Nicolás Suescún nació en Bogotá, Colombia, en 1937. Poeta, narrador, traductor, ensayista, periodista, artista gráfico, librero y profesor de literatura. Libros de poesía: La vida es, 1986; 3 a.m., 1986; Los cuadernos de N, 1994; Poemas Noh, 1996; Bag bag, 2003. Obra narrativa: El retorno a casa, 1971; El último escalón, 1974; El extraño y otros cuentos, 1980; Oniromanía, 1996. Traductor de Rimbaud, Flaubert, Somerset Maughan, Ambrose Pierce, W.B. Yeats, Christopher Isherwood y Stephen Crane, entre otros, además de traductor de muchos de los poetas participantes, nacionales y extranjeros, en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, y de la antología de poesía colombiana incluida en la página de Poetry International.
Infancia 1
El mar, inmenso, azul,
profunda tumba de piratas y tesoros,
estaba allá muy lejos
detrás de las montañas.
Era una ausencia.
Los ríos, también, eran grandes ausentes:
sus aguas bajo la tierra
corrían espesas y oscuras,
arrastrando desperdicios,
y la belleza también se escondía,
rara vez salía a la calle
pero a veces a veces se asomaba con el sol en el patio
o en los ojos del gato,
y los viajes tenían que ser imaginarios,
pobres ensueños tibios en los fríos rincones
donde empezaban los caminos,
así que todo viaje era un proyecto,
todo proyecto un viaje secreto, inconfesable,
y los potreros donde jugaba fútbol
se iban llenando de casas:
había que caminar mucho
donde no hubiera extraños.
El camino de la escuela a la casa:
ese simulacro de la Odisea.
Ocaso familiar
Aquí estamos
durmiendo, hablando,
y hasta contradiciendo a mamá,
mientras las moscas tapan
el sucio mantel sobre la mesa
y los fantasmas de la familia
nos despiertan de noche
con despiadadas intenciones de exterminio.
A la sombra del naranjo no volverá a dormir.
Tumbaron la casa
y el olor del árbol desapareció
bajo el polvo de los muros.
Y mientras ella dice
que han cambiado los tiempos
nosotros no notamos el paso de los años,
igual ayer que hoy para nosotros,
igual nosotros ante el espejo roto,
igual hermana a hermano,
igual cada uno en sí mismo, día tras día.
Y nosotros que no recordamos el naranjo,
le llevamos la contraria
mientras las moscas se llevan el azúcar.
Los antepasados
Las proclamas de algún tatarabuelo
deben de andar por mi sangre
trastocadas en poemas,
igual que la nariz de la hermana
de las madres de sus padres,
o la terquedad de ese ancestro
remoto y rústico, ignorante,
que se quemó las manos en el fuego,
o la furia de ese remero oscuro,
esclavo en una galera en que viajó Virgilio,
o la falaz sonrisa de algún inquisidor
ante una pira en la que ardía una bruja.
De estas cosas, y de otras incontables,
nadie se puede librar, aunque lo quiera.
Domingo
Empezó este domingo con campanas y luz
y el vacío de siempre entre la gente y yo
y yo
—inabarcable— que se hace de pronto que se hace de pronto
o que hago en torno a mí para esconderme.
Y ahora, a mediodía, y con este calor,
siento un frío de muerte.
Anoche también sentí la muerte
al mismo tiempo que la vida,
mi sangre corriendo en otras venas,
mis venas sin una sola gota.
Siento mi corazón que vuelve y se va,
oigo voces que vienen y se van,
siento la muerte y despierto de golpe,
la luz me hace visible, sólido.
A veces nos ponemos como cubos de hielo
y nos vamos derritiendo poco a poco,
hasta que todo esto sea
como si nada hubiera sido
—¡es que en el trópico también hace frío!
El pasado
¿Qué había entonces en los rincones, en las sombras,
qué mágicas imágenes sacadas de los libros y del cine?
Los desiertos, los jadeantes, sudorosos caballos,
los ejércitos derrotados, las huestes victoriosas,
los tiranos, los héroes y los mártires,
la gloria, la libertad, el amor,
la conquista de tierras extrañas y remotas,
las noches frescas bajo la luna llena
en el Taj Majal con la mujer más bella,
y la vida, inmensa, se desplegaba como un mar
de fondo tranquilo, azul y transparente.
Y yo no era distinto, pero era un niño,
míos eran los largos días para soñar,
y mías las noches para temer el mal,
las alas de una negra mariposa
que abrían una puerta
hacia la oscuridad incomprensible.
REVISTA PROMETEO
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