Fadwa Tuqan
Es la más grande poeta palestina. Nació el 1 de marzo de 1917 en Nablus, en el seno de una destacada familia de intelectuales y políticos, de origen cristiano, y murió el 12 de diciembre de 2003, a los 86 años. Su poesía aparece como espléndido desvelamiento de una sensibilidad femenina tradicional: lírica e intimista, apasionada y contenida, frágil, trasparente y dramática, pero su lírica adquirió un brusco tono nacionalista después de la guerra de 1967, que dejó a Nablus bajo la administración israelí. La ocupación le proporcionó nuevos temas -la dura prueba de someterse a controles en los pasos de frontera, la indignidad de las demoliciones de viviendas y el fervor de la sublevación de los niños-.
Ha publicado varios libros de poemas: Sola con los días (1952), La encontré (1957), Danos amor (1960); Ante la puerta cerrada (1967), El comando y la tierra (1968), La noche y los jinetes (1969), Sola en la cumbre de este mundo (1974) y una apasionada biografía de su hermano, Mi hermano Ibrahim (1946), que murió en 1941 y cuyos poemas se habían convertido en estandarte de los palestinos durante la rebelión contra la ocupación británica en 1933-37.
Mi ciudad está triste
El día en que conocimos la muerte y traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el rostro,
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.
Sin ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!
¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!
Parto
El viento arrastra el polen,
y nuestra tierra se sacude de noche
en los temblores del parto.
Y el verdugo se engaña a sí mismo,
contándose la historia de la incapacidad,
la historia de la ruina y los escombros.
¡Joven mañana nuestra!... Cuéntale tú al verdugo
cómo son los temblores del parto;
cuéntale cómo nacen las margaritas
del dolor de la tierra,
y cómo se levanta la mañana
del clavel de la sangre en las
heridas.
Me basta con seguir en tu regazo
Me basta con morir encima de ella,
con enterrarme en ella.
Bajo su tierra fértil disolverme, acabar,
y brotar hecha hierba de su suelo.
Hecha flor, con la que acaso juegue
la mano de algún niño crecido en mi país.
Me basta con seguir en el regazo de mi tierra:
Polvo, azahar y hierba.
Y el verdugo se engaña a sí mismo,
contándose la historia de la incapacidad,
la historia de la ruina y los escombros.
¡Joven mañana nuestra!... Cuéntale tú al verdugo
cómo son los temblores del parto;
cuéntale cómo nacen las margaritas
del dolor de la tierra,
y cómo se levanta la mañana
del clavel de la sangre en las
heridas.
Me basta con seguir en tu regazo
Me basta con morir encima de ella,
con enterrarme en ella.
Bajo su tierra fértil disolverme, acabar,
y brotar hecha hierba de su suelo.
Hecha flor, con la que acaso juegue
la mano de algún niño crecido en mi país.
Me basta con seguir en el regazo de mi tierra:
Polvo, azahar y hierba.
No lloraré
A las puertas de Yafa
Amigos míos,
y entre el caos de escombros
de las casas,
entre la desnutrición
y las espinas, dije a los ojos,
quieta:
deteneos... Lloremos
sobre las ruinas
de quienes se han marchado
abandonándolas.
La casa está llamando a quien
la edificó
La casa está dando
el pésame por él.
Y el corazón, deshecho, gime
y dice:
¿Qué te han hecho los días?
¿Dónde están los que antes te
habitaban?
¿Has sabido de ellos?
¿Has sabido tras su partida?
Aquí soñaron, aquí estuvieron
y trazaron los planes
del mañana.
Más, ¿dónde están los sueños
y el mañana?
Y, ¿dónde, dónde ellos?
¿Cómo van a aplastarme
las heridas?
¿Cómo podrá aplastarme
la desesperación?
¿Cómo voy a llorar
ante vosotros?...
Polvo
El final
de mi largo camino
hasta donde yo llegue, de cualquier destino,
es el premio de los años
no el de llegar.
¿Por qué me apresuro? ¿Qué quiero
en mi viaje
por esos desiertos
como una sombra fugitiva?
Mis pies consumidos por las rocas
las olas del viento que siguen dando vueltas
y vueltas conmigo
mientras yo sigo a través de este vacío
de esta soledad.
Polvo, polvo
delante y detrás de mí; a mi alrededor, polvo.
Corro y corro; y en mis manos
sólo la ilusión, nada.
Cansada, cansada.
El final
de mi largo camino,
de cualquier destino,
es el premio de los años,
y aunque mi camino se alargue,
no es el de llegar.
(Traducción de Manuel Jiménez Lucena)
LA ROCA
Mira cómo esa negra
Roca ha sido amarrada a mi pecho
Con las cadenas del arrogante destino,
Con las cadenas del absurdo tiempo.
Mira cómo aplasta
Mis frutos y mis flores,
Me esculpe con el tiempo
Y me destruye con la vida.
¡Déjame! No podemos vencerla.
Las cadenas de mi prisión no se romperán.
Permaneceré en soledad
Mientras el destino sea mi prisión.
Déjame
Permanecer así:
Sin luz,
Futuro
Ni esperanza.
La roca negra no tiene escapatoria
Ni refugio.
En vano intento retirar su peso de mi pecho
Olvidándome.
¡Cómo he penetrado en el corazón de la vida
y he recorrido cada dirección!
Me he divertido,
He cantado
En las fuentes de la juventud.
Dame mi copa
Y beberé con ansia
Hasta ausentarme del alegre mundo
Que tanto me ha decepcionado.
En su regazo están mi dolor
Y mi desgracia.
He huido del
Mundo de mis sentimientos
Y he danzado con
La agilidad de los pájaros
Y una risa loca. Luego, desde
Las profundidades de mi desesperación,
Una llamada sacude mi espíritu
Y en secreto amenaza:
“No escaparás.
Estoy aquí.
No hay escapatoria
Ni refugio”.
La sombra de la roca negra traza
Figuras deformadas.
En vano intento retirarla,
En vano pretendo huir.
No hay escapatoria.
¡Cuánto he explorado la tierra de
la desgracia!
He aspirado el elixir del consuelo
En la miseria de los prisioneros como yo,
Prisioneros del destino.
He penetrado entre la gente,
Donde están las tragedias
Y las lágrimas,
Donde los látigos silban y caen
Sobre los rebaños humanos,
Sobre las espaldas desnudas
Y los humillados cuellos,
Donde los dóciles esclavos
Huyen en grupos
Hundiéndose en lágrimas,
Sangre
Y sudor.
Continué: busqué consuelo
Para la desgracia
Pero no hay escapatoria.
La maldición de la negra roca
Nació conmigo
Para ser mi sufrimiento.
Muda,
Pegada a mí,
Su sombra sigue los pasos de mi vida.
Mira cómo se ha instalado
Con su arrogancia
En mi pecho.
¡Déjame!
No podemos vencerla.
Las cadenas de mi prisión no se romperán.
Mi espíritu permanecerá
Cerrado
Y yo seguiré solo
En la lucha.
Solo
Con el intenso dolor,
Con el tiempo,
Con el destino.
Solo
Con esta roca negra
Aplastándome.
No hay escapatoria.
(Del poemario: La encontré (1957)
Roca ha sido amarrada a mi pecho
Con las cadenas del arrogante destino,
Con las cadenas del absurdo tiempo.
Mira cómo aplasta
Mis frutos y mis flores,
Me esculpe con el tiempo
Y me destruye con la vida.
¡Déjame! No podemos vencerla.
Las cadenas de mi prisión no se romperán.
Permaneceré en soledad
Mientras el destino sea mi prisión.
Déjame
Permanecer así:
Sin luz,
Futuro
Ni esperanza.
La roca negra no tiene escapatoria
Ni refugio.
En vano intento retirar su peso de mi pecho
Olvidándome.
¡Cómo he penetrado en el corazón de la vida
y he recorrido cada dirección!
Me he divertido,
He cantado
En las fuentes de la juventud.
Dame mi copa
Y beberé con ansia
Hasta ausentarme del alegre mundo
Que tanto me ha decepcionado.
En su regazo están mi dolor
Y mi desgracia.
He huido del
Mundo de mis sentimientos
Y he danzado con
La agilidad de los pájaros
Y una risa loca. Luego, desde
Las profundidades de mi desesperación,
Una llamada sacude mi espíritu
Y en secreto amenaza:
“No escaparás.
Estoy aquí.
No hay escapatoria
Ni refugio”.
La sombra de la roca negra traza
Figuras deformadas.
En vano intento retirarla,
En vano pretendo huir.
No hay escapatoria.
¡Cuánto he explorado la tierra de
la desgracia!
He aspirado el elixir del consuelo
En la miseria de los prisioneros como yo,
Prisioneros del destino.
He penetrado entre la gente,
Donde están las tragedias
Y las lágrimas,
Donde los látigos silban y caen
Sobre los rebaños humanos,
Sobre las espaldas desnudas
Y los humillados cuellos,
Donde los dóciles esclavos
Huyen en grupos
Hundiéndose en lágrimas,
Sangre
Y sudor.
Continué: busqué consuelo
Para la desgracia
Pero no hay escapatoria.
La maldición de la negra roca
Nació conmigo
Para ser mi sufrimiento.
Muda,
Pegada a mí,
Su sombra sigue los pasos de mi vida.
Mira cómo se ha instalado
Con su arrogancia
En mi pecho.
¡Déjame!
No podemos vencerla.
Las cadenas de mi prisión no se romperán.
Mi espíritu permanecerá
Cerrado
Y yo seguiré solo
En la lucha.
Solo
Con el intenso dolor,
Con el tiempo,
Con el destino.
Solo
Con esta roca negra
Aplastándome.
No hay escapatoria.
(Del poemario: La encontré (1957)
EN LAS OLAS
Aquella noche
Las caras se desvanecieron en torno nuestro
Y todo desapareció
Menos el brillo azul de
Tus ojos y la llamada
En aquel brillante azul
Donde mi corazón
Navegó cual barco
Guiado por las olas.
Las olas nos condujeron
A un mar sin playas,
Sin límites
Y sin resistencia
A que las olas contaran
La eterna historia de la vida
Resumida
En una mirada.
Y la tierra se inundó con
El impulso de la marea, el viento
y la lluvia.
Aquella noche
Mi jardín se despertó
Y los dedos del viento
Arrancaron su cercado.
En mi jardín, la hierba,
Las flores y los frutos se estremecieron
Con la danza del viento y la lluvia.
Todo se desvaneció
Aquella noche
Menos el brillo azul de tus ojos
Y la llamada
En el brillante azul
Donde mi corazón navegó
Cual barco guiado por las olas.
(Del poemario: Ante la puerta cerrada (1967)
Traducción del árabe de María Luisa Prieto
¡AYES!
De pie, en el puente, pido pasar,
¡ay, pido pasar!
Me asfixio. Mi aliento,
roto va en el ardor del mediodía.
Siete horas de espera...
¡Quién le corta las alas, ay, al tiempo!
¡Quién le afloja las piernas al mediodía!
Mi frente es azotada por el estío,
y mi sudor
es sal cayéndome en los párpados.
¡Y miles de ojos, ay,
que cuelgan como espejos doloridos por el ansía
Aquella noche
Mi jardín se despertó
Y los dedos del viento
Arrancaron su cercado.
En mi jardín, la hierba,
Las flores y los frutos se estremecieron
Con la danza del viento y la lluvia.
Todo se desvaneció
Aquella noche
Menos el brillo azul de tus ojos
Y la llamada
En el brillante azul
Donde mi corazón navegó
Cual barco guiado por las olas.
(Del poemario: Ante la puerta cerrada (1967)
Traducción del árabe de María Luisa Prieto
¡AYES!
De pie, en el puente, pido pasar,
¡ay, pido pasar!
Me asfixio. Mi aliento,
roto va en el ardor del mediodía.
Siete horas de espera...
¡Quién le corta las alas, ay, al tiempo!
¡Quién le afloja las piernas al mediodía!
Mi frente es azotada por el estío,
y mi sudor
es sal cayéndome en los párpados.
¡Y miles de ojos, ay,
que cuelgan como espejos doloridos por el ansía
caliente,
como signos de espera pacientosa
sobre la ventanilla de visados!
¡Ay, que pido pasar!
Y resuena la voz de un mercenario
como una bofetada sobre todo:
“¡Arabes!... ¡Jaleo!... ¡Perros!
¡Volved!... ¡No os acerquéis al río!
¡Volveos!... ¡Perros!...”
Mientras, cierra una mano la ventanilla;
cierra la senda
ante nosotros.
¡Ay, humanidad mía desangrándose,
corazón goteando mirra,
y sangre cual veneno llameante!
“¡Arabes!... ¡Jaleo!... ¡Perros!”
¡Ay, tribu por vengar!
Hoy poseo la espera solamente,
¡Quién le corta las alas, ay, el tiempo!
¡Quién le afloja las piernas al mediodía!
Mi frente es azotada por estío,
y mi sudor
es sal cayéndome en los párpados.
¡El verdugo le deja hincada sobre el polvo,
úlcera mía,
ignorada del hermano!
Me he hecho acíbar,
en esta humillación de estar cautivo,
y tengo gusto a muerte.
El odio se me arraiga, terrible,
en lo más hondo.
Mi corazón es roca, azufre,
y alfaguara de fuego.
Hay mil “Hindes” debajo de mi piel:
el hambre de mi odio tiene la boca abierta,
y tan solo sus hígados pueden saciar el ansia
que me habita la piel*.
¡Odio mío enloquecido que te creces!
Mataron el amor en mis entrañas.
Cambiaron ya la sangre de mis venas
en lava y alquitrán.
EL COMANDO Y LA TIERRA
( De la agenda de Mazin )
15 de junio de 1967
I
Me siento a escribir... Mas, ¿qué puedo escribir?
¿De qué vale decir
“patria mía”..., “gente mía”..., “pueblo mío?”
¿Protegeré a mi gente con palabras?
¿Salvaré con palabras a mi pueblo?
¿No es absolutamente despreciable
sentarse a escribir hoy?
Hoy, todas las palabras
son sal, no echan ramas ni flores
esta noche.
II
En medio del sopor y de la ausencia,
un divino candil le alumbró los rincones del alma,
encendiendo en sus ojos el ardor de dos brasas.
Cerró la agenda,
y Mazin, el doncel valeroso,
se dispuso a llevar la carga de su amor,
las inquietudes de su tierra y su pueblo,
los restos de deseos diseminados.
* * *
Me voy, madre;
voy con mis camaradas,
donde debo.
Contento con mi suerte,
como roca que el cuello me atenaza.
Arranco desde aquí,
y todo lo que tengo:
pulsos, amores, gustos
y servidumbres,
lo entrego por su causa,
en dote por la tierra.
No ha nada más querido
que tú, salvo la tierra.
-(¡Hijo mío!)
(¡Corazón!)
-El alegre desfile,
madre, no llegó aún,
pero ha de llegar;
la gloria arrea sus pasos.
-(¡Hijo mío!)
(¡Mi...!)
-No te apenes si caigo antes que llegue.
Nuestro camino es largo,
penosísimo,
y se pierde a lo lejos,
sin saber en qué punto quedará.
Cruzamos, alumbrados por sangrientas antorchas,
las infernales playas de la noche,
para que la alegría llegue tras nosotros.
Porque ha de llegar asa alegría,
coger en la medida que se da.
-(¡Hijo mío!)
(¡Corazón!)
(Bendíjole con dos
azoras del Corán)
¡Vete!
(Pidió el Señor por él)
Mazin era su príncipe, su mozo,
señor de los jinetes.
Mazin era su orgullo y su grandeza,
su dádiva a la patria.
* * *
En la infinita tienda de la noche,
al aire abierto,
la madre se levantó para rezar.
Y alzó su rostro al cielo,
desbordante de estrellas
y de enigmas.
* * *
¡Oh, día en que a la vida le entregó,
cual trocito de masa perfumada,
con la fragancia toda de la tierra!
¡Oh, día en que le puso el pecho fértil,
abrazó su embriaguez,
y descubrió el sentido de la vida
en la gota de leche!
¡Hijo mío!
¡Corazón!...
Por ese solo día,
por ése, te parí.
Por él te di a mamar.
Por él te di mi sangre,
te di todos mis pulsos,
y todo lo que pueden dar las madres.
¡Hijo mío!
¡Planta noble arrancada de su tierra!
¡Vete!...
No hay nada más querido que tú,
salvo la tierra.
III
Tubás, tras de los cerros:
Orejas que se tensan en las sobras;
ojos a los que el sueño abandonó.
El viento, tras los bordes del silencio,
retumba por los cerros;
va jadeando en pos del aliento perdido;
corre dentro del círculo mortal.
* * *
¡Mil! “¡hojas!” a la muerte!
Y la estrella caída se abrasó,
atravesó los cerros
como un rayo de vos enardecida;
sembrando por los cerros un vivo resplandor.
En una tierra que nunca derrotará la muerte,
que nunca podrá la muerte derrotar.
PALABRAS A MI PATRIA
como signos de espera pacientosa
sobre la ventanilla de visados!
¡Ay, que pido pasar!
Y resuena la voz de un mercenario
como una bofetada sobre todo:
“¡Arabes!... ¡Jaleo!... ¡Perros!
¡Volved!... ¡No os acerquéis al río!
¡Volveos!... ¡Perros!...”
Mientras, cierra una mano la ventanilla;
cierra la senda
ante nosotros.
¡Ay, humanidad mía desangrándose,
corazón goteando mirra,
y sangre cual veneno llameante!
“¡Arabes!... ¡Jaleo!... ¡Perros!”
¡Ay, tribu por vengar!
Hoy poseo la espera solamente,
¡Quién le corta las alas, ay, el tiempo!
¡Quién le afloja las piernas al mediodía!
Mi frente es azotada por estío,
y mi sudor
es sal cayéndome en los párpados.
¡El verdugo le deja hincada sobre el polvo,
úlcera mía,
ignorada del hermano!
Me he hecho acíbar,
en esta humillación de estar cautivo,
y tengo gusto a muerte.
El odio se me arraiga, terrible,
en lo más hondo.
Mi corazón es roca, azufre,
y alfaguara de fuego.
Hay mil “Hindes” debajo de mi piel:
el hambre de mi odio tiene la boca abierta,
y tan solo sus hígados pueden saciar el ansia
que me habita la piel*.
¡Odio mío enloquecido que te creces!
Mataron el amor en mis entrañas.
Cambiaron ya la sangre de mis venas
en lava y alquitrán.
EL COMANDO Y LA TIERRA
( De la agenda de Mazin )
15 de junio de 1967
I
Me siento a escribir... Mas, ¿qué puedo escribir?
¿De qué vale decir
“patria mía”..., “gente mía”..., “pueblo mío?”
¿Protegeré a mi gente con palabras?
¿Salvaré con palabras a mi pueblo?
¿No es absolutamente despreciable
sentarse a escribir hoy?
Hoy, todas las palabras
son sal, no echan ramas ni flores
esta noche.
II
En medio del sopor y de la ausencia,
un divino candil le alumbró los rincones del alma,
encendiendo en sus ojos el ardor de dos brasas.
Cerró la agenda,
y Mazin, el doncel valeroso,
se dispuso a llevar la carga de su amor,
las inquietudes de su tierra y su pueblo,
los restos de deseos diseminados.
* * *
Me voy, madre;
voy con mis camaradas,
donde debo.
Contento con mi suerte,
como roca que el cuello me atenaza.
Arranco desde aquí,
y todo lo que tengo:
pulsos, amores, gustos
y servidumbres,
lo entrego por su causa,
en dote por la tierra.
No ha nada más querido
que tú, salvo la tierra.
-(¡Hijo mío!)
(¡Corazón!)
-El alegre desfile,
madre, no llegó aún,
pero ha de llegar;
la gloria arrea sus pasos.
-(¡Hijo mío!)
(¡Mi...!)
-No te apenes si caigo antes que llegue.
Nuestro camino es largo,
penosísimo,
y se pierde a lo lejos,
sin saber en qué punto quedará.
Cruzamos, alumbrados por sangrientas antorchas,
las infernales playas de la noche,
para que la alegría llegue tras nosotros.
Porque ha de llegar asa alegría,
coger en la medida que se da.
-(¡Hijo mío!)
(¡Corazón!)
(Bendíjole con dos
azoras del Corán)
¡Vete!
(Pidió el Señor por él)
Mazin era su príncipe, su mozo,
señor de los jinetes.
Mazin era su orgullo y su grandeza,
su dádiva a la patria.
* * *
En la infinita tienda de la noche,
al aire abierto,
la madre se levantó para rezar.
Y alzó su rostro al cielo,
desbordante de estrellas
y de enigmas.
* * *
¡Oh, día en que a la vida le entregó,
cual trocito de masa perfumada,
con la fragancia toda de la tierra!
¡Oh, día en que le puso el pecho fértil,
abrazó su embriaguez,
y descubrió el sentido de la vida
en la gota de leche!
¡Hijo mío!
¡Corazón!...
Por ese solo día,
por ése, te parí.
Por él te di a mamar.
Por él te di mi sangre,
te di todos mis pulsos,
y todo lo que pueden dar las madres.
¡Hijo mío!
¡Planta noble arrancada de su tierra!
¡Vete!...
No hay nada más querido que tú,
salvo la tierra.
III
Tubás, tras de los cerros:
Orejas que se tensan en las sobras;
ojos a los que el sueño abandonó.
El viento, tras los bordes del silencio,
retumba por los cerros;
va jadeando en pos del aliento perdido;
corre dentro del círculo mortal.
* * *
¡Mil! “¡hojas!” a la muerte!
Y la estrella caída se abrasó,
atravesó los cerros
como un rayo de vos enardecida;
sembrando por los cerros un vivo resplandor.
En una tierra que nunca derrotará la muerte,
que nunca podrá la muerte derrotar.
PALABRAS A MI PATRIA
1
MI CIUDAD ESTA TRISTE
El día en que conocimos la muerte y la traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el rostro,
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.
* * *
Sin ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad;
el silencio domina mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio, que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!
* * *
¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!
2
LA PESTE
El día en que se extendió la peste en mi ciudad,
me eché al campo desnudo.
Abierto el pecho al cielo,
gritando desde lo hondo de las penas:
¡Arreadnos las nubes!
¡Soplad, vientos, soplad!,
y bajadnos las lluvias.
Que depuren el aire de mi ciudad,
que laven las montañas, las casas y los árboles.
¡Soplad vientos!... ¡Arread los nubarrones!
¡Y que caigan las lluvias!
¡Y que caigan las lluvias!
¡Y que caigan las lluvias!
3
A G. H. EN NUESTRA CITA
Extraño amigo mío...
Si pudiera llegarte como ayer.
Si asesinas serpientes
no hubieran alborotado todos los caminos,
cavando tumbas para mis gentes y mi pueblo,
sembrando muerte y fuego.
Si no hubiera regado la derrota la tierra de mi patria
con piedras vergonzosas, injuriantes.
Si este corazón que tú conoces
fuera el mismo que ayer,
y no sangrase por la puñalada.
Si hoy, amigo mío, como ayer,
pudiera envanecerme de mi gente,
de mi casa y mi fuerza,
ya mismo me tendrías a tu lado.
Amarrando a las playas de tu amor el barco de mi vida.
Y seríamos igual que dos pichones.
4
EL DILUVIO Y EL ARBOL
El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.
* * *
El árbol ha caído...
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!
* * *
El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.
5
SIEMPRE VIVO
Querida patria, no.
A pesar de todo lo que gire, en la estepa sombría,
sobre ti, la piedra del dolor.
No podrán, amor nuestro,
arrancarte los ojos.
No podrán.
* * *
¡Qué estrangules los sueños, la esperanza!
¡Que claven en la cruz
la libertad de construir y trabajar!
¡Que nos roben las risas de los niños!
¡Que quemen!
¡Que destruyan!...
De la propia miseria.
De nuestra gran tristeza.
De la sangre pegada en nuestros muros.
Del temblor de la vida y de la muerte,
surgirá en ti la Vida nuevamente.
¡Tú, vieja herida nuestra!
¡Dolor nuestro!
¡Nuestro único amor!
MI CIUDAD ESTA TRISTE
El día en que conocimos la muerte y la traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el rostro,
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.
* * *
Sin ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad;
el silencio domina mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio, que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!
* * *
¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!
2
LA PESTE
El día en que se extendió la peste en mi ciudad,
me eché al campo desnudo.
Abierto el pecho al cielo,
gritando desde lo hondo de las penas:
¡Arreadnos las nubes!
¡Soplad, vientos, soplad!,
y bajadnos las lluvias.
Que depuren el aire de mi ciudad,
que laven las montañas, las casas y los árboles.
¡Soplad vientos!... ¡Arread los nubarrones!
¡Y que caigan las lluvias!
¡Y que caigan las lluvias!
¡Y que caigan las lluvias!
3
A G. H. EN NUESTRA CITA
Extraño amigo mío...
Si pudiera llegarte como ayer.
Si asesinas serpientes
no hubieran alborotado todos los caminos,
cavando tumbas para mis gentes y mi pueblo,
sembrando muerte y fuego.
Si no hubiera regado la derrota la tierra de mi patria
con piedras vergonzosas, injuriantes.
Si este corazón que tú conoces
fuera el mismo que ayer,
y no sangrase por la puñalada.
Si hoy, amigo mío, como ayer,
pudiera envanecerme de mi gente,
de mi casa y mi fuerza,
ya mismo me tendrías a tu lado.
Amarrando a las playas de tu amor el barco de mi vida.
Y seríamos igual que dos pichones.
4
EL DILUVIO Y EL ARBOL
El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.
* * *
El árbol ha caído...
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!
* * *
El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.
5
SIEMPRE VIVO
Querida patria, no.
A pesar de todo lo que gire, en la estepa sombría,
sobre ti, la piedra del dolor.
No podrán, amor nuestro,
arrancarte los ojos.
No podrán.
* * *
¡Qué estrangules los sueños, la esperanza!
¡Que claven en la cruz
la libertad de construir y trabajar!
¡Que nos roben las risas de los niños!
¡Que quemen!
¡Que destruyan!...
De la propia miseria.
De nuestra gran tristeza.
De la sangre pegada en nuestros muros.
Del temblor de la vida y de la muerte,
surgirá en ti la Vida nuevamente.
¡Tú, vieja herida nuestra!
¡Dolor nuestro!
¡Nuestro único amor!
CANCIONCILLAS PARA LOS COMANDOS
1
PARTO
El viento arrastra el polen,
y nuestra tierra se sacude de noche
1
PARTO
El viento arrastra el polen,
y nuestra tierra se sacude de noche
en los temblores del parto.
Y el verdugo se engaña a sí mismo,
contándose la historia de la incapacidad,
la historia de la ruina y los escombros.
¡Joven mañana nuestra!... Cuéntale tú al verdugo
cómo son los temblores del parto;
cuéntale como nacen las margaritas
del dolor de la tierra,
y cómo se levanta la mañana
del clavel de la sangre en las heridas.
Y el verdugo se engaña a sí mismo,
contándose la historia de la incapacidad,
la historia de la ruina y los escombros.
¡Joven mañana nuestra!... Cuéntale tú al verdugo
cómo son los temblores del parto;
cuéntale como nacen las margaritas
del dolor de la tierra,
y cómo se levanta la mañana
del clavel de la sangre en las heridas.
2
CUANDO LLUEVEN LAS MALAS NOTICIAS
El viento en las montañas trenza el humo,
y por sendas de noche y de tormenta
llueven rocas y piedras:
en la ceniza, negras;
en la humareda, negras.
¡Que lluevan como quieran esas rocas!
¡Que lluevan como quieran esas piedras!
El río sigue corriendo hacia su desembocadura,
y pasado el recodo de las sendas,
en la amplia distancia,
espera la mañana.
Espera la mañana por nosotros
3
COMO NACE LA CANCION
Cogemos las canciones
de tu cansado y derretido corazón,
y bajo el denso mar de las tinieblas,
con amorosa luz,
holocaustos e inciensos, las amasamos.
Insuflamos en ellas la fuerza del pedernal y de la roca,
y luego las tornamos a tu límpido y puro corazón,
¡oh, pueblo combatiente y pacientero!
4
ME BASTA CON SEGUIR EN TU REGAZO
Me basta con morir encima de ella,
con enterrarme en ella;
bajo su tierra fértil disolverme, acabar,
y brotar hecha yerba de su suelo;
hecha flor, con la que juegue
la mano de algún niño crecido en mi país.
Me basta con seguir en el regazo de mi tierra:
polvo, azahar y yerba.
espera la mañana.
Espera la mañana por nosotros
3
COMO NACE LA CANCION
Cogemos las canciones
de tu cansado y derretido corazón,
y bajo el denso mar de las tinieblas,
con amorosa luz,
holocaustos e inciensos, las amasamos.
Insuflamos en ellas la fuerza del pedernal y de la roca,
y luego las tornamos a tu límpido y puro corazón,
¡oh, pueblo combatiente y pacientero!
4
ME BASTA CON SEGUIR EN TU REGAZO
Me basta con morir encima de ella,
con enterrarme en ella;
bajo su tierra fértil disolverme, acabar,
y brotar hecha yerba de su suelo;
hecha flor, con la que juegue
la mano de algún niño crecido en mi país.
Me basta con seguir en el regazo de mi tierra:
polvo, azahar y yerba.
5
ENAMORADO DE SU MUERTE
Se me llevan los sueños al sonreír la aurora.
Veo volar a mi pájaro,
dejarme antes de tiempo;
írseme de la mano en el remolino de los vientos,
empujarlos, para luego caer
desde las auroras de la lucha.
Y las rocas, abriéndole sus brazos
como arroyos de seda,
recogen a mi pájaro
que abandonóme antes de tiempo,
y las patrias recobran a su hijo.
Para su viejo corazón, aún vivo,
lo recobran.
* * *
¡Oh, coral con las ramas extendidas
a ambos lados del camino!
Estoy enamorado de mi muerte
al tiempo de mi entrega redentora.
Estoy enamorado de mi muerte
bajo tu roja sombra sumergida.
LA LIBERTAD DEL PUEBLO
(Himno)
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Voz que, con boca colérica, repito,
bajo las balas y entre el fuego;
tras la que corro aún,
a pesar de llevar los pies trabados;
cuyas pisadas sigo,
a pesar de la noche,
en la marea de la ira aún llevada.
Yo combato, gritando:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Y los puentes, y el río sacrosanto
Repiten:
¡Libertad!
¡Y libertad!
repiten las dos orillas.
En mi patria, el ciclón, las lluvias, y los truenos.
lo repiten conmigo:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
* * *
Continuaré escribiendo su nombre al combatir:
En la tierra, en los muros, en las puertas,
contra las brechas de las casas;
en la mezquita y el ara de la Virgen,
por todos los caminos de las fincas.
Por todas las colinas, las pendientes,
las calles, las esquinas.
En la cárcel y el calabozo de tortura.
En la madera de las horcas.
Continuaré, a pesar de las cadenas,
a pesar de las casas destrozadas,
a pesar de las grandes hogueras,
escribiendo su nombre. Para ver
cómo se va extendiendo por nuestra patria y crece,
y continúa creciendo,
sin parar, hasta cubrir
palmo a palmo su húmeda tierra.
Hasta ver cómo una roja libertad abre todas las puertas
mientras huye la noche,
y aplasta la luz los fustes de la niebla.
* * *
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Y los puentes, y el río sacrosanto
repiten;
¡Libertad!
¡Y libertad!
Repiten las dos orillas.
En mi patria, el ciclón, las lluvias y los truenos,
y los pasos del iracundo viento,
lo repiten comino:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
AL MESIAS, EN NAVIDAD
Señor,
Rey de las cosas:
En tu fiesta, este año, se crucifican
las alegrías todas de Jerusalén.
En tu fiesta, este año,
Señor,
enmudecieron todas las campanas.
Desde hace dos mil años.
Desde hace dos mil años,
para callar en éste solamente.
Todos los campanarios están de luto,
y la negrura envuélvese en negrura.
* * *
Por la Vía Dolorosa,
Jerusalén entera es azotada
bajo la cruz de la pasión,
sangra bajo la mano del verdugo.
Y el mundo es un corazón cerrado al drama.
Indiferente y rígido,
Señor,
ciego y descarriado,
no ha alzado ni una vela en el desastre,
no ha vertido una lágrima
con que lavar las penas de Jerusalén,
Señor:
Los viñadores han asesinado al heredero,
y robado las viñas.
El pájaro del crimen puso alas
a los pecadores del mundo,
y ha volado
manchando a la inmaculada Jerusalén,
cual demonio maldito
que odia hasta Satanás.
Señor,
y Gloria de Jerusalén:
del pozo de las penas,
del abismo,
del fondo de la noche
y el corazón del ¡ay!
se alza hasta ti el lamento de Jerusalén.
¡Apiádate, Señor,
y apártele este cáliz!
Tu sola, tu sola
recogen a mi pájaro
que abandonóme antes de tiempo,
y las patrias recobran a su hijo.
Para su viejo corazón, aún vivo,
lo recobran.
* * *
¡Oh, coral con las ramas extendidas
a ambos lados del camino!
Estoy enamorado de mi muerte
al tiempo de mi entrega redentora.
Estoy enamorado de mi muerte
bajo tu roja sombra sumergida.
LA LIBERTAD DEL PUEBLO
(Himno)
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Voz que, con boca colérica, repito,
bajo las balas y entre el fuego;
tras la que corro aún,
a pesar de llevar los pies trabados;
cuyas pisadas sigo,
a pesar de la noche,
en la marea de la ira aún llevada.
Yo combato, gritando:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Y los puentes, y el río sacrosanto
Repiten:
¡Libertad!
¡Y libertad!
repiten las dos orillas.
En mi patria, el ciclón, las lluvias, y los truenos.
lo repiten conmigo:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
* * *
Continuaré escribiendo su nombre al combatir:
En la tierra, en los muros, en las puertas,
contra las brechas de las casas;
en la mezquita y el ara de la Virgen,
por todos los caminos de las fincas.
Por todas las colinas, las pendientes,
las calles, las esquinas.
En la cárcel y el calabozo de tortura.
En la madera de las horcas.
Continuaré, a pesar de las cadenas,
a pesar de las casas destrozadas,
a pesar de las grandes hogueras,
escribiendo su nombre. Para ver
cómo se va extendiendo por nuestra patria y crece,
y continúa creciendo,
sin parar, hasta cubrir
palmo a palmo su húmeda tierra.
Hasta ver cómo una roja libertad abre todas las puertas
mientras huye la noche,
y aplasta la luz los fustes de la niebla.
* * *
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
Y los puentes, y el río sacrosanto
repiten;
¡Libertad!
¡Y libertad!
Repiten las dos orillas.
En mi patria, el ciclón, las lluvias y los truenos,
y los pasos del iracundo viento,
lo repiten comino:
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Libertad!
AL MESIAS, EN NAVIDAD
Señor,
Rey de las cosas:
En tu fiesta, este año, se crucifican
las alegrías todas de Jerusalén.
En tu fiesta, este año,
Señor,
enmudecieron todas las campanas.
Desde hace dos mil años.
Desde hace dos mil años,
para callar en éste solamente.
Todos los campanarios están de luto,
y la negrura envuélvese en negrura.
* * *
Por la Vía Dolorosa,
Jerusalén entera es azotada
bajo la cruz de la pasión,
sangra bajo la mano del verdugo.
Y el mundo es un corazón cerrado al drama.
Indiferente y rígido,
Señor,
ciego y descarriado,
no ha alzado ni una vela en el desastre,
no ha vertido una lágrima
con que lavar las penas de Jerusalén,
Señor:
Los viñadores han asesinado al heredero,
y robado las viñas.
El pájaro del crimen puso alas
a los pecadores del mundo,
y ha volado
manchando a la inmaculada Jerusalén,
cual demonio maldito
que odia hasta Satanás.
Señor,
y Gloria de Jerusalén:
del pozo de las penas,
del abismo,
del fondo de la noche
y el corazón del ¡ay!
se alza hasta ti el lamento de Jerusalén.
¡Apiádate, Señor,
y apártele este cáliz!
Tu sola, tu sola
1987
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
1
Desnuda bajo el silbido del sol
tu sola te tecas
en el desierto del cuarto vacío
Te secas y te haces una pregunta
como un ahorcado que oscila sin respuesta
a través de un vacío, detrás de un vacío,
detrás de un vacío.
2
2
¡Alma! Tu sola mueres
sola tu vives en tu tumba
la muerte reveló al mundo
que no da alegría al que piensa.
del diwan Julio y algo más
NOCHE DE LLUVIA
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
¿Por qué envuelve mi corazón la pena
en mis noches de lluvia?
¿Por qué cuando en los árboles sopla
el viento del invierno me causan dolor fantasmas
por mí amados, más allá de la tierra excavada?
¿Por qué sus almas en el viento buscan las casas?
Es resucitado un mundo
al que cubre la tarde y fluye un recuerdo
fluye un recuerdo
fluye un recuerdo
* * * *
Mis amados bajo el viento y la lluvia.
Mientras escucho sus pasos en el pasillo
y atraviesan sus risas el vestíbulo de sombras
hacia mí, se reaviva en mis ojos su imagen.
Beso esa frente y acaricio aquel pelo
palpo la manga de una camisa caliente
huelo el nudo de una corbata
y percibo sus miradas brillantes de deseo
profundas tras el horizonte
y oigo esos corazones ávidos
latiendo en la espera.
¿Con qué escribieron un mañana que no vendrá?
¡oh, muerte cruel; objeto de perdición!
¿Con qué lo escribieron, patrimonio del destino?
* * *
Los árboles agita
el viento del invierno y cae la lluvia
y cae la lluvia
y cae la lluvia.
del diwan Ante la puerta cerrada
EL RELOJ DIO LA HORA
octubre 1973
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
¿Por qué envuelve mi corazón la pena
en mis noches de lluvia?
¿Por qué cuando en los árboles sopla
el viento del invierno me causan dolor fantasmas
por mí amados, más allá de la tierra excavada?
¿Por qué sus almas en 1
El portentoso reloj dio la hora
los caballos de la valentía se espantaron.
La revuelta fue inevitable
* * * *
Pasé flacos años, me consumí,
mi rostro no volvió a ser mi rostro, y mi voz
en los años flacos no volvió a ser mi voz.
La revuelta fue inevitable
antes de que la palidez en mi rostro de primavera
recobrara las líneas de la belleza.
del diwan Ante la puerta cerrada
UNA HISTORIA PARA NUESTROS NIÑOS
octubre 1973
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
2
Su rostro sobre la arena
cuello al que corta el nudo de las cuerdas
su cabeza joven y su color es tinta
que beben las letras de una elegía de terrible negrura.
Quedó llorando la madre en sus labios.
Quedó llorando.
Quedó llorando
un año de largos años
* * * *
Vino el Año del Elefante
cabalgando una distancia
que dividía la vida y la muerte.
Brotó la voz poderosa con el trueno y el relámpago
llevando la profecía
arrancando la leyenda
y libró las piedras machacadas, con una mirada en el camino
con una mirada al cielo y al espacio luminoso
Se sumergió en el canal
purificando totalmente su cuerpo
¡Y empezó a rezar!
¡Y empezó a rezar!
del diwan Ante la puerta cerrada
ADOLESCENCIA
Traducción de Manuel Jiménez Lucena
¡Oh, palmera mía! Dos me quieren
los dos como rosas de abril,
los dos más dulces que el azúcar.
Duda entre ellos mi pequeño corazón
¿A cuál quiero más?
¿Cuál es, palmera mía, el más hermoso?
Díselo a mi corazón que lo ignora.
En el primer baile
entre sombras y el murmullo de la música
me susurro el primero
Aleteó mi corazón pesado
por la ilusión, los sueños, la fantasía,
no sé qué dije o hice
En el otro baile
Me asedió el segundo
Rodearon mi cintura sus brazos
dos ríos de pasión y anhelo
Aleteó mi corazón pesado
por la ilusión, los sueños, la fantasía,
no sé qué dije o hice.
¡Oh, confusión! Dos me quieren
los dos como rosas de abril
los dos más dulces que el azúcar.
¿Cuál me gusta más?
¿Cuál de los dos, palmera mía, es el más hermoso?
Díselo a mi corazón que lo ignora.
del diwan Ante la puerta cerrada
Referencias: PalestinaLibre.org
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