martes, 23 de noviembre de 2010
2054.- JULIETA DESMARÁS
Julieta Desmarás (Buenos Aires, 1982) Poeta, redactora publicitaria. Ha vivido gran parte de su infancia y adolescencia en el Sur argentino. Administra Del sur al hormiguero, blog de poesía contemporánea y publica sus textos en revistas culturales, nacionales e internacionales. En la actualidad prepara su primer libro.
WEB DE LA AUTORA
Hombre alado
Hombre, ¿qué es lo que ves y tensa tu porte?
¿Será el tormento del don
que adivina tus pies en el suelo?
¿Qué harás, hombre? Anclando lunas con tu peso de niño.
Estás vivo y te inquieta el batir de tus alas.
Transparentes pero no invisibles
declaran y sentencian
desolación.
Hombre, fruncís tu boca.
Pero es inevitable,
con mate se hincha el cuerpo.
No hay silencio posible.
Es inevitable,
tu voz siempre será ruido de calle.
¿Qué harás, hombre? ¿Anclando lunas con tu peso de niño?
La memoria (René Magritte, 1948)
Pasará, pasará, pasará
mufa un tata.
Y volverá, volverá, volverá
como todos los días el tren.
Las nubes pasajeras,
la hoja inmadura y arrancada,
lo bello y lo feo,
un día; no cualquier otro,
se refriega en su cara.
Las cortinas abiertas,
un cielo ingenuo posa,
insiste sobre la ventana.
Sanará, sanará y pasará.
De vez en cuando, el día es perverso;
dura lo que duele una nube pasajera.
Ácaros de Invierno
Te invito a que miremos juntos el solsticio por internet
compartamos la hornalla
y tu boca se acomode en alguna grieta de la mía:
la helada viene hacia nosotros.
Y nuestros cuerpos en el revuelco
del instante
se disuelven como copos.
Te invito a que miremos juntos el solsticio por internet
Te abrigues en mi saco de lana hasta formarse pelotitas
y tu boca sea una grieta de la mía:
la helada viene hacia nosotros.
ya no tendremos más que revolcarnos
al instante
la pava desafina gemidos y quema café.
Te invito a que miremos juntos el solsticio
La helada viene hacia nosotros
Y nuestros cuerpos en el instante
revuelco
se disuelven como pocos.
Ya somos
ácaros de otros libros.
África suya
A las seis y media comienza, para mí, la tarde.
Cazadora de palabras mosqueantes
revientan a la hora del té
y esas manchas no salen.
¡Salvaje, no vuelvas!
Mi silueta, al igual que estas tierras,
duerme al costado del vacío.
Alguna vez, sí, habrán congeniado.
Es una gran selva el amor,
erosiona grietas y estrías
y suaviza al león.
¡Salvaje, no vuelvas!
de mi pollera, al igual que esas cebras,
te acordarás a la hora del té.
(De mi pollera, al igual que esas cebras,
¿te acordarás a la hora del té?)
Lunes
Esta ciudad con su cáfila de ruidos,
sucumbe en el asfalto.
Esta ciudad hipocondríaca,
unta, a mano alzada, perros en celo,
que ladran en las alcantarillas.
Esta ciudad poblada de fantasmas,
enamoradiza y sola,
reserva una alfombra verde
en la que te leo,
hoja por hora,
hasta secarme
Autóctono
Sigo la enredadera que teje mi pie
la uña rajada taja la cama
y de sus flores brota un botón.
¿Qué sueños son estos?
Liquen y sal,
mis trenzas son algas
de liquen y sal.
Sigo los saltos del pez colchón.
Va y viene, del ombligo al talón.
No sigue la estela, se pierde.
¿Qué clase de pez es este?
Liquen y sal.
Bebo lágrimas
de liquen y sal.
Sigo los rastros de ensueño,
el cuerpo se enreda en mar y plumas.
Sirenas empujan y escupo un botón.
¿Qué sueños son estos?
Liquen y sal.
Beso un cuerpo
de liquen y sal.
¿Qué sueños son estos?
¿Qué clase de pez prefiere éstas olas?
Sueños de mi caracol
donde habita hace tiempo un pez,
que emerge con eclécticas escamas
y besos de pluma sólo para mí.
Elegía del perro tuerto
París se repite un par de veces hasta adherirse
a un porta vaso
y entre risas ajenas y la suya hacemos fondo.
También Venecia se diluye hasta aguarse en una servilleta.
Yo tengo un refugio: entro en sus manos.
Astuto frío,
bravucón.
Astuto frío,
tajarme así.
Una sala de cartón corrugado ansía el beso que empieza.
Ya todo es circular y hoja de otoño.
También el beso insípido se deshace en mi boca.
Diminutos estallidos se conservarán como frutos rojos.
Asoma el frío,
desafiante.
Inútil es el frío
cuando quema el sol.
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