miércoles, 3 de noviembre de 2010

1714.- JUAN PLANAS BENNÁSAR

Juan Planas Bennásar nace el 30 de diciembre de 1956 en Palma de Mallorca (Baleares). Cursó estudios de Arquitectura y Ciencias Económicas en Valencia. Publicó dos poemarios a principios de los ochenta y tras ser incluido en la antología bilingüe Poétes d’Espagne: Poésie du Silence, con traducción y selección de Marcel Hennart, decidió pasarse unos años, efectivamente, en silencio. Algunas de sus poesías han sido traducidas también al neerlandés. A finales de 2001 fundó la revista digital Puertas Abiertas y en marzo de 2003 abre su Weblog La Telaraña. Ha sido columnista de opinión y crítico literario en los periódicos Diario de Mallorca, Baleares y El Día de Mallorca. Ha colaborado en las revistas literarias Bajarí, Pliegos de Poesía, Teara, La Bolsa de Pipas y Casatomada, entre otras. En la actualidad colabora semanalmente en El Mundo-Edición de Baleares.

-POESÍA:
Hipertelía (1982).
Pasión Impresa (1984).
Insomnios (2003).
Fuera del Tiempo -Ensayos Poéticos- (2004).
Alrededores o la Mansión de las Luciérnagas (2006).
Los Pliegues Ocultos (2006).
Duellum (2006).
El Bálsamo de la indiferencia (2008).
Tratado de las cosas sin nombre (2009).





Perseguir algo y lo contrario agota.

[ Intuye que el lenguaje irradia
los secretos orígenes
de un misterio anterior a la dialéctica
y a los frutos del árbol más antiguo,
ese anatema, ese inicial destierro ]

Vigila el movimiento de sus labios
e intenta acompasarlo al péndulo
de los grandes relojes,
descifrar el rumor imperceptible
de las apariciones, los quejidos
de las larvas y el lento
transcurrir nómada
por los andenes de las estaciones
sumergidas: la cercandanza
del placer, la tensión
o la belleza
— esos alrededores fugitivos.

[ Pero recuerda que una noche,
cruel de abril o yerma de noviembre,
se sintió muy sola y amordazada
y que su aliento le provocó vómitos ]

Esa ficción de plomo y peregrinaciones
le sugiere la lógica incestuosa
de una constelación de vértebras,
de huesos esparcidos y excrementos.

[ Igual le sucedió en las tabernas
donde anduvo buscándole
en otros brazos cualesquiera
y abrevó el elixir de las lenguas de fuego ]

Ahora cierra los ojos y entiende
por qué no hay cuadrantes ni brújulas
capaces de medir en el cielo el esqueleto
expuesto de un cadáver estrellado.

(De Duellum , La Lucerna, 2007).







Cántico Intermitente (Fragmento)

Ahora la parálisis. No queda señal alguna
del pasado en el rostro, sólo la tez amarillenta,
el cabello raído, las uñas huérfanas, el olor
próximo de la muerte y lejano de la biografía.

Todo tiene su nombre. Postración. Inercia.
Decrepitud. Vejez, acaso. Pero todo va perdiendo
sentido y los sentidos corren lejos, se esconden
como niños traviesos entre los cortinajes de la amnesia
y el aire a pergamino de la habitación cerrada.

Se balancea el mundo o es la bombilla la que gira
por entre las migajas de pan abandonadas
sobre la mesa. Hay tiempo de estrechar la invisible
mano tendida, de besar la frente, de reponer
la larga hilera de recuerdos en la alacena.

Ahora el movimiento. Observar el temblor
de la pared al retirar los cuadros, los muebles,
el juego inmaculado de las sábanas, los baúles,
la escalera de bronce y las jaulas de aluminio.

Queda en el suelo el polvo centelleante, la bruma
apretada, la cal y la música. Queda el espacio
expuesto y vacilante, ansioso de huellas y golpes,
conforme, finalmente, con su destino de tránsito.

(De El Bálsamo de la Indiferencia, 2008)






La memoria es un reloj de niebla, una alarma
de luces vacilantes, la visión imprevista
de un ánfora en mitad de un desierto submarino.

Ahora el paisaje es una nube cargada de pecios,
un murmullo sonámbulo de aparecidos, un rumor
sin más orden que el caos. Desde siempre,
Dios escapa a los círculos que le tendemos.

Una mañana lo olvidé todo y planté un árbol
entre los lirios pálidos y las flores de los muertos.
Escribí la historia de mi vida sin palabras
y firmé, muy abajo, en la página en blanco

Scardanelli.


(De Tratado de las cosas sin nombre, 2009)







Eclipse

La sinceridad del poema
sólo es comparable a la del deseo.

Una palabra prolonga la noche
y sus arpegios tejen
singular artificio: el asombro
de los hados ocultos tras el velo más íntimo.
Los soles han cesado.
¿Quién articula los silencios?
Vaga la medianoche
por sus galerías de piedra,
nos hurta las huellas del astro
olvidado; memoria
rastrea memoria en las cenizas del alba,
nos concede el martirio
de los nombres. Vuelve la faz
del océano a nuestras gargantas,
oreando sus grutas impalpables,
renace la mansión deshabitada
por nuestras vírgenes afirmaciones,
solemnes, con la gracia de la muerte,
y se quiebran las alas
del pájaro, en el espacio frágil,
entreabierto y sucesivo, cálido
reflejo de la luz sin cuerpo,
del cuerpo exánime, de la vida
sobre la estéril arena, ardid de la música
por entre los huecos del instrumento de hueso.


¿Cómo medir el asombro?
Vino la noche,
mediodía de salones y esferas,
de agujas ciegas y astros en declive.
El conocimiento es un sorteo de los sentidos,
un ombligo de piedra,
acopio de los cuerpos en la fronda: un filo
de sangre,
el líquido fragor de las hespérides,
la insultante traducción de las voces,
una luz interminable y también su sombra:
¡Soledad! La muerte de todas las estrategias.


No es hora de recapitulaciones.
Un largo beso nos contuvo
entrelazados. Las distancias
las engendró un largo adiós:
el embeleso geométrico
y el embeleso geográfico
-- bríos quebrados que el amor concierta --
no son la misma cosa.


Nada es la misma cosa.
Ni siquiera ella misma.


La sombra es metáfora de la luz,
la tierra sembró sus volcanes
y nuestra voluntad pujó contra el destino,
subasta de cisnes, oscuro
dominio de sudor y huesos.
Nada es la misma cosa
aunque todo aparezca igual.
Amanecieron noches entre ambos,
oscuridades impregnadas de silencio
y acaso de olvido.


Yo dije:
me afirmaré
me negaré
en tu nombre.
Mas no fue posible. La realidad
es hija de la voz, y a veces
también sus arpegios nos mienten.




Hablemos, pues,
de cómo cesaron los soles,
de cómo llegó el eclipse
y nos entregó al dulce olvido.


Hablemos
de cómo sobre la propia ceniza,
con silenciosa,
sensible transparencia,
nuestra triste figura,
--deslavazada,
mas siempre regia en su intención--
brilla en la oscuridad
y en el silencio.

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