domingo, 14 de noviembre de 2010

FRANCISCO VÉJAR [1.890]


Francisco Véjar

Francisco Javier Véjar Paredes (Viña del Mar, 14 de diciembre de 1967) es un poeta chileno, antologador, crítico literario. Ha publicado más de ocho libros de poesía a lo largo de su vida. También ha sido seleccionado en diversas antologías, tanto en Chile como en el extranjero. Actualmente, dirige el taller Villarreal.

En 1998 trabajó como seleccionador de textos, notas y prologuista de la antología "Imágenes Quebradas" del poeta Armando Uribe. Fue coordinador del libro "El Molino y la Higuera" y seleccionador de textos de "Hotel Nube", en "El mudo corazón del bosque" y "Lo soñé o fue verdad" del poeta Jorge Teillier. Asimismo, en 1999 edita la Antología de la joven poesía chilena. Más tarde. En 2002, publica Georg Trakl, homenaje desde Chile en coautoría con Sven Olsson y Armando Roa Vial.

Sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, catalán, portugués y croata. En la actualidad es columnista del diario El Mercurio y colabora con la revista Clarín de España. Se desempeña como docente en la Universidad del Desarrollo en Santiago de Chile. Recientemente fue publicado en revista italiana Poesia Nº 202, Febrero, 2006, dirigida por Nicola Crocetti. Allí se tradujeron 22 de sus poemas, precedidos de un estudio de Cristina Sparagana. Asimismo, fue editado en Coyote (Brasil), con traducciones de la poeta, ensayista y traductora brasileña Cristiane Grando. Por estos días, trabaja en su poemario inédito "Por el amor de morir".

Obras

Fluvial (1988)
Música para un álbum personal (1992)
Continuidad del viaje (1994)
A vuelo de poeta (1996)
Canciones imposibles (1998)
País insomnio (2000)
El emboscado (2003)
Bitácora del emboscado (2005)





FLUVIAL 
(1988)

I

Volver
a delinear los lagos.

Volver
a los arcoiris
tremolados en otros arcoiris.

Volver
a mis fluviales alboradas.


II

Viajo con mi padre hacia el sur.

La carretera se funde ante mi vista
con su panorama de montañas y ríos.
Recuerdo hosterías donde el olor
a bosque ocupa todos los espacios.
Recuerdo aromas de cazuela haciendo
sentir la energía del campo.

En tanto continúo plasmando en el paisaje.
Siluetas de caballos quedan para siempre
en lo hondo de mi infancia.

Ahora la voz de mi padre irrumpe en las
líneas de este relato y me lleva a caminar
por sus lares.

Veo su cuerpo nadando.
Tendiendo una manzana fresca.
Enamorando mi mano desnuda.
Esparcido en esta hoja.


III

Mi padre
en su huerta rodeado
de albahacas.
Abriendo surcos
en la tierra.
Regando semillas en las meses.
Nutriéndome de poesía.


VI

Conversas en silencio.

Algo fluye
desde tus pupilas.

Tal vez
lo infinito de mi lenguaje.


X

Regresas con flancos
de agua.

Con retoños indescriptibles.

Con lo más adentro de mi adentro.

Con desnudo.



de Música para un album personal
Editorial Fértil Provincia.
Dic 1991. Stgo - Chile


La Casa

"Esta casa es la última
casa del mundo"
Rilke

En esta casa
invadida por la lluvia
lo único visible son las gotas frente a la chimenea
una lámpara encendida
estantes con poetas como Cummings
donde siempre has de ser joven
Ahora que debería estar nevando sobre
las calles de Santiago
me encantaría ver tu rostro
porque sólo tú me has hecho hablar junto a la chimenea
las fotos
una lámpara encendida



Siempre

para A. Susaeta

Habrá tiempo
para pasear bajo el alero de todas las nubes
Para rememorar a quienes ya no están con nosotros
Mi pieza es un capítulo de una novela de Malcolm Lowry
"En la plaza las mujeres vienen y van"
Sí habrá tiempo
para alimentarse del paisaje bajo la lluvia
Y para mirar
cómo caen las hojas de los calendarios
en este viaje
que no termina nunca.



Yo escucho caer la misma lluvia

Los días han pasado
pero yo escucho caer la misma lluvia
que nos acompañó a Puerto Ordaz

El pulso de nuestros cuerpos
Una calle cercana
La promesa
de los que nunca dejarán de estar juntos

Ahora un viejo blues
me hace ir de nuevo a una sala habitada
                                            sólo por tu presencia

Los días seguirán y seguirán pasando
pero no esa lluvia
que nos acompañó a Puerto Ordaz.



No digan que soy pobre

No digan que soy pobre
todavía tengo un caballo de madera
heredado de mi abuelo.



Hoy cumplo 24 años

a Horacio Eloy 

Hoy cumplo 24 años
Y no tengo domicilio
Ni el deseo de vagar por las absurdas fronteras de los mapas
Prefiero permanecer en cualquier lugar
Como hasta ahora
Donde una o dos palabras
Me basten
Para ser dueño de mi mismo




de Continuidad de viaje
Mosquito Editores
1994. Stgo - Chile

Nace un poema

Nada se detiene
El oleaje de las gaviotas
Sigue enviando mensajes de otras épocas
El mar
En vano trata de cambiar el paisaje
Y estamos de pie
Mirando las olas
Como espuma de cerveza
Tras el despertar
La plaza la cierran
Entra gente

Vemos por primera vez caer la tarde
Sobre autos azules.



Homenaje a un poeta

Vámonos a un pueblo de madera -me dijiste-
Mientras paseábamos por un sendero de buganvilias
Hoy recojo en tu nombre aquellas tardes
Y echo de menos la llave que perdiste en el canal de la luz
En este Santiago abandonado por todos
Aquí a nadie le importa que hasta los parques nacen para morir
Y ahora que vuelvo a la vigilia de los sueños
en estos meses errantes

Sé que has estado en Brocelandia
Y que la nieve al caer no te pidió pasaporte.



Bienvenida

La bruma
Acompaña a los muelles
Y no hay nada más real
Que estar despierto junto a ella


Album personal

a Enrique Lihn

Tarde de mayo
En el calor de los sueños
Mi nombre podría ser el de todos los vagabundos
Hoy he corrido la ciudad a mis espaldas
Oyendo el oleaje de los automóviles
Que no deja de remecer las calles
Con el mismo paso de los seres sin hogar
En esta ciudad sin destino
Esta ciudad
Que no existe para mí ni yo existo para ella
Aquí todo es efímero
Mejor es que recuerde a los caballos
Que galopaban desbocados en las praderas del sur
Mejor es que abandone a esta ciudad
Y me vaya hacia otros lugares
Donde sólo me espera lo que es real.


Todo me impide suicidarme

Todo me impide suicidarme
Las botellas vacías
En el suelo de mi cuarto
Las paredes
Que se sueñan unas a otras

Todo me impide suicidarme
La lectura de unos cuantos paisaje
El paso del tiempo

La forma libre de juntar estas líneas.



de VUELO DE POETA
DOLMEN EDICIONES 1996


"Espero que estas palabras permanezcan cuando de nuevo
todo vuelva a dormir para siempre"


VERANO EN LA PLAYA

Yo que temo morir un día
No le temo al paso del tiempo
Ahora que mi hermana recita en inglés:
And death shall have no dominion

Mi hermana va a caballo a orillas del mar
Guiada sólo por la Cruz del Sur
Las olas vuelven y vuelven a repetir su nombra
Espero brindar con ella en el año 2.000

Ahora paso a través del país de los sueños
Donde nos juntamos para abolir la apariencia
                                         de un mundo
Sobre el cual ya hemos construido otro

La brisa del mar insiste en desordenar el texto
Entro en la página de los años
Y ya no le temo a nada
Ahora que mi hermana traduce para mí:
Y la muerte no tendrá dominio.



LA CABAÑA DE MADERA

Yo siempre estoy ebrio
El trago es algo que viene después
Como el viento como los sueños
Como las nubes que veía pasar un amigo en
                                           Hautefeville
Cuando ni siquiera él sabía que era vidente
Estoy en una cabaña
Y en la rugosa madera
Surgen rostros fisuras que nadie puede imaginar
Estoy viajando en esta cabaña
Como quien abre una puerta para no encontrar el vacío
Para recorrer lugares jamás recorridos
Aquí alguna vez existió otra gente
Con otras voces otros ámbitos
Pero la rugosa madera no recordará la forma
Sino la huella que dejaron dos seres
Amándose sobre este diminuto espacio del planeta.


LO QUE NUNCA MUERE

a Krupskaia 

Aparece la tinta negra
Mientras las horas se cuentan unas a otras
Como el mago que esparce las cartas sobre la mesa
Para hacer desaparecer a quienes desean ver
                                         su propia suerte
Me gusta la tinta negra
El papel en blanco
Ahora en la televisión aparece una cantante francesa
Interpretando Las Hojas Muertas
Pero yo no tengo líneas para los amantes desunidos
El reloj heredado de mis parientes
Lo eché al fuego
Para que muriera dando la hora
Sigo en la tinta negra
En el papel en blanco
Estoy en la ciudad que imagino
Las calles se confunden en mi corazón
Abro el cuaderno de la realidad
Estoy tendido en una cama después de hacer el amor.



LA CIUDAD SERA OTRA VEZ UN JARDIN LLENO 
DE TULIPANES AMARILLOS

a Germán Arestizábal

La ciudad ya no es un gin con gin
Es un jardín lleno de tulipanes amarillos
Un sombrero sale volando
Un zapato reina se transforma en paloma
Hoy Jorge Torres en su casa ensaya un vals que luego será bolero

Sigo soñando con un jardín lleno de tulipanes amarillos
Una locomotora sale volando de entre las nubes
Polidour ha entrado a pedalear en la pista del amor
La ciudad para él se inunda de paraguas
Camino por la costanera
Que ganas de guarecerme en algún lugar
A escuchar los cuatro pianos de Errol Garner

Un zapato reina insiste en transformarse en paloma para nosotros
Me voy a la estación de buses
Me despido de una embarcación en el Calle-Calle



A BORDO DE UNA PELICULA BLUE

Sentado en una de las butacas del cine Normandie
Podía estar en este mundo como en otro mundo
Y ella también
Porque volaba y volaba a través de mis ojos
Como un amor recién inaugurado
Apenas revelado por el azul
Sentado entonces a bordo de ese biplano
Sentí por primera vez que a pesar de amarnos
Y de ver girar nuestras vidas en el film
Nos teníamos que separar para siempre
Ella sólo me había visitado en sueños.




de CANCIONES IMPOSIBLES
Mayo de 1998


LO QUE TE OFREZCO

Nada de lo que te ofrezco
es imposible:
un cielo surcado de pájaros, caricias como nubes
-los inimitables latidos de tu corazón-
Todo eso es posible
sin siquiera recurrir a la fantasía.

No somos más que las huellas plateadas
que dejan los caracoles en los lugares
visitados en sueños.
Ya nadie preguntará en qué día
ni en qué mes estamos.

Una cuña de luz entrando en el tiempo
es lo que debemos ahorrar.
La ilusión de estar el uno con el otro.

Nada de lo que te ofrezco
puede ser imposible:
pensamientos que vuelan como pájaros
un puente entre ambos mundos.



EN LAS ANOTACIONES

En las anotaciones:
el suelo sembrado de hojas nuevas,
muchachas con ropa ligera caminando por la
calle de las amapolas,
el césped silencioso de una casa vecina,
mientras el sol abre puertas y ventanas. Todo eso
deja la interrogante de mis amigos muertos
que partieron igual como finaliza el resplandor
de la luna en la copa de los árboles.



EL VIAJE

Si somos o no universales,
no importa.
Afuera el río fluye, mudo y silencioso
como las hojas de los árboles.
No tenemos más que contemplarlo.
E ave que pasa es real,
el haz de luz que llevas de una a otra ventana,
es real.

Nosotros somos reales.
Comienza el fin de siglo.
No hay preguntas por hacer.
Sólo te gustaría oír: «escribes como el velero que
          viaja por el río,
apenas movido por el viento».
Hemos vuelto del Sur,
la luna y los prados
vienen ahora en una postal.
Anochece,
puertas y ventanas se cierran
en las casas de familiares.
Otra ciudad despierta a esa hora.
Si entramos a esa realidad
las calles cambian de nombre.
Se encienden luces para gatos y vagabundos.
Afuera el río fluye, mudo y silencioso.
Tras la ventana,
crece un césped que revela nuestra edad.



PAÍS INSOMNIO
Be-uve-dráis Editores. Santiago de Chile. 2000
40 páginas.


I


Echar raíces en la arena que remueve el viento
( no es fácil )


Lo que olvidé decir antes de partir

Soy el doble que alguien ve en la multitud
a la hora del vértigo: peso y cielos desfallecientes.
Pero cualquier cosa es motivo de alborozo;
un payaso, un organillero, el crujido de una hoja,
cuando nos preguntamos para qué esperar tanto
si las nubes caen como fuegos artificiales
y yo, pantalones de pana y chaqueta de cuero,
en los bolsillos llevo un libro y una petaca
y sueño hundir mis suelas en la arena de la playa
tal si fuera el parque en donde ahora camino
entre el murmullo de un sin fin de personas
cuando Santiago se despoja de sus máscaras.

Cualquier cosa debería contentarnos
el vapor de una taza de café,
los círculos imaginarios que haces volar en el aire,
una postal llegada desde Europa.
Este parque se parece a una ciudad cautivante
como si sus desperdicios se esfumaran ante tu mirada.
En tanto, dejas correr ríos sobre la mesa de algún restaurante.

Hay algo subterráneo en Santiago,
rostros inimaginables, muchachas rapadas, ciegos;
seres que como nosotros creen alejarse por un instante
del frío, del miedo y de la muerte.



Fuga

Al fantasma de Rita en la poesía de Germán

Caminar, siempre caminar
como la que partió hacia otra parte
con un morral de planes e ilusiones,
dejando sin musa al soldado
sucio con saliva de palabras.

Nos parecemos a ella,
manchando de tinta los papeles,
empuñando algo en la despedida. Intentando
desbaratar el sentido de las horas.
Quizá porque nadie ha llegado a conocernos
y ese sea nuestro triunfo.

Cerca nuestro, objetos que callan y escuchan,
trozos de lunas que inventaba para seducirte,
casas deshabitadas y sin césped
en las que nos amábamos violando cerrojos.

Así como la vida, la fiesta siempre está en otro lugar;
tal vez en Edimburgo, Quintay o Valdivia
pero la llama que queda en nuestros ojos
                        nos acompaña
cuando partimos
                        y olvidamos
las fosas que se abren
                        cada día.




III

Cicatrices y estrellas


Quiero hablar de ti


A lo lejos, luces que se alimentan de nuestras vidas.
Es necesario despercudirse, escapar
a los absurdos designios de la muerte, buscarse
en otros destinos, y arengar locuaz ante el espejo.
Mas hay árboles de noche, casas apenas iluminadas
por constelaciones lejanas al tedioso Santiago.
Despierto bajo un cielo color té y vino blanco.

Y tú, centinela de una magia perfectamente factible,
fiel y única amiga, escorpión del día real,
nacida en la primavera de Santiago
prolongas este viaje de vuelta a lo nuestro.




EL EMBOSCADO
Francisco Véjar


¿Yo? Yo persigo una imagen, nada más
Gerard de Nerval.


Estación Leopoldo María Panero

Estación Leopoldo María Panero
todo lo que escribo y diviso
se va al fondo de la sangre.
Fumo para mirar la vida que pasa
mientras el cenicero acumula
voces e ideas de locos rematados.

El dipsómano baja urgente en la estación
a beberse un Nevermore.

Nuestra suerte sigue en manos de los ciegos
y lo que escribimos tal vez sea leído por parejas del 2050
en el follaje de un bosque agitado por el viento.
Hay luces harapientas, tumbas sin sosiego,
niebla sobre el césped de la calle Miguel de Cervantes.

El dipsómano sale urgente de la estación
a beberse el crepúsculo Nevermore.

Aquí dejamos latas de cervezas,
colillas que se acumulan en ceniceros,
cenizas que se acumulan en cementerios.

Observamos el funcionamiento del camión de la basura
mientras el dipsómano vuelve urgente a la estación
a beberse el crepúsculo Nevermore.

Es tan bella la ruina, tan profunda
que ni siquiera el tiempo puede hacernos morir.
Niebla en la calle Miguel de Cervantes,
niebla en la estación Leopoldo María Panero.



Puesta de sol

Somos monedas arrojadas bajo puentes, no fuentes,
y los matices de esta puesta de sol lo dirían a gritos
o los pájaros que veo volar trinarían esa verdad,
o esta misma calle con su millar de luces húmedas;
máscaras y rostros que uno alcanza a descifrar.
Nuestro lenguaje sigue siendo el viento
que barre papeles, hojas secas y promesas.
La ciudad es un delta de inquietantes arterias
donde también fluye lo que nos hace vivir,
como la savia mantiene vivo a los árboles nudosos.
Puesta de sol, cavilaciones, la hora tuya
en este juego de naipes con los libros y las fotos.



Ciudad escindida

Calles
y un centenar de sílabas
cifradas
furtivas
con derrumbes de casas
y heridas en sus aceras.

Pero siempre habrá algo que te guste;
el vuelo del mirlo sobre el parque
o la compañía muda de los árboles.



La vibración del río sobre la ciudad

Hemos visto árboles desnudos en la ciudad
que levantan veredas y reclaman lo suyo.
Sus raíces se abrazan como amantes subterráneos
que saben de sueños y pérdidas.

Es extraño estar aquí y oír el grito de las gaviotas
que caen inciertas sobre el agua.
Esperar una barcaza de madera
o la huida del sol en el océano.
Seis y media de la tarde en las riberas del Mapocho;
la inevitable cicatriz de Santiago.

Estos escritos se perderán con el fluir del río
y su eco será como verse en una película absurda
cuyos actores principales han sido dados de baja.




El modo como ellos se estremecen
a la más ligera brisa del aire,
el modo como ellos se conmueven.
Charles Simic



Sin despertar al follaje

Miramos las hojas de los árboles
donde quedan nuestros vestigios de humanidad
con más aprensión que quietud
pues el viento tratará de borrar todo,
incluso la ventisca de tu pelo
en cuyo bosque suelo desaparecer.

Si la magia no fuera pasajera, dirías:
¡Espéranos, tiempo inexorable!
Y deja que el árbol diga árbol
cuando mueve las hojas.


Antes de escribir una carta

Hasta el río que contemplamos esa tarde auguraba el final, sin embargo tuvimos por un momento las llaves del paraíso; una pieza de hotel, palabras y promesas que luego será terrible recordar. Cada caricia, paso y expresión son epitafio. Por algo, la génesis del poema decía nevermore. Partías dos semanas después a Bologna, ni siquiera imagino esa ciudad, pero aquella tarde fuimos dos náufragos navegando en el tiempo de nuestros cuerpos. También tenía razón el sol y el atardecer al desdibujarse. ¿Lo sabrás tú con esa vida que un día se escapará? ¿Lo sabré yo?. Lo real es que ya no nos preguntamos si vale o no la pena escribirnos.


LINEAS SOBRE LA CARÁTULA DE UN DISCO DE STAN GETZ

Salimos del amor como de una catástrofe aérea
después de vagar por moteles y playas solitarias
donde nuestras huellas desaparecían tras la marea;
días y días de bañarnos con champaña
y hacer el amor mientras gritaba el oleaje
Fuimos una rara especie de animales
que escribían sáficos imperfectos
en sus cuerpos desnudos.
Así, jugábamos a creer que dominábamos la lengua
como dominábamos ese instante.

Hoy atesoramos manuscritos, discos de jazz, libros
y esa llama que quisiéramos encender
como un profano que retorna a su creencia
y enciende las velas de un oxidado candelabro.

Salimos del amor como de una catástrofe aérea
sin equipaje ni boletos de vuelta.



ESCRITO ENCONTRADO EN UNA MESA DEL RESTAURANTE MIRAMAR (QUINTAY)

Si el abismo no nos llamara con su silencio
no podríamos leer a Trakl, ni permanecer horas
mirando esas lápidas anónimas que golpea la tempestad
como el grito del ave que acompaña a los muertos.
Líneas de Sebastián en sueños al fin de una playa
de arenas movedizas como náufragos. Nuestro tiempo
debería ser infinito como las arenas de esa playa.
Mas toda ceniza, toda embriaguez, toda permanencia
es innecesaria porque perecemos. Y en la costa -como se sabe- sigue
el incesante espectáculo del oleaje. Caminamos
sobre osamentas dispersas que han devuelto las olas del mar,
caminamos para abrir tantas puertas;
puertas de acero, puertas de madera, puertas invisibles,
-mudanza interior de la cual queremos desprendernos-
donde una palabra lleva todo lo que hemos podido poseer.


Los amigos ya no son originales ante la muerte

La muerte es la ceniza del poema
La muerte anda en todas partes
La muerte es la huésped predilecta
La muerte es anáfora y puñal
La muerte garabatea páginas a diario
(y desordena los cuartos de hoteles
que abandonamos al amanecer).


La muerte se impacienta
y somos sus fieles cautivos.
Nos aguarda en la ciudad
con gentíos sombríos
que se buscan entre la muchedumbre
y comentan los juegos de azar
cerca de puentes y avenidas.

Por eso, lo nuestro es guarecernos en la noche
para llegar a la eterna conclusión:
los amigos ya no son originales ante la muerte.




Cita en el pacífico sur / 1999

Es bello flotar, así flotan los extraños objetos
que amanecen en las playas y que nadie reconoce.
¿Vienen de algún naufragio? Y qué importa, todos
venimos de algún naufragio aunque no lo sepamos.
Rosamel del Valle

El mar es  nuestro refugio
En días de navegación por el Pacífico Sur
Ese curioso resplandor
Ha sido la única piedra filosofal
Que hemos llegado a poseer
Anoche la vaguada costera viajó con nosotros
Y todo parecía detenerse en ese instante
Tan claro como la luz de la luna
Plateando arena, mar y muelles
Una extraña ave vino a morir a nuestros pies
Mas sobrevivimos burlándonos de nosotros mismos
Y viendo pájaros acuáticos donde sólo había silencio
O poniendo libros sobre mesas de restaurantes marítimos
En comunión con los demás
O con las discriminaciones silvestres a que incita el cielo
La brisa del mar insiste en desordenar el texto
Y repentinamente estas palabras
Relatan – es su derecho – 
Lo que ellas son entre nosotros



Ha muerto Joseph Brodsky

Ha muerto Joseph Brodsky
En nuestro barrio alguien tocaba un anacrónico piano de cola
Y se encendía la luz de melodías cansinas
Esos días no entran en el calendario
Y se mezclan como un ponche
Suave como el fluir de nuestra sangre
Pero no sólo ponche corre por las venas
En la calle las motocicletas pasan como avispas
Y una adolescente abandona su doble vida para volver a casa.
Ha muerto Joseph Brodsky y con él parte de las lecturas
Que hacíamos de sus poemas en veranos marítimos.
Ya no bastan sol, mar, ni luna
Y no vale la pena preguntarnos por el valor de la vida
Sólo queda vagabundear por calles y lugares donde nos gustaría
Hacer como tú una antología universal del amor
Para los amantes de hoteles de paso.
Queremos recordar estas palabras tuyas:
El día te va buscando en el armario una camisa
Ojalá llegue pronto el invierno y con la nieve cubra
Las ciudades los hombres sobre todo lo verde
Si de noche veo una estrella en el techo
Ella – según las leyes de combustión – 
Me resbala por la mejilla hasta la almohada
Sin darme tiempo a pensar un deseo.



Habitar un país como tus ojos

Quiero vivir en un país como tus ojos
más nítido que las horas que el tiempo deshecha,
más lúcido y real.

Quiero habitar un país como tus ojos;
tu piel navegando en mi piel,
las coincidencias, la respiración,
las horas que sin saberlo se unen,
un bolero y el abrir y cerrar de puertas,
sabiendo que nuestro tema sigue siendo el viento.
Mas el lenguaje no basta, ni el fragmento del sol
que guardabas en tu cuerpo para entregármelo
tras un ir y venir poblado de voces.

Desde las enrarecidas calles me haces señas
para que no ande a tientas,
ciego, borracho o como yo.

El aire de la mañana se suspende allá afuera.



Ella es una vagabunda en el país del insomnio

Una vagabunda en el país del insomnio
sabe apenas el sonido de una palabra
que no alcanzamos a pronunciar:
las raíces de un árbol que no ha cumplido su edad.

Fulgor y vértigo se confunden en su rostro,
también el mar que nos hace existir.
A ella la enceguecen las nubes de neón
y abandona ebria a medianoche el círculo
          oscuro de los hombres.

Bailé con ella,
escuchando en el silencio de la vida
aquel lugar no cifrado en mapas
mas es difícil recuperarla
pues el cielo se ve sólo una vez.


Carta a mis amigos muertos*

Ustedes estaban conmigo: eran
Un espejo entre mis manos
Mas el vago y huidizo sol de junio
Hace desaparecer vuestros rostros.

Sin duda, les debería escribir cada día
Y hacer llegar a ustedes mis páginas
En nombre de los pájaros y las nubes
Pero nadie obtendría ganancia alguna
Sin embargo continuaré escribiéndoles.

El mes de agosto desaparecerá
A pesar de los helechos y las flores
Mientras la traducción de diversas cosas
Me hace proseguir
En la lengua azul que ustedes conocen.

Ahora temo la llegada del otoño
Y las conversaciones de invierno sin ustedes
¿Vendrá alguien a buscarme?
¿Algún perdido y entrañable amigo?

Vengan pronto, los esperaré
Con todas las palabras de antaño
Siento frío
Y ya tengo dos agujeros negros en las alas.

*René Guy-Cadou



Carta astral

En memoria de René Char

Mi carta astral después de años
Entre el vértigo y la espera
El vaho de espejos y canciones escarchadas
Eso era lo mismo que la muerte
Donde lentamente se pierde el combate
En los cambios que hace la luna
O el viaje de retorno al lugar de origen.

Ahora cada uno de nosotros puede recibir
La parte misteriosa del otro
Noches de caminar bajo el resplandor de la tierra
Sin siquiera derramar su luminoso secreto.

Cada uno es hacedor de lo indecible
Incluso los pesares que se lanzan al vacío
Y luego pasan como una hoja en la tempestad.

Nadie quiere morir al borde de sus abismos
Sólo se necesita espacio y aire para vivir.



Estación Leopoldo María Panero

Estación Leopoldo María Panero
todo lo que escribo y diviso
se va al fondo de la sangre.
Fumo para mirar la vida que pasa
mientras el cenicero acumula
voces e ideas de locos rematados.

El dipsómano baja urgente en la estación
a beberse un Nevermore.

Nuestra suerte sigue en manos de los ciegos
y lo que escribimos tal vez sea leído por parejas del 2050
en el follaje de un bosque agitado por el viento.
Hay luces harapientas, tumbas sin sosiego,
niebla sobre el césped de la calle Miguel de Cervantes.

El dipsómano sale urgente de la estación
a beberse el crepúsculo Nevermore.

Aquí dejamos latas de cervezas,
colillas que se acumulan en ceniceros,
cenizas que se acumulan en cementerios.

Observamos el funcionamiento del camión de la basura
mientras el dipsómano vuelve urgente a la estación
a beberse el crepúsculo Nevermore.

Es tan bella la ruina, tan profunda
que ni siquiera el tiempo puede hacernos morir.

Niebla en la calle Miguel de Cervantes,
niebla en la estación Leopoldo María Panero.



La vibración del río sobre la ciudad

Hemos visto árboles desnudos en la ciudad
que levantan veredas y reclaman lo suyo.
Sus raíces se abrazan como amantes subterráneos
que saben de sueños y pérdidas.

Es extraño estar aquí y oír el grito de las gaviotas
que caen inciertas sobre el agua.
Esperar una barcaza de madera
o la huida del sol en el océano.
Seis y media de la tarde en las riberas del Mapocho,
la inevitable cicatriz de Santiago.

Estos escritos se perderán con el fluir del río
y su eco será como verse en una película absurda
cuyos actores principales han sido dados de baja.



Apuntes sobre la carátula de un disco de Stan Getz

Salimos del amor como de una catástrofe aérea
después de vagar por moteles y playas solitarias
donde nuestras huellas desaparecían tras la marea;
días y días de bañarnos con champaña
y hacer el amor mientras gritaba el oleaje. 
Fuimos una rara especie de animales
que escribían sáficos imperfectos
en sus cuerpos desnudos.
Así, jugábamos a creer que dominábamos la lengua
como dominábamos ese instante.

Hoy atesoramos manuscritos, discos de jazz, libros
y esa llama que quisiéramos encender
como un profano que retorna a su creencia
y enciende las velas de un oxidado candelabro.

Salimos del amor como de una catástrofe aérea
sin equipaje ni boletos de vuelta.


Escrito encontrado en una mesa del restaurante Miramar (Quintay)

Si el abismo no nos llamara con su silencio
no podríamos leer a Trakl, ni permanecer horas
mirando estas lápidas anónimas que golpea la tempestad
como el grito del ave que acompaña a los muertos.
Líneas de Sebastián en sueños al fin de una playa
de arenas movedizas como náufragos. Nuestro tiempo
debería ser infinito como las arenas de esa playa.
Mas toda ceniza, toda embriaguez, toda permanencia
es innecesaria porque perecemos. Y en la costa – como se sabe – sigue
el incesante espectáculo del oleaje. Caminamos
sobre osamentas dispersas que han devuelto las olas del mar,
caminamos para abrir tantas puertas;
puertas de acero, puertas de madera, puertas invisibles,
- mudanza interior de la cual queremos desprendernos -
donde una palabra lleva todo lo que hemos podido poseer.



Los amigos ya no son originales ante la muerte

La muerte es la ceniza del poema
La muerte anda en todas partes 
La muerte es huésped predilecta
La muerte es anáfora y puñal
La muerte garabatea páginas a diario
(y desordena los cuartos de hoteles
que abandonamos al amanecer).

La muerte se impacienta
y somos sus fieles cautivos. 
Nos aguarda en la ciudad 
con gentíos sombríos
que se buscan entre la muchedumbre 
y comentan los juegos de azar
cerca de puentes y avenidas.

Por eso, lo nuestro es guarecernos en la noche
para llegar a la eterna conclusión:
los amigos ya no son originales ante la muerte.



La tempestad no ha terminado

La tempestad no ha terminado 
es verano en 2004
traduces poemas que hablan de jazz
y de semanas enteras en estado de embriaguez
Ahora miles de caminos se abren
visitamos la casa de un escritor
que en realidad es un barco anclado en tierra
y vemos al sol tan desnudo
como los ojos de los demás
Las líneas de tu mano
                       dan sabiduría
los pasos que quedan en los escaños de la escalera
                        dan sabiduría
A las cuatro de la mañana viste un caballo blanco
galopando en las praderas de los sueños
sentiste una voz repitiendo:
“soy el último en tu ruta
la última primavera la última nieve
el último combate para no morir”
La tempestad –como dije- no ha terminado
las agujas de la locura penetran en todas partes
sólo un poco de silencio
para escuchar el mudo lenguaje de las cosas
un poco de silencio
para sellar el pacto entre lo que soy y no soy.



Lo que te ofrezco

Nada de lo que te ofrezco
es imposible:
un cielo surcado de pájaros, caricias como nubes
- los inimitables latidos de tu corazón-
Todo eso es posible
sin siquiera recurrir a la fantasía.

No somos más que las huellas plateadas
que dejan los caracoles en los lugares
visitados en sueños.
Ya nadie preguntará en qué día
ni en qué mes estamos.

Una cuña de luz entrando en el tiempo
es lo que debemos ahorrar.
La ilusión de estar el uno con el otro.

Nada de lo que te ofrezco
puede ser imposible:
pensamientos que vuelan como pájaros,
un puente entre ambos mundos.


El viaje

Si somos o no universales,
no importa.
Afuera el río fluye, mudo y silencioso
como las hojas de los árboles.
No tenemos más que contemplarlo.
El ave que pasa es real,
el haz de luz que llevas de una a otra ventana,
es real.

Nosotros somos reales.
Comienza el siglo XXI.
No hay preguntas por hacer.
Sólo te gustaría oír: "escribes como el velero que
viaja por el río,
apenas movido por el viento".
Hemos vuelto del Sur,
la luna y los prados
vienen ahora en una postal.
Anochece,
puertas y ventanas se cierran
en las casas de familiares.
Otra ciudad despierta a esa hora.
Si entramos a esa realidad
las calles cambian de nombre.
Se encienden luces para gatos y vagabundos.
Afuera el río fluye, mudo y silencioso.
Tras la ventana,
el tiempo continúa trabajando para nuestra muerte.



Allí duerme mi padre

Visito el cementerio:
allí duerme mi padre
sobre polvo y más polvo
donde no hay más que el silencio sordo de otras voces,
lápidas casi borradas por las tempestades:
débiles huellas sobre el mármol.

El viento desordena el entorno.
Camino sobre pétalos resecos
que se unen a la tierra,
sobre pedazos de labios
que se juntaban para amarse.
Pero no hay respuesta.

Un día espíritu y carne
fueron fuertes,
vagaban sin prisa,
releyendo en el aire las señales de la vida.

Estoy de pie en este mundo,
mirando como muere la tarde,
sintiendo la enarbolada sensación de contener
en un segundo otros ecos.

Hay pasos que oyen,
hay ojos disueltos que observan,
también el destello de la nada.

Allí duerme mi padre
frío y delicado como la nieve.





QUE LA CENIZAS SIGAN DANZANDO

La fiesta y la ceniza
Francisco Véjar.
Colección El poliedro y el mar.
Editorial Universitaria, 91 páginas, Santiago, 2008.


El tiempo es el azar en la última obra de Francisco Véjar, La fiesta y la ceniza, publicada por Editorial Universitaria en su colección El poliedro y el mar. Desde el inicio hasta la última de sus letras la temporalidad del hablante es sospechosa de no creer en el paso de los años, a menos que la memoria diga lo contrario, situándose entonces en un ángulo donde presente y pasado conviven para atrapar al inasible ser que convoca su carga de momentos a través de la historia personal. Con reminiscencias de los lugares que se habitan (Santiago, Rocas de Santo Domingo, Quintay, Parque Forestal, etc.), pero definidamente alejado de una descripción romántica, para acercarnos más bien a un logrado referente metafísico, este trabajo da muestras serias del encuentro de un tono personal con una reflexión artística, donde cada pieza debe ocupar aquel lugar en que se es parte, pero también el todo que perpetúa el momento: “Estoy de pie en este mundo,/ mirando cómo muere la tarde/ sintiendo la enarbolada sensación de contener/ en un segundo otros ecos” (Allí duerme mi padre).

El trabajo está compuesto por seis secciones que abarcan el universo próximo del autor, donde sus fijaciones personales, llámese mar, ciudad, vida, muerte, jazz, otros autores, dan movimiento hacia una metáfora final cuyo sentido es el canto de la eternidad entendida como la renovación del ciclo: “Tal vez todo sea necesario:/ que la piel mude su tersura/ o nuestra singular manera de vivir.// Pronto sabrás lo que no sabes/ y para eso no será útil/ ni el Tao, ni el I-Ching, ni el Tarot/ (pero tal vez una hoja que pasa volando/ sepa más de nosotros que nosotros mismos). // Al final la ciudad tendrá el mismo nombre/ y todo se repetirá hasta el infinito.” (Defensa de los supuestos lugares comunes). Y, aunque claramente  existe una propuesta de lectura en torno a los motivos claves de sus libros anteriores, digamos también que la composición total del texto adjunta una nueva propuesta, donde levedad y rigor se unen en lo que Hugo Mujica denomina “entrañable amor a la vida”, pues todos los caminos al final, son aquel lugar donde se debía regresar.

Es interesante constatar la evolución del lenguaje en Francisco Véjar. De una vertiente decididamente lárica y referencial, a este trabajo cuyos guiños a la ciudad le dan una amplitud a su visión de época, junto a la relectura que hace de autores como Rene Guy-Cadou, Jean Tardieu, o Joseph Brodsky. Un abanico de miradas unidas por la conformación de un universo, escrito con la expresividad de la fiesta y la evocación de la ceniza. Una sacralización de los actos comunes que prescinde del sacerdocio y le entrega al paso cotidiano la posibilidad de ser en su comunión, su propio sacramento. Esta selección de textos (desde Canciones imposibles –1998- hasta los últimos inéditos) muestra a un autor que está entrando en el terreno de lo mítico a través de una especie de ritualidad, que guardando la distancia  y los movimientos lenguaje, le emparientan con Efraín Barquero en esa búsqueda de lo trascendente del hombre.

Se agradece la reinvención de su escritura –sobre todo hoy que aparecen constantes antologías de autores que revisan más su cronología que sus palabras- lo que a su vez permite leer desde una perspectiva distinta textos que llevan años circulando, y cuyo valor agregado es que muestran no sólo una secuencia bien hilvanada de poemas, si no que la consecuencia que tiene un autor con su propia obra.




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