciones de un huracán canalizado, como rayos miméticos
o eructos de una empolvada saciedad
Su maquillaje
eran los bultos que en los días de feria exhiben los gitanos
halándolos desde las carpas de las tribus;
su sombra de los párpados
eran esas ojeras tormentosas de las noches de fiesta tropicales
y cuando, tras sus fornicaciones simultáneas, sus rítmicos jaleos y sus exhalaciones de almidón y sus pedos, sus dulcísimos pedos
desleída la aurora en la polvera, nada
ni nadie pasa
de “Austria-Hungría” (Buenos Aires, Tierra Baldía, 1980)
EL CIRCO
soledad del lamé: de lo que brilla
no llora lo que ríe sino apenas la máscara que ríe lo llorado
llorado en lo reído:
lo que atado al corcel, lo que prendido
al garfio
de la soga:
la écuyère: domadora
la que penachos unce por el pelo
prendida a lo que mece: a lo que engarza:
ganchos
alambres
jaulas
animales dorados
a los aros
atados a los haros
halos
aros:
la mujer más obesa, la barbuda:
la de más fuerte toca:
la enganchada
en el aire
en el delirio:
en la burbuja del delirio:
el mago
en sus dos partes:
la que cortada en dos desaparece
y la que festoneada por facones
sangra de corazón: la que cimbréase sin red, la que
desaparece
CORTO PERO LIGERO
(Y no habría de ser: esa chupada, ese lambeteo: cebado el mate
junto al fogón de los arrieros, que arden de...
ese descanso de la tropa alzada, en grupas: no
habría de bajarme el chiripá, descendiendo a este
encuentro. Ahora susurra el viento en la ventana
que da al aljibe: hurras blande
no desacordonarme la manea
donde tremolo temblorosa?)
Una historia de sables, de pistolas
De trincheras con flores de sapo y de zarza parrilla
Como hecha a dedo, a pecho
Echada en el camino de Tarija
Por un gendarme ríspido, montés
Trasiego, belicosa?
Belfo y flande
Congoja
Si tuviera que ver este lenguaje
con el terror de esos paisanos
que al ver al General piensan en Hoffman
Si su respiración no moviera las borlas de la cama de Rosas,
de Esmeralda
Y él no se lo encontrase, al regreso de un vado, en la catrera:
en el encame jabonoso, como un lagarto entre los lienzos
aparece con labios de obsidiana y perfume de ajenjo: huele a chipre
(Si no me hubieras dicho qué paso
en esa noche de Cañuelas, la última
- un bolero: si bien -
aún te querría?)
Un general moviendo espadas en la sombra
Cacha y espuela, blonda y nácar
Coro de férulas:
Un general que agita los pendorchos
y se entrega al de enfrente, saltando los tapiales
es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre.
hombre de más para mujer: un general,
un artesano de la muerte
Chupa, lame esta hinchazón del español
CADÁVERES
a Flores
Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres
En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres
Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres
Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al
espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con
Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres
En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la
menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres
Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
porque su novio ha
….........................!
Hay Cadáveres
En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres
Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a
escondidas, con la bombacha llena; en la
humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de
los de
Hay Cadáveres
Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres
Ay, en el quejido de esa corista que vendía "estrellas federales"
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
una botella de whisky "Russo" llena de vidrio en los breteles, en ésos,
tan delgados,
Hay Cadáveres
En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
...indeciso..., que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
que se derrumba, oui
Hay Cadáveres
Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo de ese incienso;
Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
Ya
Hay Cadáveres
En eso que empuja
lo que se atraganta,
En eso que traga
lo que emputarra,
En eso que amputa
lo que empala,
En eso que ¡puta!
Hay Cadáveres
Ya no se puede sostener: el mango
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
el rosario
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
la corriente
que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin... – del son-
ajero, en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres
En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
la hormiga,
Hay Cadáveres
En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
en el polvo
Hay Cadáveres
En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes "inconcientes"
En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales
donde el muerto circula, en los pasillos
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
se travisten de ''hombre drapeado",
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
un paladar, en tornos
Hay Cadáveres
En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños...
Hay Cadáveres
En esas circunstancias, cuando la madre se
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
va “creciente”, o
Hay Cadáveres
Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
los haras, eh, harás de cuenta de que no
Hay Cadáveres
Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe “leche de cobra” se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres
Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la
papisa, y la manotean a dos cuerpos"), cómplices,
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
y ella es devaluada!
Hay Cadáveres
Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
''palo borracho", la estirpe real de una azalea que ha florecido
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres
Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
ceso de su pica, más
atornilla esa clava, cuando "mecha"
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
chueca, cuando la va dándola vuelta
para que rase todos.. . los lunares, o
Sitios,
Hay Cadáveres
Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin...
acribilla, acrisola, ángeles miriados' de peces espadas, mirtas
acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít ...
Hay Cadáveres
En el país donde se yuga el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
la huelen desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres
En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
–Esto no sale de acá–
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en
la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
Esmeraldas,
Hay Cadáveres
Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c... para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
de un camarín donde...
Hay Cadáveres
Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella
era una oveja hecha rabona, donde la perra
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
almizclados, lo sedujo,
Hay Cadáveres
Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera como en
un cáliz borboteante - los retazos
de argolla flotaban en la "Solución Humectante" (método agua por
agua),
ella se lo tenía que contar
Hay Cadáveres
El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
Hay Cadáveres
La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una "calada"
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de
una Kombi,
Hay Cadáveres
La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto "rayito de sol", tanto "clarito";
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres
La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
– y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –;
la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse
táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada...
lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres
La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una
profesora…)
Hay Cadáveres
Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres
Era: "No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta"
O: "No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
pecho"
Acaso: "No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta"
Aún: "Hoy asaltaron a una vaca"
"Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
...y listo"
Hay Cadáveres
Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres
En el campo
En el campo
En la casa
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres
En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres
Decir "en" no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres
Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola...?
Hay Cadáveres
Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
dedetener, Fernando? Imaginá…
Hay Cadáveres
Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las ''modelos" –del partido polaco–
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
Barracas!
Hay Cadáveres
Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es
colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género "volante"!
NI
Hay Cadáveres
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres
– Todo esto no viene así nomás
– Por qué no?
– No me digas que los vas a contar
– No te parece?
– Cuándo te recibiste?
– Militaba?
– Hay Cadáveres?
Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres
Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres
Yo soy aquél que ayer nomás...
Ella es la que…
Veíase el arpa...
En alfombrada sala...
Villegas o
Hay Cadáveres
..............................................
..............................................
..............................................
..............................................
No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.
MME. S.
Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escenas
de oseznos acaramelados, esas mieles amargas como blandes
el plumero de espuma: y las arañas: cómo
espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele:
muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones
de esmirna: es esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo
las galas de una noche de esmirna y bacarat: fija y demarca: muda
la madre que se ofrece mudándose en amante al plumereo, despiole y despilfarro: ese
desplume
de la madre que corre las gasas de los vasos de whisky en la mesa
ratona: madre y corre: cercena y garabato: y gorgotea:
pende del
cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre púbica, de plomos
y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas que
comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras
muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un
elixir enhiesto y denodado: pendorchos de un glacé que te endulzaba:
pero era demasiado matarte, dulcemente: haciéndome comer de esos
pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque altivo de mis
muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las
cavernas del orto, del ocaso: las cuevas;
y yo, te penetraba?
pude acaso pararme como un macho ebrio de goznes, de tequilas mustio,
informe, almibararme, penetrar tus blonduras de madre que se ofrece,
como un altar, al hijo - menor y amanerado? adoptar tus alambres de
abanico, tus joyas que al descuido dejabas tintinear sobre la mesa.
entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados de ese rouge
arcaico de tus labias?
cual lobezno lascivo, pude, alzarme,
tras tus enaguas, y lamer tus senos, como tú me lamías los pezones
y dejabas babeante en las tetillas - que parecían titilar -
el ronroneo
de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?
pude madre?
como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre
las toscas braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando
laxa desova, en los botones, la perfidia a él guardada? ese lugar
secreto y púbico? cómo entonces tomé esa agarradera, esos tapires
incrustados con mangos de magnolia, aterciopeladamente sospechosos
y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma escancorosa de tu
sexo, descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas de semen de
los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente:
te agarre: qué creías?
TUYÚ*
La historia, es un lenguaje?
Tiene que ver este lenguaje con el lenguaje de la historia
o con la historia del lenguaje /
en donde balbuceó /
tiene que ver con este verso?
lenguas vivas lamiendo lenguas muertas
lenguas menguadas como medias
lenguas, luengas, fungosas:este lenguaje de la historia / cuál historia?
si no se tiene por historia la larga historia de la lengua
Cuentan
en un fogón:
Ña-Rudecinda
no roció el apero el ánima?
no se hizo jabón el chajá?
(Gauchos fundidos, con sus lenguas de vaca, con sus trancas con sus coyundas y sus rastras
Gaucho fundido: él clava sus espuelas en el dorso — fundido — de la lengua, como atrapado en una vizcachera)
A unos kilómetros de San Clemente, en el Tuyú
está la tumba de Santos Vega, adonde acuden las toninas
y los surfistas en sus jabas, sobre las olas de cristal
Roto cristal, tercas toninas de la historia: van
donde los arponeros con sus garfios: van
donde los zafarranchos cachan: donde fundido el gaucho
saca el facón y se disgracia:
era la historia, esa disgracia!
disgracia de yacer en el Tuyú, de un yacer genera
Los caníbales en ese cristal las rudas olas asaetan;
y tú, en esa pereza de la yertez, no jalas?
Jalas de crestas cristalinas y empenachadas?
* Poema publicado en el número 2 de la revista XUL, editada por Jorge Santiago Perednik,en septiembre de 1981.
de “Alambres” (Buenos Aires, Último Reino, 1987)
PREÁMBULOS BARROSOS
Infinitos preámbulos barrosos en la canilla que no cierra, pre-ámbulos, deambulos, bulones en la chata florida de los bulos, golosos cotorreos en el cierre del mimbre que gotea, gracial, en esa jarcia a rascas el cimbreo, en el bleque, de ese ruedo, de alpaca zarpullida a narigazos, la nieve o la creolina, el demorado desconcharse del cierre, en el eléctrico botón, empala lo que lame a lo que enjaba, encía milagrera la almorrana, espía en el recanto del esfínter, desafinando mandolinas al toletole de la hinchada, hinchando en leves várices de una furtiva dentellada el timo: si se huía, por los corredores que vanal calambre, al vomitorio, se rasgaba el satén de las esperas flatulentas, de las borlas de nalga abochornándose en la bombacha de laqué. Bombeé, aspiré el orujo en la estampida tibia, estampilla en estampas de Gobel, lino sudado en la vertiente ácrata del soba, sobar bajo los ábacos la cuenta cristalina de la transpiración, agror marino en elazor marrano delicuesce, en shampoos que se pudren en la mata, de tedio, poco usados: si el olor, olor fiero, olor de macho en la soirée de bolas, algo peludas, inflamadas por lainminencia del ardor, del merdar, del dolor de merdar y ser merdado en la lisura de ese acuario, llano, chato, adonde descendían en un intento fatuo de salvar los pececillos languidecentes, fosforescencia que se abruma, en la bruma del brillo, en la solapa del sopapo, ocaso, en la cresta de brines, que, desabotonados, corrían como peplos en bandera, rasguñando el olfato de fragancias de lágrima.
DEVENIR MARTA
A lacios oropeles enyedrada
la toga que flaneando las ligas, las ampula
para que flote en el deambuleo la ceniza, impregnando
de lanas la atmósfera cerrada y fría del boudoir.
A través de los años, esa lívida
mujereidad enroscándose, bizca,
en laberintos de maquillaje, el velador de los aduares
incendiaba al volcarse la arena, vacilar
en un trazo que sutil cubriese
las hendiduras del revoque
y, más abajo, ligas, lilas, revuelo
de la mampostería por la presión ceñida y fina que al ajustar
los valles microscópicos del tul
sofocase las riendas del calambre, irguiendo
levemente el pezcuello que tornando
mujer se echa al diván
de “Hule” (Buenos Aires, Último Reino, 1989)
DANZIG
La rutilancia de las lentejuelas
en un rimmel de tan marmóreo transparente
el rebote de los ojares
en las azulejas de pintos níveos y plumosos
esfinge nítida bajo el implacable velador
cebaba el puntilleo de las pestañas
con una fijeza de ciempiés,
sólo mucho después conoce su renguera.
Esfinge de codos revoloteantes y ampulosos, la gorguera
en la rebaba de la cervez
alabraba otros potros que los amarrados al palenque. El palio
era como intestino, porque las pompas
tapizaban en la escamación las peceras ventrales, y el dolor
de la espera, o de la sola sola noche
sollozaba contra el estaño pegajoso:
la noche del carnicero
en la lámina de la hoja el pincho
pichicho fuera de sí.
Los tatuajes de los azulejos se repetían en los antebrazos, pero los abrazos en los
anteojos los refractaba la luz de plata
que salpicaba las muñecas de la mancha rocío.
Pero la esponja del lavacopas detergía la hialinidad de los guerrero
sque se tumbaban en las puertas de aireo de ráfagas de betún
poniéndole precio (o ala) al cenicero,
aplastaban las coles en el mosaico pantanoso,
en balde,
porque la novia estaba ahogada en el bañito
de “Parque Lezama” (Buenos Aires, Sudamericana, 1990)
Es como ver un agua muy clara que corre sobre
cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia
y con gran nublado y corre por encima de la tierra;
no porque se representa el sol, ni la luz es como la
del sol; parece, en fin, luz natural y estotra cosa
artificial.
SANTA TERESA DE JESÚS
XXII
Este en selva inconstante pino alado
CONDE DE VILLAMEDIANA
ASCESIS FORESTAL:
el agua sólo como excusa o cauce para el entroncamiento del tronco en el ramaje, sutileza fluvial, el fluir de la canoa por el divertimiento de las ramas, haciéndole de concha al sibilante estuche, chispas de borravino nacían del encuentro amoroso del codo de la piragua con el nudo del árbol adamado, inclinado a enguantar o feminar sus redes, al otro lado del arroyo, envuelto, vegetales que entraban en el agua, un devenir ácueo del palo,
navegan en el bosque.
XXIX
EL CIRCUITO DE OCELOS el estanque encantado
conmueve tenuemente con la finura de una
anguila del aire
vermes de rosicler urdiendo bajo el césped
un laberinto de relámpagos.
PASO DE LA SERPIENTE
serpientes breves, de pasos evaporados
LEZAMA LIMA
1.
DE LA SERPIENTE EL PASO traslúcido
babea en el instante el eco que se abomba
o tapiza de jades, como un pespunte verde
alza coloraciones en el giro del espacio increado,
trasnatural, su giba en roce desleyente
borra casi olvidando las leyendas del jabón
mas del halo al halarlo resurgen contraseñaso
anulares que enseñan la lucidez del paso.
2.
SERPENTINA DE COBRAS en el ballet mohave
mojándose a la sombra de espiraladas araucarias
por marcar en la hiedra la levedad de un paso
que es en verdad el paso de la hierba por el aire
mojado de los círculos de ojos hueros en salitrosos
vidrios fintas de macramé escandiendo la cítara
pupilar, su enamorado colibrí la córnea
cornea simulando en la alfombra del musgo
en lo aguado del aire ese rocío del humo en su
dehiscencia.
de “Aguas aéreas” (Buenos Aires, Último Reino, 1990)
TEMA DEL CISNE HUNDIDO (1)
Undoso el que avanzara por los rizos
del espejo laqueado, su pezcuello
dócil al mando del cendal declina
rayado el rutilar de su plumaje.
Quien por interrogar las inestables
corrientes donde aneja su pellejo
arruga de nerviosas denticiones
la quilla que traslúcida corría
por parques de reflejos azulados,
impávido el azor, la crista altiva,
arriesga el hundimiento en ese anclaje.
Porque, por más que mírese a los hados,
no se retarda la fatal carrera
si tempestuoso pie pisa la pluma.
TEMA DEL CISNE HUNDIDO (2)
Leda, aferrándose al cuello del que
penden gruesas esclavas de pesadez dorada
doblándole – suspensiones de carbunclo
en nácar plumetí – la glotis,
las falanges nimbadas de bermejo
hunde en la interrogación fluctuante y rasga
de un tirón el julepe de las ondas
impulsado por raudos torbellinos.
La majestuosidad en la decadencia
finge, cual refulgir de lamparitas
que al mojarse en el lago un fogonazo
de refucilo en el anuncio de tempestades trasmarinas
soltasen, viento oculto en la rizada
peineta de la que ahógase en el nado.
EL MAL DE SÍ
Detente, muerte:
tu infernal chorreando
escampar hace las estanterías,
la purulenta salvia los baldíos
de cremoso torpor tiñe y derrite,
ausentando los cuerpos en los campos:
los cuerpos carcomidos en los campos barridos por la lepra.
Ya no se puede disertar.
Ve, muerte, a ti.
Encónchate sin disparar el estallido de la cápsula.
Escondida que no seas descubierta.
Pues una vez presente todo lo vuelves ausencia.
Ausencia gris, ausencia chata, ausencia dolorosa del que falta.
No es lo que falta, es lo que sobra, lo que no duele.
Aquello que excede la austeridad taimada de las cosas
o que desborda desdoblando la mezquindad del alma prisionera.
Mientras estamos dentro de nosotros duele el alma,
duele ese estarse sin palabras suspendido en la higuera
como un noctámbulo extraviado.
de "El chorreo de las iluminaciones" (Caracas, Pequeña Venecia, 1992)
http://el-placard.blogspot.com.es/2012/07/poemas-de-nestor-perlongher.html
Por qué seremos tan perversas, tan mezquinas
(tan derramadas, tan abiertas)
y abriremos la puerta de calle
al monstruo que mora en las esquina,
o sea el cielo como una explosión de vaselina
como un chisporroteo,
como un tiro clavado en la nalguicie.
Por qué seremos tan sentadoras, tan bonitas
los llamaremos por sus nombres
cuando todos nos sienten
(o sea, cuando nadie nos escucha)
Por qué seremos tan pizpiretas, charlatanas
tan solteronas, tan dementes
Por qué estaremos en esa densa fronda
agitando la intimidad de las malezas
como una blandura escandalosa cuyos vellos
se agitan muellemente
al ritmo de una música tropical, brasilera.
Por qué seremos tan disparatadas y brillantes
abordaremos con tocado de plumas el latrocinio
desparramando gráciles sentencias
que no retrasarán la salva, no
pero que al menos permitirán guiñarle el ojo al fusilero
Por qué seremos tan despatarradas, tan obesas
sorbiendo en lentas aspiraciones
el zumo de las noches peligrosas
tan entregadas, tan masoquistas,
tan hedonísticamente hablando
Por qué seremos tan gozosas, tan gustosas
que no nos bastará el gesto airado del muchacho,
su curvada muñeca:
pretenderemos desollar su cuerpo
y extraer las secretas esponjas de la axila
tan denostadas, tan groseras
Por qué creeremos en la inmediatez,
en la proximidad de los milagros
circuidas de coros de vírgenes bebidas y asesinos dichosos
tan arriesgadas, tan audaces
pringando de dulces cremas los tocadores
cachando, curioseando.
Por qué seremos tan superficiales, tan ligeras
encantadas de ahogarnos en las pieles
que nos recuerdan animales pavorosos y extintos,
fogosos, gigantescos.
Por qué seremos tan sirenas, tan reinas
abroqueladas por los infinitos marasmos del romanticismo
tan lánguidas, tan magras
Por qué tan quebradizas las ojeras, tan pajiza la ojeada
tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos
salpicando, chorreando la felonía de la vida
tan nauseabunda, tan errática.
CANCIÓN DE AMOR PARA LOS NAZIS EN BAVIERA
Marlene Dietrich
cantaba en Londres una canción entre la guerra:
Oh no no no es cierto que me quieras
Oh no no no es cierto que me quieras
Sólo quieres a tu padre, Nelson, que murió en Trafalgar
y ese amor es sospechoso, Nelson
porque tu papá
era nazi!
Era el apogeo de la aliadofilia
debajo de las mesas aplastábamos soldados alemanes
pero yo estaba sentada junto a ti, Nelson
que eras un agente nazi
Y me dabas puntapiés
Oh no no no es cierto que me quieras
Ay ay ay me dabas puntapiés
Ceremoniosamente me pedías perdón
posabas una estola de visón sobre mis hombros
y nos íbamos a hacer
el amor a mi buhardilla
pero tú descubrías a Ana Frank en los huecos
y la cremabas, Nelson, oh
Oh no no no es cierto que me quieras
Ay ay ay me dabas puntapiés
Heil heil heil eres un agente nazi
Más acá o más allá de esta historieta
estaba tu pistola de soldado de Rommel
ardiendo como arena en el desierto
un camello extenuado que llegaba al oasis
de mi orto u ocaso o crepúsculo que me languidecía
y yo sentía el movimiento de tu svástica en mis tripasoh
oh oh oh
EL CADÁVER
¿Por qué no entré por el pasillo?
Qué tenía que hacer en esa noche
a las 20.25, hora en que ella entró,
por Casanova
donde rueda el rodete?
Por qué a él?
entre casillas de ojos viscosos,
de piel fina
y esas manchitas en la cara
que aparecieron cuando ella, eh
por un alfiler que dejó su peluquera,
empezó a pudrirse, eh
por una hebilla de su pelo
en la memoria de su pueblo
Y si ella
se empezara a desvanecer, digamos
a deshacerse
qué diré del pasillo, entonces?
Por qué no?
entre cervatillos de ojos pringosos,
y anhelantes
agazapados en las chapas, torvos
dulces en su melosidad de peronistas
si ese tubo?
Y qué de su cureña y dos millones
de personas detrás
con paso lento
cuando las 20.25 se paraban las radios
yo negándome a entrar
por el pasillo
reticente acaso?
como digna?
Por él,
por sus agitados ademanes
de miseria
entre su cuerpo y el cuerpo yacente
de Eva, hurtado luego,
depositado en Punta del Este
o en Italia o en el seno del río
Y la historia de los veinticinco cajones
Vamos, no juegues con ella, con su muerte
déjame pasar, anda, no ves que ya está muerta!
Y qué había en el fondo de esos pasillos
sino su olor a orquídeas descompuestas,
a mortajas,
arañazos del embalsamador en los tejidos
Y si no nos tomáramos tan a pecho su muerte, digo?
si no nos riéramos entre las colas
de los pasillos y las bolas
las olas donde nosotras
no quisimos entrar
en esa noche de veinte horas
en la inmortalidad
donde ella entraba
por ese pasillo con olor a flores viejas
y perfumes chillones
esa deseada sordidez
nosotras
siguiéndola detrás de la cureña?
entre la multitud
que emergía desde las bocas de los pasillos
dando voces de pánico
Y yo le pregunté si eso era una manifestación o un entierro
Un entierro, me dijo
entonces vendría solo
ya que yo no quería entrar por el pasillo
para ver a sus patas en la mesa de luz,
despabilando
Acaso pensé en la manicura que le aplicó el esmalte Revlon?
O en las miradas de las muchachas comunistas,
húmedas sí, pero ya hartas
de tanta pérdida de tiempo:
ellas hubieran entrado por el pasillo de inmediato
y no se hubieran quedado vagando por las adyacencias
temiendo la mirada de un dios ciego
Una actriz –así dicen–
que se fue de Los Toldos con un cantor de tangos
conoce en un temblor al General, y lo seduce
ella con sus maneras de princesa ordinaria
por un largo pasillo
muerta ya
Y yo
por temor a un olvido
intrascendente, a un hurto
debo negarme a seguir su cureña por las plazas?
a empalagarme con la transparencia de su cuerpo?
a entrar, vamos por ese pasillo donde muere
en su féretro?
Si él no me hubiera dicho entonces que está solo,
que un amigo mayor le plancha las camisas
y que precisaría, vamos, una ayuda
allá, en Isidro
donde los terrenos son más baratos que la vida
lotes precarios, si, anegadizos
cerca de San Vicente (ella
no toleraba viajar a San Vicente
quiso escapar de la comitiva más de una vez
y Pocho la retuvo tomándola del brazo)
Ese deseo de no morir?
es cierto?
en lugar de quedarse ahí
en ese pasillo
entre sus fauces amarillas y halitosas
en su dolor de despertar
ahí, donde reposa,
robada luego,
oculta en un arcón marino,
en los galeones de la bahía de Tortuga
(hundidos)
Como en un juego, ya
convalecencia, umbría
–en los tobillos carbonizados
que guarda su hermana en una marmita de cristal–
para no perder la honra, ahí
en ese pasillo
la dudosa bondad
en ese entierro
EL POLVO
En esta encantadora soledad
-oh claro, estabas sola!-
en esta enhiesta, insoportable inercia
es ella, es él, siempre de a uno, lo que esplende
ella, su vaporosa mansedumbre o vestido
él, su manera de tajear los sábados, la mucilaginosa telilla de los sábados
la pared de los patios rayada por los haces de una luz encendida a deshora
ceniciento el terror, ya maculado, untuoso en esas buscas a través de los charcos los chancros repetidos, esos rastreos del pavor por las mesetas del hechizo
rápidamente roto
esos destrozos recurrentes de un espejo en la cabeza de otro espejo
o esos diálogos:
“Ya no seré la última marica de tu vida”, dice él
que dice ella, o dice ella, o él
que hubiera dicho ella, o si él le hubiera dicho:
“Seré tu último chongo” -y ese sábado
espeso como masacre de tulipanes, lácteo
como la leche de él sobre la boca de ella, o de los senos
de ella sobre los vellos de su ano, o un dedo en la garganta
su concha multicolor hecha pedazos en donde vuelcan los carreros residuos
de una penetración: la de los penes truncos, puntos, juncos,
la de los penes juntos en su hondura - oh perdido acabar
albur derrame el de ella, el de él, el de ellaél o élella
con sus trepidaciones nauseabundas y su increíble gusto por la asquerosidad
su coprofagia
Ella depositaba junto al pubis cofres de oro amarillo, joyas de los piratas
fruto de sus deposiciones y repuestos
y él era su manera de uncirse los zafiros y calzarse los aros en su verga
aquella corva y justa, espamentosa, cuya prestancia enrula las praderas de piel, el infinito poro
oh erupciones de un huracán canalizado, como rayos miméticos
o eructos de una empolvada saciedad
Su maquillaje
eran los bultos que en los días de feria exhiben los gitanos
halándolos desde las carpas de las tribus;
su sombra de los párpados
eran esas ojeras tormentosas de las noches de fiesta tropicales
y cuando, tras sus fornicaciones simultáneas, sus rítmicos jaleos y sus exhalaciones de almidón y sus pedos, sus dulcísimos pedos
desleída la aurora en la polvera, nada
ni nadie pasa
de “Austria-Hungría” (Buenos Aires, Tierra Baldía, 1980)
EL CIRCO
soledad del lamé: de lo que brilla
no llora lo que ríe sino apenas la máscara que ríe lo llorado
llorado en lo reído:
lo que atado al corcel, lo que prendido
al garfio
de la soga:
la écuyère: domadora
la que penachos unce por el pelo
prendida a lo que mece: a lo que engarza:
ganchos
alambres
jaulas
animales dorados
a los aros
atados a los haros
halos
aros:
la mujer más obesa, la barbuda:
la de más fuerte toca:
la enganchada
en el aire
en el delirio:
en la burbuja del delirio:
el mago
en sus dos partes:
la que cortada en dos desaparece
y la que festoneada por facones
sangra de corazón: la que cimbréase sin red, la que
desaparece
CORTO PERO LIGERO
(Y no habría de ser: esa chupada, ese lambeteo: cebado el mate
junto al fogón de los arrieros, que arden de...
ese descanso de la tropa alzada, en grupas: no
habría de bajarme el chiripá, descendiendo a este
encuentro. Ahora susurra el viento en la ventana
que da al aljibe: hurras blande
no desacordonarme la manea
donde tremolo temblorosa?)
Una historia de sables, de pistolas
De trincheras con flores de sapo y de zarza parrilla
Como hecha a dedo, a pecho
Echada en el camino de Tarija
Por un gendarme ríspido, montés
Trasiego, belicosa?
Belfo y flande
Congoja
Si tuviera que ver este lenguaje
con el terror de esos paisanos
que al ver al General piensan en Hoffman
Si su respiración no moviera las borlas de la cama de Rosas,
de Esmeralda
Y él no se lo encontrase, al regreso de un vado, en la catrera:
en el encame jabonoso, como un lagarto entre los lienzos
aparece con labios de obsidiana y perfume de ajenjo: huele a chipre
(Si no me hubieras dicho qué paso
en esa noche de Cañuelas, la última
- un bolero: si bien -
aún te querría?)
Un general moviendo espadas en la sombra
Cacha y espuela, blonda y nácar
Coro de férulas:
Un general que agita los pendorchos
y se entrega al de enfrente, saltando los tapiales
es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre.
hombre de más para mujer: un general,
un artesano de la muerte
Chupa, lame esta hinchazón del español
CADÁVERES
a Flores
Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres
En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres
Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres
Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al
espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con
Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres
En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la
menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres
Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
porque su novio ha
….........................!
Hay Cadáveres
En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres
Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a
escondidas, con la bombacha llena; en la
humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de
los de
Hay Cadáveres
Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres
Ay, en el quejido de esa corista que vendía "estrellas federales"
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
una botella de whisky "Russo" llena de vidrio en los breteles, en ésos,
tan delgados,
Hay Cadáveres
En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
...indeciso..., que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
que se derrumba, oui
Hay Cadáveres
Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo de ese incienso;
Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
Ya
Hay Cadáveres
En eso que empuja
lo que se atraganta,
En eso que traga
lo que emputarra,
En eso que amputa
lo que empala,
En eso que ¡puta!
Hay Cadáveres
Ya no se puede sostener: el mango
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
el rosario
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
la corriente
que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin... – del son-
ajero, en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres
En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
la hormiga,
Hay Cadáveres
En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
en el polvo
Hay Cadáveres
En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes "inconcientes"
En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales
donde el muerto circula, en los pasillos
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
se travisten de ''hombre drapeado",
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
un paladar, en tornos
Hay Cadáveres
En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños...
Hay Cadáveres
En esas circunstancias, cuando la madre se
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
va “creciente”, o
Hay Cadáveres
Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
los haras, eh, harás de cuenta de que no
Hay Cadáveres
Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe “leche de cobra” se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres
Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la
papisa, y la manotean a dos cuerpos"), cómplices,
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
y ella es devaluada!
Hay Cadáveres
Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
''palo borracho", la estirpe real de una azalea que ha florecido
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres
Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
ceso de su pica, más
atornilla esa clava, cuando "mecha"
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
chueca, cuando la va dándola vuelta
para que rase todos.. . los lunares, o
Sitios,
Hay Cadáveres
Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin...
acribilla, acrisola, ángeles miriados' de peces espadas, mirtas
acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít ...
Hay Cadáveres
En el país donde se yuga el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
la huelen desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres
En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
–Esto no sale de acá–
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en
la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
Esmeraldas,
Hay Cadáveres
Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c... para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
de un camarín donde...
Hay Cadáveres
Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella
era una oveja hecha rabona, donde la perra
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
almizclados, lo sedujo,
Hay Cadáveres
Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera como en
un cáliz borboteante - los retazos
de argolla flotaban en la "Solución Humectante" (método agua por
agua),
ella se lo tenía que contar
Hay Cadáveres
El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
Hay Cadáveres
La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una "calada"
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de
una Kombi,
Hay Cadáveres
La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto "rayito de sol", tanto "clarito";
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres
La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
– y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –;
la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse
táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada...
lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres
La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una
profesora…)
Hay Cadáveres
Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres
Era: "No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta"
O: "No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
pecho"
Acaso: "No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta"
Aún: "Hoy asaltaron a una vaca"
"Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
...y listo"
Hay Cadáveres
Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres
En el campo
En el campo
En la casa
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres
En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres
Decir "en" no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres
Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola...?
Hay Cadáveres
Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
dedetener, Fernando? Imaginá…
Hay Cadáveres
Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las ''modelos" –del partido polaco–
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
Barracas!
Hay Cadáveres
Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es
colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género "volante"!
NI
Hay Cadáveres
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres
– Todo esto no viene así nomás
– Por qué no?
– No me digas que los vas a contar
– No te parece?
– Cuándo te recibiste?
– Militaba?
– Hay Cadáveres?
Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres
Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres
Yo soy aquél que ayer nomás...
Ella es la que…
Veíase el arpa...
En alfombrada sala...
Villegas o
Hay Cadáveres
..............................................
..............................................
..............................................
..............................................
No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.
MME. S.
Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escenas
de oseznos acaramelados, esas mieles amargas como blandes
el plumero de espuma: y las arañas: cómo
espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele:
muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones
de esmirna: es esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo
las galas de una noche de esmirna y bacarat: fija y demarca: muda
la madre que se ofrece mudándose en amante al plumereo, despiole y despilfarro: ese
desplume
de la madre que corre las gasas de los vasos de whisky en la mesa
ratona: madre y corre: cercena y garabato: y gorgotea:
pende del
cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre púbica, de plomos
y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas que
comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras
muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un
elixir enhiesto y denodado: pendorchos de un glacé que te endulzaba:
pero era demasiado matarte, dulcemente: haciéndome comer de esos
pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque altivo de mis
muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las
cavernas del orto, del ocaso: las cuevas;
y yo, te penetraba?
pude acaso pararme como un macho ebrio de goznes, de tequilas mustio,
informe, almibararme, penetrar tus blonduras de madre que se ofrece,
como un altar, al hijo - menor y amanerado? adoptar tus alambres de
abanico, tus joyas que al descuido dejabas tintinear sobre la mesa.
entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados de ese rouge
arcaico de tus labias?
cual lobezno lascivo, pude, alzarme,
tras tus enaguas, y lamer tus senos, como tú me lamías los pezones
y dejabas babeante en las tetillas - que parecían titilar -
el ronroneo
de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?
pude madre?
como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre
las toscas braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando
laxa desova, en los botones, la perfidia a él guardada? ese lugar
secreto y púbico? cómo entonces tomé esa agarradera, esos tapires
incrustados con mangos de magnolia, aterciopeladamente sospechosos
y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma escancorosa de tu
sexo, descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas de semen de
los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente:
te agarre: qué creías?
TUYÚ*
La historia, es un lenguaje?
Tiene que ver este lenguaje con el lenguaje de la historia
o con la historia del lenguaje /
en donde balbuceó /
tiene que ver con este verso?
lenguas vivas lamiendo lenguas muertas
lenguas menguadas como medias
lenguas, luengas, fungosas:este lenguaje de la historia / cuál historia?
si no se tiene por historia la larga historia de la lengua
Cuentan
en un fogón:
Ña-Rudecinda
no roció el apero el ánima?
no se hizo jabón el chajá?
(Gauchos fundidos, con sus lenguas de vaca, con sus trancas con sus coyundas y sus rastras
Gaucho fundido: él clava sus espuelas en el dorso — fundido — de la lengua, como atrapado en una vizcachera)
A unos kilómetros de San Clemente, en el Tuyú
está la tumba de Santos Vega, adonde acuden las toninas
y los surfistas en sus jabas, sobre las olas de cristal
Roto cristal, tercas toninas de la historia: van
donde los arponeros con sus garfios: van
donde los zafarranchos cachan: donde fundido el gaucho
saca el facón y se disgracia:
era la historia, esa disgracia!
disgracia de yacer en el Tuyú, de un yacer genera
Los caníbales en ese cristal las rudas olas asaetan;
y tú, en esa pereza de la yertez, no jalas?
Jalas de crestas cristalinas y empenachadas?
* Poema publicado en el número 2 de la revista XUL, editada por Jorge Santiago Perednik,en septiembre de 1981.
de “Alambres” (Buenos Aires, Último Reino, 1987)
PREÁMBULOS BARROSOS
Infinitos preámbulos barrosos en la canilla que no cierra, pre-ámbulos, deambulos, bulones en la chata florida de los bulos, golosos cotorreos en el cierre del mimbre que gotea, gracial, en esa jarcia a rascas el cimbreo, en el bleque, de ese ruedo, de alpaca zarpullida a narigazos, la nieve o la creolina, el demorado desconcharse del cierre, en el eléctrico botón, empala lo que lame a lo que enjaba, encía milagrera la almorrana, espía en el recanto del esfínter, desafinando mandolinas al toletole de la hinchada, hinchando en leves várices de una furtiva dentellada el timo: si se huía, por los corredores que vanal calambre, al vomitorio, se rasgaba el satén de las esperas flatulentas, de las borlas de nalga abochornándose en la bombacha de laqué. Bombeé, aspiré el orujo en la estampida tibia, estampilla en estampas de Gobel, lino sudado en la vertiente ácrata del soba, sobar bajo los ábacos la cuenta cristalina de la transpiración, agror marino en elazor marrano delicuesce, en shampoos que se pudren en la mata, de tedio, poco usados: si el olor, olor fiero, olor de macho en la soirée de bolas, algo peludas, inflamadas por lainminencia del ardor, del merdar, del dolor de merdar y ser merdado en la lisura de ese acuario, llano, chato, adonde descendían en un intento fatuo de salvar los pececillos languidecentes, fosforescencia que se abruma, en la bruma del brillo, en la solapa del sopapo, ocaso, en la cresta de brines, que, desabotonados, corrían como peplos en bandera, rasguñando el olfato de fragancias de lágrima.
DEVENIR MARTA
A lacios oropeles enyedrada
la toga que flaneando las ligas, las ampula
para que flote en el deambuleo la ceniza, impregnando
de lanas la atmósfera cerrada y fría del boudoir.
A través de los años, esa lívida
mujereidad enroscándose, bizca,
en laberintos de maquillaje, el velador de los aduares
incendiaba al volcarse la arena, vacilar
en un trazo que sutil cubriese
las hendiduras del revoque
y, más abajo, ligas, lilas, revuelo
de la mampostería por la presión ceñida y fina que al ajustar
los valles microscópicos del tul
sofocase las riendas del calambre, irguiendo
levemente el pezcuello que tornando
mujer se echa al diván
de “Hule” (Buenos Aires, Último Reino, 1989)
DANZIG
La rutilancia de las lentejuelas
en un rimmel de tan marmóreo transparente
el rebote de los ojares
en las azulejas de pintos níveos y plumosos
esfinge nítida bajo el implacable velador
cebaba el puntilleo de las pestañas
con una fijeza de ciempiés,
sólo mucho después conoce su renguera.
Esfinge de codos revoloteantes y ampulosos, la gorguera
en la rebaba de la cervez
alabraba otros potros que los amarrados al palenque. El palio
era como intestino, porque las pompas
tapizaban en la escamación las peceras ventrales, y el dolor
de la espera, o de la sola sola noche
sollozaba contra el estaño pegajoso:
la noche del carnicero
en la lámina de la hoja el pincho
pichicho fuera de sí.
Los tatuajes de los azulejos se repetían en los antebrazos, pero los abrazos en los
anteojos los refractaba la luz de plata
que salpicaba las muñecas de la mancha rocío.
Pero la esponja del lavacopas detergía la hialinidad de los guerrero
sque se tumbaban en las puertas de aireo de ráfagas de betún
poniéndole precio (o ala) al cenicero,
aplastaban las coles en el mosaico pantanoso,
en balde,
porque la novia estaba ahogada en el bañito
de “Parque Lezama” (Buenos Aires, Sudamericana, 1990)
Es como ver un agua muy clara que corre sobre
y con gran nublado y corre por encima de la tierra;
no porque se representa el sol, ni la luz es como la
del sol; parece, en fin, luz natural y estotra cosa
artificial.
SANTA TERESA DE JESÚS
XXII
Este en selva inconstante pino alado
ASCESIS FORESTAL:
el agua sólo como excusa o cauce para el entroncamiento del tronco en el ramaje, sutileza fluvial, el fluir de la canoa por el divertimiento de las ramas, haciéndole de concha al sibilante estuche, chispas de borravino nacían del encuentro amoroso del codo de la piragua con el nudo del árbol adamado, inclinado a enguantar o feminar sus redes, al otro lado del arroyo, envuelto, vegetales que entraban en el agua, un devenir ácueo del palo,
navegan en el bosque.
XXIX
EL CIRCUITO DE OCELOS el estanque encantado
conmueve tenuemente con la finura de una
anguila del aire
vermes de rosicler urdiendo bajo el césped
un laberinto de relámpagos.
PASO DE LA SERPIENTE
serpientes breves, de pasos evaporados
LEZAMA LIMA
1.
DE LA SERPIENTE EL PASO traslúcido
babea en el instante el eco que se abomba
o tapiza de jades, como un pespunte verde
alza coloraciones en el giro del espacio increado,
trasnatural, su giba en roce desleyente
borra casi olvidando las leyendas del jabón
mas del halo al halarlo resurgen contraseñaso
anulares que enseñan la lucidez del paso.
2.
SERPENTINA DE COBRAS en el ballet mohave
mojándose a la sombra de espiraladas araucarias
por marcar en la hiedra la levedad de un paso
que es en verdad el paso de la hierba por el aire
mojado de los círculos de ojos hueros en salitrosos
vidrios fintas de macramé escandiendo la cítara
pupilar, su enamorado colibrí la córnea
cornea simulando en la alfombra del musgo
en lo aguado del aire ese rocío del humo en su
dehiscencia.
de “Aguas aéreas” (Buenos Aires, Último Reino, 1990)
TEMA DEL CISNE HUNDIDO (1)
Undoso el que avanzara por los rizos
del espejo laqueado, su pezcuello
dócil al mando del cendal declina
rayado el rutilar de su plumaje.
Quien por interrogar las inestables
corrientes donde aneja su pellejo
arruga de nerviosas denticiones
la quilla que traslúcida corría
por parques de reflejos azulados,
impávido el azor, la crista altiva,
arriesga el hundimiento en ese anclaje.
Porque, por más que mírese a los hados,
no se retarda la fatal carrera
si tempestuoso pie pisa la pluma.
TEMA DEL CISNE HUNDIDO (2)
Leda, aferrándose al cuello del que
penden gruesas esclavas de pesadez dorada
doblándole – suspensiones de carbunclo
en nácar plumetí – la glotis,
las falanges nimbadas de bermejo
hunde en la interrogación fluctuante y rasga
de un tirón el julepe de las ondas
impulsado por raudos torbellinos.
La majestuosidad en la decadencia
finge, cual refulgir de lamparitas
que al mojarse en el lago un fogonazo
de refucilo en el anuncio de tempestades trasmarinas
soltasen, viento oculto en la rizada
peineta de la que ahógase en el nado.
EL MAL DE SÍ
Detente, muerte:
tu infernal chorreando
escampar hace las estanterías,
la purulenta salvia los baldíos
de cremoso torpor tiñe y derrite,
ausentando los cuerpos en los campos:
los cuerpos carcomidos en los campos barridos por la lepra.
Ya no se puede disertar.
Ve, muerte, a ti.
Encónchate sin disparar el estallido de la cápsula.
Escondida que no seas descubierta.
Pues una vez presente todo lo vuelves ausencia.
Ausencia gris, ausencia chata, ausencia dolorosa del que falta.
No es lo que falta, es lo que sobra, lo que no duele.
Aquello que excede la austeridad taimada de las cosas
o que desborda desdoblando la mezquindad del alma prisionera.
Mientras estamos dentro de nosotros duele el alma,
duele ese estarse sin palabras suspendido en la higuera
como un noctámbulo extraviado.
de "El chorreo de las iluminaciones" (Caracas, Pequeña Venecia, 1992)
http://el-placard.blogspot.com.es/2012/07/poemas-de-nestor-perlongher.html
Como Reina Que Acaba
Como reina que vaga por los prados donde yacen
los restos de un ejército y se unta las costuras
de su armiño raído con la sangre o
el belfo o con la mezcla de caballos
y bardos que parió su aterida monarquía
así hiede el esperma, ya rancio, ya amarillo,
que abrillantó su blondo detonar o esparcirse?
como reina que abdica? y prendió sus pezones
como faros de un vendaval confuso, interminable,
comosargazos donde se ciñen las marismas
Y fueran los naufragios de sus barcas jalones del jirón
o bebederos de pájaros rapaces, pero en cuyo trinar
arde junto al dolor ese presentimiento
de extinción del dolor, o de una esperanza vana,
o mentirosa, o aún más la certidumbre
de extinción de extinción como un incendio
como una hoguera cenicienta y fatua a la que atiza
apenas el aliento de un amante anterior, languidecente,
o siquiera el desvío de una nube, de un nimbo
que el terreno de estos pueriles cielos equivale a un amante,
por más que éste sea un sol, y no amanezca
y no se dé a la luz más que las sombras donde andan
las arañas, las escolopendras con sus plumeros
de moscas azules y amarillas
(Por un pasillo humedecido y hosco donde todo fulgor
se desvanece)
Por esos tragaluces importunas la yertez de los muertos,
su molicie, yerras por las pirámides hurgando entre
las grietas, como alguien que pudiera organizar los sismos
Pero es colocar contra el simún tu abanico de plumas,
como lamer el aire caliente del desierto, sus hélices resecas
Opus Jopo
En el condón del jopo, engominado, arisco, mecha o franja
de sombras en la metáfora que avanza, sobra,
sobre el condón del jopo la mirada que acecha despeinarlo,
rodar la redecilla en las guedejas:
un público pudor, irresistible, tieso en la goma del spray:
la goma libidinizada, esa saeta de la mata en el enroque
de la fima, el gime, el fimoteo: denuedo de las uñas
en el mechón de grima. Guedeja en muslos
enroscada, húmedo pelo, espesor de las cejas
en lo ebúrneo cobrizo, un jaloneo de papilas en los estrechos
del olor, jugoso, el ronroneo de los labios ante las curvas,
su salitre, el tartaleo de la transpiración, sudores
finos, atascaban al muslo en ese rulo. Jadean las harás
sus aros de peltre, jaleo lúcido, luminiscente en el rebote
de las ligas en la película infusa, taza de té en los bordes
del revoque. La trama, en ese punto,
en la lisura de ese cascabel, serpeante, de esa rima dejado
en los jabones de los pies, melecas, masca en el erizar
de los penachos la promesa de un guante.
Trottoir
Si a la pelambre de los güeldos lía, caparazón de anís,
la sobreceja, enarca sus trebejos un aceite de alambre.
El encarnado pie, si avanza,
atrácase, en la remolina de los pliegues, en los pegasos
de limozul asaetinados en el brete, que se emberretan
en el vuelto: el derrame de flejos sobre las cejas almendradas.
Almena, almena da a castillo sobreceja que si líquenes
vierte sesgo aceza. Jadea, en esa almena, el castillejo
regodeante, el zalameo de las tejas en el peje jaspeado
del alambre.
El cinto, de las cinchas, en el empeine terciopelo casca
las limbas del jabón. El vierte, si prepucio, sobre la lima
azul el atorrante jopo de la jarcia, el limonero de la leche
en el dije de chambre. La chambona, campera, campechana,
si se olvidaba la campana, era por acezas las ristras
del jadeante, esterillarlo en cremas de calambre, en paniazul
nostalgia paniaguada de un desagüe rellano.
En esa incertidumbre, vespertina, del jadeo al masaje,
del raye del Luis XV en la manguera de la calle, jopo,
esa aspereza de la chapa, guiño, el parpadear errante y fijo.
Renguea al ramonear la pestaña de nylon de la mirada
que se aplasta.
Selección de textos
ALAMBRES
RIVERA
"Pardejón significa el macho toruno que suele encontrarse en las crías de mulas. tan malo y perverso que muerde y corta el lazo, se viene sobre éste y atropella a mordiscos y patadas: que jamás se domestica. y cuyo cuero no sirve, porque los padrillos de las crías lo muerden a menudo. que no tiene grasa y cuya carne tampoco sirve, porque es tan pestífera que ni los indios la comen...; y los paisanos llaman pardejón a un hombre perverso"
Saldías, Historia de la Confederación Argentina
En las carpetas donde el té se vuelca, en esos bacarats Vencías pardejón? O dabas coces en los establos de la República -reducida a unas pocas calles céntricas- ¿qué más?
coces a los manteles? aquéllos que las chicas uruguayas se empecinaban en bordar?
O era la tarde del gobierno con lentos trotes por la plaza con el cerro copado por los bárbaros pasos de aya en la oscuridad Héroe del Yaguarón una historia que cante a los vencidos ellos se arrastran por las ligustrinas ocupadas acaso hay un linde para esta feroz profanación?
Por qué Oribe no tomó Montevideo antes de que este amor fuera imposible?
Mi muy querida esposa Bernardina: he perdido parte de la montura al atravesar el Yaguarón crecido te ruego envíes el chiripá amarillo y unas rastras; acá no tenemos ni para cachila, así que si tienes unos patacones me los mandas En qué cogollos encopetados andarás? mi ama, mi vecina Te entregarías a él, mi Bernardina? O a los muchachos de la Comisión Argentina, que miran con azoro cuando te beso?
Sé que se urden a costa de mí infames patrañas dales crédito algunas de ellas son exactas
Hemos tenido con los unitarios relaciones muy íntimas Y si no los conociera tan de cerca, qué me uniría a ellos a mí, un gaucho bruto si fuera manso y no me diera corcovos en los rodeos Estamos sitiados, Bernadotte Adónde iremos después de esta película tan triste
India Muerta
noticiándose del malhadado suceso del 27 volví a sufrir otro revés que nos obligó a pasar el Yaguarón un poco apurados yo perdí parte de la montura pero salvé bien desde aquel día estamos bajo la protección de las autoridades imperiales que nos protegen y nos respetan en todo aquello que puede ser para mantener la esperanza de salvar la república mirar con indiferencia las desgracias del país un enemigo fuerte y poderoso que tenemos al frente no me horroriza ni me infunde terror árbitro de la fortuna de este honrado pueblo compuesto de patriotas cuyo patriotismo los ha hecho callar un atrevimiento sin límites En la frontera de Santa Teresa nada hay nuevo: los enemigos continúan ocupándola mi idolatrada Bernardina en brazos de un poder americano.
"…inconmensurable, abierto y misterioso a sus pies…"
Echeverría
Por qué tan imprudente desafiaba el encono del potro, de las lanzas, del rebenque: en el lazo en el voleo de la lonja en el deseo de caer rendido entre los rudos brazos de Esmeralda barazo, embarazoso Este deseo no es una trampa que? se tiende acaso? que?: Por nada, es una trampa que se arma, como el que montó a caballo y ordenó a un oficial que lo siguiera, sí, pero a la distancia: y rumbeó al sur el que le dijo a un oficial: Me sigues, chico? (en los rodeos, se calentaba el mate) cuyas partidas lo cercaban y envuelto por un grupo de soldados de Rozas alzando el anca, dijo Díganle al que los manda que se aproxime sin temor, pues estoy solo que se echa, acaso, en la catrera? la desolada, la Lavalle? uno? dos? el primero? que se echa pierde? el que chorrea? antes era distinto: echaré un sueño mientras espero al general (estoy bastante fatigado y tengo el sueño ligero) El que llegaba del retén no pudo reprimir un ligero -estopín espingarda -sobresalto como tigresa encadenada echóse sobre ti, que yacías en el ;ligero sueño: encadenada como la que dormida sueña un general tendido en ese lecho que, armado. se abalanza -estopín, espingarda -en la cureña (rasgada la casaca, afloraban las plumas doradas del chajá, jabonesas) en esa embarcación, seguido apenas por un oficial (a la distancia) que miró por la hendija ese despatarrarse de los héroes -misterioso, a sus pies.. .
-Siempre hay un otro, que después escribe: "Nunca pensé que esa alba lúgubre sería la última, ennegrecida por un pardo que me asaltó tras tu partida; sería la mítica, ahora que los azares de la lucha han dado por el traste con aquel, nuestro breve pero eficaz encaje: castas como glorietas, penetradas por la respiración de los vigías (que se hacían la paja -la poética -tras la débil telilla de la carpa; que mordían ellosos nuestras cinturas. palpando los puntos flojos, los pozos ciegos de la desea: desea de ella, de la Diosa) -acabó lo que daba: las Renatas y Curzias cabecearnos en las esplendideces de esa guerra, que a nuestra vera opácanos: necias las dos, que no habría otra"
CORTO PERO LIGERO
(Y no habría de ser: esa chupada, ese lambeteo: cebado el mate junto al fogón de los arrieros, que arden de...
ese descanso de la tropa alzada, en grupas: no habría de bajarme el chiripá, descendiendo a este encuentro. Ahora susurra el viento en la ventana que da al aljibe: hurras blande no desacordonarme la manea donde tremolo temblorosa?)
Una historia de sables, de pistolas De trincheras con flores de sapo y de zarza parrilla Como hecha a dedo, a pecho Echada en el camino de Tarija Por un gendarme ríspido, montés Trasiego, belicosa?
Belfo y flande Congoja
Si tuviera que ver este lenguaje con el terror de esos paisanos que al ver al General piensan en Hoffman Si su respiración no moviera las borlas de la cama de Rosas, de Esmeralda Y él no se lo encontrase, al regreso de un vado, en la catrera: en el encame jabonoso, como un lagarto entre los lienzos aparece con labios de obsidiana y perfume de ajenjo: huele a chipre
(Si no me hubieras dicho qué paso en esa noche de Cañuelas, la última -un bolero: si bien aún te querría?)
Un general moviendo espadas en la sombra Cacha y espuela, blonda y nácar Coro de férulas:
Un general que agita los pendorchos y se entrega al de enfrente, saltando los tapiales es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre.
hombre de más para mujer: un general, un artesano de la muerte'
Chupa, lame esta hinchazón del español
MOREIRA
"Aquellos dos hombres valientes, con un corazón endurecido al azote de la suerte, se abrazaron estrechamente una lágrima se vio titilar en sus entornados párpados y se besaron en la boca como dos amantes, sellando con aquel beso apasionado la amistad que se habían profesado desde pequeños."
Gutiérrez
Delia, arrastrándose por ese cuarto descampado, se hacía cargo de ese espanto, esa barba arrancada que babeaba junto a la verga del amigo: de ese despojo, de esa cornamenta
esa lengua amputada deslizando la baba por el barbijo de ese vientre
Y si, querida Delia, ornada Dalia, no le hubieras dejado combatir?
Huyendo en ancas con el juez, haciendo estrecho el laberinto?
El laberinto de carcomas donde coleaban esos lagartos de las ruinas, esas flores azules de las zanjas?
Ventruda campanilla! Restallaba!
Si no
hubieras vestido esa pollera de muselina acampanada con flores tan burocas que parecían no engarzarse y flotar muellemente en las dobleces, en el bies (y el barbijo!): y estaban enredadas en el clítoris-en los nervios musgosos del estribo
Oh rusa blanca botando pozos y lagartos y pifias de caballos encabritados que se boleaban en el ruedo, tronchos
-era la moda Líberty (o Liberty) y cabeceabas espejada entre andamios temblequeantes y casi ponzoñosos
El amigo Francisco El amigo Giménez
El amigo Julián
con quien descangallada viste esa escena (torpe) de los besos: esa lamida de las lenguas esos trozos de lenguas, paladares y cristales brillosos, centelleantes, brillosos del strass que desprendido de las plumas del ñu hedia en la planicie superficial, en balde
-en lo profundo, él y ese pibe de Larsen, en los remotos astilleros, se zambullían en las canteras arenosas, en el vivero del Tuyú, a pocas millas de la tumba
"a vos te dejo -dijo -el pañuelo celeste con que me até las bolas cuando me hirió ese cholo, en la frontera; y el zaino amarronado; y los lunares que vos creías tener y tengo yo, como en un sueño de comparsas que por sestear pierden la anchura, el sitio justo de la hendida; y se la pasan cercenados como botijas en el trance: y se los come la luz mala
"y te dejo también esos tiovivos, con sus caballos de cartón que ruedan empantanados en el barro; y cuántas veces ayudé a salir del agua movediza a esos jinetes que fiados en la estrella montan grupas hacia la comadreja; y se los come
"y también esos pastos engrasados donde perdí ese prendedor, de plata, si lo encontrás es tuyo"
LA DELFINA
La Delfina, fumaba
y la puntilla de la enagua marrón de la Delfína que, ronca, levitaba y el supremo encendido que miraba, los ojos encendidos, que miraban, los ojos sin colirio por entre los barrotes de la jaula de la cabeza de la jaula de López que la corta: corta, cercena y corta: la cabeza que roma imaginaba desde la pajarera un pañuelo de cuello color lila como aquellas enaguas que al alzarse, entre la polvareda, blanca, blanca, fueron su perdición
el pañuelo de cuello -era celeste -con que Delfina retorcía la manivela del paisaje -y aparecían gauchos con carretas tiradas por alambres -una escena del West americano: ella se levantaba lentamente la enagua colorada en la tranquera y dejaba escapar un tufo de mejillas puestas a macerar durante noches
y noches: noches romas: donde ella cabalgaba los caballos gigantes atada de los pelos, de las crines, parecía flotar en ese despacioso espacio en esas noches borlas suprema de los ríos en que el Feroz soñaba con la daga -a solas con la daga -y los púazos: y las esquirlas del florero vuelan, al desgaire, al garete: al alzamiento
Fumaba en medio de esos abordajes, de esas patas de palo y muñones celestes apenas protegidos por una gasa leve y diminuta Fumaba cuando ella se dejaba caer desde lo alto de un caballo mancado y misterioso
'' la postrera visión de los gauchos adictos que huyen a toda furia llevando con ellos a la mujer a la que amó locamente "
(Molina)
EL CIRCO
soledad del lamé: de lo que brilla no llora lo que ríe sino apenas la máscara que ríe lo llorado llorado en lo reído: lo que atado al corcel, lo que prendido al garfio de la soga: la écuyère: domadora la que penachos unce por el pelo prendida a lo que mece: a lo que engarza: ganchos alambres jaulas animales dorados a los aros atados a los haros halos aros: la mujer más obesa, la barbuda: la de más fuerte toca: la enganchada en el aire en el delirio: en la burbuja del delirio: el mago en sus dos partes: la que cortada en dos desaparece. y la que festoneada por facones sangra de corazón: la que cimbréase sin red, la que desaparece
PARA CAMILA O'GORMAN
Con su sencillo traje de muselina blanca tijereteada por las balas, rea La caperuza que se desliza sobre el hombro desnudo (bajo el pelo empapado de cerezas) Como una anilla de lombriz de tierra que huye Así ella se levanta El ruedo del sencillo vaporoso de muselina blanca, sin breteles Los jirones del fux de vaporosa, sencilla (pero blanca) Como nieve de rata de la noche detrás de los altares Así huidiza Como rata que jala del incienso nieve que se disipa Que tras roer la anilla de vaselina blanca se disipa En d aire, como una fantasía De lombriz cuya anilla roen las nevadas ratas de los altares La infantería col orada partió en persecución de las infantas Blanca Como un terror de rata que cernida por las anillas de una lombriz de tierra, gualda Jala la nieve de las guaridas de la noche que se disuelve como un humo Blanco Que desbordada Por los jirones de ese vestido pegajoso. por las burbujas de ese encaje Se trepa a las anillas de una lombriz de tierra que presurosa roe los terrones Que se deja engarzar por esa baba
AMELIA
Y la que vio caer al novio con el frenillo ensangrentado, el glande: quisiera que reapareciera: el glande, ese frenillo de color marrón, como de chocolate, que tascara: el estribo -de aquellas tempestades -y por ello, se disfraza de madre -y sale a los balcones -en el balcón terraza, junto al porch -con un solero antiguo, y un bretel, estirado en la mata; y los increpa: que reaparezca o vuelva, que retorne -siempre esas confusiones -de la vuelta -en la huerta, el hortelano cava las fosas, y la azada, puntea: en la marmórea hialinidad del témpano: esa concupiscencia, esa complicidad glacial, artística: el cuello, el fino cuello. ante sus zarpas. se fue, por los jardines. y le pides que vuelva -por lo menos que manden su cadáver, envuelto en un jubón de percalina (arpillera o brocato) / o sea que venga muerto caminando y se pare ante ti y te diga: chupala -con la banalidad que da la militancia -militancia de bánalos y ojillos, de floretes y coxas: transplatina, azuzabas la inhiesta -era la hirsuta suegra que desde unas coronas -o unas calas -movía la manivela del tatuaje: alambres y rituales. y poetisas lloronas en el vano. la puerta, al entreabrirse, por un golpe de viento, por un flato, dejaba ver la bota, el chiripá: en esos bailes -pilla -de salón, trotas y marchas. tolerada.
por una tolerancia del lenguaje. o sea, que esté de nuevo ahí, en ese sillón, de florcitas inglesas, y alistada, en la mamosa tropa, lo asilaras: en esas embajadas de la caña -y el templo del oviedo. En medio de ese ritmo de pavanas -paraván -pavoneas. en el cruce del clásico. que vuelva, que sea él mismo y no otro. que no trolo -y dado por el cable, que se enganchaba por atrás, el nombre -ni brisco. sino que lo devuelvan enterito, con su ferocidad de caracol babeante y fijo. fijeza de la horqueta. jugaban al ahorcado en las mesas -colombianas , de una bar: y de repente -penis! -le piden que -se-identifique: y él dice: soy eslava, llamen al cónsul húngaro. pero éstos eran búlgaros, no albanos. y así se lo llevaron -prendido a unas caronas -y a lo sumo que me den las maneas que han hecho con su barba -de unitario. eso, por cajetilla. y aquesto, por judío. banal, banal la pinta de su glande. no era otra la excusa de ese pólder donde te embalsabas como una vieja austríaca. de vueltas al florero, a la metralla. recuerda, enjuta, sus filosas nalgas: ahí le clavetearon -eso es lo que se tapia.
y pululas, hecha una madre ebria, en esas listas, de presos y de muertos. escapada.
MÚSICA DE CÁMARA
Como esa baba que lamosamente fascínase en la raya: de ese campo: de un lado: los poliedros ubuescos: del otro: las liendres polacas: en ese lado: al lado: esa ladera helada: donde se desparrama: la babosa: lamiendo el mismo deshabillé marrón que tantos años lleva colgado en el ropero entre las perchas de los trajes que tuvieron alcanfor: y que tuvieron, en las mangas, pistolas: o de cuero de Rusia o de chinchilla: el traje de la boda: deshabillé marrón que al darse vuelta como mano de pulpo -una pulpa lorquiana -deja ver la presteza de un anillo: mostaza amanerada: o la amarilla marca de un enano que vomita y se enanca: en esas correrías -con el deshabillé marrón -y desabotonado en los pasillos de hoteles calcinados por un viento nudoso -y desabotonandose ahí mismo en el palier: se la palpa, nudosa
como esa baba que lamosamente: ante esa mano: ráyase y fascínase: en la demarcación de esos terrenos aúreos: alamedas, ligustrinas holladas por el paso de un topo, de una veloz gacela: de unos tropos; esas ropas tiradas al costado del campo -cuando los desnudaban y les decían que era para tomar un baño dime Delia, tú crees en esas músicas que tan mortuorias suenan cuando antes de las ejecuciones batuteamos: y crees acaso en ellas? y crees? dime sí crees
Dime ya, Delia: creo en esas músicas que como liendres se agazapan tras las axilas de los pobres que condenados a los gases se desnudaban en las cámaras y aspiraban el fino -o el bravío -hedor del mediodía: creo, decime, en esas melopeas de músicos de cámaras que toman la batuta y suenan los violines violentos y los vientos ventrales cuando ellos se retuercen, desnudos, en el gas: dime más: dime, creo en las batutas que los ejecutores blanden en ese aire con leve olor a gas que escapa de las cámaras de música en que el público, desnudo y demudado, yace: dime, acaso lo crees? dime sí: que creo en esos públicos desnudos que yacen demudados cuando por sus orejas penetran los brumosos sonajeros, los dulces violoncelos de la cuna, del gas: dímelo ya
LAS TÍAS
y esa mitología de tías solteronas que intercambian los peines grasientos del sobrino en la guerra en la frontera tías que peinan tías que sin objeto ni destino babas como lamé laxas se oxidan y así "flotan" flotan así, como esos peines que las tías de los muchachos en las guerras limpian desengrasan, depilan sin objeto en los escapuIarios ese pubis enrollado de un niño que murió en la frontera, con el quepis torcido; y en las fotos las muecas de los niños en el pozo de la frontera entre las balas de la guerra y la mustia mirada de las tías en los peines engrasados y tiesos así las babas que las tías desovan sobre el peine del muchacho que parte hacia la guerra y retoca su jopo y ellas piensan que ese peine engrasado por los pelos del pubis de ese muchacho muerto por las balas de un amor fronterizo guarda incluso los pelos de las manos del muchacho que muerto en la frontera de esa guerra amorosa se tocaba ese jopo; y que los pelos, sucios, de ese muchacho, como un pubis caracoleante en los escapularios, recogidos del baño por la rauda partera, cogidos del bidet, en el momento en que ellos, solitarios, que recuerdan sus tías que murieron en los campos cruzados de la guerra, se retocan los jopos; y las tías que mueren con el peine del muchacho que fue muerto en las garras del vicio fronterizo entre los dientes muerden degustan desdentadas la gomina de los pelos del peine de los chicos que parten a la muerte en la frontera, el vello despeinado
EN EL REFORMATORIO
a Inés de Borbon Parma
O era ella que al entrar a ese reformatorio por la puerta de atrás veía una celadora desmayada: calesas de esa ventiluz: Inés, en los cojines de esa aterciopelada pesadumbre, picábase: hoy un borbón, mañana un parma. La hallaban así, yerta: borboteaba. Los chicos se vigilaban tiesos en su torno-y unos se acariciaban las pelotas debajo del bolsillo aunque estaba prohibido embolsar los nudillos, por el temor al limo, pero se suponía que la muerte, o sea esa languidez de celadora a lo cuan larga era en el pasillo, les daba pie para ello; y asimismo, esta mujer, al caer, había olvidado recoger su ruedo, que quedaba flotando -como el pliegue de una bandera acampanada-a la altura del muslo; era a esa altura que los muchachos atisbaban, nudosos, los visillos; y ella, al entrar, vio eso, que yacía entre un montón de niños -y el más pillo, como quien disimula, rasuraba el pescuezo de la inane con una bola de billar; y un brillo, un laminoso brillo se abría paso entre esa multitud de niños yertos, en un reformatorio, donde la celadora repartía, con un palillo de mondar, los éritros: o sea las alitas de esas larvas que habían sido sorprendidas cuando, al entrar en la jaula, se miraban, deseosas, los bolsillos; o era una letanía la que ella musitaba, tardía, cuando al entrar al circo vio caer ante sí a esos dos, o tres, niños, enlazados: uno tenía los ojos en blanco y le habían rebanado las nalgas con un hojita de afeitar; el otro, la miraba callado.
ETHEL
Como en ese zaguán de azulejos leonados donde ella se ata el pelo con un paño a lunares -y sobresale un pinche como un punto: en el bretel donde el mendigo gira las huellas de los hombros embarrados en la gasa desnuda: eran plateados esos velos, plúmbeos: ella que recogía, al pie de la escalera, los volados tropezaba en la huella que embarrada por la sed de un mendigo huía en espiral: esas farmacias donde ella se soltaba blandamente una liga y el pinchador pulía la nalga, con un algodoncito: ese capullo huele a cerveza, como un bar: ella se arremangaba toscamente y veía la huella, en el estaño -como un peso de plata : en medio de un poema sentimental, con bultos en los trenes y una cesta (de paja) con una vieja trusa renga como el linyera que posaba sus dientes en la manija y Etheles que baldeaban, casi a ciegas, su cuerpo: vago echado en las lajas, coraje y lavandina: trapos con que una Ethel arma un hatillo, y prende sus orejas, como aros o fotos de un hipódromo: en círculos, alrededor del lago artificial donde se ahoga un lagarto, en torbellinos oye con la cabeza pesarosa el tintín de la plata en ese vaso donde ese pordiosero lía las gomas de alambre de sus babas
DAISY
el titilar de esas monedas en los boleros de estrellita: en los tajos del corte, las hamacas, y majas que halan, entre tules "batón" y un follaje de sombras: junto a ese velador, que apagas, y dejas caer la cadena de plata en una palangana: la lavandina de esas velas con que sobas el tajo: no hay un corte? en esos botoncitos) nacarados, no hay una navaja que se lima, y mondada se lame? o ese corte, no es el de la ''heridilla" (humo de follo)?: si al follaje ebrio lames, no es ese rouge que dejas pringar en el pescuezo, como una boa nacarada? no es eso que drapea lo que a la almendra dado, tasca en el cuello del que baja, volcando el velador?
no es el volado el que rasguña su lengua de insignificantes llagas (llamadas ''heridillas" en la foto): la escena del que mama, el cuarto de esa escena sobre un neón de nomeolvides, y la ebriedad de la que baja, y el descangallamiento de esos tacos en las escaleritas de azulejos, y ese soutien que tironea hosco el lamé? hala de ese bretel el hombro erguido el barro de ese hombro?
MICHE
El travesti, drapeado entre fantoches de irisable mondura: monda, monda: ronda, cercena y raspa: la mondura montada en cardenales, en fetiches: pescuezo de lamé, cuello de gata: botella atravesada: el irisado almácigo: hortelano: curva, cencerro y paja: la travesti echada en la ballesta, en los cojines crispa el puño aureolado de becerros: en ese vencimiento, o esa doblegación: de lo crispado: muelle, acrisolando en miasmas mañaneras la vehemencia del potro: acrisolando: la carroña del parque, los buracos de luz, lulú, luzbel: el crispo: la crispación del pinto: como esa mano homónima se cierne sobre el florero que florece, o flora: sobre lo que florea: el miché, candoroso, arrebolado de azahar, de azaleas, monta, como mondando, la prístina ondulación del agua: crueldad del firmamento , del fermento: atareado en molduras microscópicas, filamentosos mambos: tensas curvas
Pero es acaso la curvación lo que crispa?: lo curvado? el marqués de Courvel, en la corbeta, atándose el jabot a una teta de almíbar: palillo y siliconas
Pero no, no es así? la curvatura, el glaceado pecíolo el irisado almíbar de la teta que rancia se desploma sobre el hombro del marqués que marcado en esa teta rancio se desploma, cual sobre un pastillero es el marqués, la blanca jeta (recta) del marqués, la pulseada: esos cueros peludos que tan prolijamente depilados dejan ver la cabeza nudosa de un enano, de un enano grasiento y lujurioso: prolijas, tersas grasas -o grasosas superficies de un crol, de una piscina en ella, se zambulle el miché, zampándose la almeja en esa cosa que pudorosa acecha en esa rosa de un pecíolo lila en esa tersa costra del pescuezo gillette y afeitadora en esa barba que desprendida cae como babeando: y raya
VAPORES
lo que en esa goteja raspadura de barba humedecida el azulejo, o azulejo de barba amanecida, lo rocíado de esa puntillez, el punto de esa toca, en el rocío de esa puntilla que se raspa, o gota que lamina: porque la mano que ávida raspa, como una barba, el ejo azul de esas axilas, o esos muslos-se divisan los muslos en la bruma de humo, en el vapor de esa corrida: toca rozada, rosa el lamé, el "por un quítame de allá esas pajas", o manotazo de mojado, papas de loma en la fundidad, o el resbalón de esas acaloradas mangas, como fleca de sudo: o esa transpiración de la que toca, tocada, ese tocado ese tocado de manuelitas y ese jabón de las vencidas, sofocadas esa respiración entrecortada, como de ninfas venéreas, en el lago de un cuadro, cuadriculan; cuadran, culan en el kuleo de ese periplo: porque en esas salas, acalambradas de lagartos que azules ejos ciñen, o arrastran, babeándose por los corredores de cortina, atrapalhada como una toalla que se desliza, o se deja caer, en los tablones, de madera, mad, que toca, madra, toca lo madrastral de ese tocado, casi gris; pero que en su puntilla, acaso deja ver algo? se trasluce esa herida de manteca que el gollo, o ese fólego, fuellante, en una oreja que no se ve o no se sabe de qué cara es, en ese surco que no se ve, esa arruga de la transpiración: azoteas de lama, donde el deseo en, suave irrisión, se hace salpicadura…
DEGRADÉE
recorres en espejo galerías con espejos de mano galerías, vítreas, de vidrio y lama, ve un ''viril" virtuosismo, una vidriosidad de escapulados, o "pulados": pues, porque si en ese abismo, o callecita-baja -el pescuezo de la niña -, porque si ese pezcuello, doblegado bajo ese resplandor, nade, espejo que nace, jade y vidrio? jala, y en ese recorrer, del resplandor lamé, burilo; corta el ruedo, da una "terminación". y si se usa el deambular brilioso, señas de lona verde -para un ahorcado verde-, verme, por qué no? si ese desliz, ese arrastrar se amplía? y en el ruedo, de ese pez-cola, aparece un detalle en "purpurina"? sobretatuado en el escote, draga el seno; de ésa que hiere: vidrio cortado, tajo luminoso e infecto, cuyos esparadrapos, en el alcohol de esas miradas que chorrean, en la frialdad de ese glacé, o nomás el incienso de ese humo cala la carne del pescuezo, marca los ''caminillos" de esa horca, como si esa cabeza, de rodar, por enaguas almidonadas, tiesas, jale lo ase. rima su aspereza de pieles vivas, con esa estola de "marrón"
con que ella se cubría los hombros? -disimulando esa pilosidad. y lo batracio, de ese desfallecer, no lleva a las patitas de yacaré, estagnadas, o colocadas en una cierta inercia?...
pero que lo que araña si. cala y no calla. no necesariamente, ya que al borde de aquellas piletitas de sarmiento, hay una madre que se ahoga, y otra que se desnuda, en el palier, delante de unos oficiales está esa madre y esa ausencia. el cuadro, enmarcado en cristal, da el resplandor de esas arañas paralíticas.
Esa, y acaso la otra.
porque ella, al rodar, por esos pasillitos, azogados, no padecía el ahogo de esas ligas, y la sofocación de esos panderos, el pesar de esos brincos, o pendientes, o anillos, ya excesivos? y lo que se recarga, en esa cuenta, no es la vuelta de más, el disparate de enjoyados breteles, o el enojo de un cirio que pendea? deja caer acaso el celo? de qué cielo nos habla?
o paniamores, o chafalonerías de coral, o strasses como estros...
(grades)
y por las gradas esa estola que radas rodas, rueda, greda en el degrau -degrádase, desagradable boa, la de esa moquerie, y cuyos flejos, gelatinosos, lame. losa la de esa escala. pues en sus ascensiones, o descensos, o líneas, de laberinto, boas de fleco y ''filipetas,,, botas lo que se pisa: paño de ''pranto" y ''maquerie": machette ruinosa, lo que enella rolaba, o el rolar de esos vahos, mohosos, musga el rielar de ese desliz: pétalo caviloso que, pecado en su pasmada esplendidez, tremola; vino que áspero en los rajados torsos se disipa, pringado: gredas o paño, botas, gelatinas
(lobos)
lebos lobos ajax rodrigo guesavenda gruesa venda venérea madreselva del ánade cohonestas ebúrneos mercados tasa la marca del pito rito colomí cárpido lesma leve losa lontano lamé pero la cercanía de escarpe arroja lanas desamor ocaso o no alba fibrosa, no está en ajax rodrigo al mediodía espinoso y reblandecido, por lo tostado de las carnes o escarpe del bozo enjuta adarga en pliegos de furtivo jaguar desala y ronda ronco rebota ronronea rutila hosco
(Mamparas)
estentóreo vitral trizas del cuello la gorguera manchada como un tímpano por el eco de un flato trema crema lagartija cariosa que en el pecado de esa lavandina -oriental y estentórea -jala del pene de la anciana madre el hilo de una cicatriz. Oh mustio piojo que a su pubis acaramelas de escozores y gargoleantes nimbos de pecera.
Pescada peca en el aventurado retirarse detrás de unos jarrones al contemplar el paso de la silla por los estrechos de terracota y mármol en el piso pintado con eructos de epopeyas silvestres. Caudalosa ases el puño del que bate, en un canapé asombrillado, la crema de esos días apagados y marchos como una estalactita que separada de la gruta toma la flaccidez de un ano falso. El orificio que se menta y el rapé que se ahueca en el soplor gamado de las cruces que como ligustrinas distribuyen los pasos de las ocas en el juego de almíbar y mimbre que gime. Claraboyas semienterradas en el corset de cornucopia alastran en su anillado parpadear la sombra de una calesita empinada sobre los muros de alacranes como un precipitado templo de cantoras.
Oasis de flema que en el amasado carmesí de una sonrisa falsa, como una niña que se traviste o pinta, tasa, pringosa. los jaspes del jardín y los espejuelos al acaso olvidados. El canto de la ajorca está timbrado dé macetuelas poco actuales El dorso como un velamen que se arquea en la senectud de un rimmel pasado o echado a dos manos sobre las aguas quietas del lavabo. El corte de la pinza azotea cardenales airados en el pingense monte. Se deslizan por el moflete acochambrado goterones de pinga de esmirna de ''dolores": los cálculos la doblan y la almizclan en un perpetrado redoblar de jarcias que instilan en el muelle de las aguas internas la precisión de una piragua, o la pira de las aguas ardientes o fogosas en el vestuario de los lobos grises. Acuclillan al papa de la argentina y lo obligan a lamer el estirado o romo clito de la madre romana. una matrona de crepé y arroz contorsionándose a la velocidad del ganglio o celosía, como mirilla vigilante abre al flaneur el desdoror de un can o de una cana echada entre almohadones cuya sarnosidad dice del paso, su ázimo olor del pis de otros. Sorbe sin resistir, ya que le obligan, con una agilidad impropia al cargo o a la norma. Levanta áspero del bies del cornillero colonial el hilo de una aguja empantanada e inservible, porque no pincha ni ara el ruedo. Uñas tibias que rasan al demorado olor como martillos en una tez desnuda, depilada. Palpan alérgicas la chinche empotrada en los dos oídos.
Pululan cosquilleos alambrados, cárdenas insensibles, líneas de puntos flacos y aunque borroneados pegajosos. Pegasos de vidrio de ciruela vuelven a hacerse trizas en el cuello gargóleo de marmitas que ella llamaba mámparas.
ÁNADE, CARACOLES
1.
Arpeador, el arquero avista -catalejo de lana -el avinagrado banlon, o marmóleo, la sirena de cola de paja que al zambullirse en esas aguas azuladas o acaso babas de la ristra imita un zapateo amerinado, o farfulla diamantes, al caer; porque en esas elipsis, o blasones del que almidonado se recata. como en un zalameo, lame el anca o el grito del quien vive, usurpado por una patrulla sorpresiva en una noche cálida, cuyas colas, de sirena despellejada, y renga, avistan al que arquéase.
2.
En torno al címbalo de una mujer que teje un sospechado resplandor, borroso o borracho de limo, cuenta una a una las plumas del pato. Ese despojo sanguinolento, o veteado de espumas por cuyas alas antes plúmbeas rodaron como en una escritura caracolillos tiesos o invertidos.
Ese rodar era el temblor de paja de la mano del muchacho que tira los dientes en un sándalo acollarado, el de los mismos dientes y el de la cabeza de cola de paja de la sirena que menstruaba: esa rojez, era su resplandor.
Su suerte, cual arúspice sudado, corroía las orlas de yodo y los talones argentinos y daba clanco el punto de su fuga.
Un punto, perdido en esas orlas.
Acollarado en esas medianeras.
Címbrase.
En el medio de un círculo de plata, billetes, vaquitas de San Antonio, ese gratuito cisne.
El adivinador no me responde, mira las peladas sirenas y deja caer sobre el pellejo del pato su graznido.
Para que arroje las conchas glúteas en la pecera y dé nombre de pájaro a las fuentes?
Porque en el parpadear de la que teje, como una piel inmóvil, los obeliscos restallantes, torvos, hijo del rengo y la mendiga, un colibrí, o un pólipo, palpean, adheridos a las viscosas, ventosidades, brisas que remedan el gesto del que echa patos a las chatas.
Ese muchacho, el tufo de sus glúteos y la mano del ganglio, el bozo depilado. El carrousel donde prendido a una sortija se degüella.
3.
Pero la mano que ávida lame muestra el juego de una fabulación: en el muchacho que se tira, ardido aires de densos abanicos, plumas que graznan o "claveles en el pelo", el halo de una olla, donde hierve, cisne de entrañas escarbadas y heces dispersas en un mazo.
Perlas de paño y una colcha donde se calza el círculo y él danza abrochado de espejos que dan de sí lo suyo aspas pastosos ademanes roba el sello de un gozne, o el chillido de un pájaro de plata, el acre de sus vahos y el baño de su pie pringando el cerco. el celo de los prendedores.
Una mitología de entendidos, o de sobreentendidos, se desata.
La caca que de su pecho cae en grandes orlas, punza el ano del pato.
4. Anade Jade
EL PALACIO DEL CINE
Hay algo de nupcial en ese olor o racimo de bolas calcinadas por una luz que se drapea entre las dunas de las mejillas el lechoso cairel de las ojeras que festonean los volados rumbo al olor del baño. al paraíso del olor, que pringa las pantallas donde las cintas indiferentes rielan guerras marinas y nupciales.
Los escozores de la franela sobre el zapato de pájaro pinto dan paso al anelar o pegan toques de luna creciente o de frialdad en el torcido respaldar que disimula el brinco tras un aro de fumo y baban carreteles de goma que dejan resbaloso el rayo del mirador entretenido en otra cosa.
Aleve como la campanilla del lucero el iluminador los despabila y reparte polveras de esmirna en el salitre de las botamangas y en el rouge de las gasas que destrenzan las bocas esparciendo un cloqueo diminuto de pez espada atrapado en la pecera o de manatí vuelto sirena para reconocerlos.
Pero apenas los prende de plata se aja el rayon y los sonámbulos encadenan a verjas de fierro para recuperar la sombra o el remanso del cuerpo derramado como yedra las palanganas de esmerilo, el caucho que flota en la redoma donde se peinan, tallarinesco o anguiloso, el pubis con un cedazo de humedad.
Y el sexo de las perras arroja tarascones lascivos a las tibias de los que acezan hurtarse del lamé que lame él brin de marinero que fumando ve mirar la pantalla donde los ojos pasan otra cinta y entretendido en otro lado mezcla las patas a la ojera carnosa, que acurrucada en el follaje folla o despoja al pájaro de nombres
en una noche americana.
FRENESÍ
El enterizo de banlon, si te disimulaba las almorranas, te las ceñía al roce mercuarial del paso de las lianas en el limo azulado, en el ganglio del ánade (no es metáfora). Terciopelo, correhuelas de terciopelo, sogas de nylon, alambrecitos de hambres y sobrosos, sabrosos hombres broncos hombreando hombrudos en el refocilar, de la pipeta el peristilo, el reroer, el intraurar, el tauril de merurio. Y el volcán, en alunadas ágatas, terciopelo, correíta de nácar, el mercurio de la moneda ensalivada en la pirueta de la pluma, bIanca, flanca y fumóla en el brumulo noctural. El saurio, al que te dije, deslelicorreaba. descoloría, coloreaba, las errancias gnomosas, como flatos de goma o silicone afluentes en el nódulo del ganglio lenitar, róseo maravedí en carbunclo alzado, lo prometido por las mascaritas, mascaba, macaneaba la mazota. Campanuela de telgopor y el frunce de la ''imitación seda".
tildaban lentejuelas los breteles, esmirna, pirca de lapislázuli, carmelo. cortióla rompiamor el encaracolado calacrí. el alacrán de la ponzoña abisagrada como esputo, o carpiólo, rompiometió en el carrancudo lince de los senos plastificados el estilete, en la cartera la tronera de una ventana vigilante, el signo del acuario en el mangle movedizo, oleante, arde de las ardillas casi encintas la delicia de la mentirilla linguajar, lúpulo del burdel, pupila de éter. Corceía el lanzaperfumes su pesadilla de puttos ondulantes, como olas u onduelas bandidejas, bandidas. carricoche en la reja, el espumar, en runa la inscripción (borradiza) del himen de la verja, el alcahuete paga el servicio de la consumición, ahoga en cerveza lo furtivo del lupanar, tupido, apantallado por maltrechas ecuyères en caballitos de espinafre, la pímienta haciendo arder el sebo carnoso del ánade.
carnaval -río 1984
Convidaba a ruir al forastero bieolor el troj de la heridilla, el rastrojo de nylon del cuelga de las limas abrillantadas, borboteantes, por rizar, o retoñio, del iris del palacio sororal la espécula de pinza, de piltrafa ataviada, al recoger el meollo de la oruga (campanada de flus) el reventón, contra el murillo cervecero, del pétalo ceniza, el sépalo, la siempreviva de gorgueras, gorgona, la ilustración del brillo por el óleo de orillo metaplásmico, cuyo taladro de metal oía. oye ruinar de los nematelmintos en el cabello cinto de la plata. El rigodón, minuero. al taladrar la mina de jacinto, griselda, insulsa el ruin contrabandea tics de la "banda oriental", si era del bicolor del borda el fuelle. La filigrana filibustera y el ojo de la mano que retoca, cuando disipa el polvo ceniza, cinza de los tocados. La manopla, al destapar la alegoría de los crímenes y las encapuchadas en camisa, de fieltro, al evocar la guillotina de los peplos y la costura de la mañanita. derriban al reloj que da a la sisa la rigidez-o la consolación de un ano faldo, en rimas de Limoges, en porcelanas y cristalerías de Limoges, en nuances vítreos.
Las tigresas, por esmaltar el brin, encorsetaban la linotipista. veíasela curtir el afeite polaco de la liendre, alienada, encarpetada en cursos de rimmel solitario y potiche relleno de partidas, o pollos, gallinitas a medio curtir que circuían el bálano militar de la que oye. tras el timbal el pífano de Creso. El maleante, después de atravesar las defensas de tules, los túneles blandos del polietileno, libraba al portador del muelle lastre, lo soltaba al reojo de la incógnita aúrea, o arañar. como si de libélulas tratárase, el alguacil del tufo en el aceite aguado de una mandolina retocada, por rebuscada acaso menos lisa, oh sol de verme luminar.
(el rigor de la histeria)
el rompehielos
Alud del aludir: el respostar, reposteril membrana, en el calambre, nítido o níveo, la renda en la gargola, la gárgara de rendas. el gorgotear del pelandrún en la marisca de sofocos, puercoespín. himenil.
el piecesillo de Farabeuf -cuando, al piscar, al ornicar. hacía hablar a los peces azules, colorados-, el truco estaba en el tricot de la cadera, en el tricostelón de la Nigeria, acantilar atlántida del oso lenguaraz. El caracol, por darle verme al ristre. La sotreta, recamada de alubias, alicia lesa en una elipsis demasiado estirada, comisura del rictus, come y sura. El huracán del buscapié y el tornado mujer, la brizna del sostén en el pajareo incontenible, el pico al piel del novio y remirándola la prímula, gorgoreo de rusas, engomadas arábigas. Listar del broderie el entusiasmo, intuito del fiestero. al gozador las lenguas se le hacen medias (o inmedias) como estambres. Firuletea el rompehielos, guiña al esguince del sotreta montado, soterrado. sotrozo* de fintas en el reiterarse legañosa, en la grandilocuencia del ventrílocuo vecinal, barrado
Retornar, rocelar de la ligustrina maniatera, cuyo buril era apagado por una constelación de vidrios focos, de vidrieras rumanas vampirizando el ''volga va ". Ya vista, la lechuza cairelábase en el menstruar de efebos de azabache, lame el carmín lunares de ballesta. El fechado, al saltar, de los linces el linde pajueril, rímini hosco y limosnero, cernía la cariátide de los atletas en una tirria resinosa, bocina de carbunclo, amarilleante colomí en la lingüiza. La lengüeta, por no el zapato postular, acariciaba en la sordina el ganglio de los africados, rizado ríe del agror por una rima tan deseada. Y Lita: lituana espúrea -que da a nueve, en el cerbanatar, prurito la congoja, paspa el canto. Rúe, porque unas vestes aún ampáranla. Cosida, ya que bretel el cancro, lustre el fimo. Sinuosidad de la cerveza, el quicio rebanaba corrales, apios torcidos en el camandulear , contestados condones . Y donceles, y cordones brotados. ¿Coordinar para el torvo la nalguicie, vallejo urdir la fístula luzbélica, y por candir fosforecer el hurto, las ''entrañas" asgadas -palafrenero del esfínter en la borbota carmesí? El agudo, si aguado, levitaba al pendor la córnea blanda, íntima. Fosforescencia y glauca. El vegetal, cogido por el níspero, cruza delfines con venablos.
Le daba al africado, pirulera, el cerúleo candor, maromas de aduanera, en el dejar pasar de la congonha por la estría porosa. Le preguntaban si había venido de hidroavión para medir el peso de sus glúteos, el fibroma de cincuenta libras bajo los cambaceres del tulcito, leonel mirón de pie en la leonera o liorna de los monos semidesnudos, depilados, la cera negra de Treblinka en el tremor timbrado de la flema.
La gema, chal de felpa, yeminal, al conjuro de las malaquitas traicionaba la dureza, ya glacial, del derrame, en la refistolería de morados y milhos verdes, pirateados por el malandro en la boca del subte semienterrado, semicorredizo por los ojos de buey de los cinturones y los bagres pintados en la costa con calcomanías de carey. Repujados, altivos. Contorsionistas del desfile, el paseo de los caimanes en la bandolera resinosa. El picoteo de las madréporas en los collares del Vesuvio, el efluvio de pinga en el pingote (''me acarició la yema") las borrachas, flexibles, gárrulas, limosas en el fluxo del glande, el fijador acuoso de pegaso lujar. o iglesinesco, lie lioneras de azulejos con polvo de canarios, o de albatros, pájaros prietos en un fondo de cielo azorado. Al azotarla, al blandir la excrecencia pegajosa, la creciente, la ceceosa esmeralda, rotulaba con el blandor de la alegría la estría del goloso, sollozante y fugaz jubiloso. Hazmerreír, de pantas y palmeras, la nevera del bánalo en el banal-tambor, el repicar de los badajos en los goteos (acueductos) de una furiosa farsa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario